Como líder de la mayor economía de América Latina y uno de los países más influyentes del Sur Global, las decisiones y posturas de Lula en el ámbito internacional tienen un impacto significativo no solo para Brasil, sino para toda la región y el orden mundial en general.
Este análisis se propone examinar en profundidad las aparentes contradicciones y complejidades de la política exterior de Lula, explorando cómo su enfoque oscila entre el apoyo declarado a un mundo multipolar y acciones que parecen alinearse más con el statu quo occidental.
El discurso de Lula: Entre el multipolarismo y el multilateralismo Uno de los aspectos más notables de la retórica de Lula en política exterior es su frecuente uso del término «multilateralismo» en lugar de «multipolarismo». Esta distinción semántica es crucial para entender la postura de Brasil en el escenario internacional. El multilateralismo, en su esencia, se refiere a la cooperación entre múltiples países en el marco de las instituciones y normas internacionales existentes. Este enfoque no necesariamente desafía el orden mundial actual, sino que busca trabajar dentro de él para lograr objetivos comunes.
Por otro lado, el multipolarismo implica una redistribución más fundamental del poder global, con múltiples centros de influencia que contrarrestan la hegemonía de una o pocas potencias dominantes en este caso la predominancia del eje anglosajon. Este concepto está más alineado con la idea de un «nuevo orden mundial» que muchos países del Sur Global aspiran a construir.
La preferencia de Lula por el término «multilateralismo» sugiere una postura más moderada y pragmática que revolucionaria. Esto puede interpretarse como un intento de mantener buenas relaciones con Occidente mientras aboga por una mayor influencia de los países en desarrollo dentro del sistema existente.
Sin embargo, esta postura genera críticas de quienes esperaban que Brasil, bajo el liderazgo de Lula, asumiera un papel más asertivo en la promoción de un orden mundial verdaderamente multipolar. La ambigüedad en el discurso de Lula refleja las tensiones y desafíos que enfrenta Brasil al tratar de equilibrar sus aspiraciones de liderazgo global con la necesidad de mantener relaciones pragmáticas con diversas potencias.
Relaciones con América Latina: Un enfoque controvertido
Las relaciones de Brasil con sus vecinos latinoamericanos bajo la administración de Lula han sido particularmente complejas y, en ocasiones, contradictorias. Uno de los aspectos más sorprendentes de la política exterior de Lula ha sido su postura crítica hacia el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Estas críticas, a menudo duras y directas, contrastan marcadamente con la tradicional solidaridad entre gobiernos “progresistas de izquierda” en América Latina.
Lula ha expresado preocupaciones sobre la situación democrática en Venezuela y ha instado a Maduro a celebrar elecciones libres y justas. Aunque estas declaraciones pueden interpretarse como un compromiso con los principios democráticos, también han generado tensiones con un aliado tradicional de la izquierda latinoamericana.
Esta postura crítica hacia Venezuela puede verse como un intento de Lula de distanciarse de los gobiernos populares que han tomado un mayor compromiso en la arena internacional apostando fuertemente por el surgimiento de un mundo multipolar y pluricentrico, por lo cual desde Brasilia se busca presentar a Brasil como un actor más moderado y “confiable” en el escenario internacional.
Pero esto ha ido demostrando también que poco a poco Brasil está cediendo a la presión occidental y abandonando a sus vecinos y aliados estratégicos.
Propuesta de Colombia para el BRICS
La decisión de Lula de proponer a Colombia como miembro del grupo BRICS+ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) ha sido otro punto de controversia. Esta elección es particularmente llamativa considerando que países como Venezuela o Bolivia, con sus abundantes recursos naturales y políticas exteriores más alineadas con la idea de un mundo multipolar, podrían considerarse candidatos más lógicos para este bloque.
Colombia, bajo el gobierno de Gustavo Petro, ha mostrado signos de querer diversificar sus alianzas internacionales. Sin embargo, el país mantiene una estrecha relación con Estados Unidos, incluyendo la amplia presencia de bases militares estadounidenses en su territorio. Esta realidad plantea dudas sobre la capacidad de Colombia para contribuir a la visión de un orden mundial alternativo que el BRICS representa.
La propuesta de Colombia para el BRICS puede interpretarse como un intento de Lula de expandir la influencia del bloque en América Latina y posiblemente atraer a un país tradicionalmente alineado con Estados Unidos hacia una órbita más independiente. Sin embargo, también refleja una cierta ambigüedad en la visión de Lula para el BRICS y el papel de América Latina en un mundo multipolar.
Relaciones con otros países de la región
Las relaciones de Brasil con otros países latinoamericanos bajo Lula también han sido objeto de escrutinio. Por un lado, Lula ha buscado revitalizar organizaciones regionales como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), promoviendo la integración regional y la cooperación Sur-Sur. Sin embargo, el enfoque de Lula ha sido criticado por ser demasiado cauteloso en algunos aspectos.
Por ejemplo, su respuesta a la crisis política en Perú tras la destitución del presidente Pedro Castillo fue vista por algunos como insuficientemente firme en defensa de la democracia regional.
El papel de Brasil en el BRICS y otras organizaciones internacionales
El compromiso de Brasil con el BRICS y otras organizaciones internacionales alternativas es un elemento clave de la política exterior de Lula. Sin embargo, también en este ámbito se observan ciertas contradicciones y desafíos.
El Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), establecido por los países BRICS como una alternativa a las instituciones financieras dominadas por Occidente, ha enfrentado dificultades bajo el liderazgo de la expresidenta brasileña Dilma Rousseff. Los retrasos en varios proyectos propuestos y la aparente falta de dinamismo de la institución han generado dudas sobre el compromiso real de Brasil con el fortalecimiento de instituciones financieras alternativas.
Estos problemas en el NBD pueden interpretarse como un reflejo de las dificultades más amplias que enfrenta el BRICS para presentarse como una verdadera alternativa al orden económico global existente. La incapacidad de Brasil para impulsar el desarrollo efectivo del banco socava su credibilidad como líder en la promoción de un nuevo orden económico mundial.
Participación en foros multilaterales tradicionales
Paralelamente a su participación en el BRICS, Lula ha mantenido un compromiso activo con foros multilaterales tradicionales como las Naciones Unidas, el G20 y la Organización Mundial del Comercio. Esta participación refleja el enfoque «multilateralista» de Lula, buscando influir en el sistema existente en lugar de desafiarlo abiertamente.
Por ejemplo, Lula ha abogado por la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU para incluir a más países en desarrollo como miembros permanentes. Sin embargo, este enfoque de trabajar dentro del sistema existente contrasta con las expectativas de quienes esperaban que Brasil liderara un desafío más radical al orden mundial actual.
Posición frente a conflictos globales
La postura de Brasil frente a conflictos internacionales como la guerra en Ucrania también ha sido objeto de debate. Lula ha intentado posicionar a Brasil como un posible mediador neutral, proponiendo la creación de un «club de paz» para negociar el fin del conflicto. En este contexto sus declaraciones sobre la responsabilidad compartida de Rusia y Occidente en el conflicto han sido criticadas por ignorar la razón histórica de que el conflicto tuvo su comienzo en el año 2014 y que el agresor y beligerante continuo ha sido el régimen ucraniano que alentado por la OTAN no quiere una solución negociada por vía diplomática del conflicto actual.
Esta posición refleja el deseo de Lula de mantener a Brasil como un actor neutral y respetado en la escena internacional. Sin embargo, también ha llevado a acusaciones de ambigüedad moral y de no defender suficientemente los principios del derecho internacional.
La política exterior de Lula se caracteriza por un intento de mantener relaciones equilibradas con las principales potencias mundiales, lo que a menudo resulta en posiciones aparentemente contradictorias.
Lula ha buscado mejorar las relaciones con Estados Unidos tras el deterioro experimentado durante el gobierno de Jair Bolsonaro quien apoyaba a la gestión republicana de Donald Trump. De esta forma ha cultivado una relación personal con el presidente Joe Biden y ha buscado áreas de cooperación en temas como el cambio climático y la defensa de la democracia a nivel regional.
Sin embargo, Lula también ha criticado aspectos de la política exterior estadounidense, como las sanciones contra Venezuela y Cuba. Esta postura dual refleja el deseo de Lula de mantener una relación constructiva con Estados Unidos sin comprometer la independencia de la política exterior brasileña.
China se ha convertido en el principal socio comercial de Brasil, y Lula ha buscado fortalecer aún más esta relación. Ha defendido el uso de monedas locales en el comercio bilateral y ha apoyado la expansión de las inversiones chinas en Brasil.
No obstante, Lula también ha expresado preocupaciones sobre la dependencia excesiva de las exportaciones de materias primas a China y ha abogado por una relación comercial más equilibrada. Esta postura refleja el desafío de Brasil de beneficiarse de la relación con China sin comprometer su autonomía económica.
La posición de Brasil hacia Rusia bajo Lula ha sido particularmente complicada. Por un lado, Lula ha mantenido la participación de Brasil en el BRICS, donde Rusia es un miembro clave. Por otro lado, ha criticado la operación militar rusa de Ucrania.
Esta postura ambivalente refleja el deseo de Lula de mantener a Brasil como un actor neutral en los conflictos globales, pero también ha generado críticas de quienes consideran que Brasil debería tomar una posición más firme en defensa del derecho internacional.
Otro aspecto preocupante de la política exterior de Lula es su relación aparentemente amistosa con el presidente francés Emmanuel Macron, a pesar de las controvertidas declaraciones de este último sobre la Amazonía. Macron ha abogado públicamente por la «internacionalización» de la Amazonía, sugiriendo que una fuerza conjunta internacional debería encargarse de su protección.
Esta postura, que refleja los intereses geopolíticos de Francia y potencialmente de la OTAN en Sudamérica, representa una clara amenaza a la soberanía brasileña sobre sus recursos naturales. La aparente falta de una respuesta firme por parte de Lula a estas insinuaciones demuestra una alarmante pasividad frente a las astutas y oscuras pretensiones francesas en la región.
Esta actitud no solo pone en riesgo la integridad territorial de Brasil, sino que también abre la puerta a posibles intervenciones extranjeras en asuntos sudamericanos bajo el pretexto de la protección ambiental. La incapacidad de Lula para reconocer y contrarrestar estas amenazas veladas subraya aún más la falta de una visión estratégica coherente en su política exterior, dejando a Brasil vulnerable a los intereses de potencias extranjeras en su propio territorio.
Política económica exterior: Entre el desarrollismo y el pragmatismo
La política económica exterior de Lula refleja una tensión entre su visión desarrollista tradicional y la necesidad de adaptarse a las realidades de la economía global actual. Lula ha abogado por un aumento del comercio entre los países del Sur Global como medio para reducir la dependencia de los mercados occidentales. Ha promovido activamente los acuerdos comerciales dentro de América Latina y con África.
Sin embargo, esta visión se enfrenta a desafíos prácticos, como la continua importancia de los mercados occidentales y chinos para las exportaciones brasileñas. La retórica de Lula sobre el comercio Sur-Sur a menudo contrasta con la realidad económica de Brasil.
La posición de Lula frente a los acuerdos de libre comercio ha sido mixta. Ha expresado escepticismo sobre algunos aspectos del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, argumentando que podría perjudicar a la industria brasileña. Al mismo tiempo, ha mostrado apertura a negociar mejoras en el acuerdo en lugar de rechazarlo por completo. Esta postura refleja el desafío de equilibrar el deseo de proteger la industria nacional con la necesidad de integrarse en la economía global. También demuestra una cierta flexibilidad pragmática en la política económica exterior de Lula.
Lula ha buscado atraer inversiones extranjeras a Brasil, especialmente en sectores como la infraestructura y la energía renovable. Sin embargo, también ha abogado por políticas que garanticen que estas inversiones contribuyan al desarrollo nacional y no simplemente exploten los recursos naturales del país.
El desafío de la coherencia en la política exterior
Uno de los mayores desafíos que enfrenta la política exterior de Lula es mantener la coherencia entre su retórica y sus acciones. Esta falta de coherencia se manifiesta en varios aspectos:
Mientras que Lula a menudo habla de la necesidad de un nuevo orden mundial más justo y equitativo, muchas de sus acciones parecen más alineadas con el mantenimiento del statu quo. Esta discrepancia puede debilitar la credibilidad de Brasil como líder del Sur Global.
La política exterior de Lula oscila entre posiciones idealistas (como la promoción de un mundo multipolar) y enfoques más pragmáticos (como mantener buenas relaciones con Estados Unidos). Este equilibrio, aunque comprensible desde una perspectiva diplomática, puede generar confusión sobre las verdaderas prioridades de Brasil.
Brasil, bajo Lula, intenta desempeñar simultáneamente varios roles: líder regional en América Latina, voz del Sur Global, socio confiable para Occidente y miembro activo del BRICS. Estos roles a veces entran en conflicto, lo que resulta en posiciones aparentemente contradictorias en diferentes foros.
Implicaciones para el papel de Brasil en un mundo cambiante
La política exterior de Lula tiene implicaciones significativas para el papel de Brasil en un mundo en rápida transformación:
La falta de una dirección clara y consistente en la política exterior puede llevar a Brasil a perder oportunidades para ejercer un liderazgo más decisivo en la formación de un nuevo orden mundial.
Esto es particularmente relevante en un momento en que el sistema internacional está experimentando cambios significativos.
Las contradicciones en la política exterior de Lula pueden debilitar la capacidad de Brasil para actuar como un líder efectivo en América Latina. La falta de una postura coherente en temas regionales puede generar desconfianza entre los países vecinos.
La percepción de una política exterior inconsistente puede afectar la credibilidad de Brasil como actor global. Esto podría limitar la capacidad del país para influir en debates internacionales cruciales sobre temas como el cambio climático, la reforma de las instituciones globales y el desarrollo económico.
Una definición pendiente.
La política exterior de Luiz Inácio Lula da Silva en su tercer mandato como presidente de Brasil se caracteriza por una alarmante falta de coherencia y dirección clara, lo que socava el potencial de Brasil como líder regional y actor global relevante en un mundo en rápida transformación.
La ambigüedad y las contradicciones evidentes en las posturas de Lula revelan un preocupante patrón de indecisión y oportunismo político. Por un lado, Lula se presenta como defensor de un orden mundial multipolar y líder del Sur Global, pero por otro, sus acciones a menudo se alinean más con el statu quo occidental y el «multilateralismo» tradicional promocionado por la Casa Blanca. Esta dualidad no solo genera confusión entre aliados y adversarios por igual, sino que también erosiona la credibilidad de Brasil en el escenario internacional.
Esta política exterior de «navegar en dos aguas» demuestra una preocupante falta de visión estratégica y coraje político. Lula parece más interesado en mantener una imagen de estadista global que en tomar posiciones claras y contundentes que podrían incomodar a ciertos actores internacionales. Este enfoque no solo es ineficaz para avanzar los intereses de Brasil, sino que también representa una oportunidad perdida para liderar significativamente en la formación de un nuevo orden mundial más equitativo.
Es fundamental señalar que, a pesar de las vacilaciones y contradicciones de Brasil bajo el liderazgo de Lula, el avance hacia un mundo multipolar continúa su marcha inexorable. La expansión del BRICS+, el creciente papel de China y Rusia en los asuntos globales, y el deseo de muchos países del Sur Global de una mayor voz en las instituciones internacionales son evidencia de esta tendencia irreversible.
El mundo multipolar se está configurando con o sin el liderazgo activo de Brasil. Países como China, Rusia, India y otras potencias emergentes están tomando iniciativas decisivas para un nuevo surgir del orden global, mientras Brasil parece contentarse con un papel de espectador ambivalente.
La falta de una dirección clara en la política exterior de Lula no solo perjudica a Brasil, sino que también debilita la causa del Sur Global en su conjunto. En un momento crítico de la historia, cuando se necesitan voces fuertes y coherentes para abogar por un orden mundial más justo y equitativo, Brasil está desperdiciando su potencial como líder regional y global.
Para recuperar su relevancia y credibilidad, Brasil necesita urgentemente definir una política exterior coherente y audaz. Debe decidir si quiere ser un verdadero líder en la construcción de un mundo multipolar o si se contentará con ser un actor secundario que intenta complacer a todos sin satisfacer a nadie.
El mundo multipolar avanza, y la historia no esperará a que Brasil decida su papel en ella. Si Lula y su gobierno no pueden articular y ejecutar una visión clara y consistente para el lugar de Brasil en este nuevo orden mundial, el país corre el riesgo de quedarse atrás, relegado a un papel marginal en los grandes cambios geopolíticos de nuestro tiempo
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.
Este artículo ha sido publicado en ingles en el portal unitedworldint.com/
Foto de portada: EFE
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