El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, enfrenta un colapso de críticas en contra de sus decisiones gubernamentales y continúa tomando medidas extremas para apaciguar las tensiones.
La guerra en Gaza, que le cuesta millones al gobierno, y la inacción de los líderes en la recuperación de los rehenes, ya era una cuestión que caldeaba la situación interna del regimen sionista. A esto, se le suma la imagen que representa el país azul y blanco a nivel global, cuando cada vez más imágenes de las masacres a los palestinos llegan a la agenda pública.
El ataque a Irán evidenció el discurso bélico y arrasador del estado hebreo.
El expresidente de Estados Unidos, Bill Clinton, denunció a Netanyahu de “iniciar una guerra con Irán como maniobra para perpetuarse en el poder”. Durante la entrevista concedida a The Daily Show, Clinton también declaró que el primer ministro israelí “buscó un enfrentamiento con Irán durante años” y lo señaló como “responsable de la inestabilidad regional y el estancamiento del proceso de paz con Palestina.”
Luego de la destitución del jefe de la agencia de inteligencia doméstica Shin Bet, Ronen Bar, seguido por el despido del fiscal general Gali Baharav-Miara, a causa de ser el denunciante de la actuación del primer ministro contra el jefe del Shin Bet, y sumado al caso del Qatar Gate y la cuestión de la obligatoriedad del servicio militar, el jefe de estado israelí ha presentado fuertes críticas internas en el Parlamento y en su equipo.
Una de las mayores llamadas de atención fue por parte del Consejo de Sabios de la Torá del partido jasídico Agudath Israel, quienes expresaron que ”ya no es apropiado formar parte de un gobierno que favorece la persecución del mundo de la Torá y la violación del consenso”.
Esto resulta impactante dado que el partido forma parte de la coalición de Netanyahu, y lo ha llegado a concebir como el salvador de la cuestión judía.
Igual opinión tiene el partido Degel Hatorah que también integra el Judaísmo Unido de la Torá, presionando conjuntamente a la oficina de la presidencia y pugnando con los otros grupos sionistas y religiosos que apuntalan a Netanyahu.
Estos ultraortodoxos amenazan a Netanyahu con abandonar el gobierno si no cumple con entregar una Ley de excepción militar que exima a sus miembros de la obligatoriedad del servicio militar. La excepción militar de los hombres ultraortodoxos, dedicados de manera exclusiva a estudiar la Torá en yeshivas y que reciben cuantiosos subsidios del Gobierno, ha sido desde la creación del Estado un foco de conflicto y un asunto que divide a la sociedad israelí.
Los líderes religiosos ultraortodoxos consideran que la dedicación a tiempo completo a los estudios religiosos es sacrosanta y que el servicio militar es una amenaza para el estricto estilo de vida religioso de los estudiantes.
Dos partidos de oposición, Yesh Atid e Israel Beitenu, liderados por Avigdor Liberman y Yair Lapid, respectivamente, presentaron una resolución para disolver el parlamento, la Knesset, después de que otros partidos de la extrema derecha que integran la coalición de gobierno, como son Judaísmo Unido de la Torá y Shas, indicaran que darían su voto a la propuesta. De haberse aprobado la resolución, supondría un fin prematuro de la legislatura y provocaría una elección anticipada que debe celebrarse dentro de los cinco meses siguientes.
Sin embargo, el Knesset, informó en un comunicado que la votación preliminar para disolver el Parlamento israelí no logró los apoyos suficientes tras alcanzar un acuerdo sobre la disputa respecto al servicio militar obligatorio.
Sin embargo, las tensiones se hicieron sentir en la sesión y en una fuerte discusión, el Diputado Gilad Kariv, del partido de Los Demócratas, sacudió ante el primer ministro “¡Eres el responsable del mayor desastre del pueblo judío desde el Holocausto!”.