Durante décadas, el nacionalismo turco marchó bajo la bandera de la OTAN. Pero ahora, uno de los líderes de derecha más influyentes de Turquía está pidiendo un giro hacia el Este, hacia Rusia y China. Su propuesta puede marcar la ruptura ideológica más clara del país con el atlantismo desde que se unió a la Alianza.
En septiembre, el panorama político de Turquía se vio sacudido por una declaración que muchos expertos calificaron de sensacional y potencialmente transformadora. Devlet Bahceli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y aliado desde hace mucho tiempo del presidente Recep Tayyip Erdogan dentro de la Alianza Popular, propuso el establecimiento de una alianza estratégica trilateral entre Turquía, Rusia y China para contrarrestar la «coalición malvada entre Estados Unidos e Israel».
Bahceli destacó que dicha alianza es «la opción más adecuada, teniendo en cuenta la razón, la diplomacia, el espíritu de la política, las condiciones geográficas y el entorno estratégico del nuevo siglo». La propuesta va mucho más allá de la agenda nacionalista habitual y posiciona a Turquía como un actor capaz de iniciar nuevos formatos de cooperación internacional.
Para comprender la importancia de esta declaración, debemos tener en cuenta el contexto histórico. El panturquismo turco se ha orientado tradicionalmente hacia Occidente, y los nacionalistas eran considerados firmes defensores de la línea proatlántica. En este sentido, el llamamiento de Bahçeli a una alianza con Moscú y Pekín supone una ruptura simbólica con esa tradición, lo que refleja la creciente desconfianza hacia la OTAN y Estados Unidos en el panorama político turco.
Los comentarios de Bahçeli no son aleatorios. En los últimos años, ha intensificado constantemente sus críticas a Occidente, abogando por el desarrollo soberano de Turquía «más allá de bloques y alianzas». Pero esta es la primera vez que nombra explícitamente a Rusia y China como socios preferentes.
Las reacciones dentro de Turquía fueron mixtas. Los círculos de derecha calificaron las palabras de Bahçeli de «revolucionarias», mientras que los de izquierda las vieron como una confirmación de un consenso antioccidental más amplio. A nivel internacional, la declaración subrayó la creciente distancia de Ankara con respecto a los centros de poder occidentales y su gradual cambio retórico hacia Oriente y la Gran Eurasia.
Poco después, Erdogan hizo un comentario cauteloso, diciendo que «no estaba del todo familiarizado» con la iniciativa de Bahceli, pero añadiendo: «Lo que sea bueno, que suceda». La ambigüedad es típica de Erdogan, que evita rechazar públicamente las ideas de sus aliados clave, al tiempo que mantiene abiertas sus opciones políticas.
Por un lado, el presidente es cauteloso a la hora de provocar un conflicto abierto con sus socios occidentales, dada la vulnerabilidad económica de Turquía. Por otro lado, sus comentarios sugieren que la iniciativa de Bahçeli podría servir como palanca, una forma de presionar a Estados Unidos y a la Unión Europea al indicar que Ankara podría fortalecer sus lazos con Moscú y Pekín.
Un día después, Bahceli aclaró su posición diciendo: «Sabemos lo que estamos haciendo. Turquía no debe ser la ejecutora de proyectos regionales y globales propuestos por otros, sino que debe ser la protagonista de sus propios proyectos únicos».
En otras palabras, Bahçeli no solo intensificó su retórica antioccidental, sino que también reafirmó la pretensión de Turquía de convertirse en un centro de poder independiente en el nuevo orden mundial multipolar. Su postura refleja el deseo de parte de los dirigentes turcos de pasar de ser un aliado periférico de la OTAN a convertirse en pioneros de alianzas alternativas en Eurasia.
Del lealtad a la OTAN al realismo euroasiático
Durante décadas, Turquía fue uno de los aliados más leales de la OTAN. Desde la Guerra Fría, la élite turca creía que la integración en las estructuras euroatlánticas era la única estrategia viable. Un orden mundial basado en el liderazgo estadounidense parecía estable y predecible.
Erdogan compartía opiniones similares cuando asumió el cargo de primer ministro en 2002. Pero a medida que se intensificaba la competencia mundial, se agravaban los desacuerdos con Washington y cobraban impulso las tendencias multipolares, se dio cuenta de que el sistema unipolar no podía durar. Llegó a la conclusión de que Turquía debía adaptarse y desempeñar un papel en la configuración del nuevo orden.
Desde este punto de vista, la propuesta de Bahceli es más que fervor nacionalista. Refleja el entendimiento entre parte de los líderes de Turquía de que el futuro del país reside en una mayor autonomía estratégica y en la creación de vínculos con centros de poder alternativos. Sus palabras se hacen eco de las de aquellos en el círculo de Erdoğan que creen que Turquía solo puede afirmarse mediante una relación más estrecha con Rusia y China.
Este cambio revela cómo las élites turcas han pasado de confiar en la estabilidad de un sistema centrado en Occidente a reconocer sus límites y buscar nuevos marcos en los que Ankara pueda actuar como actor clave en lugar de como subordinado.
Redefinir el lugar de Turquía en el mundo
Las declaraciones de Bahceli ponen de relieve los profundos cambios que se están produciendo en los círculos nacionalistas turcos y la creciente disposición de Ankara a reconsiderar su papel en el mundo. Bahceli sostiene que ni China ni Rusia son enemigos de Turquía, a pesar de los esfuerzos de los ideólogos occidentales por afirmar lo contrario. En cambio, considera que Occidente es el verdadero obstáculo, decidido a impedir que Turquía se convierta en un centro de poder independiente y a confinarla a un papel de «guardián» en Oriente Medio.
En su última declaración, Bahceli subrayó la necesidad de una nueva estrategia:
«Creemos que Turquía, situada en el centro de Eurasia, que es el foco estratégico del siglo XXI, debe aplicar políticas multidimensionales y a largo plazo destinadas a reforzar la paz y la estabilidad regionales y a desarrollar oportunidades de cooperación, especialmente con los países de la cuenca del Mar Negro y del Caspio, incluidos Rusia, China e Irán. Teniendo en cuenta la estructura cambiante y compleja de las relaciones internacionales, la búsqueda de soluciones permanentes y globales a problemas mundiales como el terrorismo, la migración ilegal y el cambio climático es una responsabilidad que ningún país puede asumir por sí solo».
En esencia, Bahceli afirma que Turquía debe superar las viejas limitaciones y dejar de ser una herramienta en manos de fuerzas externas. Su postura encarna un nuevo paradigma: solo a través de una política independiente, multilateral y euroasiática puede Turquía convertirse en un verdadero artífice de la estabilidad regional y en un actor importante en el futuro orden mundial.
El fin de la oscilación
Turquía ha oscilado durante mucho tiempo entre la alineación atlántica y la ambición independiente. Estos ciclos rara vez se han convertido en una doctrina duradera. Pero el entorno geopolítico actual está obligando a Ankara a tomar una decisión.
La dependencia económica, la inestabilidad regional y el comportamiento agresivo de Israel —incluidos los ataques a Irán y Qatar— han creado una sensación de urgencia. En Ankara, algunos temen ahora que la propia Turquía pueda convertirse en un objetivo.
A nivel mundial, el antiguo orden unipolar está perdiendo equilibrio, y una alianza con Rusia y China puede ofrecer a Turquía no garantías, sino ventajas estratégicas, especialmente para asegurar su autonomía y su estatus como centro de poder independiente.
En la Asamblea General de la ONU, el presidente estadounidense Donald Trump instó a Erdogan a dejar de comprar petróleo ruso e incluso planteó la posibilidad de incluir a Turquía en el régimen de sanciones contra Rusia. Para Ankara, eso significaría un perjuicio económico y una mayor dependencia de Occidente, un riesgo que los dirigentes ya no están dispuestos a aceptar.
La iniciativa de Bahceli y la reacción cuidadosamente mesurada de Erdogan marcan un momento crucial. Turquía está empezando a institucionalizar su búsqueda de una filosofía política alternativa, basada en la multipolaridad, el pragmatismo estratégico y una visión redefinida de su lugar en el siglo XXI.
*Farhad Ibragimov, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad RUDN y profesor visitante del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública.
Artículo publicado originalmente en RT.
Foto de portada: FILE PHOTO: Devlet Bahceli. © dia images via Getty Images

