Europa

La crisis ucraniana en 2025: Por qué la llegada de Trump al poder no conduce a un acuerdo

Por Andrey Sushentsov* –
Congelar el conflicto ucraniano a lo largo de la línea de contacto, en lugar de buscar una solución más profunda, conviene a Estados Unidos: seguirá existiendo un punto de tensión en Europa del Este, lo que animará a la UE a seguir dependiendo de Washington a la hora de garantizar su propia seguridad.

Los sondeos de opinión muestran que, para los rusos, las elecciones estadounidenses y la victoria de Donald Trump se han convertido en un acontecimiento bastante significativo de 2024. Los datos permiten concluir que Trump es percibido como un presidente estadounidense más favorable a Rusia que Obama y Biden: más de un tercio de los rusos han expresado su esperanza de que se produzcan cambios a mejor en las relaciones ruso-estadounidenses. Sin embargo, en contra de las expectativas optimistas, es poco probable que la nueva administración inicie un acuerdo global en Ucrania. Un escenario más probable para el desarrollo de los acontecimientos será un movimiento estadounidense para «congelar» el conflicto. ¿Cuáles son los orígenes de tal estrategia y cuáles podrían ser sus consecuencias?

El factor clave que determina la política exterior de Washington en general y su posición sobre Ucrania en particular es la destrucción de la «pirámide de confianza» en la hegemonía estadounidense. Sus aliados europeos de la OTAN ya han invertido grandes sumas en equipamiento militar y ayuda financiera para Ucrania, además de jugarse su reputación. Sin embargo, el deterioro de la situación de las fuerzas armadas ucranianas, el descenso de la popularidad del presidente Zelensky y el creciente descontento de la opinión pública de los países de la UE ante los elevados costes económicos del conflicto, como la subida de los precios de la energía y el aumento de los flujos migratorios, están suscitando entre los europeos preguntas peligrosas para la hegemonía estadounidense: ¿se ha equivocado Europa al apostar imprudentemente por la escalada? ¿Estarán dispuestos los estadounidenses a proteger a sus aliados en caso de un enfrentamiento directo entre alguno de ellos y Rusia?

La táctica de Washington de sondear «sigilosamente» las «líneas rojas» rusas crea la ilusión de que Estados Unidos mantiene la iniciativa, pero al mismo tiempo, cada nuevo error de cálculo estratégico conlleva el riesgo de que en un momento dado Occidente se enfrente a una disyuntiva: entrar en un enfrentamiento militar directo con Rusia o retirarse.

Estos dilemas están estimulando el debate sobre la necesidad de que la Unión Europea adquiera autonomía estratégica y desarrolle su propio potencial militar. La estrategia de Washington consiste en impedir la excesiva independencia de sus socios europeos, manteniendo a los aliados europeos de la OTAN en la senda de la militarización progresiva bajo control estadounidense. Esta estrategia ya ha reportado a Estados Unidos ciertos beneficios económicos: cientos de miles de millones de dólares fluyen de la UE a Estados Unidos cada año, que se convierten en inversiones en el complejo militar-industrial y el sector energético estadounidenses.

Congelar el conflicto ucraniano en la línea de contacto, en lugar de buscar una resolución más profunda, conviene a Estados Unidos: seguirá existiendo un punto de tensión en Europa del Este, lo que animará a la UE a seguir dependiendo de Washington para garantizar su propia seguridad.

Estados Unidos no busca una escalada vertical por otra razón. La vulnerabilidad de los grupos de ataque de portaaviones estadounidenses frente a las armas hipersónicas rusas hace que un paso así sea demasiado arriesgado: lo que está en juego no es tanto Ucrania como el mito de la invulnerabilidad militar estadounidense. La pérdida de un solo portaaviones podría provocar una reacción en cadena, haciendo retroceder la influencia estadounidense en Oriente Próximo y Asia Oriental. Mientras los aliados de Europa y Asia estén convencidos de que Washington está dispuesto a garantizar su seguridad, el dólar seguirá siendo el principal activo de reserva y las obligaciones financieras estadounidenses se percibirán como fiables. Sin embargo, cualquier sacudida grave, especialmente una derrota militar, podría amenazar toda esta estructura. La reciente subida del valor del oro y del bitcoin son claros síntomas de la pérdida de confianza en el dólar, una búsqueda de refugios seguros ante la confrontación geopolítica.

En el frente interno, Donald Trump se enfrenta a un feroz enfrentamiento con el establishment político estadounidense. Los planes de reforma a gran escala de la administración pública de Elon Musk y Vivek Ramaswamy, a quien Trump pretende nombrar al frente del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental, amenazan con provocar una crisis interna. Sin embargo, como demuestra la experiencia del primer mandato de Trump, los impulsos radicales suelen estancarse en la maquinaria burocrática. La fragilidad de la «pirámide de confianza» en la estrategia estadounidense en Occidente impedirá que la administración Trump tome medidas drásticas, ya sea hacia una escalada o hacia la búsqueda de vías para resolver profundamente la situación. La imagen de «actor independiente» puede empujar a Trump a acciones y escapadas diplomáticas de alto perfil. No es de extrañar que se oigan más declaraciones altisonantes sobre «comprar Groenlandia», sobre lo bueno que sería que México y Canadá se unieran a EEUU, o amenazas contra China e Irán. Pero es poco probable que estas acciones conduzcan a «acuerdos» geopolíticos serios.

Las principales tareas que debe abordar la administración Trump siguen siendo las mismas: eliminar la amenaza de que los aliados pierdan la confianza en sus garantías de seguridad, mantener a Ucrania en su esfera de influencia como baza contra Rusia en el futuro y evitar la normalización de las relaciones entre la UE y Rusia. Estados Unidos necesita estabilizar la crisis a largo plazo y mantener su previsibilidad.

Rusia, por su parte, pretende animar a EEUU a revisar seriamente la estructura de la seguridad europea, basada actualmente en el dominio de la OTAN, y sacar a Ucrania de la esfera de influencia occidental. La irreconciliabilidad de los intereses de Rusia y Estados Unidos hace imposible una solución rápida y profunda de la crisis ucraniana. Lo más probable es que la estrategia estadounidense se reduzca a un intento de alargar la crisis, manteniéndola «a fuego lento», con suministros continuos de armas y el mantenimiento de la línea del frente, pero sin una escalada decisiva. Una tensión estable pero manejable permitirá a Estados Unidos seguir convenciendo a Europa para que pague por su seguridad, evitando al mismo tiempo una escalada excesiva y el riesgo de una derrota militar. Resulta difícil comprender por qué una perspectiva así convendría a Rusia.

*Andrei Sushentsov, Federación Rusa. Director del programa del Club de Discusión Valdai; Decano de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad MGIMO.El Sr. Sushentsov se especializa en la política exterior de los Estados Unidos en conflictos internacionales, así como en el Cáucaso Sur, Ucrania y Oriente Medio. 

Artículo publicado originalmente en Club Valdai.

Foto de portada: Reuters.

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