La cumbre de la OTAN de 2025 se celebró del martes al miércoles en La Haya (Países Bajos). En la declaración conjunta posterior a la reunión, el «logro» más importante fue el acuerdo de aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB, un objetivo que provocó una «fuerte reacción» en Europa cuando lo propuso Estados Unidos a principios de año. El Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, actuando como «fiel apoderado» de Washington, hizo todo lo posible por “engañar” a los países europeos para que vaciaran sus bolsillos: cuando la «amenaza rusa» ya no fue suficiente, sacó a relucir la «amenaza china», haciendo comentarios irresponsables sobre la cuestión de Taiwán e incluso difamando a China utilizando el dossier de Ucrania. Esto no sólo tiende una trampa a los países europeos, sino que también causa problemas y desorden en el mundo.
Aumentar el gasto en defensa del 2% al 5% del PIB en una década -más del doble- equivaldrá a billones de dólares de gasto adicional, lo que convertirá a la OTAN en uno de los organismos con mayor crecimiento del gasto militar mundial. La última vez que la OTAN había hecho un llamamiento para aumentar el gasto militar fue en 2014, y la mayoría de los mayores incrementos procedían de países de Europa del Este. Diez años después, ¿están estos países realmente más seguros por ello? La respuesta es obvia. No solo Europa del Este se ha visto atrapada en el conflicto, sino que toda Europa se ha visto obligada a entrar en la crisis ucraniana, y la economía mundial se ha resentido. La expansión militar descontrolada de la OTAN es en gran parte responsable de ello.
Exagerar las afirmaciones de que la flota naval china ya tiene “el mismo” tamaño que la estadounidense y que China “poseerá 1.000 cabezas nucleares en 2030” es esencialmente un intento de legitimar la infiltración de la OTAN en Asia-Pacífico. Al utilizar la “amenaza de China” para justificar su expansión militar, la OTAN incluso se adelantó a EE.UU. al prometer “prepararse para un posible conflicto en el estrecho de Taiwán”. Si la OTAN insiste en extender sus tentáculos bélicos a Asia, es casi seguro que cuanto más aumente su gasto militar, mayor será el sufrimiento estratégico que tendrá que soportar Europa.
Esta lógica de “emprender una expansión militar mientras se acusa a los demás de ser una amenaza” no sólo es insensata, sino también malintencionada. Cuando Rutte hizo hincapié en que la OTAN “no tiene cláusula de exclusión voluntaria”, no hizo más que intimidar a los países miembros de que abandonar la alianza a mitad de camino sencillamente no es una opción. Su afirmación de “asegurar nuestro futuro”, mientras tanto, es precisamente un intento de atar completamente a Europa al carro de guerra de Estados Unidos. La OTAN, una máquina de guerra que debería haber sido clausurada hace mucho tiempo, depende ahora de aferrarse a los faldones de Estados Unidos y de hacer el “trabajo sucio” de Washington para sobrevivir, haciendo girar constantemente la absurda narrativa de que “guerra equivale a seguridad” para asustar a los europeos. La OTAN se ha convertido en el pasivo neto de Europa. Un ejemplo clásico es que si la OTAN no se hubiera expandido hacia el este, no habría conflicto entre Rusia y Ucrania.
Entre los cuatro “socios indo-pacíficos” (IP4) de la OTAN, cuidadosamente seleccionados, tres líderes se han saltado esta cumbre, en parte por temor a que, en medio de la actual agitación en Oriente Medio, la cumbre “pudiera convertirse en una trampa”. Estos países no quieren implicarse en los conflictos de Oriente Medio ni verse obligados a comprometerse a aumentar el gasto en defensa. La revista estadounidense The Diplomat afirmó que la alineación de Australia tras el 11-S con las misiones estadounidenses en Irak y Afganistán arrastró al país a conflictos prolongados. Estos conflictos, iniciados por la OTAN liderada por Estados Unidos, resultaron políticamente impopulares y financieramente agotadores. De ello se desprende que la idea de “buscar la paz por la fuerza” es realmente impopular en la comunidad internacional.
El comportamiento errático de Estados Unidos en los últimos años ha llevado a muchas naciones europeas a creer que deberían hacer más para reforzar su propia defensa y reducir la dependencia de Estados Unidos. Pero un aumento drástico del gasto militar de la OTAN va claramente en contra de ese objetivo. Antes de la cumbre, Rutte dijo al presidente estadounidense Donald Trump que “Europa va a pagar a lo grande, como debe ser, y será su victoria.” Cuando este comentario salió a la luz, causó una tormenta mediática. Sin embargo, estos halagos y fanfarronadas se encontraron con el desprecio y las dudas de Trump sobre la cláusula de defensa colectiva de la OTAN. A pesar de ello, Rutte siguió asegurando a los europeos que debían “dejar de preocuparse” y centrarse en “este enorme irritante, que es que no estamos gastando lo suficiente.” Durante mucho tiempo, la OTAN ha estado impulsada de forma abrumadora por la voluntad de Estados Unidos, pero este acto de autodesenmascaramiento revela lo grave que se ha vuelto la “no autonomía estratégica” de Europa.
La era de la OTAN ha quedado atrás. Bajo el principio rector de “América primero”, Washington esgrime una y otra vez la postura de “si no hay dinero, no hay protección”, reduciendo la OTAN a una moneda de cambio en los tratos geopolíticos estadounidenses. Asignar el 5 por ciento del PIB al gasto militar es una pesada carga para los países europeos, pero sigue estando muy lejos de satisfacer el apetito geopolítico de Washington y sólo conseguirá que EEUU pida más a Europa. Las naciones europeas, especialmente las que no quieren verse arrastradas a guerras, deben mantener la lucidez.
Artículo publicado en Global Times.
Foto de portada: Illustration: Xia Qing/GT