Esa comunicación oficial no hace más referencia a El Salvador que, “…al campo de concentración, conocido como el CECOT…” y a “los migrantes venezolanos secuestrados en El Salvador”:
“El Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela anuncia con satisfacción que ha logrado la liberación de los 252 ciudadanos venezolanos que permanecían secuestrados y sometidos a desaparición forzada en un campo de concentración, conocido como el CECOT, en la República de El Salvador.
Venezuela ha pagado un alto precio para conseguir la libertad de estos connacionales, a través de un canje con las autoridades de los Estados Unidos de América de un grupo de ciudadanos estadounidenses que se encontraban a la orden de la justicia, por su comprobada participación en delitos graves contra la paz, la independencia y la seguridad de la Nación.
El Presidente de la República, Nicolás Maduro Moro, siempre dispuesto a cuidar la vida e integridad de estos venezolanos sometidos a graves violaciones de derechos humanos, no tuvo ninguna duda de realizar este canje y rescatar así a estos migrantes venezolanos secuestrados en El Salvador por culpa de los sectores más extremistas de la derecha venezolana.
[…]El Gobierno Bolivariano agradece, una vez más, al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero por sus valerosas gestiones en aras del diálogo político, la paz y la reconciliación en Venezuela”.
Desde Estados Unidos, el Secretario de Estado, Marco Rubio, confirmaba el intercambio de prisioneros mientras BBC News destacaba en su nota informativa que “La operación fue el resultado de semanas de negociaciones entre los gobiernos venezolano y estadounidense”.
Quedaba claro que se trataba de una operación entre dos países, con la intervención de algunos facilitadores, pero sin duda no había sido “una operación a tres bandas” como pretendió hacer creer el régimen autocrático salvadoreño. No obstante, Rubio agradeció al presidente de El Salvador, su “colaboración” y así lo señala la prensa internacional:
“Rubio da las gracias a su equipo del Departamento de Estado y «especialmente» al presidente de El Salvador, Nayib Bukele, «por su labor para lograr estas tan esperadas liberaciones y sus esfuerzos para garantizar la seguridad de los ciudadanos estadounidenses tanto en el país como en el extranjero.»
La mención de Rubio se incluye en los agradecimientos a su propio equipo del Departamento de Estado; en cuanto al Gobierno venezolano no hace una sola mención a intervención alguna del presidente de El Salvador en estas operaciones. En cambio, agradece explícitamente al expresidente Rodríguez Zapatero por sus gestiones en aras del diálogo político. Por su parte, el presidente Maduro agradeció a Trump “por la decisión de rectificar esta situación totalmente irregular”, así como a la Iglesia Católica, al papa León XIV, al cardenal de El Salvador, Gregorio Rosa Chávez, y a Rodríguez Zapatero.
Los mensajes diplomáticos y reportes de prensa, dejan claro que se trató de una operación de negociación entre Venezuela y Estados Unidos, sin intervención de El Salvador, más allá de cumplir instrucciones, como el envío de los secuestrados en el CECOT, una vez acordados los términos entre las dos naciones involucradas.
Las instrucciones que cumplió El Salvador, provenían de autoridades de EEUU, quienes eran, en definitiva, las que financiaban el alojamiento de los 252 prisioneros secuestrados en El Salvador.
El otro papel que jugó la administración Bukele fue facilitar el territorio nacional como escala para el grupo de estadounidenses liberados por Caracas. En ambos casos, parece ser una actitud de servicio en toda regla hacia los Estados Unidos.

Sin embargo, al leer los mensajes del presidente Bukele en redes sociales, y en el mensaje en la red X de la cuenta de Casa Presidencial, publicado un día más tarde, la mañana del 19 de julio, más de uno pensaría que toda la operación se debió al gobierno de El Salvador, con un supuesto rol central de su presidente.
Son por demás conocidas las ansias de protagonismo de quien hoy usurpa el poder en El Salvador. Ni él, ni el reaccionario equipo de venezolanos antichavistas a su servicio, quisieron perder la oportunidad de explotar mediáticamente una foto con los estadounidenses que desde Venezuela iban camino a EEUU, y de producir algún tipo de comunicación con lenguaje abusivo y plagado de insultos contra el gobierno de Nicolás Maduro.
En el mundo al revés presentado por la administración bukelista, los “rehenes” eran los estadounidenses, aunque, en realidad, hubiesen sido capturados y juzgados por las legítimas autoridades venezolanas, debido a que cometieron delitos en contra de la Constitución y las leyes de la República Bolivariana.
Por su parte, en la notificación de CAPRES, los ciudadanos venezolanos secuestrados en el CECOT, sin haber cometido un solo delito en suelo salvadoreño, eran calificados como “252 miembros del grupo criminal Tren de Aragua”.
El comunicado de CAPRES incluye un dato interesante, expresado por el propio presidente de El Salvador quien, de algún modo, apunta a la relación con el gobierno de EEUU en este episodio, la cual es claramente de dependencia, en función de intereses del gobierno de Donald Trump:
“El Presidente Bukele destacó: «Es difícil negociar con un régimen tiránico, realmente lo es. Pero pudimos hacerlo gracias a muchas personas: gracias a Adam, a su equipo, al secretario de Estado y al presidente @realDonaldTrump
(…) Por su parte, el Enviado Especial para Asuntos de Rehenes de Estados Unidos, Adam Boehler (@aboehler), reconoció el papel clave del Presidente Bukele en este proceso y la importancia de la operación. «Quiero comenzar agradeciendo a mi buen amigo, el Presidente Bukele. Nuestros países han mantenido una relación larga y exitosa. Lo que usted ha hecho aquí, junto con nuestro Presidente Trump y nuestro secretario de Estado Marco Rubio (@SecRubio), es traer de regreso a diez de nuestros ciudadanos», destacó. “
El mismo lenguaje extremista e insultante que utiliza Donald Trump, la misma arrogancia que suele verse en el Secretario de Estado, creyendo que las naciones del continente son subordinadas de Washington, destila la comunicación en redes del gobierno de El Salvador.
La diferencia es que lo emite un servidor del imperio, cuyo papel en todo el episodio no solo resultó tangencial sino funcional a los intereses de Washington, como también lo señaló el mismo gobierno de Venezuela, al describir lo hecho por el presidente de El Salvador: “servir a las órdenes de sus jefes”, en palabras de Diosdado Cabello, vicepresidente sectorial de Política, Seguridad Ciudadana y Paz de Venezuela.
En cualquier caso, a lo largo de todo el episodio iniciado aquel fatídico 16 de marzo y que culminó el 18 de julio, quedó claro que el gobierno de El Salvador se puso al servicio de Washington, no solo recibiendo a los secuestrados, sino maltratándolos, humillándolos, exponiéndolos ante el mundo y ante “visitantes VIP”, que incluía a lo más reaccionario, racista y retrógrado de la política norteamericana, a quienes alentaba a tomarse fotos frente a las deshumanizadas jaulas del bukelismo.
Al mismo tiempo, ratificó ante el mundo su papel de brutal neocolonia carcelaria al servicio de una potencia extranjera, despreciando cualquier sentido de autodeterminación nacional y patriotismo.
Ante el desarrollo de los acontecimientos que llevaron al feliz desenlace, y que se transformó en noticia de alcance mundial, el intento de protagonismo del autócrata se redobló. Pero no fue suficiente.
A esta altura, en la mente de todos queda la imagen del maltrato ejercido en las cárceles de Bukele, la crueldad y las brutales formas de humillación a que somete la dignidad humana de sus prisioneros.
Al mismo tiempo, y en el lado opuesto, quedan las sonrisas de los niños venezolanos, con sus juguetes y sus gestos nerviosos esperando a sus padres; quedan las lágrimas emocionadas de madres, hermanas, esposas, novias, abuelas de los rescatados del campo de concentración salvadoreño, gracias a una “operación de amor” como definió el presidente Nicolás Maduro, lo que se vivió a lo largo de todos estos meses de lucha esperanzada, y férrea defensa de los derechos de sus compatriotas.
A medida que las víctimas del terror del CECOT van ofreciendo declaraciones a la prensa en su país, los relatos revelan lo que muchas organizaciones humanitarias han denunciado, el castigo físico y mental, los golpes y privaciones, las arbitrariedades. Son 252 sobrevivientes de un infierno, dicen, porque así los recibieron a su llegada al campo de concentración, donde les anunciaban: “Llegaron al infierno”.
Tarde o temprano, los violadores de todo tipo de derechos humanos, serán llevados ante la misma justicia que niegan a sus víctimas. Los ciudadanos venezolanos sobrevivientes del terror tienen todavía tareas por cumplir. Como víctimas deberán conservar su memoria, sus testimonios, recordar a sus victimarios, para cuando llegue el momento que la justicia ocupe el lugar que hoy usurpa la infamia y el autoritarismo. Como advirtiera el presidente Nicolás Maduro: “Bukele lo debe saber: más temprano que tarde habrá justicia por lo que les ha hecho a estos venezolanos”.
El gobierno de El Salvador suma otra derrota, como la del Bitcoin, como la de la obligada pausa a la minería metálica rechazada por la población. Del mismo modo, la ciudadanía ha ido expresando, encuesta tras encuesta, su oposición a tener en el CECOT migrantes deportados, sean del país que sean.
Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN. Colaborador de PIA Global
Foto de portada: © AFP – Pedro Mattey