De todos esos hechos de furia y rebeldía no se pudo construir un nuevo proyecto de izquierda, por el contrario, cada día que pasa, se profundiza una época de peligro incesante, los movimientos supremacistas están posicionando a sus Estados relativamente ricos como búnkeres armados, donde “se expulsa o se encarcela a los seres humanos indeseables (aunque ello requiera el confinamiento indefinido en colonias penales extra nacionales, desde la isla de Manus hasta la bahía de Guantánamo), y de forma violenta reclaman tierra y recursos (agua, energía, minerales críticos) que consideran necesarios para capear las crisis que se avecinan”.
Como afirman Klein, y Taylor, “las personas más poderosas del mundo se están preparando para el fin del mundo, un fin que ellas mismas están acelerando frenéticamente…conscientes del peligro existencial real, que va desde el colapso climático hasta la guerra nuclear, pasando por la desigualdad galopante y la inteligencia artificial no regulada, donde al votante medio solo se le ofrecen nuevas versiones de un pasado ya desaparecido, junto con el placer sádico de dominar a un conjunto cada vez más amplio de otros deshumanizados”.

“Para que la supervivencia del planeta sea posible, algunas versiones de este mundo deben llegar a su fin” R. Maynard
El orden internacional liberal bajo la hegemonía yanqui ya no existe, porque los yanquis han cambiado su política exterior; con la imposición de aranceles elevados se inicia una nueva guerra fría contra China y el sur global. Trump hipernacionalista se apoya en los sectores clave de su clase dominante, en particular los monopolistas de la alta tecnología, y en la mayoritariamente clase media baja; así, esta perspectiva neofascista identifica como a sus enemigos: el marxismo cultural, los inmigrantes “invasores”, y China. Todo esto ha provocado que algunos con ingenuidad política piensen que Trump es aislacionista, antimilitarista y antiimperialista, más aún cuando Trump afirmó “no quiero guerras”.
Sin embargo, el marxista indio Prabhat Patnaik, señala que la política exterior de Trump es “una estrategia de resurgimiento del imperialismo”. Así, un think tank trumpista plantea que los palestinos deben ser exterminados o expulsados y sus tierras ocupadas por poblaciones más civilizadas. En abril de 2025, se firmó un acuerdo para que tropas yanquis nuevamente ocupen antiguas bases militares en el Canal de Panamá, y esto “sin disparar un tiro”.
En el informe de 2023, “Una ruptura dura con China”, se argumenta que “Estados Unidos debe romper su relación económica con China para proteger su mercado de la subversión por parte del Partido Comunista Chino”.
En esta situación, Elbridge A. Colby, subsecretario yanqui de Defensa, sostiene que ellos y los chinos tienen un arsenal nuclear que resistiría un primer ataque, pero que EEUU tiene una capacidad superior de contraataque, y este factor de superioridad provocaría que los yanquis se confrontarían con los chinos en una guerra gradual por debajo del nivel apocalíptico. Esto es lo que llaman una “guerra global limitada”, en el que hay una serie de golpes militares contra China para obligarle a sentarse en la mesa de negociación. Entre esos ataques escalados señalan a la “infraestructura de transporte interno, centros de producción y distribución de energía, nodos de telecomunicaciones, aeropuertos y puertos marítimos; después pasar a un nivel superior de escalada, como es atacar su base industrial, producción de tecnología comercial y sector financiero, y extenderlo a las fuerzas de proyección de energía nuclear, y terminar con objetivos del régimen dirigidos contra el propio PCCh”.
Un factor crucial para que esta estrategia sea exitosa, es que los yanquis controlen el Medio Oriente, de alguna forma ya dominan Irak, Siria, Líbano, Libia, Somalia y Sudán, y ahora quieren culminar con Irán, todo esto también para controlar el petróleo como un puntal de su poder económico; de esta forma los yanquis tendrían fuerzas y misiles de alcance intermedio, y China tendría pocas opciones para responder de la misma manera, salvo que utilice misiles balísticos intercontinentales, que tienen la capacidad de afectar territorio yanqui, con el riesgo de desencadenar un holocausto global, donde el gran culpable sea China. En este punto, es importante no olvidar que, en esta guerra de control y dominio imperialista de recursos, Venezuela será el próximo objetivo de los yanquis, solo porque es el país que posee las mayores reservas de petróleo del mundo.
El ámbito de la táctica es siempre el ámbito de la contrarrevolución
Bolivia después de doscientos años de existencia está hundida en una absoluta deriva política, sus clases dirigentes económicas y políticas incapaces de analizar lo viejo, no consiguen imaginar lo nuevo. Decía Zavaleta M. que “no se sirve de un modo adecuado a la realidad sino cuando se la transforma. No hay otro modo de conocerla”. Si hablamos de los poderes del Estado, incluido los poderes militar y mediático, todos demuestran una debilidad estructural, ningún poder ha servido para la transformación nacional, por el contrario, han ahondado en el vaciamiento o perversión democrática, en una época donde el concepto mismo de democracia está en crisis, ya que menos del 30% de la población mundial vive en democracia. Parece que en dos centenarios hemos existido como una nación sin Estado.
Ahora que se avecinan las elecciones generales, todos los candidatos, más o menos de forma inconsciente, aspiran a expresar que representan lo nuevo, sin saber que eso, lo nuevo, es el final de lo viejo. Cuando hacen sus proclamaciones y lanzan sus discursos, hablan lo que sus oídos quieren escuchar y no lo que el país necesita. Hay una falta de voluntad política y una pereza intelectual para leer y descifrar los rasgos ocultos, los errores evidentes y las claudicaciones injustificadas, que cometieron los cientos de gobiernos que pasaron por el palacio quemado. Benjamín sugería que “en el instante del recuerdo, el pasado que parecía consumado se nos muestra inconcluso y así nos hace el regalo más valioso: la posibilidad del cambio”.
La experiencia política más interesante de los últimos cuarenta años se produjo el 2006 con el juramento a la presidencia de un indígena, pero cuánta razón tenía Zavaleta M. cuando el 1973 decía que “el rostro que adquiere históricamente un partido es uno solo: el de su sector finalmente predominante”; el verdadero rostro social destacado o dominante del MAS fue el de clase media. Así como el partido comunista y el partido obrero revolucionario bolivianos, estaban formados íntegramente por pequeñoburgueses, sin militancia obrera, y terminaron como burócratas sirviendo a cuanto postor le ofrecía un buen sueldo; lo mismo está sucediendo con la pequeña burguesía masista, con tintes de izquierda institucionalizada. Esto nos demuestra que la clase media piensa en libros lo que ocurre en hechos.
La política no es un problema de toma de conciencia a través de libros o de formaciones políticas; es una especie de cambio de piel (que en los 70 se llamaba proletarización y en el gobierno masista descolonización), ese cambio de piel implica hacernos sensibles a esto o alérgicos a aquello. No pasa por convencer con un discurso o seducir con una imagen, es abrir todo tipo de espacios (culturales, sociales, políticos, económicos) donde construir una experiencia de otra forma de vivir, de otra visión del mundo, de otra forma de relacionarnos con los otros y las otras; es la pelea por la hegemonía, es el campo de la batalla cultural.
Ni unos se proletarizaron ni otros se descolonizaron, ahora estamos al borde de otra derrota política y moral, política porque la derecha ha recuperado terreno y tiene buenas opciones de lograr la victoria electoral, y, moral, porque la experiencia que hemos tenido en estos veinte años, no ha servido para hacer el balance y evitar la derrota. J.M. Aragüés decía que “el idealismo es la creencia de que primero va la conciencia, las ideas, el lenguaje y sólo después la vida; el materialismo afirma algo muy distinto: la práctica, la experiencia, tiene un efecto determinante sobre la conciencia. Las prácticas y las experiencias de vida pueden generar nuevas miradas, nuevas ideas, nuevas maneras de pensar”. En una época mundial de enorme complejidad y peligrosidad, el pueblo boliviano a lo mejor demuestra su cansancio y hastío de seguir siendo espectador o carne de cañón, y como posee autoridad moral, ya que es sabedor de su carácter para la lucha y para la vida, tome el camino de su emancipación estratégica, enarbolando su única bandera: la lucha contra la desigualdad
Jhonny Peralta Espinoza* Economista egresado de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Analista político. Ex militante Fuerzas Armadas de Liberación Zárate Willka.
Foto de portada: milenio.com/