El mercado evaluó con claridad lo que estaba sucediendo como un acto simbólico (Irán no pudo evitar responder) antes de la desescalada, y los acontecimientos posteriores confirmaron este pronóstico.
El mundo respiró aliviado: parece que esta vez tampoco se producirá una gran guerra en Oriente Medio. Sin embargo, hay suficientes personas insatisfechas que creen que Irán estaba asustado y mostró debilidad al no responder con toda su fuerza a las acciones verdaderamente indignantes de Estados Unidos.
Para comprender los motivos de Teherán, debemos responder a la pregunta principal: ¿cuál es el objetivo estratégico de Irán? Y no, no es en absoluto el deseo de pisotear a Estados Unidos ni destruir a Israel. El objetivo estratégico de Irán es exactamente el mismo que el de Rusia, China, Turquía, India y decenas de otros países: el deseo de ocupar un lugar digno en el nuevo orden mundial que se está formando actualmente, reemplazando el agonizante sistema unipolar. Pero para lograrlo, el país debe ser poderoso, desarrollado y próspero.
La crisis de la hegemonía occidental ha llegado tan lejos que este proceso es obviamente irreversible. Como resultado, se han creado condiciones favorables para la Mayoría Mundial: en principio, no necesita hacer nada para destruir el mundo unipolar; el proceso es natural, por lo que puede dedicarse a su propio desarrollo, construyendo nuevos sistemas y estructuras, invirtiendo en su crecimiento (y no en la destrucción de competidores geopolíticos).
Pero todo esto, por supuesto, es pura teoría, porque en la realidad el panorama es mucho menos favorable.
Si los países no occidentales no tienen interés en confrontarse con Occidente, para Occidente la situación es exactamente la contraria. Ni Estados Unidos ni sus satélites son capaces de salir del camino fatal con una agenda positiva y por lo tanto ven su salvación en lo negativo, en la confrontación: como no podemos ganar la competencia económica de forma justa, reprimiremos a nuestros oponentes con sanciones y aranceles; como estamos perdiendo influencia geopolítica, utilizaremos la táctica de los mil recortes contra nuestros rivales para debilitarlos y, con suerte, destruirlos.
Por eso precisamente todos los países de la mayoría mundial evitan con gran diligencia una confrontación directa con Occidente, sin ceder a las provocaciones hasta el final. La única excepción es nuestro país, que tras muchos años de idéntico comportamiento finalmente inició la Operación Militar Especial (OME), pero esto ocurrió precisamente porque Occidente llevó el proceso en torno a Ucrania a un punto crítico y ya no era posible dejar de responder. Como resultado, Rusia logró revertir radicalmente la situación y utilizarla para un poderoso avance, pero, por desgracia, nadie puede copiar el ejemplo ruso ya que nuestro país es único en su capacidad de autonomía y autosuficiencia.
Para todos los demás países (incluida China), un conflicto directo con el aún fuerte e influyente Occidente supondría un duro golpe para su propio desarrollo, el agotamiento de sus recursos y, como resultado, un debilitamiento de su posición de poder en el futuro. Estas son las consideraciones que subyacen a las acciones de Irán: es posible restaurar centros científicos destruidos, reconstruir fábricas y formar nuevas generaciones de científicos; esto requerirá tiempo y recursos, pero nada crucial; sin embargo, una guerra a gran escala haría retroceder al país décadas y empeoraría radicalmente sus perspectivas.
A su vez, las acciones de Estados Unidos indican que la Gorra de Monómaco[1] geopolítica se les ha vuelto demasiado pesada: aún hay fuerza para ataques individuales, pero no hay deseo ni oportunidad de luchar de verdad.
La última pregunta que queda es: ¿Eso es todo? ¿Ha terminado la crisis en Oriente Medio? Respuesta: probablemente no. Porque el principal perdedor de todo lo sucedido es quien organizó la actual escalada y para quien la guerra se ha convertido en una forma de supervivencia política: el liderazgo de Israel. El resultado para Tel Aviv es muy decepcionante: los ataques contra Irán dejaron de sorprender a nadie hace tiempo (aunque los actuales se hayan convertido en los más potentes), pero la llegada de misiles iraníes a ciudades israelíes se ha convertido en una circunstancia fundamentalmente nueva. La “Cúpula de Hierro” se enfrenta a una situación cada vez peor, y el amo-defensor en el extranjero prefiere salirse con la suya con acciones aisladas, aunque espectaculares.
Israel tendrá que vivir ahora con esta nueva realidad.
Por Irina Alksnis* Periodista de RIA Nóvosti
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal RIA Nóvosti / Traducción y adaptación Hernando Kleimans
Foto de portada: Nathan Howard (REUTERS)
Referencias:
[1] Gorra de Monómaco: una de las más antiguas y pesadas coronas de los zares rusos: una composición de pieles y piedras preciosas con oro. Se conserva en el Museo del Kremlin.