Análisis del equipo de PIA Global Asia Occidental

La guerra que desato Israel: los ataques “preventivos” de Israel, una nomenclatura engañosa

Escrito Por Fernando Esteche

Por Fernando Esteche*. –
Los recientes ataques israelíes contra instalaciones iraníes, descritos por Tel Aviv como operaciones “preventivas”, representan una escalada sin precedentes en la situación regional.

Esta se ha intensificado con explosiones reportadas tanto en Teherán como en Tel Aviv, evidenciando un ciclo de respuestas que ha llevado el conflicto a un nuevo nivel.

La justificación israelí de estos ataques como medidas preventivas carece de fundamento legal y moral cuando se examina el historial regional. Israel ha mantenido durante décadas un programa nuclear no declarado mientras permanece como uno de los pocos Estados que no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Israel se encuentra entre los únicos cuatro países que permanecen fuera del TNP junto con India, Pakistán y Sudán del Sur. En contraste, Irán ratificó el tratado en 1970 y se comprometió como Estado no poseedor de armas nucleares a no desarrollar armamento nuclear.

En una maniobra de inteligencia que marca un punto de inflexión en el conflicto, Irán logró infiltrar y obtener documentos clasificados israelíes que evidencian la coordinación directa entre el director del OIEA, Rafael Grossi, e Israel para fabricar un caso contra el programa nuclear iraní. Los documentos filtrados revelan que Grossi ha operado bajo instrucciones israelíes, comprometiendo la supuesta neutralidad del organismo internacional. Esta filtración representa lo que medios iraníes califican como el mayor golpe a la inteligencia israelí en décadas. Esto aparece en medio de las conversaciones con Estados Unidos, lesionando la credibilidad del organismo nuclear como ente imparcial de monitoreo.

Esta situación revela la hipocresía inherente en el sistema de seguridad internacional. Mientras Israel mantiene un arsenal nuclear estimado entre 80 y 400 ojivas sin supervisión internacional, presiona para impedir que Irán desarrolle capacidades nucleares civiles bajo supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).

Los ataques israelíes del 12 de junio de 2025 golpearon objetivos científicos, nucleares y militares estratégicos en territorio iraní. Según fuentes iraníes, la operación israelí resultó en la muerte de tres comandantes superiores y dos científicos nucleares, representando no solo un golpe militar sino también un ataque directo contra la capacidad científica y de liderazgo iraní.

La respuesta de Irán no se hizo esperar. Irán ha lanzado oleadas de misiles contra Israel, manteniendo activos los ataques mientras Israel continúa con sus operaciones militares con aviones no tripulados y drones.

Esta desmesurada provocación se produce en un contexto más amplio de reconfiguración regional. Los enfrentamientos previos con la operación genocida sionista en Gaza y los bombardeos y atentados sionistas en Líbano, como la precipitada caída de Bashar Al Assad en Siria para ser suplantado por un terrorista takfir devenido en líder democrático occidentalista, han golpeado el llamado “Eje de Resistencia”, que ha perdido importantes cuadros, referentes, líderes y pertrechos.

Netanyahu @ContraReplicaMX
Netanyahu: el obstáculo para la paz

El gobierno de Netanyahu enfrenta una crisis de confianza sin precedentes dentro de su propio aparato de seguridad. Ronen Bar, jefe de la agencia de inteligencia interna Shin Bet, renunció en plena crisis bélica el 15 de junio, aduciendo su responsabilidad personal por el fracaso en prevenir el ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023.

La situación es aún más compleja de lo que aparenta en superficie. Bar acusó a Netanyahu de exigir operaciones ilegales, señalando que la decisión del primer ministro de destituirlo estuvo motivada por eventos ocurridos entre noviembre de 2024 y febrero de 2025. Esta revelación sugiere tensiones profundas sobre la legalidad y ética de las operaciones de inteligencia israelíes.

El teniente general Herzi Halevi también anunció su intención de renunciar, convirtiéndose en la salida de más alto nivel de un oficial militar o de seguridad relacionada con los ataques de Hamas de 2023. Esta cadena de renuncias refleja una crisis institucional que va más allá de diferencias tácticas.

Las medidas restrictivas y persecutorias implementadas por Israel en estos días revelan características preocupantes de control estatal policial sobre su población. Las restricciones sobre la toma de imágenes, la emisión de información y las limitaciones para salir del país constituyen elementos típicos de un estado de excepción que se ha normalizado.

Estas medidas, justificadas bajo el pretexto de seguridad nacional, limitan significativamente la capacidad de la sociedad civil y los medios de comunicación para documentar y reportar los acontecimientos reales, creando un vacío informativo que beneficia la narrativa oficial del gobierno.

La permanencia de Netanyahu en el poder se ha convertido en el principal obstáculo para cualquier posibilidad de alto el fuego. Su supervivencia política depende de mantener el estado de guerra y la tensión regional, ya que cualquier resolución pacífica del conflicto podría exponerlo a las investigaciones por corrupción que enfrenta y a la responsabilidad por los fallos de seguridad del 7 de octubre y a los crímenes de guerra y genocidio.

La remoción de Netanyahu del poder aparece como la única vía realista para abrir espacios de negociación y alto el fuego, no solo con Hamas en Gaza, sino también para desescalar las tensiones con Irán.

El posicionamiento de las potencias internacionales

La posición estadounidense refleja las contradicciones inherentes de su política en Medio Oriente. A pesar del deseo manifiesto de la administración Trump de mantenerse al margen, la inestabilidad regional amenaza con involucrar a Estados Unidos. Washington enfrenta el dilema de apoyar a su aliado israelí mientras trata de evitar una guerra regional que podría tener consecuencias globales.

Rusia firmó con Irán un acuerdo estratégico de 20 años el 17 de enero de 2025, ratificado por la Duma el 8 de abril. Sin embargo, este tratado no incluye una cláusula de defensa mutua automática, revelando los límites de la solidaridad rusa. El acuerdo establece cooperación militar-técnica, ejercicios conjuntos e intercambio de inteligencia, pero en caso de agresión contra Irán, Rusia solo se compromete a “no apoyar al agresor”.

Esta ambigüedad refleja la estrategia rusa de mantener vínculos sin comprometerse militarmente, similar a su actitud durante la crisis siria. Moscú permanece centrado en su guerra contra Ucrania-OTAN, ofreciendo solo apoyo diplomático limitado a Teherán en la ONU.

Contrario a algunas informaciones, China no ha enviado material militar masivo tras los ataques israelíes de junio de 2025. Sin embargo, su apoyo estratégico es más sofisticado y real. Entre febrero y mayo de 2025, embarcaciones chinas transportaron hasta 1,000 toneladas de sodio perclorato a Irán, componente esencial para propulsores de misiles balísticos, suficiente para fabricar cientos de proyectiles.

Empresas chinas también proporcionan componentes críticos para drones iraníes utilizados en múltiples frentes, incluyendo Ucrania, además de colaboración satelital para capacidades de reconocimiento militar. Los ejercicios navales trilaterales China-Irán-Rusia, denominados “Security Belt”, demuestran una coordinación militar creciente que desafía la hegemonía occidental en la región.

El Reino Unido mantiene su tradicional alineación con Estados Unidos e Israel, aunque con crecientes reservas sobre las operaciones militares israelíes. Francia, bajo Macron, intenta mantener una posición más equilibrada, buscando preservar los canales diplomáticos con Irán mientras mantiene su compromiso con la seguridad israelí.

Esta división europea debilita cualquier iniciativa diplomática coherente desde el bloque, dejando el campo libre para que las potencias regionales y globales definan los términos del conflicto.

Imagen del edificio de la televisión estatal iraní mientras está en llamas. (Foto: Captura de video)
El contexto regional

La guerra en Gaza ha servido como campo de pruebas para las estrategias de aniquilación israelíes que ahora se extienden hacia Irán. La destrucción sistemática de la infraestructura civil, hospitales y escuelas en Gaza prefiguró las tácticas empleadas contra objetivos iraníes. La impunidad israelí en Gaza, respaldada por el silencio cómplice occidental, ha animado a Tel Aviv a extender su agresión regional.

La resistencia palestina, aunque debilitada militarmente, mantiene su valor simbólico como inspiración para otros movimientos anticoloniales en la región, razón por la cual Israel busca su eliminación total.

El colapso del gobierno sirio ha eliminado un eslabón crucial en la cadena de suministros del Eje de Resistencia. La ausencia de una autoridad central fuerte en Damasco permite a Israel operar con impunidad en territorio sirio, bombardeando posiciones iraníes y depósitos de insumos destinados a Hezbollah.

Este vacío estratégico ha obligado a Irán a buscar rutas alternativas para abastecer a sus aliados, incrementando los costos operativos y la vulnerabilidad de sus líneas de suministro.

Hezbollah enfrenta su mayor crisis desde su fundación. Los ataques israelíes han debilitado relativamente su capacidad operativa. La crisis económica libanesa limita adicionalmente la capacidad del partido de mantener sus estructuras sociales y militares.

Sin embargo, la organización mantiene capacidades significativas de represalia, incluyendo misiles de precisión que pueden alcanzar objetivos estratégicos israelíes, lo que explica la urgencia israelí por neutralizar las capacidades iraníes antes de que estas se materialicen en nuevos suministros.

El gobierno iraquí mantiene una posición ambigua, oficialmente opuesto a los ataques israelíes pero incapaz de prevenir el uso de su espacio aéreo por parte de Tel Aviv, ya que el control del espacio aéreo lo tiene Estados Unidos. Las milicias shías en Irak han incrementado sus ataques contra bases estadounidenses, pero sin la coordinación sistemática que caracterizaba períodos anteriores.

Los hutíes yemeníes representan el éxito más notable del Eje de Resistencia, manteniendo el control de amplias zonas del país y desarrollando capacidades de ataque naval que amenazan el comercio internacional en el Mar Rojo. Sus ataques contra embarcaciones vinculadas a Israel han demostrado la efectividad de la estrategia iraní de guerra asimétrica.

Manifestante iraní sostiene un cartel del jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Mohammad Bagheri, quien murió en un ataque israelí, durante una manifestación contra Israel en Teherán. AP – Vahid Salemi
Perspectivas y consecuencias

Los ataques israelíes probablemente retrasarán el programa nuclear iraní, pero gran parte del programa permanecerá intacta. Esta realidad técnica sugiere que los objetivos estratégicos de Israel solo se han cumplido parcialmente, mientras que las consecuencias políticas y diplomáticas podrían ser mucho más duraderas y perjudiciales.

La escalada actual no solo representa un peligro inmediato para la estabilidad regional, sino que también establece precedentes peligrosos para el uso de la fuerza preventiva y la normalización de ataques contra instalaciones nucleares civiles.

El conflicto Israel-Irán de junio de 2025 representa no solo un punto de inflexión crítico en la geopolítica de Medio Oriente, sino la manifestación más clara del carácter expansionista y desestabilizador del proyecto sionista. Los ataques israelíes, lejos de ser operaciones defensivas, forman parte de una estrategia regional de dominación que utiliza la violencia preventiva para mantener la superioridad militar y política.

Los ataques contra Irán deben entenderse dentro del contexto más amplio del colonialismo de asentamiento sionista. Al igual que en Gaza, Cisjordania y Líbano, Israel emplea la violencia sistemática para expandir su zona de influencia y eliminar cualquier resistencia a su hegemonía regional. La destrucción de capacidades iraníes no busca la paz, sino la imposición de un orden regional donde Israel mantenga el monopolio de la violencia.

La alta representante para la política exterior de la UE, Kaja Kallas, durante la rueda de prensa posterior al último consejo de asociación entre Israel y la Unión Europea (UE).
El papel de las potencias imperialistas

Estados Unidos y sus aliados europeos han facilitado sistemáticamente la agresión israelí mediante apoyo militar, político y diplomático. Su retórica sobre “paz y estabilidad” se desmiente ante su silencio cómplice frente a las violaciones israelíes del derecho internacional. Las potencias occidentales no buscan la paz, sino una “paz imperial” que consolide la dominación sionista.

La crisis interna del aparato de seguridad israelí revela las contradicciones inherentes de un proyecto colonial que depende de la violencia perpetua para su supervivencia. Las renuncias en cadena de altos funcionarios reflejan no solo diferencias tácticas, sino el reconocimiento de que la estrategia actual conduce al aislamiento y la insostenibilidad del proyecto sionista.

La única salida sostenible requiere el desmantelamiento del aparato colonial sionista y la construcción de un orden regional basado en la igualdad de derechos, la justicia social y la autodeterminación de los pueblos. Esto implica no solo un cambio de liderazgo en Israel, sino una transformación fundamental de las estructuras de poder que han permitido décadas de impunidad sionista.

Los acontecimientos de junio de 2025 pueden marcar el inicio del fin de la hegemonía sionista en Medio Oriente. La combinación de resistencia regional, crisis interna israelí y reconfiguración geopolítica global crea condiciones históricas para un cambio fundamental. Sin embargo, este cambio solo será posible mediante la solidaridad internacional con los pueblos en resistencia y el aislamiento sistemático del aparato colonial sionista.

La historia enseña que todos los proyectos coloniales encuentran eventualmente su límite. El sionismo, como último bastión del colonialismo occidental en Medio Oriente, no será la excepción. La cuestión no es si caerá, sino cuándo y a qué costo para los pueblos de la región.

La respuesta iraní, aunque imperfecta, representa una forma legítima de resistencia anticolonial frente al expansionismo sionista. Los pueblos de la región han demostrado repetidamente que la sumisión ante la agresión israelí solo genera mayor violencia y humillación. La resistencia, aunque costosa, mantiene viva la posibilidad de un orden regional más justo.

El abismo del eventual ataque nuclear sionista

La posibilidad de un ataque nuclear de Israel contra Irán, aunque improbable desde los cálculos tradicionales de disuasión, no puede descartarse en el contexto de una escalada de violencia marcada por la impunidad y la irresponsabilidad israelí, el colapso del derecho internacional y el vaciamiento del sistema multilateral. Frente a los recientes bombardeos iniciados el 13 de junio, que cobraron la vida de figuras clave del Estado Mayor iraní y científicos nucleares, la pregunta no es retórica: ¿qué sucedería si Israel rompiera el tabú nuclear?

La respuesta no es meramente técnica o militar. Implicaría una reconfiguración total del orden mundial, con consecuencias humanas, diplomáticas, estratégicas y ambientales de magnitud catastrófica.

La detonación de una o varias ojivas nucleares sobre ciudades como Teherán, Isfahán o Qom no sería simplemente un acto de guerra: sería un crimen de lesa humanidad, una violación flagrante del derecho internacional humanitario y del principio de proporcionalidad. Con una capacidad destructiva inmediata capaz de borrar en segundos a decenas de miles de personas, se sumaría la radiación persistente que condenaría generaciones y territorios enteros a la devastación.

Más allá del horror físico, el ataque nuclear israelí equivaldría a una declaración de supremacía unilateral. Un Estado con armas no declaradas, fuera del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), pretendiendo actuar como árbitro de quién tiene derecho a desarrollarse y quién debe ser reducido a cenizas.

Contrario a cualquier cálculo disuasivo, Irán —incluso herido— no se rendiría. Su doctrina estratégica, basada en la obligación de la yihad, en el martirio y la resistencia, activaría una respuesta fulminante: una lluvia de misiles sobre Tel Aviv, Haifa y Dimona; la movilización de Hezbollah en Líbano; ataques desde Irak; sabotajes y drones hutíes sobre Israel y aliados del Golfo.

El Estrecho de Ormuz, arteria petrolera del planeta, se cerraría inmediatamente. El fuego se propagaría a todo el arco de la Resistencia, desde el Líbano hasta Yemen, con la posibilidad real de una guerra regional total.

El uso de armas nucleares por parte de Israel pondría al descubierto la complicidad occidental, que ha tolerado por décadas su arsenal atómico en silencio. Sería imposible para Washington, Londres o París justificar moral o jurídicamente un ataque semejante. Una condena global —incluso de sus socios— se volvería inevitable.

Países como Rusia, China, India, Turquía, Argelia, Brasil o Sudáfrica se verían empujados a redefinir alianzas y fortalecer aún más sus lazos con Irán. El Sur Global, en su conjunto, leería el ataque como una agresión imperial contra una nación soberana que ha sido punta de lanza de la resistencia a la hegemonía occidental.

Si Israel emplea armas nucleares sin sufrir represalias estructurales, se desmoronaría el sistema de no proliferación. Arabia Saudita, Turquía y Egipto acelerarían sus programas atómicos. Corea del Sur y Japón, ante la pérdida de confianza en la protección norteamericana, harían lo mismo. El TNP pasaría de ser un acuerdo asimétrico a una basura retórica legal. Pakistán podría entrar en tensión como potencia nuclear islámica.

Rusia y China podrían ver el ataque como una ruptura de los equilibrios estratégicos y responder proveyendo armas avanzadas a Irán, moviendo tropas en Asia Central o el Mediterráneo.

Estados Unidos enfrentaría una crisis de legitimidad mundial si respalda o no condena el ataque.

La legitimidad del Consejo de Seguridad quedaría completamente socavada, y la ONU se vaciaría de contenido. Nacería, en los hechos, un orden mundial post-institucional, donde el poder sería la única ley.

Incluso un ataque nuclear táctico tendría consecuencias ambientales catastróficas. Los vientos radiactivos arrastrarían partículas letales hacia Asia Central, el Golfo Pérsico y el Mar Caspio. Ecosistemas enteros serían contaminados. El impacto climático podría generar un invierno nuclear regional, afectando cultivos, temperaturas y seguridad alimentaria.

Se multiplicarían los refugiados climáticos, las crisis humanitarias y los desplazamientos masivos en un espacio ya desbordado por conflictos y desigualdad.

Para los pueblos del Sur Global, un ataque nuclear israelí contra Irán no sería una sorpresa, sino el último capítulo de una historia de colonialismo, impunidad y violencia desatada por Occidente en nombre de la civilización. La bomba sobre Teherán resonaría como la de Hiroshima: no como el cierre de una guerra, sino como la apertura de una lucha existencial.

Lejos de quebrar la voluntad de los pueblos, un ataque así aceleraría la conformación de un nuevo bloque anticolonial.

No pretendemos predecir lo inevitable, sino advertir lo inaceptable. El silencio ante la posibilidad de un ataque nuclear no es neutralidad, es complicidad. Ante esta amenaza, el Sur Global tiene la responsabilidad histórica de levantar su voz, articular su fuerza y defender el principio más básico de convivencia humana: ninguna nación, por poderosa que sea, tiene derecho a exterminar a otra con armas de destrucción masiva.

Dr. Fernando Esteche* Dirigente político, profesor universitario y director general de PIA Global

Foto de portada: Getty Images

Acerca del autor

Fernando Esteche

Doctor en Comunicación Social (UNLP)
Profesor titular de Relaciones Internaciones (FPyCS - UNLP)
Profesor de Historia Contemporánea de America Latina (FPyCS - UNLP)

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