Esta semana se han producido dos eventos que marcan el giro definitivo de Vox hacia un nuevo tipo de ultraderecha. El primero, su ingreso en el grupo parlamentario europeo Patriotas, creado por Viktor Orban y donde se integran Marine Le Pen, Matteo Salvini o Geert Wilders. Y el segundo, la ruptura de los pactos de gobierno autonómicos con el Partido Popular.
Más allá de los factores coyunturales que hayan podido influir en estas decisiones, los dos eventos forman parte de una corriente de largo recorrido que en estas páginas denominamos hace meses como “la deriva Buxadé”. Desde que la facción liderada por Jorge Buxadé tomara el control del partido, Vox ha pasado de priorizar los temas clásicos de la derecha española – crítica a la izquierda, los nacionalismos periféricos o la memoria histórica – a adoptar un discurso más antiglobalista. El nuevo Vox critica a la UE, al multiculturalismo, y a las “élites progresistas de Bruselas”, habla de la superación del eje izquierda-derecha y coquetea con teorías de la conspiración de ultraderecha como “el gran reemplazo”.
Su ingreso en Patriotas es la culminación de esta deriva que venía desarrollándose desde hace tiempo. Una decisión que tendrá efectos a nivel programático, pero sobre todo a la hora de relacionarse con el Partido Popular.
A nivel de programa, Vox ya venía desde hace tiempo alineándose con postulados similares a los de estos partidos. Como comentaba previamente, la crítica al globalismo y a la UE ha ganado presencia en el discurso de Vox, lo que seguramente se refuerce tras su ingreso en Patriotas. La gran incógnita es que posición adoptarán con la guerra de Ucrania, ya que hasta la fecha los de Abascal habían condenado vehementemente la agresión rusa y defendido la integridad territorial ucraniana.
El problema es que ahora compartirán grupo con la facción más putinista de toda la ultraderecha. En una entrevista con El Mundo esta semana Buxadé aseguró que Vox no se movería de sus posiciones sobre Ucrania, pero no es descartable que compartir grupo con Orban, Le Pen o Salvini acabe arrastrando a los de Abascal a posiciones más complacientes con la Rusia de Vladimir Putin.
Pero, sin duda, el punto donde más se va a apreciar el cambio de filiación europea de los de Abascal es en su relación con el Partido Popular. Esta semana lo hemos podido ver con la ruptura de gobiernos autonómicos, lo que marca un antes y un después en la relación entre ambas formaciones y muestra la nueva estrategia del partido ultraderechista.
Vox abandona los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), una ultraderecha más pactista y que siempre ha buscado relacionarse con el Partido Popular Europeo (PPE) y las instituciones en Bruselas, para unirse a un grupo cuya posición es mucho más confrontativa. Mientras Meloni, presidenta de ECR, se plantea votar a favor de Von der Leyen como Presidenta de la Comisión Europea a cambio de obtener una Vicepresidencia de peso, en Patriotas el rechazo hacia la alemana es frontal e inamovible y no se moverá en toda la legislatura.
Más allá de las diferencias ideológicas, que existen principalmente en el tema ucraniano, lo que verdaderamente separa a ECR de Patriotas es su concepción de la política y las instituciones. Mientras que los primeros son partidarios de participar activamente y tratar de entenderse con el PPE para escorar la UE hacia posiciones más a la derecha, los segundos tienen una visión mucho más reacia a entenderse con los populares. Para ellos el PPE forma parte de “los burócratas de Bruselas” y los pactos y negociaciones son parte del juego político de las élites que critican con vehemencia.
Vox ha elegido integrarse en esta segunda familia lo que marcará su manera de relacionarse con el PP como ya hemos visto estos días. La ruptura de los pactos del gobierno autonómicos forma parte de esta nueva estrategia mucho más alineada con los postulados de Patriotas que de ECR. Con este movimiento los de Abascal marcan distancia respecto de los populares, refuerzan el elemento antielitista de su discurso y tratan de presentarse como la alternativa frente al binomio PP y PSOE.
La salida de Vox de los ejecutivos autonómicos es el último paso en la evolución que el partido lleva haciendo en los últimos años. Sin embargo, tampoco podemos obviar la influencia de otros factores más coyunturales como la irrupción de la agrupación electoral de Alvise Pérez. La mera existencia de “Se acabó la fiesta” (SALF) empuja a Vox a competir hacia su derecha, por lo que no es descartable que el éxito europeo de las ardillas haya tenido cierto impacto en la decisión.
El discurso de Alvise tiene un enorme componente antielitista y de crítica a la clase política, lo que amenaza directamente a Vox, que lleva más de cinco años formando parte de ella. El líder de SALF anunció que sortearía su sueldo en Bruselas y promueve una serie de medidas antipolíticas que pueden calar en una parte del electorado de Vox que rechaza frontalmente a los partidos y a los políticos.
El movimiento de Vox de “renunciar a la poltrona por principios” también puede ir dirigido a frenar fugas por este flanco. Los de Abascal se presentan como un partido diferente a los demás, que se mueve por principios y no por ocupar poder, y que es capaz de renunciar a sus cargos por no traicionar a los suyos. Una maniobra cargada de sobreactuación, pero que puede convencer a una parte de sus electores. A otra, sin embargo, solamente le generará incomprensión y desconcierto.
El ingreso en Patriotas y la ruptura con el PP consolidan el giro emprendido por Vox en los últimos años hacia una ultraderecha más antiglobalista, confrontativa y reacia a alcanzar acuerdos con el PP. Un movimiento que según sus defensores pone la vista en el largo plazo, pero que podría no resultar tan efectivo como piensan.
Primero, Vox perderá influencia en Europa, donde ECR es un grupo más consolidado, con más de una década de historia y con mucha mejor coordinación que Patriotas. Desde su fundación en 2009, el grupo liderado hoy por Meloni ha demostrado ser un actor serio, con unos principios y una estrategia clara, mientras que el resto del espacio de ultraderecha ha sido una auténtica jaula de grillos. La otra familia de ultraderecha a la que hoy se une Vox ha cambiado cada legislatura de nombre de grupo e integrantes, y no ha conseguido mantener la unidad en más de una ocasión, como esta legislatura donde habrá un tercer grupo de ultraderecha integrado por Alternativa por Alemania, Alvise y Eric Zemmour entre otros.
Mientras Meloni y el PiS polaco consolidan su posición en Europa tratando de alcanzar mayor poder e influencia en la Comisión, Vox permanecerá en la oposición junto a Le Pen, Salvini y Orban. En términos de poder y certidumbre, Vox pierde al salir de ECR, donde además hubiera sido el tercer partido con más europarlamentarios – en Patriotas serán el quinto empatado con el PVV holandés y el FPO austriaco.
Y en segundo lugar, Vox corre el riesgo de que su electorado no entienda este movimiento y lo vea como una maniobra política más que como una decisión tomada por principios. La acogida de un centenar de menores migrantes no parece motivo suficiente para romper seis gobiernos autonómicos, y a buena parte de los votantes de la derecha española le parece exagerado hablar de invasión tratándose de estas cifras.
Más allá de la ruptura de los pactos, el nuevo Vox antiglobalista y anti élites europeas corre el riesgo de no convencer a determinados segmentos de votantes. En plena polarización en torno al eje sanchismo/antisanchismo, parece complicado que las apelaciones de Buxadé a superar el eje izquierda-derecha vayan a tener mucho éxito. Vox ha tratado en las últimas semanas de establecer un paralelismo entre el PP y el PSOE insistiendo en sus pactos en Bruselas y en la renovación del CGPJ, y presentando a los dos partidos como parte de una misma élite corrupta. Un discurso que ha tenido éxito en otras partes de Europa, pero que parece complicado de trasladar al actual contexto español, donde Feijoo, guste más o menos, sigue siendo para los electores de derechas la única alternativa factible a Sánchez.
El tiempo dirá si la estrategia de Buxadé y los suyos tuvo éxito. De momento, en los próximos meses veremos cuánto frío tiene Vox fuera del calor de ERC y de los gobiernos autonómicos.
*Jaime Bordel, politólogo e investigador predoctoral.
Artículo publicado originalmente en El Salto Diario.
Foto de portada: Restos de carteles electorales del PP y Vox . DAVID F. SABADELL