“Sembremos ideas, y todas las armas que esta civilización bárbara ha creado sobrarán; sembremos ideas, y la destrucción irremediable de nuestro medio natural de vida podrá impedirse.”
Comandante Fidel Castro. Mensaje a la XI Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo, 13 de junio de 2004.
“La guerra se cierne sobre la tierra. Un paso radical más cerca del infierno. Ciudades y países subterráneos. Estar en el lado real de la tierra será demasiado peligroso. ¡Qué cerca está el futuro postapocalíptico!”
Alexander Dugin.
La reciente entrevista al historiador francés Emmanuel Todd publicada por “Die Weltwoche” y los resultados de la encuesta del Pew Research Center sobre la imagen internacional de Donald Trump ofrecen un panorama sobre el estado del “Occidente Colectivo”. Desde ángulos distintos, ambos apuntan a una crisis sistémica: la pérdida de hegemonía global de Estados Unidos, la fractura interna de Europa y el ascenso de un orden multipolar donde Rusia y China ganan terreno, contexto en el cual Venezuela está inmersa como nación. La paradoja es que, mientras Todd diagnostica el fin de la era occidental, Trump —figura emblemática de ese declive— es percibido globalmente como un líder peligroso pero fuerte. Pero en este mundo, no se da punta sin dedal.
Todd no duda en afirmar que Rusia ha ganado la guerra en Ucrania, y con ello ha desnudado la debilidad estructural de Occidente. Ni él ni ningún ser humano con sentido común —que no sucumba ante los grandes emporios occidentales de información— lo cuestionan. Según el historiador, las sanciones contra Moscú fracasaron al fortalecer su economía libre y soberana, mientras Europa —“oxidada” y sometida a los intereses estadounidenses— se hunde en un “impulso suicida”. Todd dirige su crítica más aguda hacia Alemania, cuyo rearme bajo el canciller Friedrich Merz representa, en su visión, un retorno a la “cuestión alemana”: un país que, al dominar económicamente la UE y ahora militarizarse, podría desestabilizar el continente. Incluso sugiere que el “fascismo” del siglo XXI podría surgir de una Alemania obsesionada con su poder. El ascenso del partido AfD (Alternativa para Alemania) no es un factor fortuito.
La idea de Todd conecta con la encuesta del Pew Research: la desconfianza global hacia Trump (61% en promedio) coexiste con su percepción como “líder fuerte” (66%). Para Todd, Trump no es la causa del declive occidental, sino su síntoma: “En Estados Unidos, el apocalipsis ha comenzado y está revelando la verdad: la guerra está perdida”. Su posible elección en 2024 sería, en parte, consecuencia de la derrota en Ucrania y del agotamiento del proyecto globalizador. La paradoja es que, mientras Trump promete “hacer América grande otra vez”, su gestión —desde el conflicto ucraniano hasta el cambio climático— es vista con escepticismo incluso por aliados tradicionales como Alemania o Francia. Según “Real Clear Politics”, en Estados Unidos su aprobación no supera el 46,8%.
En medio de este panorama, Trump autoriza al gobierno israelí a atacar a Irán, contradiciendo sus promesas de campaña, como señala el senador Rand Paul: “El pueblo estadounidense se opone abruptamente a nuestras guerras interminables, y votó de esta manera cuando eligió a Trump”. El senador insta a Trump a mantener el rumbo: “Seguir poniendo a Estados Unidos en primer lugar y no participar en ninguna guerra entre otros países. Todo estadounidense debería esperar y orar por la paz”.
El “Occidente Colectivo” es incapaz de aceptar su derrota en Ucrania e insiste en una guerra ya perdida, mientras Estados Unidos desplaza su atención hacia China y Oriente Medio. La encuesta del Pew revela otra contradicción: aunque Trump es criticado por su manejo de la guerra Rusia-Ucrania (especialmente en países de la OTAN), su retórica antiestablishment resuena en la derecha populista europea, cuyos votantes —como los de la AfD— son los únicos que aún confían en él. Quienes han presionado a Trump para atacar a Irán acompañan esta ofensiva con una agenda (neo)fascista en el ámbito político y militar.
El fin de la globalización, otro eje del discurso de Todd, se confirma en datos como el resurgimiento del nacionalismo —desde el Brexit hasta la AfD— y la profundización de las brechas ideológicas. Trump es abrazado por la derecha (en Israel, el 93% de este sector lo apoya) y rechazado por la izquierda, reflejo de la polarización que Todd vincula al colapso del “mito” de un mundo sin fronteras. Esto le da el piso político para legitimar el caos. Sus declaraciones sobre controlar Gaza y reubicar palestinos —“La Riviera de Oriente Medio”— no son meras frases, sino parte de su visión expansionista.
Todd pinta un escenario donde Washington oscila entre la realidad y el deseo: una UE fracturada, una Alemania militarizada y una Rusia fortalecida. La encuesta del Pew muestra que el mundo no cree en Trump, pero tampoco en el modelo que precede. Ambos análisis coinciden en que Occidente ya no dicta las reglas. La pregunta es si esta crisis llevará a un nuevo orden —con potencias como China o Rusia y regiones como Latinoamérica llenando el vacío— o a una reinvención del imperialismo estadounidense bajo la idea de una “Era Dorada”. El bombardeo de Israel a Irán despeja la duda. En esta ofensiva, Estados Unidos no tardará en desplegar su fuerza, como con el USS “Carl Vinson”. El desfile militar del 14 de junio organizado por Trump no es un capricho, sino un giro en su política exterior. Los aplausos en Fort Bragg hacia sus planes —como revertir nombres de bases militares— son síntoma de un cambio peligroso.
Como advierte Todd, olvidar que Rusia derrotó al nazismo es “peligroso”. El empeño del “Occidente Colectivo” por borrar elementos incómodos de la historia es el primer trazo de una ofensiva (neo)fascista que pone en riesgo la supervivencia humana. Igual de peligroso es ignorar que el mayor riesgo para el Estado Profundo no está en Moscú, sino en su incapacidad para enfrentar sus propias contradicciones.
El análisis de Todd y los datos del Pew Research no solo exponen las grietas del sistema, sino que también revelan una oportunidad histórica. El mundo multipolar ya no es una teoría; es una realidad que avanza mientras el “Occidente Colectivo” se aferra a un modelo agotado. Pero la verdadera amenaza no es el cambio en sí, sino la resistencia violenta de quienes se niegan a aceptarlo.
La lección de la fábula del “Tigre Acorralado” es clara: las bestias heridas son impredecibles. Pero la humanidad no está condenada a ser espectadora de su propia destrucción. Frente a la escalada belicista, las voces que claman por la paz —las movilizaciones globales contra la guerra— demuestran que hay alternativas.
El futuro es de los pueblos que se atreven a imaginar un mundo distinto. Como advirtió el Comandante Fidel Castro, las ideas son más poderosas que las armas. Hoy, frente a la encrucijada de la extinción o la reinvención, esa máxima es más urgente que nunca. La elección es nuestra, seguir siendo rehenes del miedo o sembrar, juntos, las semillas de un mañana que valga la pena habitar.
Miguel Salazar* Profesor en Ciencias Sociales del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC). Miembro del equipo editorial de la revista digital puebloenarmas.com de Venezuela
Este artículo ha sido publicado en el portal serviralpueblo.org/
Foto de portada: Atardecer (1885). Van Gogh