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Corea del Sur y la tragedia del suicidio

Por PIA Global*- Corea del Sur, reconocida globalmente por su pujanza tecnológica, su industria cultural y su vertiginoso crecimiento económico, enfrenta una de las crisis sociales más graves y silenciosas de nuestro tiempo: el suicidio.

Según las últimas estadísticas, el suicidio ha superado al cáncer como la principal causa de muerte entre surcoreanos de 40 años, algo inédito desde que existen registros en 1983.

En 2024, el país registró 14.872 suicidios, un aumento del 6,3% respecto al año anterior y la cifra más alta desde 2011, lo que equivale a casi 30 muertes por cada 100.000 habitantes, más del doble del promedio de la OCDE.

Detrás de estos números escalofriantes no hay solo dramas personales, sino la expresión más clara de un modelo social en descomposición, donde el valor de la vida humana queda supeditado a la lógica del capital, el éxito individual y la meritocracia implacable.

En Corea del Sur, el suicidio ha sido históricamente la principal causa de muerte entre adolescentes y jóvenes menores de 30 años. Sin embargo, que en 2024 se convirtiera en la principal causa de muerte entre personas de 40 años refleja una problemática mucho más profunda: una generación entera atrapada entre las expectativas de éxito profesional, el peso de las responsabilidades familiares y el estigma de “fracasar” en un sistema que no perdona debilidades.

Los expertos señalan que la prolongada crisis económica, las secuelas de la pandemia y la creciente presión social han empujado a miles de ciudadanos al borde del abismo. Pero lo más relevante es entender que estos factores no operan en el vacío: son consecuencia directa de una ideología que pone el foco en la competencia feroz, el rendimiento económico y la imagen social, dejando de lado la felicidad y el desarrollo integral de la persona.

El efecto Werther y la fragilidad colectiva

El fenómeno conocido como “efecto Werther”, en el que los suicidios de figuras públicas detonan olas de imitaciones, es otra muestra del malestar colectivo. El caso del actor Lee Sun-kyun, protagonista de la galardonada película Parásitos, quien se quitó la vida en diciembre de 2023, impactó especialmente en hombres de entre 40 y 50 años que se identificaron con él.

Esto demuestra hasta qué punto las grietas emocionales atraviesan a sectores enteros de la sociedad, incapaces de encontrar un sentido más allá de los parámetros de éxito impuestos.

Un problema común en las sociedades liberales asiáticas

Corea del Sur no está sola en este fenómeno. Japón, con cifras igualmente alarmantes, vive una epidemia de suicidios estudiantiles, mientras que en Singapur la llamada “generación sándwich”, atrapada entre el cuidado de hijos y padres, se hunde en la desesperación.

Se trata de países presentados en Occidente como modelos de disciplina, modernización y progreso, pero que en realidad evidencian el costo humano de sociedades estructuradas sobre la base de la competencia y el sacrificio extremo.

El denominador común es una ideología liberal-capitalista que reduce la vida a logros medibles en ingresos, estatus y éxito personal. En este marco, quienes no alcanzan esos estándares —o quienes simplemente se agotan en el intento— terminan arrinconados en la soledad y, en demasiados casos, en la tragedia del suicidio.

El espejismo del progreso

Las cifras de Corea del Sur obligan a cuestionar la narrativa oficial de que el desarrollo económico y la apertura liberal traen bienestar automático. El país exhibe rascacielos, conglomerados tecnológicos y una industria cultural que conquista el mundo, pero al mismo tiempo arrastra la tasa de suicidios más alta de toda la OCDE.

Este contraste desnuda la contradicción esencial de un modelo que mide el éxito en términos de productividad y prestigio, pero fracasa en garantizar lo más elemental: la vida y la felicidad de sus ciudadanos.

Corea del Sur enfrenta hoy un dilema profundo. Puede continuar reforzando un modelo basado en la meritocracia, el consumo y la competencia desenfrenada, o bien puede dar un giro hacia un sistema que ponga en el centro a la persona, su dignidad y su bienestar colectivo.

Por ahora, los números muestran una sociedad en descomposición, donde demasiadas vidas se pierden en el silencio. El futuro dependerá de si esta tragedia se convierte en un punto de inflexión o si sigue siendo el precio oculto del supuesto “progreso capitalista”

*Foto de la portada: EPA-EFE

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