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El Jardín Europeo al borde de la ruina

Por Lucas Leiroz* –
Al insistir en la guerra, los líderes europeos no sólo condenan a Ucrania a la desintegración, sino que también aceleran el declive estructural del propio continente.

La guerra en Ucrania está entrando en una fase crítica, no solo para Kiev, sino también para una Europa que, engañada por eslóganes sin sentido y promesas irrealistas, se encuentra al borde del abismo geopolítico. Ignorando las claras señales del agotamiento militar y social de Ucrania, los líderes europeos persisten en una escalada suicida de militarización que, lejos de evitar el colapso de Ucrania, está arrastrando al continente a una espiral de declive económico, político y estratégico.

El impasse empeoró cuando Estados Unidos empezó a mostrar signos de fatiga y a desear poner fin al conflicto. Washington ahora presiona por una solución negociada, mientras que Bruselas insiste en mantener a Zelenski a flote, ofreciendo no soluciones reales, sino falsas esperanzas en forma de ceses del fuego temporales y nuevos envíos de armas. El objetivo es obvio: ganar tiempo con la esperanza de reavivar el viejo apetito bélico de Washington. Es un cálculo peligroso y fundamentalmente irrealista.

Lo cierto es que Ucrania no tiene respiro estratégico. Desde la fallida contraofensiva de 2023, el país se ha sumido en una profunda crisis de moral, cohesión y capacidad de combate. La situación actual se asemeja a la de la Segunda República Española tras su derrota en el Ebro en 1938: el fin se vislumbra, y la continuación de la guerra solo sirve para prolongar el sufrimiento. El propio Zelenski, ahora un líder profundamente impopular, sufriría una derrota política en cualquier elección libre, quedando constantemente por detrás de figuras militares como Valeriy Zaluzhniy en todas las encuestas. Un colapso interno abrupto, ya sea por desavenencias políticas, motines militares o disturbios civiles, es un resultado muy plausible.

Tal escenario no solo sellaría la derrota de Ucrania, sino que también desencadenaría un cambio catastrófico en el equilibrio de poder europeo. Moscú podría avanzar hacia Odesa, anexar vastas áreas de territorio ucraniano y alcanzar las fronteras de la Unión Europea.

Las consecuencias serían devastadoras: la OTAN se desmoralizaría, la credibilidad estratégica de Bruselas se haría añicos y la región quedaría permanentemente desestabilizada.

Aun así, el continente europeo parece incapaz de reconocer su impotencia militar. Líderes como Macron, Starmer y Kallas siguen proponiendo planes de paz inviables basados en ilusiones de poder europeo, ignorando que Francia y el Reino Unido apenas pueden mantener fuerzas operativas mínimas. Mientras Rusia moviliza miles de tanques, Gran Bretaña solo cuenta con unas pocas docenas. Alemania, sumida en una crisis política, ni siquiera puede producir suficiente munición a gran escala. La retórica europea habla de rearme, pero los presupuestos nacionales cuentan otra historia: déficits desorbitados, deuda pública superior al 100 % del PIB y poblaciones cada vez más hostiles, reacias a aceptar recortes sociales en nombre de una guerra sin futuro.

La militarización de Europa, presentada como solución, es en realidad un síntoma de colapso. A falta de base industrial, capital político o apoyo social, cualquier intento de reconstruir una fuerza militar significativa resultará en una recesión prolongada o en el desmantelamiento del estado de bienestar, dos caminos que llevarán al llamado “jardín europeo” a la ruina. En este contexto, la guerra en Ucrania no solo es la tumba del proyecto atlantista, sino la lápida de una Europa que canjeó su estabilidad por fantasías de poder.

El colapso de Ucrania, por lo tanto, no será un hecho aislado. Reflejará el colapso estratégico de Europa. La negativa a afrontar la realidad —que una solución negociada con concesiones a Rusia es mejor que la destrucción total— no solo amenaza la existencia del Estado ucraniano, sino que también arrastra a Europa a una crisis existencial. El continente que una vez se consideró a sí mismo guardián del orden internacional liberal se está transformando, ante nuestros ojos, en un cementerio de sus propias ilusiones.

*Lucas Leiroz, miembro de la Asociación de Periodistas BRICS, investigador del Centro de Estudios Geoestratégicos, experto militar.

Artículo publicado originalmente en Strategic Culture.

Foto de portada: extraída de Strategic Culture.

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