Europa

La guerra no es buena para la tambaleante economía de la UE

Por Federico Giusti* –
La guerra no conviene a la tambaleante economía de la UE, pero el servilismo a la OTAN y a EE.UU. empuja al viejo continente a la autodisolución.

La destrucción del Nord Stream y el embargo a Rusia tenían entre sus objetivos el control de las rutas energéticas y la especulación sobre los precios con repercusiones inmediatas y negativas para la economía de la UE.

Tras la incursión ucraniana en territorio ruso, con el imprescindible apoyo directo de EE.UU. y la OTAN, el precio del gas ha vuelto a subir como en el pasado reciente, sólo en octubre pasado las subidas habían sido del 7% tras las mucho más sustanciales de 2022.

El presidente de Nomisma Energia, en una entrevista al diario La Verità, explica la situación en extrema síntesis: «Italia paga 40 euros por megavatio hora, EEUU sólo 7″.

Los objetivos de la incursión ucraniana no eran sólo sabotear un posible acuerdo de alto el fuego, sino hacer subir los precios del gas en beneficio de EEUU, prueba de ello es que el avance fue un semifracaso desde el punto de vista militar, pero consiguieron controlar la estación de Sudzha del gasoducto que transporta gas ruso a Europa por más de 40 millones de metros cúbicos al día.

Hay que señalar que la mitad de la producción eléctrica italiana depende directamente del gas, por lo que un probable y eventual aumento del precio tendría repercusiones inmediatas en las cuentas económicas.

Las declaraciones del presidente de Nomisma pueden estar dictadas por la necesidad de una parte del capitalismo italiano de dejar en mal lugar la transición verde menospreciando su contribución energética, pero lo cierto es que este ataque favorece en última instancia a la economía estadounidense en detrimento de la del viejo continente. Tengamos en cuenta que desde el estallido del conflicto en Ucrania, el suministro de gas ruso al viejo continente se ha reducido al mínimo, pero el coste del mismo ha aumentado desproporcionadamente, poniendo de rodillas sobre todo a la producción industrial italiana y alemana.

A la luz de estas consideraciones, podemos afirmar que la guerra está alimentando la crisis de la economía europea, como demuestra la caída del 3,4% de las exportaciones renanas en menos de un año, con un ligero crecimiento de las importaciones en una recesión económica con una creciente escasez de pedidos para la industria alemana.

Y el enfrentamiento entre dos grandes lobbies, el de los fósiles y el llamado lobby verde, es cada vez más fuerte en torno al abastecimiento energético.

EE.UU. está trasladando la carga de la guerra en el Este a los países de la UE, la industria alemana, motor de la fabricación europea, se encuentra en una situación cada vez más difícil, el gasto militar crece sin cesar, desvinculando innumerables inversiones en el ámbito social (con una crisis económica que aporta apoyo a las fuerzas políticas de extrema derecha).

Otro aspecto dirimente lo representan las misiones militares en el exterior de los estados europeos miembros de la OTAN en función de la guerra total desatada por EEUU y la Alianza Atlántica por el control de países desde los que llegan importantes recursos para el giro verde de la economía.

Prueba de ello es la misión italiana en Mali, que sólo en 2021 requirió la financiación de casi 50 millones de euros con el despliegue de tropas y vehículos terrestres, 6 helicópteros y logística militar sin especificar.

Pero pocos analistas han señalado que es precisamente en esta zona del continente africano donde EEUU ha desatado una guerra proxy en la que participan directamente contratistas occidentales y soldados ucranianos para contener el avance ruso, o mejor dicho, una presencia que se ha reforzado a lo largo de los años con acuerdos de cooperación de carácter no sólo militar sino económico.

La OTAN apunta directamente a controlar los productos del subsuelo de este gran Estado africano, Malí figura entre los principales productores de oro del continente, posee grandes recursos naturales como hierro, uranio, manganeso, litio y piedra caliza.

Y la presencia de la inteligencia estadounidense y ucraniana se está extendiendo a otros países africanos, por ejemplo Sudán, soplando los vientos de los conflictos internos después de haber favorecido la aparición de milicias nacionalistas regionales que más tarde descubrimos que estaban al servicio directo de las multinacionales occidentales

A la luz de estas escasas consideraciones, podemos afirmar que quien no quiere el fin de la guerra en Ucrania es precisamente la OTAN, que arrastra a países, como Italia, que tienen todas las de perder en términos económicos con la continuación del conflicto en Europa del Este.

Y vuelven a entrar en juego las misiones en el extranjero, que no se incluyen en la partida global de gastos militares, pero siguen siendo un compromiso económico importante, al tiempo que representan un instrumento neurálgico para controlar las rutas energéticas bajo la égida de las multinacionales, la OTAN y Estados Unidos, que apoyan cada vez más la ampliación del conflicto en todas las zonas del planeta.

*Federico Giusti, delegado del CUB en el sector público, colabora con los periódicos Cumpanis, La Città futuro, Lotta Continua y participa activamente en cuestiones de derecho laboral, anticapitalismo y antimilitarismo.

Artículo publicado originalmente en wordpress de Giulio Chinappi.

Foto de portada: Soldados de distintos países ante la bandera de la Unión Europea. Foto. UE

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