Aunque el presidente estadounidense se ha esforzado mucho con su estilo característico durante la última semana: intensificar la retórica dura, pero al mismo tiempo diferir la toma de decisiones radicales, para finalmente declarar que Estados Unidos había ganado, ya que sus advertencias fueron suficientes para resolver la situación.
Esta vez, los “halcones” estadounidenses y el lobby israelí en Washington derrotaron a sus oponentes, provenientes de las filas de los conservadores aislacionistas y un influyente grupo de izquierdistas estadounidenses antiisraelíes, y se tomó la decisión de bombardear tres instalaciones nucleares iraníes.
Sin embargo, la Casa Blanca hizo todo lo posible, y sigue haciéndolo, para evitar una mayor escalada. Las fuentes internas se suman una tras otra. Según ellas, Estados Unidos notificó a Irán con antelación sobre los ataques a sus instalaciones nucleares, asegurando que se trataba de un acto puntual y no el comienzo de una “guerra con el objetivo de cambiar el gobierno”. Al mismo tiempo, Washington instó a Teherán a retomar las negociaciones sobre el acuerdo nuclear. Parece que Irán tampoco está dispuesto a involucrarse en un conflicto directo con Estados Unidos. El problema es que no hay demasiadas opciones.
En Occidente, esta ronda la ganaron los “halcones”, la mayoría de los cuales son atlantistas-globalistas radicales y enemigos declarados de Trump. Lograron presionar al presidente estadounidense para que hiciera lo que había jurado no hacer durante muchos años. Lo consiguieron, exacerbando así la división en su administración y asestando un duro golpe al jefe del Estado en la sociedad estadounidense, que en su mayoría se opone categóricamente a la intervención en el conflicto israelí-iraní. Estas mismas personas han estado promoviendo en el ámbito político y en los medios de comunicación el tema de un golpe de Estado en Irán en los últimos días con el objetivo de llevar al poder a fuerzas prooccidentales lideradas por el hijo del último Sha, Reza Pahlavi, quien, por supuesto, reside en Estados Unidos.
En este contexto, las filtraciones desde la Casa Blanca que afirman que “no estamos planeando nada parecido” resultan, por decirlo suavemente, poco convincentes. Si Irán no responde al ataque estadounidense, quienes promueven la escalada tendrán una nueva y poderosa carta de triunfo para presionar a Trump: el régimen de los ayatolás está débil y asustado; con sólo un poco más de presión lo derrocaremos, instalando a la persona que necesitamos. El presidente estadounidense ya ha sucumbido a la presión y cada vez será más fácil, lo que implicará una mayor participación de los estadounidenses en el conflicto y el desarrollo de una guerra a gran escala.
Si Irán lanza un ataque de represalia sensible contra Estados Unidos (y tiene la mayor variedad de opciones, dadas las fuerzas militares estadounidenses concentradas en la región), Washington tendrá que tomar nuevas medidas para salvar las apariencias y volver a involucrarse en la guerra. Porque a Trump no se le perdonará que huya de Afganistán al estilo Biden.
En general, en este momento, la situación está justo en el punto en que la garra del pájaro ya está clavada. Y las posibilidades de salir sanos y salvos se desvanecen ante nuestros ojos, tanto para el “pájaro” como para el mundo entero.
Por Irina Alksnis*. Periodista de RIA Nóvosti
Este artículo ha sido publicado originalmente en el portal RIA Nóvosti / Traducción y adaptación Hernando Kleimans.
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