Europa

Es hora de un reset: por qué la UE debe replantearse su postura estratégica frente a China

Por Mehmet Enes Beşer* –
Europa lleva décadas enseñando al mundo el multilateralismo, la apertura y la cooperación. Ahora debe practicar lo que predica.

Con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la Unión Europea se enfrenta a una verdad incómoda: su larga dependencia de Estados Unidos -estratégica, económica e ideológicamente- se está convirtiendo en un lastre. A medida que la política exterior estadounidense pivota más hacia el interior y se vuelve más transaccional, Europa se ve obligada a enfrentarse a un orden mundial en rápida evolución en el que su papel ya no se define por el consenso transatlántico, sino por las opciones que elige entre potencias competidoras.

Una de esas opciones es China. Y en ese frente, Europa debe experimentar un auténtico cambio de paradigma, no sólo de política, sino de mentalidad.

La postura actual de la UE hacia China es un estudio de contradicciones. Ve a Pekín simultáneamente como un socio, un competidor y un rival sistémico. Aunque este marco tripartito puede reflejar la complejidad de la relación, en la práctica se ha traducido en indecisión, incoherencia y oportunidades perdidas. Si Europa quiere seguir siendo relevante en el nuevo orden multipolar, debe sustituir las posturas moralistas por el pragmatismo estratégico. Tiene que dejar de reaccionar ante la presión estadounidense y empezar a definir sus propios intereses.

El espejismo transatlántico

La administración Trump ha dejado claras sus prioridades: poner fin a la guerra de Ucrania en términos probablemente desfavorables para Europa, imponer aranceles punitivos a los productos de la UE y exigir una participación europea mucho mayor en el presupuesto de la OTAN. No se trata de meros cambios políticos, sino de la erosión de la estructura de alianzas posterior a 1945 que unió a la comunidad transatlántica.

En este contexto, aferrarse a la alineación de la política exterior dirigida por Estados Unidos ya no es sostenible. Estados Unidos ha duplicado su PIB per cápita desde 2009; la eurozona ha crecido menos del 20% en el mismo periodo. La industria europea -especialmente en ámbitos como la tecnología, la energía y la automoción- es cada vez menos competitiva. Peor aún, la UE no ha logrado cultivar un liderazgo coherente en casa, con París y Berlín tirando a menudo en direcciones distintas, mientras la extrema derecha gana terreno sin cesar en las capitales nacionales.

Por tanto, Europa debe abandonar la ilusión de que su futuro reside únicamente en su orientación occidental. La verdadera cuestión no es si elegir a Estados Unidos o a China, sino recuperar la agencia estratégica en un mundo cada vez más asimétrico.

China: No una amenaza, sino una prueba

La actitud de Europa hacia China se ha filtrado regularmente a través de una lente de superioridad moral y cautela estratégica. Desde la exclusión de Huawei en la infraestructura 5G hasta las críticas sobre derechos humanos, la UE se ha alineado estrechamente con Washington, a menudo a costa de su propia autonomía económica y tecnológica.

Pero este enfoque es cada vez más insostenible. China es ahora el mayor socio comercial de bienes de Europa. Es líder mundial en producción de vehículos eléctricos, tecnología verde, innovación en baterías e infraestructura digital. Donde Europa se imaginaba a sí misma como pionera, China se está convirtiendo rápidamente en la referencia.

Esto no es simplemente una llamada de atención, es una invitación. Europa debe dejar de tratar a China como un socio menor desobediente y empezar a tratarla como lo que es: un par mundial, cuya civilización, modelo de gobernanza y trayectoria económica difieren de los de Europa, pero cuya cooperación es esencial para abordar los retos compartidos.

El dilema del VE: proteccionismo frente a asociación

En ningún sitio se ve esto tan claro como en el sector de los vehículos eléctricos. Los fabricantes de automóviles europeos están asediados, no por prácticas desleales, sino por su propia incapacidad para innovar y crecer. Los vehículos eléctricos chinos son más baratos, están mejor integrados con la tecnología y cuentan con cadenas de suministro de las que Europa carece.

Elevar los aranceles a los vehículos eléctricos chinos no salvará a la industria automovilística europea. Retrasará la innovación, castigará a los consumidores y provocará represalias. La verdadera solución reside en una mayor colaboración industrial: empresas conjuntas en tecnología de baterías, plataformas compartidas para la conducción autónoma e inversión cooperativa en infraestructuras de última generación.

Europa debería acoger el capital y la experiencia chinos, no para rendirse, sino para ponerse al día. Al igual que la transferencia de tecnología ayudó a China a ascender, ahora Europa debe aprender de su antiguo alumno. No es capitulación, es adaptación.

Hacia una relación más equilibrada

Para construir una relación madura con China, Europa también debe evolucionar diplomáticamente. Puede -y debe- seguir expresando su preocupación por cuestiones como Hong Kong, Xinjiang o Taiwán, pero debe hacerlo en el marco del respeto mutuo. La condena generalizada y el sermón ideológico sólo endurecen las posiciones y limitan el espacio para el diálogo.

El planteamiento de Keir Starmer en el Reino Unido -el compromiso silencioso frente a la grandilocuencia pública- puede ofrecer un modelo útil. Centrándose en la colaboración económica y medioambiental, en lugar de en la condena performativa, Europa puede mantener las puertas abiertas sin abandonar sus valores.

En términos más generales, Europa debe reconocer que la civilización china no es una rama subordinada de la modernidad global, sino una tradición paralela, igual de compleja, igual de moderna y cada vez más influyente.

Conclusiones: Recuperar la soberanía europea mediante la claridad estratégica

El futuro de Europa no puede depender de Washington, Pekín o la nostalgia. Debe basarse en una evaluación clara de las realidades globales, las necesidades internas y los retos comunes.

En China, Europa no se enfrenta a un enemigo, sino a una prueba: ¿puede comprometerse como un igual, despojarse de prejuicios obsoletos y construir un marco de interés mutuo que garantice la prosperidad y la estabilidad?

Esto exigirá ajustes difíciles -en el comercio, la diplomacia, la estrategia industrial-, pero es el único camino hacia una Europa soberana en un orden mundial postestadounidense.

Europa lleva décadas enseñando al mundo el multilateralismo, la apertura y la cooperación. Ahora, debe practicar lo que predica y reconocer que una nueva era requiere nuevos socios, nueva humildad y un nuevo tipo de liderazgo.

*Mehmet Enes Beşer, Investigador independiente especializado en política del sudeste asiático, análisis de la dinámica geopolítica, relaciones económicas y desarrollos sociales de la región. Fue Director del Centro del Bósforo para asiáticos.

Artículo publicado originalmente en United World International.

Foto de portada: Euronews.

Dejar Comentario