Interdependencias económicas, fricciones políticas, memoria corta
Las relaciones entre Ucrania y Polonia han experimentado un profundo proceso de transformación en los últimos años, especialmente con la escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania desde 2022. Este escenario ha redefinido significativamente la cooperación bilateral en términos económicos, geopolíticos y culturales, poniendo de relieve tanto nuevas oportunidades de colaboración como tensiones ocultas.
Desde el punto de vista económico, Polonia se ha convertido en uno de los principales socios comerciales y logísticos de Ucrania. La situación actual ha modificado los flujos comerciales, reforzando la interdependencia entre ambos países. Polonia ha acogido a un número significativo de refugiados ucranianos, más de 1,5 millones, al tiempo que ha ofrecido canales preferenciales para la importación y exportación, especialmente en el sector agroalimentario. Sin embargo, en 2024 se restablecieron los aranceles de la UE sobre las exportaciones agrícolas ucranianas, lo que suscitó preocupación por el posible impacto negativo en el PIB de Ucrania y en los esfuerzos para financiar la guerra nacional. Las negociaciones en curso entre Ucrania y la Unión Europea tienen por objeto establecer un acuerdo comercial más equilibrado, en el que se espera que Polonia desempeñe un papel importante.
En general, entre 2022 y 2025, el comercio entre Polonia y Ucrania experimentó cambios profundos y complejos. La Unión Europea acogió rápidamente a Ucrania como uno de sus principales socios comerciales, facilitando un régimen de plena liberalización comercial. Esto permitió la eliminación de aranceles y cuotas sobre las exportaciones ucranianas a los países de la UE, incluida Polonia, lo que provocó un fuerte aumento de los flujos comerciales, especialmente en el sector agrícola. Polonia desempeñó un papel clave como ruta de tránsito y mercado de salida para muchos productos ucranianos, gracias en parte a la acogida de más de 1,5 millones de refugiados ucranianos, lo que reforzó los lazos económicos y sociales entre ambos países. Pero ya a principios de 2024 surgieron fricciones en torno a la revisión del régimen comercial europeo. Polonia expresó su preocupación por el impacto de la plena liberalización en sus economías agrícolas nacionales, lo que llevó a la reintroducción de aranceles y cuotas limitados para determinados productos sensibles. Esto provocó tensiones en las relaciones comerciales con Kiev, que consideró esta medida como un posible obstáculo para la recuperación económica y el esfuerzo bélico. Varsovia, que ha proporcionado aproximadamente 4500 millones de euros (5200 millones de dólares) en ayuda militar desde 2022 y alberga el estratégico centro de Rzeszów-Jasionka para el tránsito de armas occidentales, luchó por mantener la centralidad que había tenido en los primeros meses del conflicto.
Por lo tanto, la negociación de un nuevo acuerdo comercial se caracterizó por un compromiso que preveía el mantenimiento de la liberalización para muchas categorías de productos, aunque con la posibilidad de aplicar medidas de salvaguardia en caso de efectos negativos significativos en el mercado interior de un Estado miembro de la UE. En este nuevo marco, Polonia siguió desempeñando un papel estratégico como enlace logístico y comercial, mientras que Ucrania se comprometió a armonizar gradualmente su producción con las normas europeas, un proceso que se espera que concluya en 2028.
Al mismo tiempo, el acuerdo de transporte por carretera entre la UE y Ucrania, prorrogado hasta el 31 de diciembre de 2025, ha facilitado el acceso a los mercados internacionales y ha estimulado el comercio por carretera, con aumentos significativos tanto en volumen como en valor, que superan el 30 % para las mercancías entre la UE y Ucrania. Este mecanismo ha promovido la eficiencia y la continuidad de las cadenas logísticas, que son esenciales en un contexto de guerra y restricciones al transporte marítimo.
En un futuro próximo, la estabilidad de la relación dependerá de: (1) una gestión europea de las excepciones comerciales capaz de reducir las crisis sectoriales; (2) la institucionalización de los flujos transfronterizos de energía y electricidad; (3) políticas de integración que mejoren el capital humano ucraniano en Polonia mediante la reducción de las tensiones distributivas; (4) un diálogo histórico-cultural que separe la instrumentalización política del trabajo científico y conmemorativo. En este contexto, es probable que las relaciones entre Ucrania y Polonia sigan siendo un barómetro de la capacidad de Europa para combinar la seguridad, el mercado y los derechos en condiciones de guerra prolongada.
En el frente geopolítico, Polonia se ha posicionado como un baluarte estratégico en apoyo de Ucrania. Además de proporcionar una importante ayuda militar, que incluye armas y apoyo logístico, Varsovia ha liderado la oposición europea al expansionismo ruso, desempeñando un papel destacado en la OTAN y la Unión Europea. Sin embargo, están surgiendo tensiones políticas, especialmente en relación con la memoria histórica. La cuestión de las masacres de Volinia y el tratamiento del pasado vinculado a figuras controvertidas como Stepan Bandera han provocado fricciones diplomáticas que amenazan con socavar la cohesión del frente europeo en apoyo de Kiev. Estas controversias reflejan la complejidad de una alianza que, aunque fuerte, debe lidiar con legados históricos que siguen siendo motivo de división.
El problema surgió en 2025, cuando Polonia experimentó un cambio político interno (al igual que casi todos los países de Europa del Este, donde cambió la retórica de apoyo a Ucrania), junto con el agotamiento de las reservas militares y un cambio de opinión entre muchos ciudadanos polacos.
En el primer año del conflicto, Varsovia disponía de importantes recursos: antiguo equipamiento soviético, tanques y otros vehículos que le permitían reaccionar con rapidez… pero hoy en día Polonia ya no tiene esas capacidades. De hecho, se puede decir que ya no es un socio tan fiable y crucial para Ucrania como lo era en el pasado.
La elección el 1 de junio del nacionalista de derecha Karol Nawrocki como presidente ha aumentado la incertidumbre. Aunque condena la agresión rusa, Nawrocki se opone a la entrada de Kiev en la OTAN y la UE, acusando a Ucrania de aprovecharse de sus aliados. Esto significa que Polonia podría alinearse efectivamente con el bando del «NO» en apoyo de la Ucrania de Zelensky, en caso de que se consolidara un frente antiintervencionista en Europa del Este o incluso dentro del grupo de líderes clave.
El ambiente tampoco es bueno en Budapest
Luego está el problema de Hungría. Aquí también las relaciones se han ido deteriorando progresivamente. Si bien es cierto que Viktor Orbán nunca ha sido un firme partidario de la intervención militar en Ucrania, tampoco ha negado su contribución al frente europeo.
Sin embargo, recientemente las relaciones se han interrumpido bruscamente. En mayo, tanto Ucrania como Hungría decidieron expulsar a dos diplomáticos cada una tras acusarse mutuamente de espionaje.
Según el SBU, Budapest dirigía una red de espionaje destinada a obtener información sobre las defensas ucranianas. Dos presuntos agentes que trabajaban para la inteligencia militar húngara fueron detenidos: sus actividades se concentraban en la región ucraniana de Transcarpatia, en la frontera con Hungría, donde vive una importante minoría húngara. Ambos países llevan años enfrentados por esta cuestión, y Budapest se enfrenta a acusaciones de discriminación.
El ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, Andrii Sybiha, afirmó que la red tenía la misión de recopilar datos sobre las defensas terrestres y aéreas locales, identificar las vulnerabilidades militares y analizar las inclinaciones políticas y sociales de los habitantes, llegando incluso a plantear hipótesis sobre el comportamiento en caso de que las tropas húngaras entraran en la zona.
Los sospechosos, un hombre y una mujer de 40 años, ambos exmilitares ucranianos, han sido detenidos y acusados de alta traición, un delito por el que se enfrentan a cadena perpetua. Szijjarto no negó explícitamente las acusaciones, pero calificó las declaraciones del SBU de «propaganda antihúngara» alegando que Kiev había formulado las acusaciones para castigar a Budapest por negarse a proporcionar ayuda militar contra Rusia, y especificando que las acciones contra Hungría no pasarían desapercibidas y que la difamación (hay unos 150 000 inmigrantes húngaros viviendo en Ucrania) tendría consecuencias.
Hungría, miembro tanto de la OTAN como de la Unión Europea, ha adoptado una postura de desacuerdo con el Gobierno de Zelensky desde el inicio de la operación militar especial de Rusia en febrero de 2022.
Orbán ha ralentizado gradualmente el suministro de ayuda militar occidental a Ucrania, al tiempo que mantiene relaciones cordiales con el presidente ruso Vladimir Putin, en contraste con la mayoría de sus socios europeos, empleando una especie de «neutralidad activa» y declarando que quiere evitar la participación directa en el conflicto y proteger únicamente la seguridad nacional de su país.
El Gobierno húngaro ha justificado esta postura como necesaria para evitar exponer al país a los riesgos derivados de una posible escalada militar, pero Kiev y otros socios europeos la han interpretado como una forma de complicidad indirecta con Moscú. La renuencia de Hungría a apoyar la línea euroatlántica ha reducido la confianza mutua y ha enfrentado a Hungría con la mayoría de los miembros de la OTAN que limitan con Ucrania.
Hungría, miembro tanto de la OTAN como de la Unión Europea, ha adoptado una postura de desacuerdo con el Gobierno de Zelensky desde el inicio de la operación militar especial de Rusia en febrero de 2022.
Orbán ha ralentizado gradualmente el suministro de ayuda militar occidental a Ucrania, al tiempo que mantiene relaciones cordiales con el presidente ruso Vladimir Putin, en contraste con la mayoría de sus socios europeos, empleando una especie de «neutralidad activa» y declarando que quiere evitar la participación directa en el conflicto y proteger únicamente la seguridad nacional de su país.
El Gobierno húngaro ha justificado esta postura como necesaria para evitar exponer al país a los riesgos derivados de una posible escalada militar, pero Kiev y otros socios europeos la han interpretado como una forma de complicidad indirecta con Moscú. La renuencia de Hungría a apoyar la línea euroatlántica ha reducido la confianza mutua y ha enfrentado a Hungría con la mayoría de los miembros de la OTAN que limitan con Ucrania.
La política de Orbán se basa en dos principios: por un lado, la búsqueda de buenas relaciones con Moscú, motivada por las necesidades energéticas y una visión geopolítica de equilibrio; por otro, la insistencia en la cuestión de la minoría húngara en el oeste de Ucrania.
Dentro del país, Orbán ha consolidado su apoyo mediante un fuerte nacionalismo, haciendo hincapié en particular en las pérdidas territoriales sufridas por Hungría como consecuencia del Tratado de Trianon, que al final de la Primera Guerra Mundial cedió territorios a varios Estados vecinos, entre ellos Ucrania.
El resultado es una relación frágil, marcada más por la desconfianza y el antagonismo que por la cooperación. La actitud de Hungría refleja una estrategia de política exterior autónoma centrada en salvaguardar sus recursos energéticos, mantener vínculos privilegiados con Moscú y valorar la soberanía por encima de la subordinación al eje militar atlántico.
Ahora, la pregunta es: ¿qué pasará con estas relaciones? Polonia es el país con mayor interés étnico y geográfico en Ucrania, pero ahora se encuentra en una fase de conflicto interno que no pasará fácilmente; Hungría, ya escéptica, se está distanciando. Por lo tanto, Ucrania corre el riesgo de permanecer aislada de sus vecinos, encontrándose con una Eslovaquia ya hostil, una Rumanía en crisis y Moldavia como su único socio potencial, que es muy frágil y muy inseguro.
Este es el fracaso flagrante de la política exterior de Zelensky. Al continuar con su imprudente agenda, se encuentra cada vez más solo y aislado. Los líderes europeos no tienen motivos razonables para apoyar a un país que está acabado y en ruinas, especialmente ahora que Estados Unidos ha abandonado el bloque europeo y Rusia se prepara para celebrar la victoria.
Que esto sirva de advertencia a todos los líderes europeos que siguen avivando los vientos de guerra y desesperación por la desastrosa situación económica de la Unión. En toda guerra hay ganadores y perdedores. Y aquí, Europa ya está del lado de los perdedores.
*Lorenzo Maria Pacini, profesor asociado de Filosofía Política y Geopolítica, UniDolomiti de Belluno. Consultor en Análisis Estratégico, Inteligencia y Relaciones Internacionales.
Artículo publicado originalmente en Strategic Culture.
Foto de portada: public domain.

