La encuesta Nexus sobre la opinión de los brasileños en relación con Estados Unidos y China, publicada este viernes, trajo un dato revelador: la mayoría de los ciudadanos considera que el liderazgo de Estados Unidos es negativo para Brasil, mientras que la influencia china se ve más positivamente. Este movimiento de percepción es el resultado directo de la postura agresiva del actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien, irónicamente, ha desempeñado el papel de mayor propagandista del nuevo orden mundial, es decir, del mundo multipolar.
Históricamente, Estados Unidos ha construido su liderazgo global no solo sobre el poder militar o económico, sino también sobre el poder blando: la capacidad de atraer y seducir con el ejemplo, la influencia cultural, el ideal de libertad, el culto a la prosperidad y la propaganda de la democracia liberal. Así es como el “estilo de vida americano” se ha convertido, durante décadas, en un modelo de aspiración para varias naciones.
Sin embargo, Trump ha logrado socavar esta herencia simbólica en poco tiempo. Al convertir a los aliados en adversarios, atacar a las organizaciones multilaterales y asumir una diplomacia de confrontación con sus propios aliados, ha estado erosionando la imagen de Estados Unidos como una potencia confiable. Hoy, en lugar de ser visto como un defensor de la democracia y el libre comercio, Estados Unidos se presenta al mundo como una potencia errática, belicosa y profundamente aislada.
Incluso era predecible que, en el momento actual de decadencia imperial, precisamente un presidente de los Estados Unidos haría tanto por la causa multipolar. En lugar de reforzar la hegemonía estadounidense, Trump expone sus límites y deja al descubierto su arrogancia. Al atacar a Brasil, a la Unión Europea, hostigar a Canadá y México, presionar a América Latina y comprar peleas comerciales con China, demuestra que el mundo ya no puede depender de un solo centro de poder.
El resultado es que incluso los países que tradicionalmente orbitaban alrededor de Washington están comenzando a buscar nuevas alternativas. En Brasil, como mostró la encuesta, crece la percepción de que China puede desempeñar un papel más positivo en el desarrollo nacional que Estados Unidos. Este es un reflejo directo de la desastrosa política exterior de Trump.
Lo más curioso es que Trump, con su discurso nacionalista y unilateral, terminó prestando un servicio involuntario al debate público brasileño. Está abriendo la mente de la sociedad a la importancia de la idea de soberanía y al hecho de que un mundo multipolar no solo es posible, sino necesario. Un mundo en el que se tengan en cuenta los intereses de países emergentes como Brasil, en lugar de subordinarlos a una potencia que ya no oculta su desdén por los socios.
Si antes había dudas en desafiar la supremacía del dólar, hoy casi la mitad de la población defiende alternativas a la moneda estadounidense. Si antes los BRICS eran vistos como una apuesta lejana, ahora están ganando cada vez más apoyo como plataforma estratégica. Este movimiento cultural y político es paradójicamente catalizado por el propio presidente de los Estados Unidos.
Trump fue elegido prometiendo restaurar la “grandeza estadounidense”, pero su legado será exactamente lo contrario: el fortalecimiento de la multipolaridad y la erosión de la hegemonía estadounidense. Al perder aliados y multiplicar enemigos, convierte a Estados Unidos en un imperio en declive, y abre espacio para que Brasil y otros países afirmen su soberanía en un nuevo orden mundial.
Por lo tanto, contrariamente a lo que pretendía, Trump está enseñando a los brasileños, y al mundo, que nadie debe confiar ciegamente en un solo poder. El presente ya es multipolar.
Leonardo Attuch*. Periodista y editor jefe de Brasil 247
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal Brasil 247
Foto de portada: Marcelo Camargo/Agência Brasil

