Este acto de terrorismo amenaza con desencadenar una escalada de violencia sin precedentes en la región y plantea serias cuestiones sobre la legalidad, la ética y las consecuencias a largo plazo de tales acciones en el escenario internacional.
Ismail Haniya, figura clave en la política palestina, había sido una presencia constante en el liderazgo de Hamas durante casi dos décadas. Su trayectoria, que lo llevó desde el cargo de primer ministro de la Autoridad Nacional Palestina hasta la cúspide del liderazgo de Hamas, lo convirtió en un objetivo de alto valor para Israel. Su asesinato, más allá de eliminar a un líder considerado enemigo por el régimen israelí, representa un golpe significativo a la estructura de poder de Hamas y podría tener profundas implicaciones para el futuro del movimiento y, por extensión, para la dinámica del conflicto en su conjunto.
Es fundamental reconocer que organizaciones como Hamas, Hezbollah y Ansarallah, entre otras, perduran a lo largo del tiempo y superan la eliminación de sus líderes porque defienden una causa justa que está profundamente arraigada en los pueblos que representan. El asesinato de sus líderes no debilita estas organizaciones; al contrario, fortalece su cohesión y determinación en la lucha, ya que sus líderes caen como mártires.
A lo largo de los años, estas organizaciones han sufrido la pérdida de líderes clave: Hamas ha visto caer a figuras como Sheikh Ahmed Yassin y Abdel Aziz al-Rantissi; Hezbollah ha perdido a líderes como Abbas al-Moussawi e Imad Mughniyeh; y Ansarallah ha sido testigo del asesinato de Saleh al-Sammad. Sin embargo, todas estas organizaciones no solo han sobrevivido, sino que se han fortalecido, demostrando que su resistencia no depende de individuos, sino de una causa que sigue viva en el corazón de sus pueblos.
El contexto en el que se produce este asesinato no puede ser ignorado. La operación militar israelí en Gaza es sin lugar a duda desproporcionada y potencialmente constitutiva de crímenes de guerra. Las cifras de víctimas civiles, que según algunas estimaciones podrían acercarse a los 90.000, han provocado indignación a nivel mundial y cuestionamientos sobre los métodos y objetivos de la campaña israelí que parece no importarle la legislación internacional y los derechos humanos.
La eliminación de Haniya en este contexto parece ser parte de una estrategia más amplia de Israel para desmantelar el liderazgo de Hamas. Sin embargo, esta táctica de asesinatos selectivos, aunque no es nueva en el repertorio de las operaciones israelíes, plantea serias cuestiones legales y éticas. Bajo el derecho internacional, los asesinatos extrajudiciales están rotundamente prohibidos, incluso en tiempos de conflicto armado.
Tensiones regionales.
Más allá de las consideraciones legales, el asesinato de Haniya tiene el potencial de exacerbar significativamente las tensiones en una región ya volátil. La respuesta inmediata de Irán, alzando la bandera roja de venganza sobre la cúpula de la mezquita Jamkaran en la ciudad de Qom, es un indicador claro de cómo este acto podría resonar más allá de las fronteras de la entidad de Israel y Palestina. Esta acción simbólica, que se realizó anteriormente tras el asesinato del general iraní Qassem Soleimani, sugiere que Irán podría estar considerando una respuesta más contundente a lo que percibe como una provocación directa al haberse llevado a cabo esta operación en suelo iraní.
La participación de Irán junto con el eje de la resistencia en este contexto añade una capa adicional de complejidad y peligro a la situación. Con el asesinato de Haniya y el ataque contra Hezbollah en Beirut, Israel ha elevado deliberadamente las tensiones a un nivel regional en Asia Occidental, demostrando la temeridad del régimen sionista. Estas acciones provocativas evidencian que Israel es el principal responsable del caos que se está desencadenando en la región. Al eliminar a un líder clave de Hamas y atacar simultáneamente a Hezbollah, Israel parece estar buscando una expansión del conflicto más allá de las fronteras de Gaza, arrastrando potencialmente a otros actores regionales como Irán, Siria, Irak, Yemen y Líbano a una confrontación más amplia.
El ataque de la entidad sionista contra Hezbollah, en el que Israel asesinó al oficial militar de mayor rango de Hezbollah, Fu’ad Shukr, en un ataque con drones en los suburbios del sur de Beirut, se enmarca en el asesinato del líder palestino de Hamas, lo que evidencia el carácter terrorista de Israel. De esta forma Shukr sería el funcionario de mayor rango de Hezbollah asesinado desde 2008, cuando Imad Mughniyeh, quien encabezaba las operaciones militares del grupo armado en ese momento, fue asesinado en Damasco. Estos actos de agresión demuestran una estrategia sistemática de eliminación de líderes y refuerzan la percepción de las tácticas de terror utilizadas por Israel en su lucha contra movimientos de resistencia en la región.
Esta estrategia de escalada por parte de Israel transforma lo que ya era una crisis humanitaria en Gaza en un polvorín regional con implicaciones globales. El régimen sionista, al optar por estas acciones agresivas, demuestra una falta de consideración por la estabilidad regional y las vidas de los civiles que inevitablemente se verán afectados por una guerra expandida.
El asesinato de Haniya, lejos de ser una solución, plantea serias dudas sobre la estrategia a largo plazo de Israel en su conflicto con Hamas y, más ampliamente, en su aproximación al conflicto palestino. Mientras que la eliminación de líderes clave puede proporcionar ventajas tácticas a corto plazo, la historia ha demostrado repetidamente que tales acciones a menudo fallan en resolver las causas subyacentes del conflicto. Por el contrario, estas tácticas tienden a exacerbar las tensiones, radicalizar aún más a las poblaciones afectadas y perpetuar el ciclo de violencia, solidificando la posición de Israel como el principal instigador de la inestabilidad en la región.
A la misma vez es importante reconocer que Ismail Haniya murió sabiendo que había logrado una victoria sumamente importante para el pueblo palestino, habiendo alcanzado todos los objetivos planteados para la paz en la región. Su legado incluye un acuerdo histórico logrado en conjunto con todos los sectores políticos de Palestina durante una reciente cumbre en China, dejando así una puerta abierta de esperanza para el futuro. A pesar de la dolorosa pérdida de muchos de sus familiares, incluyendo hijos y nietos en Gaza, Haniya siempre apostó por la paz y el diálogo, pero siempre basado en la justicia para el pueblo palestino. Su vida y su muerte son un testimonio de su compromiso inquebrantable con la causa palestina y su visión de un futuro pacífico y justo para su gente.
Comunidad internacional dormida.
La comunidad internacional se encuentra ahora en una posición delicada. Por un lado, existe una presión creciente para condenar las acciones de Israel, tanto en términos de su campaña militar en Gaza como del asesinato específico de Haniya. Por otro lado, muchos países, particularmente en Occidente, han sido históricamente reacios a criticar abiertamente a Israel, citando su derecho a la autodefensa y los complejos desafíos de seguridad que enfrenta.
Esta tensión se refleja en las respuestas divergentes que hemos visto hasta ahora de varios actores internacionales. Mientras que algunos países han condenado enérgicamente las acciones de Israel, otros (probablemente por financiamiento y temor) han adoptado una postura más cautelosa, llamando a la moderación de todas las partes. Estas diferencias en la respuesta internacional podrían potencialmente socavar los esfuerzos para una resolución diplomática del conflicto y dificultar la implementación de medidas efectivas para prevenir una mayor escalada.
Las Naciones Unidas, que han desempeñado un papel crucial en los intentos de mediación en conflictos anteriores en la región, se enfrentan ahora a un desafío particularmente difícil. La credibilidad de la organización ha sido cuestionada por ambas partes del conflicto, con Israel acusándola de parcialidad pro-palestina y los palestinos criticando su incapacidad para implementar resoluciones que condenan las acciones israelíes. El asesinato de Haniya y la escalada potencial que podría seguir ponen aún más presión sobre la ONU para encontrar una forma de intervenir efectivamente y prevenir un mayor derramamiento de sangre.
El impacto humanitario de esta situación no puede ser subestimado. La población de Gaza, ya sometida a condiciones de vida extremadamente difíciles debido al bloqueo israelí y la sangrienta campaña militar, se enfrenta ahora a la perspectiva de una intensificación aún mayor del conflicto. La infraestructura civil, incluyendo hospitales, escuelas y sistemas de agua y saneamiento, ha sido severamente dañada o destruida, creando una crisis humanitaria de proporciones alarmantes, todo esto de la mano destructiva israelí. Cualquier escalada adicional del conflicto probablemente exacerbará esta situación, poniendo en peligro la vida de miles de civiles inocentes.
Configuración regional y mundial
Desde una perspectiva geopolítica más amplia, el asesinato de Haniya se produce en un contexto de surgimiento del mundo multipolar y una reconfiguración global en Asia Occidental. Israel, consciente de su pérdida de influencia como nación subsidiaria de Estados Unidos y el Reino Unido, se enfrenta a un panorama cambiante en la región. El auge del Sur Global, liderado por Rusia y China, ha traído consigo una nueva dinámica de paz y crecimiento económico sostenido para muchas naciones árabes, dejando a Israel en una posición cada vez más precaria.
En este escenario, la entidad sionista parece recurrir al terrorismo de Estado como una estrategia desesperada para mantener su relevancia y justificar su existencia como entidad ficticia. Sin embargo, el asesinato de Haniya, lejos de lograr su objetivo, está unificando las posiciones en el mundo árabe contra Israel.
Esta situación está reconfigurando las dinámicas entre las grandes potencias mundiales. Estados Unidos, tradicional aliado de Israel, se encuentra en un dilema diplomático cada vez más complejo. Mientras intenta mantener su apoyo a Israel, se ve obligado a moderar su posición ante el costo humanitario del conflicto y la creciente presión internacional. El asesinato de Haniya podría ser el catalizador que finalmente tensione la relación entre Estados Unidos e Israel ya que este ultimo busca que los Estados Unidos entren en una guerra abierta contra Irán pero desde Washington sectores se resisten en medio de la campaña presidencial en marcha.
Por otro lado, potencias como Rusia y China están aprovechando esta situación para aumentar su influencia en la región. Su crítica a las acciones de Israel y su apoyo a la causa palestina les están permitiendo presentarse como mediadores alternativos en el conflicto. Este cambio en el equilibrio de poder está desafiando directamente la influencia tradicional de Estados Unidos en la región y acelerando la transición hacia un orden mundial multipolar.
El ascenso de estas potencias emergentes, junto con la creciente solidaridad entre las naciones árabes y del Sur Global, está creando un nuevo paradigma en Asia Occidental. En este contexto, las acciones de Israel, lejos de fortalecer su posición, están aislándolo cada vez más en el escenario internacional y unificando a sus adversarios. El asesinato de Haniya, en lugar de debilitar la resistencia palestina, está galvanizando el apoyo regional e internacional a su causa, demostrando la miopía estratégica del régimen sionista en un mundo cada vez más multipolar y conectado.
¿Oportunidad para la paz?
En cuanto a las perspectivas de paz, el asesinato de Haniya representa un retroceso significativo. Cualquier esperanza de negociaciones o de una solución diplomática al conflicto parece ahora más lejana que nunca. La eliminación de un líder clave de Hamas, lejos de allanar el camino para la paz, probablemente endurecerá las posiciones de ambas partes y hará que cualquier compromiso sea aún más difícil de alcanzar.
Es crucial reconocer que la violencia y los asesinatos selectivos no han logrado resolver este conflicto en el pasado y es poco probable que lo hagan ahora. De hecho, tales acciones a menudo han tenido el efecto contrario, alimentando ciclos de venganza y represalias que han perpetuado y escalado el conflicto. La historia de la región está llena de ejemplos de cómo la violencia engendra más violencia, creando un círculo vicioso que ha atrapado a generaciones enteras en las cuales la entidad sionista ha sabido usar propagandisticamente a favor.
El régimen israelí ha demostrado una y otra vez su desprecio por el derecho internacional y los derechos humanos fundamentales. La expansión ilegal de asentamientos en Cisjordania, el bloqueo inhumano de Gaza, y las repetidas campañas militares que han costado miles de vidas civiles palestinas son prueba de la naturaleza criminal de este estado.
En este contexto, hablar de «preocupaciones de seguridad legítimas» de Israel es ignorar la realidad de la ocupación y la opresión sistemática que sufre el pueblo palestino. La verdadera seguridad solo puede lograrse a través de la justicia y el respeto a los derechos de los palestinos.
Lamentablemente, el escenario actual parece indicar que no habrá paz duradera hasta que los criminales de guerra del gobierno israelí sean llevados ante la justicia internacional. Algunos argumentan incluso que la paz verdadera solo será posible con la desaparición del estado de Israel en su forma actual y su reemplazo por un estado democrático y secular que garantice igualdad de derechos para todos sus ciudadanos, independientemente de su origen étnico o religioso.
Las condiciones subyacentes que alimentan el conflicto no son meras cuestiones a abordar, sino crímenes continuos cometidos por Israel: el bloqueo de Gaza es un castigo colectivo ilegal, la expansión de asentamientos es una violación flagrante del derecho internacional, y las disparidades económicas y sociales son el resultado directo de décadas de políticas discriminatorias y de apartheid.
Cualquier proceso de paz genuino debe comenzar con el reconocimiento de estos crímenes y la rendición de cuentas por parte de Israel. Sin justicia para las víctimas palestinas y sin un cambio fundamental en la naturaleza del estado israelí, cualquier acuerdo será no solo superficial, sino una continuación de la injusticia bajo una fachada de paz.
Un ataque impune.
El asesinato de Ismail Haniya representa un momento crítico en la historia de la región de Asia Occidental. Las decisiones y acciones tomadas por todas las partes en las próximas semanas y meses tendrán consecuencias de largo alcance, no solo para israelíes y palestinos, sino para toda la región y, potencialmente, para el orden global. Es un momento que exige sabiduría, estrategia y visión a largo plazo.
Todo esto sin lugar a duda representa un punto de inflexión crítico en la causa Palestina, abriendo una caja de Pandora cuyas consecuencias podrían ser catastróficas e inimaginables. Este acto ilegal e impune por parte de Israel no solo viola flagrantemente el derecho internacional, sino que también demuestra el desprecio total del régimen sionista por la vida humana y la estabilidad regional.
La muerte de Haniya no es simplemente un desafío más en una larga lista de agresiones, sino un catalizador potencial para una reconfiguración dramática de las dinámicas de poder en toda Asia Occidental. Las repercusiones de este asesinato podrían extenderse mucho más allá de las fronteras de Palestina e Israel, amenazando con desencadenar un conflicto a escala regional o incluso global.
En este momento crítico, es imperativo que la comunidad internacional preste suma atención a los próximos movimientos de todos los actores involucrados. La paz en toda la región, e incluso a nivel mundial, pende de un hilo, y las acciones que se tomen en las próximas horas, días, semanas y meses podrían determinar el curso de la historia.
El mundo debe entender que la continua impunidad de Israel y su persistente violación de los derechos palestinos son las verdaderas amenazas para la paz y la estabilidad. No puede haber una resolución pacífica mientras persista la ocupación, el apartheid y la violencia sistemática contra el pueblo palestino. La justicia para Palestina y la rendición de cuentas por parte de Israel son prerequisitos indispensables para cualquier posibilidad de paz duradera.
En definitiva, el asesinato de Haniya marca un punto de no retorno. La comunidad internacional debe actuar decisivamente para poner fin a la agresión israelí y garantizar los derechos inalienables del pueblo palestino. El costo humano de la continua violencia es insoportable, y las ramificaciones de un conflicto escalado son demasiado graves para ser ignoradas.
Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global
Foto de portada: El líder de Hamás, Ismail Haniya. / EFE