La primera reacción de la Unión Europea a la guerra comercial iniciada por Donald Trump fue volver a intentar un acercamiento con China. El gigante asiático es uno de los principales socios comerciales del bloque comunitario y, a pesar de la peligrosidad que Bruselas admite que supone esta relación, el club europeo vio una oportunidad para reducir las potenciales consecuencias de las amenazas del presidente estadounidense. Sin embargo, después de unos primeros gestos que apuntaban a una mejora de la alianza entre Bruselas y Pekín, la tensión entre las dos potencias ha ido a más a pocos días de la cumbre entre China y la Unión Europea que se celebrará en la capital china el próximo jueves 24 de julio.
La Comisión Europea de Ursula von der Leyen siempre ha sido reticente a incrementar la relación comercial y política con el régimen de Xi Jinping, pero con el regreso de Trump ganó fuerza la posición de algunos Estados miembros como Alemania o España que son partidarios de acercarse a Pekín. Una de las señales más evidentes en este sentido fue el viaje a China del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que aprovechó el momento para presionar al conjunto de la UE en pro de una mayor colaboración comercial entre las dos potencias.
Además del viaje, Bruselas y Pekín también protagonizaron gestos diplomáticos que parecía que se dirigían a una distensión. Por ejemplo, acordaron retirar las restricciones diplomáticas que ambas potencias tenían desde el 2021, cuando la Unión Europea añadió a la lista negra a cuatro dirigentes chinos por la represión contra el pueblo uigur. Se trata de un movimiento simbólico de principios de mayo que hicieron coincidir con el quincuagésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Pekín y Bruselas.
En la misma línea, el presidente del Consejo Europeo, el portugués socialdemócrata António Costa, llamó a Jinping al cabo de pocos días del inicio de la guerra arancelaria de Trump para cerrar la celebración de la cumbre de este jueves 24 y 25 de julio. Al final, en las últimas semanas las relaciones entre las dos potencias se han ido complicando hasta el punto que el encuentro entre los líderes chinos y europeos ha pasado de ser de dos días a uno. Finalmente, solo se reunirán el 24 y en Pekín, ya que Bruselas temía que, si no la celebraban en la capital belga, Xi Jinping no asistiría.
Ucrania y una relación comercial desigual
El choque de estos últimos días entre Bruselas y Pekín se debe en gran parte a los dos aspectos que les distancian desde hace años: las diferentes posiciones sobre la invasión lanzada por el régimen de Vladímir Putin contra Ucrania y las disputas comerciales. En este sentido, la UE ha presionado, y mucho, para que China condene su ofensiva contra el territorio ucraniano, pero sin éxito. El gigante asiático mantiene una buena relación con Rusia, la misma que tenía antes del inicio del conflicto. Y, además, una información del South China Morning Post apunta este lunes que a principios de este mes el jefe de la diplomacia chino, Wang Yi, admitió a su homóloga europea, Kaja Kallas, que a Pekín no le interesaba el final de la guerra en Ucrania porque permitiría a Estados Unidos centrarse más en China.
Por otro lado, la Unión Europea también acusa a China de llevar a cabo competencia desleal en algunos campos, como es especialmente en el sector del automóvil. De hecho, Bruselas ha subido los aranceles a los coches eléctricos para “contrarrestar” que la industria del gigante asiático juega con ventaja porque está “ampliamente subvencionada” en toda la cadena de valor. En este sentido, un comunicado de Bruselas remarcaba en su momento que se trata de una “amenaza previsible e inminente” para la industria de la UE. Concretamente, la Comisión Europea ha impuesto hasta un 37,6% extra de impuestos de importación a varias empresas chinas de coches eléctricos.
En este conflicto comercial, China sabe que la Unión Europea está dividida y, a pesar de las tensiones con la Comisión Europea, va a recibir con todos los honores al canciller alemán, el conservador Friedrich Merz. Cabe recordar que la industria automovilística germánica exporta mucho al gigante asiático y es uno de los pocos países que presiona al resto de la UE para evitar subir la tensión entre las dos potencias. Por contra, países como Francia, que exportan poco a China y ven como el coche chino se le come mercado, tiene un posicionamiento favorable a medidas más proteccionistas, como las que está fomentando Bruselas. En cuanto a España, que también está recibiendo inversiones importantes por parte de compañías chinas, también quiere evitar un conflicto con Pekín y siempre se ha mostrado partidaria de mejorar la colaboración.
Sea como sea y más allá de la división de los estados miembros, Bruselas ve a China como un aliado poco fiable y, por ejemplo, le reprocha especialmente que solo exporta lo que le interesa y no algunos de los productos que el bloque comunitario necesita más, como son sobre todo tierras raras. Pekín anunció en abril nuevas restricciones radicales a estos minerales, cosa que puede dificultar el buen funcionamiento de las cadenas de valor de la industria europea en materia de automoción, la defensa o el sector aeroespacial. Por este motivo, la Comisión Europea ha impulsado varias iniciativas para potenciar el sector minero de tierras raras dentro del territorio comunitario y ha firmado acuerdos con nuevos socios comerciales para poder importar estos productos claves para la economía europea.
Así pues, lo que tenía que acabar siendo una cumbre para escenificar un nuevo acercamiento entre la Unión Europea y China, acabará ratificando que las dos potencias siguen sin entenderse, a pesar de Trump y sus amenazas. De hecho, según publican varios miembros internacionales, no está previsto emitan un comunicado conjunto plasmando los potenciales acuerdos para mejorar la relación a los cuales pensaban llegar cuando organizaron la cumbre.
*Gerard Fageda, periodista.
Artículo publicado originalmente en Público.es
Foto de portada: Foto de archivo de Xi Jinping junto a Macron y Von der Leyen en París. EFE