El gobierno del autoproclamado presidente sirio, Ahmed Al Sharaa, un ex líder de Al Qaeda y derrocador de Bashar Al Assad, se ha caracterizado por su intención clara de estrechar relaciones con países que puedan darle beneficios económicos.
La primera visita oficial realizada por Al Sharaa fue a Arabia Saudita, un país que poco había interactuado con la administración anterior, pero que vio la oportunidad de tomar una pieza del pastel en la conformación del gobierno que se estaba gestando.
Türkiye, considerado un país aliado y promotor del golpe de estado, vio la caída de Al Assad como una oportunidad para desarrollar influencia en la nueva Siria. Ankara busca expandir su presencia en bases militares y puestos de inteligencia en el Levante.
Además la presencia kurda autónoma presente en Siria interpela directamente a la insurgencia del PKK turco, generando una potencial amenaza para la deposición de armas que busca Erdogan, por lo que la supresión de esa autonomía es uno de sus objetivos.
También, Türkiye busca ser parte del levantamiento del estado sirio para ocupar un espacio de influencia en su reconstrucción y administrar políticas que favorezcan a Ankara, como el retorno de los refugiados sirios radicados allí.
Estados Unidos es otro de los actores que busca adentrarse en la administración siria. Trump le había prometido a Sharaa el levantamiento de las sanciones económicas que lleva impuestas Siria a cambio del reconocimiento de Damasco al estado israelí.
Aún no han sido removidas todas las sanciones, y fue uno de los principales pedidos de Sharaa en la 80° cumbre de la ONU celebrada este septiembre. Sin embargo, el ministro israelí de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer, el enviado especial de Estados Unidos a Siria, Tom Barrack, y el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Asaad al-Sheibani mantuvieron conversaciones en Londres sobre un acuerdo de seguridad entre la entidad sionista y la nueva Siria.
El acuerdo
Luego de varias reuniones secretas, el estado sirio hizo público la formalización de un nuevo tratado con Israel.
El Ministerio de Asuntos Exteriores sirio declaró: “el acuerdo con Israel será similar al Acuerdo de Separación de Fuerzas de 1974 y no implica la normalización de las relaciones ni la adhesión de Siria a los Acuerdos de Abraham. La firma está prevista para septiembre y forma parte de una serie de acuerdos sucesivos que se concluirán con la parte israelí antes de finales de 2025.”
Israel presentó a Siria una propuesta detallada para un nuevo acuerdo de seguridad relacionado con el suroeste del país.
Damasco acepta prohibir el uso de su territorio para lanzar ataques contra las tierras ocupadas israelíes, y Tel Aviv reconocería al gobierno sirio sin interferir en sus asuntos internos.
Resulta llamativo la necesidad siria de que un país ofensivo y colonizador de sus tierras reconozca a su gobernante, pero como mencionamos previamente, representa parte del juego que propone el ex Al Qaeda. Por otra parte, la promesa israelí de “no interferir” es tan blanda como cualquier otra promesa al aire y sin sustento metodológico que ha realizado con los diversos países a los que ha ocupado.
Si bien, hay detalles del acuerdo que no se anunciaron, lo que se menciona es que se basan en el compromiso israelí de retirar gradualmente sus fuerzas a las líneas del Acuerdo de Separación de Fuerzas de 1974, con la excepción de dos posiciones avanzadas en el Monte Hermón, y de posponer las conversaciones sobre el destino de los Altos del Golán.
El acuerdo incluye disposiciones que dividen el sur de Siria en diferentes zonas, cada una con normas específicas sobre el tipo de fuerzas y armas permitidas. La presencia de cualquier armamento está prohibida en la zona de amortiguación, y solo se permite la presencia de las fuerzas de seguridad interna.
La propuesta israelí es un intento de rediseñar el sur de Siria para beneficio propio, considerando la división en zonas con su respectiva administración:
• Zona Amarilla (efectivamente ocupada): Esta franja permanece bajo control de seguridad israelí y sirve como plataforma de lanzamiento para operaciones militares y de inteligencia de naturaleza estratégica para Israel.
• Zona Azul (franja de separación de fuerzas): Esta es el área directamente adyacente a la frontera, históricamente conocida como la zona de separación de fuerzas según el acuerdo de 1974 sobre su administración bajo supervisión “internacional” (como una fuerza de observación).
• Zona Roja (la zona desmilitarizada propuesta): se extiende profundamente en territorio sirio, representando un área donde las armas pesadas están prohibidas en el lado sirio, y posiblemente restricciones a la presencia militar organizada, sin acuerdos correspondientes en el lado israelí; creando así una zona de amortiguación de facto entre la frontera y el área de control directo sirio.
• Zona Verde (zona de exclusión aérea): incluye grandes partes de las gobernaciones de Daraa y As-Suwayda, y se extiende hacia las afueras de Damasco, según el mapa. Se imponen restricciones a los aviones de guerra sirios, lo que puede limitar la capacidad de Siria para emplear el poder aéreo en el sur.

De esta forma, importantes áreas del sur de Siria quedarían bajo control israelí, directo o indirecto. Las gobernaciones del sur de Siria, Daraa, Quneitra, Sweida y partes de la zona rural del suroeste de Damasco, comenzarían a ser administradas por la entidad sionista, permitiéndoles su ingreso y desarrollo sin restricciones.
Cuando el Ministro sirio anunció este tratado, declaró que el pacto no contemplaba la firma de los Acuerdos de Abraham. Sin embargo, las negociaciones se hicieron entre entes políticos y no militares, dejando claro que la alianza corteja vínculos diplomáticos.
No es necesario que Damasco firme los Acuerdos de Abraham ya que su propio acuerdo es un reconocimiento de Israel y una renuncia a su soberanía.
El tratado permite la presencia israelí en áreas sirias claves, especialmente donde radica la mayoría drusa, grupo con el cual Tel Aviv activa un imperialismo identitario. Esto avalará que los asuntos sirios sean gestionados por el estado sionista, permitiéndoles la penetración a su sistema político y cediéndoles su autodeterminación.
La necesidad exhaustiva de Sharaa de crear una imagen aprobada por Estados Unidos lo llevó a la desvalorización total de sus principios y de la renuncia de las potencialidades de su territorio. Esto sin dudas, generará futuros conflictos, ya que reconocemos que la presencia de Israel en tierras árabes es un claro sinónimo de ocupación, violencia y construcción de poderío sionista.
*Gianna Rosciolesi Técnica en Comunicación Social, Técnica en Relaciones Públicas y Ceremonial, Miembro de la Cátedra de Relaciones Internacionales de la Facultad de Periodismo UNLP, Integrante del equipo de Investigaciones de PIA Global.