En los últimos años, el panorama geopolítico de África Occidental ha experimentado profundos cambios que podrían reconfigurar las bases de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO). La posible fragmentación de este organismo regional, creado en 1975 para promover la integración económica y política, es una preocupación creciente. Este análisis aborda las tensiones que enfrentan los países de la región, el fortalecimiento de nuevas alianzas como la Confederación de Estados del Sahel, y cómo actores externos como Rusia, China y Estados Unidos podrían influir en esta transición.
Descolonización y ruptura con Francia
La creciente desafección hacia Francia en África Occidental es un punto de inflexión crucial. Históricamente, Francia ha mantenido una fuerte presencia en la región mediante acuerdos bilaterales, el franco CFA y una red de influencias políticas conocida como «Françafrique». Sin embargo, en los últimos años, países como Malí, Burkina Faso y Níger han expresado abiertamente su descontento con estas relaciones, acusándolas de perpetuar estructuras neocoloniales y de explotar recursos locales sin beneficiar a las poblaciones africanas. El sentimiento anti-francés ha sido catalizado por una percepción de injerencia extranjera, el fracaso en garantizar la seguridad frente al extremismo islámico y la persistente desigualdad económica.
Según el Banco Mundial, en 2022, el PIB per cápita promedio de los países de la CEDEAO fue de apenas 1.600 dólares, una cifra que contrasta dramáticamente con las riquezas naturales de la región. Níger, por ejemplo, es uno de los principales exportadores de uranio del mundo, esencial para la energía nuclear. Ghana y Costa de Marfil lideran la producción global de cacao, mientras que Nigeria se posiciona como una de las mayores potencias petroleras de África. Sin embargo, gran parte de estos recursos son explotados por empresas extranjeras, dejando a las comunidades locales en la pobreza. La ruptura con Francia representa un intento de reequilibrar estas relaciones y garantizar una distribución más equitativa de la riqueza.
El auge de la Confederación de Estados del Sahel
En este contexto, la Confederación de Estados del Sahel emerge como un nuevo bloque que busca redefinir las relaciones intraafricanas y establecer un modelo de desarrollo más soberano. Liderada por Malí, Burkina Faso y Níger, esta alianza tiene como objetivo primordial el control soberano de los recursos naturales y la promoción de una política exterior independiente. Este bloque también prioriza la seguridad colectiva en una región plagada de conflictos armados y amenazas del extremismo islámico.
La confederación plantea una alternativa a los modelos tradicionales de integración promovidos por la CEDEAO, que muchos consideran insuficientes para abordar los problemas estructurales de la región. Además, esta alianza cuenta con un discurso antiimperialista que resuena entre las poblaciones locales. La reciente expulsión de tropas francesas de Malí y Burkina Faso es un símbolo de este cambio de paradigma. A nivel económico, la confederación también busca implementar sistemas de intercambio comercial que reduzcan la dependencia del franco CFA, una moneda vinculada al tesoro francés.
Un aspecto clave en el auge de esta confederación es el liderazgo de figuras como el presidente de Burkina Faso, Ibrahim Traoré, quien a sus 35 años se ha convertido en un símbolo de resistencia y soberanía africana. Su capacidad para movilizar apoyo popular y proyectar una visión de desarrollo independiente ha resonado más allá de las fronteras de su país. En Malí, Assimi Goïta ha implementado políticas orientadas a fortalecer la autonomía militar y la recuperación del control sobre recursos estratégicos como el oro y el algodón. Mientras tanto, en Níger, Abdourahamane Tiani ha desafiado las estructuras tradicionales de poder, buscando alianzas con otros países africanos para combatir la pobreza y promover una gobernanza más inclusiva.
Estos líderes, a menudo etiquetados como «la nueva generación de estadistas africanos», no solo han ganado apoyo interno, sino que también han captado la atención de una juventud ansiosa por cambios radicales. Sus discursos y acciones están redibujando el panorama político de África Occidental, inspirando un sentimiento de autosuficiencia y de rechazo a las influencias extranjeras que se perciben como explotadoras. Este liderazgo colectivo ha sido crucial para consolidar la Confederación de Estados del Sahel como una fuerza política y económica emergente en el continente.
El interés de nuevos países por unirse a la Confederación de Estados del Sahel
Un fenómeno relevante es la intención manifiesta de países como Togo, Costa de Marfil, Cabo Verde, Chad y Senegal de unirse a la Confederación de Estados del Sahel. Esta ampliación potencial podría transformar radicalmente la dinámica económica y geopolítica de África Occidental. La incorporación de estos países no solo aumentaría el peso estratégico de la confederación, sino que también pondría en jaque la relevancia de la CEDEAO como organismo regional.
Para países como Costa de Marfil y Senegal, ambos con economías relativamente estables y fuertes lazos históricos con Francia, esta transición implicaría romper con estructuras tradicionales de dependencia para alinearse con un bloque más soberanista. Por su parte, Chad y Togo, que enfrentan desafíos de seguridad y gobernanza, podrían buscar en la confederación una plataforma para reforzar su autonomía política y militar.
La integración de estos países traería consigo implicaciones significativas para los intereses externos. Francia, históricamente influyente en la región, vería un debilitamiento aún mayor de su capacidad de maniobra. Por otro lado, actores como Rusia y China podrían aprovechar este reordenamiento para afianzar su presencia en sectores estratégicos como la minería, la energía y la infraestructura. Esto podría intensificar la competencia geopolítica en un África que busca definir su propio rumbo.
Además, esta posible ampliación de la confederación plantea preguntas sobre su capacidad para manejar una mayor diversidad económica y política. Si bien la unión de estos países reforzaría el discurso de soberanía regional, también implicaría desafíos en términos de coordinación política y gestión de recursos compartidos. Sin embargo, el fuerte liderazgo de figuras como Traoré, Goïta y Tiani podría ser un factor unificador, promoviendo una visión compartida de independencia económica y justicia social.
El juego geopolítico: Rusia, China y Estados Unidos
La creciente influencia de Rusia y China en África Occidental está redefiniendo el panorama geopolítico de la región. Rusia, por ejemplo, ha fortalecido su presencia mediante acuerdos militares y el despliegue de contratistas del grupo Wagner en países como Malí. Este apoyo incluye el suministro de armamento y la capacitación de fuerzas locales para combatir el terrorismo. Además, Rusia ha promovido un discurso de solidaridad contra el neocolonialismo, que ha encontrado eco en gobiernos y poblaciones de la región.
Por su parte, China ha intensificado su inversión en infraestructura, construyendo carreteras, puertos y hospitales bajo la iniciativa de la Franja y la Ruta. En 2022, las exportaciones de minerales desde África Occidental hacia China aumentaron en un 15%, consolidando a este país como un socio económico clave. Sin embargo, también han surgido críticas sobre las condiciones de los préstamos chinos y el posible endeudamiento de los países africanos.
Mientras tanto, Estados Unidos ha adoptado una postura más cautelosa. La posible reelección de Donald Trump en 2024 podría llevar a un enfoque más transaccional hacia África. Durante su primer mandato, Trump mostró poco interés por la región, priorizando la contención de China y Rusia sobre la colaboración directa con los países africanos. Esta indiferencia podría acelerar la autonomía de los estados de África Occidental, aunque también podría dejar un vacío que otras potencias estarán dispuestas a llenar.
¿Un nuevo orden regional?
La crisis en la CEDEAO y el fortalecimiento de alianzas alternativas reflejan una transición hacia un orden más multipolar en África Occidental. La posibilidad de un nuevo orden regional plantea tanto oportunidades como desafíos. Por un lado, la diversificación de alianzas y la emergencia de bloques como la Confederación de Estados del Sahel ofrecen a los países africanos una plataforma para negociar desde una posición de mayor fuerza y autonomía. Por otro lado, esta fragmentación podría socavar la capacidad de actuar de manera unificada en el escenario global.
Desde el punto de vista económico, un nuevo orden regional podría significar un mejor control sobre los recursos naturales estratégicos de la región, como el uranio, el oro y el petróleo, lo que permitiría a los países africanos maximizar los beneficios derivados de su explotación. No obstante, este proceso requiere un marco de gobernanza sólido que evite la corrupción y garantice que los ingresos se destinen al desarrollo sostenible y a la mejora de la calidad de vida de las poblaciones locales.
A nivel político, este nuevo orden también plantea preguntas sobre cómo gestionar las tensiones internas entre países con intereses divergentes. La integración de más estados a bloques soberanistas como la Confederación de Estados del Sahel podría generar conflictos diplomáticos, especialmente en cuestiones de fronteras, comercio y seguridad. Sin embargo, el liderazgo visionario de figuras como Traoré, Goïta y Tiani podría servir como catalizador para fomentar una cooperación más equitativa en la región.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.