En un contexto de creciente polarización regional, la decisión del presidente Lee Jae-myung de no asistir a la cumbre de la OTAN en los Países Bajos revela las profundas fisuras estructurales que atraviesan el Estado surcoreano.
Esta ausencia, lejos de ser una simple decisión logística, simboliza la compleja encrucijada geopolítica en la que se encuentra Seúl, atrapada entre las presiones de seguridad que la acercan a Washington y las realidades económicas que la orientan hacia Beijing.
Una crisis de legitimidad política sin precedentes
El presidente Lee Jae-myung asumió el poder en junio de 2025 tras la histórica destitución de su predecesor conservador Yoon Suk-yeol, quien fue removido del cargo tras imponer inconstitucionalmente la ley marcial en diciembre de 2024.
Esta crisis institucional ha dejado heridas profundas en el tejido político surcoreano, generando una desconfianza generalizada hacia las autoridades de Seúl que trasciende las líneas partidarias tradicionales.
Lee llegó al poder con una causa judicial abierta y enfrentando un juicio penal pendiente por supuesta falsedad en declaraciones vinculadas al escándalo urbanístico. Esta situación judicial, aunque suspendida por la inmunidad presidencial, ha debilitado considerablemente la autoridad moral del nuevo gobierno, creando un vacío de liderazgo en un momento crítico para la seguridad regional.
La pérdida de credibilidad institucional se refleja en la incapacidad del gobierno para proyectar una posición coherente ante la comunidad internacional. Con apenas semanas en el poder, Lee se encuentra gestionando una sociedad profundamente dividida por líneas ideológicas, generacionales y de género, lo que limita severamente su margen de maniobra diplomática.

El equilibrio imposible: Generales pro-Washington vs. intereses económicos Pro-Beijing
La estructura de poder surcoreana revela una tensión fundamental entre dos fuerzas antagónicas que definen la orientación estratégica del país. Por un lado, el generalato militar, históricamente alineado con Washington desde la Guerra de Corea, mantiene un compromiso inquebrantable con la alianza de seguridad que incluye aproximadamente 29.000 fuerzas estadounidenses estacionadas en territorio surcoreano.
Esta dependencia militar se ve reforzada por la amenaza norcoreana, que mantiene a Seúl en una posición de vulnerabilidad estratégica. Actualmente, las fuerzas surcoreanas estarían bajo control estadounidense si se reanudara la guerra, aunque se planea que este control regrese a Corea del Sur en el futuro.
Sin embargo, la realidad económica presenta un panorama completamente diferente. China se ha convertido en el principal socio comercial de Corea del Sur, con intercambios que han crecido exponencialmente desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1992.
Los intereses financieros y comerciales surcoreanos están intrínsecamente ligados al gigante asiático, creando una dependencia económica que contrarresta la dependencia militar hacia Estados Unidos.
Esta dualidad genera una fractura interna en la élite política y militar surcoreana. Mientras los sectores de defensa y seguridad nacional presionan por mantener la alineación con Washington, los círculos empresariales y financieros abogan por un acercamiento pragmático hacia Beijing, especialmente en un momento de desaceleración económica.

La península de Corea y el Mar Amarillo
La situación estratégica de Corea del Sur se ha vuelto cada vez más compleja, marcada por una creciente tensión regional y una redefinición de alianzas geopolíticas que condicionan su margen de maniobra.
En particular, la consolidación de un nuevo eje entre Corea del Norte, China y Rusia representa un desafío directo para Seúl, que mantiene su alianza histórica con Estados Unidos, pero debe enfrentar un entorno cada vez más impredecible.
La República Popular Democrática de Corea (RPDC) ha atravesado un proceso de fortalecimiento interno y reposicionamiento internacional en los últimos años. Pese a las sanciones impuestas por las potencias occidentales, Pyongyang ha alcanzado su mejor momento económico y diplomático en más de tres décadas, gracias al respaldo estratégico de China y, desde 2022, a una estrecha asociación con Rusia que se ha profundizado a través de acuerdos de cooperación tecnológica, energética y de defensa.
La RPDC ya no es el actor aislado que muchos en Seúl imaginaban, sino un Estado con instituciones políticas fuertes, desarrollo militar autónomo y crecientes vínculos económicos.
Su programa nuclear, considerado por Seúl como una amenaza directa, responde —según sostiene Pyongyang— a una lógica defensiva ante la histórica presión militar estadounidense y los ejercicios conjuntos entre Corea del Sur y EE.UU., que han sido percibidos como provocaciones en el norte de la península.
Desde esta perspectiva, el arsenal estratégico norcoreano no busca obtener ventajas económicas, sino mantener un equilibrio disuasivo frente a un entorno percibido como hostil.
La situación se agrava con la intensificación de las maniobras militares estadounidenses en el Mar Amarillo, zona de especial sensibilidad donde convergen las zonas económicas de Corea del Sur, China y Corea del Norte.
La creciente militarización de esta región, con frecuentes patrullajes y despliegues navales, aumenta el riesgo de incidentes y refuerza la percepción de inseguridad tanto en Pyongyang como en Pekín.
La división de la península coreana, aún sin resolverse desde el armisticio de 1953, sigue siendo uno de los principales focos de tensión en la competencia estratégica entre Washington y Beijing.
En este tablero, Corea del Sur se ve empujada a tomar decisiones cada vez más difíciles, atrapada entre la lealtad a su principal aliado militar y económico, y la necesidad de mantener una estabilidad regional que solo será posible con un enfoque menos confrontativo y más autónomo.

El dilema de la cumbre OTAN
La decisión de Lee Jae-myung de ausentarse de la cumbre de la OTAN del 24-26 de junio en La Haya debe entenderse dentro de este complejo entramado de presiones internas y externas. La ausencia surcoreana, junto con la no participación de Japón y Australia, señala una reconfiguración de las alianzas en el Pacífico.
La cumbre se centra en el compromiso de destinar el 5% del PIB a seguridad y defensa, una propuesta que podría agravar las tensiones internas en Seúl. El aumento del gasto militar favorecería a los sectores pro-Washington, pero complicaría las relaciones económicas con Beijing y aumentaría la presión fiscal en un momento de crisis económica.
El país enfrenta una desaceleración marcada, con una previsión de crecimiento del 0,8% para 2025, según el Banco Central. En este contexto, comprometerse con un aumento significativo del gasto en defensa podría ser políticamente suicida para un gobierno ya debilitado.
El Pragmatismo Económico Frente a los Compromisos de Seguridad
La reciente alianza comercial trilateral entre China, Japón y Corea del Sur para hacer frente a los aranceles estadounidenses de Trump ilustra la deriva hacia Beijing de los intereses económicos regionales.
Esta iniciativa comercial, que busca acelerar las negociaciones para un acuerdo de libre comercio trilateral, representa un desafío directo a la hegemonía económica estadounidense en la región.
Para Corea del Sur, esta alianza comercial ofrece alternativas económicas concretas que reducen la dependencia de los mercados occidentales. Sin embargo, también aumenta la presión sobre Seúl para que distancie su política exterior de las prioridades estratégicas de Washington.
Lee ha expresado su intención de promover una diplomacia “pragmática y de beneficio mutuo”, basada en el diálogo racional y transparente, con el objetivo de “evitar confrontaciones innecesarias”.
La postura tomada refleja el intento desesperado del gobierno surcoreano de navegar entre las demandas contradictorias de sus dos principales socios estratégicos.

¿Un Estado en Busca de Equilibrio?
La crisis estructural que atraviesa Corea del Sur trasciende las consideraciones partidarias tradicionales y revela las contradicciones fundamentales de un Estado aliado de Estados Unidos pero económicamente dependiente de China.
La ausencia en la cumbre de la OTAN no es sino un síntoma visible de tensiones más profundas que amenazan con fragmentar la coherencia estratégica del país.
En un momento de reconfiguración geopolítica global, Seúl se encuentra en la incómoda posición de tener que elegir entre la seguridad garantizada por Washington y la prosperidad económica ofrecida por Beijing.
Esta encrucijada estratégica define no solo el futuro de la península coreana, sino también el equilibrio de poder en todo el nordeste asiático.
La crisis de confianza hacia las autoridades de Seúl, agravada por la inestabilidad política interna, reduce significativamente la capacidad del gobierno para gestionar estas presiones contradictorias.
En este contexto, cualquier decisión diplomática importante se convierte en un acto de equilibrismo que puede alterar fundamentalmente la posición estratégica de Corea del Sur en la región.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Periodista internacional acreditado por RT, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
*Foto de la portada: Yonhap