Ya todo el mundo ha escuchado la noticia, pues ha dado vuelta al mundo entero: “Después de 50 años, Arabia Saudita no renovará el acuerdo del “Petrodólar” con Estados Unidos”. Esta noticia se encuentra en una cantidad inmensa de medios de comunicación y señala que supuestamente Arabia Saudita anunció el 13 de junio de 2024 que no renovará un acuerdo histórico con Estados Unidos, firmado en junio de 1974, para vender petróleo exclusivamente en dólares estadounidenses, a cambio de garantías de seguridad por parte de Estados Unidos. El acuerdo garantizaba que el dólar domine el comercio mundial del petróleo, y que el fin del acuerdo es otro episodio en una tendencia reciente hacia la desdolarización.
La difusión de la noticia es quizás la noticia más interesante, irónicamente, y no el contenido de esta. Varios medios de comunicación pro-occidentales señalaron que es un “Fake News”, ya que nunca existió dicho acuerdo, ni tampoco tiene una “fecha de vencimiento”, pero más importante, porque la moneda saudita – el rial – tiene un “pegging” (vinculación de valores de monedas para que fluctúen de manera conjunta) al dólar gringo, por lo cual los árabes aún dependen completamente de Estados Unidos para sostener su economía. Los artículos de esta índole todos afirman – con mucha fe, pero poca convicción – que estamos lejos del fin de la hegemonía del dólar gringo.
Ahora bien, efectivamente, la noticia es un “Fake News”, en el sentido más estrictamente de la expresión. Es falsa, solamente en el sentido de que no existe una necesidad de renovar un acuerdo de venta de petróleo a cambio de “armas” gringas. Eso sí, lo que no es “Fake News”, es lo que esta noticia sugiere, implícitamente. Para entender esta afirmación, es menester comprender lo que se denomina popularmente como el “acuerdo petrodólares”.
Todo empezó en 1971, con uno de los eventos más importantes del Siglo XX, pero que pocos valoran adecuadamente: el 15 de agosto de 1971, el trigésimo séptimo Presidente estadounidense Richard Milhous Nixon, anunció el fin de la convertibilidad del dólar en oro. A principios de 1970, la presión financiera causada por la guerra de Vietnam (entre otros factores) y el aumento del gasto público, aceleró la inflación, y Estados Unidos adquirió un inmenso déficit en las balanzas de pagos, a la vez de un gran déficit comercial. Lo del déficit comercial fue bastante serio: La economía estadounidense registró en mayo del 1971, por primera vez en el Siglo XX, un déficit en la balanza comercial, ya que importaba más de lo que exportaba.
Adicionalmente, los bancos extranjeros poseían muchos más dólares (los llamados “eurodólares” que exploraremos más tarde) que lo que Estados Unidos poseía en sus reservas de oro. Los europeos y los japoneses empezaron a percatarse de la naturaleza altamente asimétrica del sistema Bretton-Woods, pues las economías nacionales prácticamente financiaban la economía norteamericana, a cambio del “privilegio” de utilizar la señalada moneda: Mientras que un país tenía que entregar a Estados Unidos productos y servicios a cambio de cada billete de cien dólares, los gringos solo tenían que pagar 17 centavos para imprimir cada billete de 100$.
En 1971, Nixon ordenó la suspensión del derecho de cualquier gobierno extranjero a solicitar el cambio de sus “notas” del Federal Reserve (el dólar es literalmente una “nota” emitida por el Federal Reserve, como se indica claramente en la parte superior de cada billete) por onzas o libras de oro. Poco después, empezó el sistema de cambios flexibles o flotantes (sistema de monedas que no derivan su valor de un factor externo a las mismas, sino de la relación entre ellas). El dólar, en 1971, se transformó en “dinero” fiduciario: una simple promesa de pago que nunca se honrará, por parte de una entidad emisora (en este caso, el “Federal Reserve”).
Seguidamente, en julio de 1974, el secretario de finanzas William Simon y Gerry Parsky, lograron convencer al gobierno wahabita en Al Riad para que acepte la implementación de las primeras bases del nuevo orden financiero global, pos-Bretton Woods. Enviados por el propio Nixon, su tarea consistió en persuadir a los sauditas de emplear las nuevas riquezas financieras adquiridas del embargo petrolero, para lograr dos objetivos fundamentales, a saber:
- Reposicionar el dólar como la moneda internacional (esto implica reimpulsar la demanda global por la moneda estadounidense, después de abandonar el pegging con el oro, a los mismos niveles que existían antes de 1971);
- Financiar el creciente déficit estadounidense, con la finalidad de poder mantener el inmenso gasto público, sin extraer recursos del sector privado (impuestos para los sectores de producción y finanzas). Esto naturalmente implica la impresión contínua de billetes, sin respaldo real o físico, y un mecanismo para circular estos globalmente, lo que sería más tarde denominado como el “reciclaje de los petrodólares”).
El primer acuerdo entre Parsky y los sauditas estipulaba que cada barril de petróleo que venda Arabia Saudita a cualquier cliente, tendría un precio en dólares estadounidenses, y debe ser adquirido a través de esa misma moneda (es decir, el rubro se cotiza y se paga solamente en dólares). Hasta entonces, Arabia Saudita cobraba los barriles en libra esterlina hasta finales de 1974, y después empezó a cobrar exclusivamente en dólares. En este sentido, cualquier país que desea comprar petróleo de Arabia Saudita (y luego de las otras monarquías del Golfo), debe primeramente cambiar su propia moneda nacional a dólares estadounidenses, para luego adquirir el petróleo saudita. Esto generó una inmensa demanda global por la moneda estadounidense, para poder pagar por el petróleo, la “sangre” de la economía global. Poco después de este acuerdo, la República de Venezuela empezó a cotizar y cobrar en dólares, como también los demás países de la OPEP.
A cambio de la disposición saudita de mantener todas sus transacciones comerciales del crudo exclusivamente en dólares estadounidenses, los norteamericanos establecieron una relación estratégica altamente exclusiva con Arabia Saudita, la cual fue superada solamente por la relación que mantienen los norteamericanos con la Entidad Sionista. El formato oficial de los acuerdos tomó la forma de la denominada “The United States-Saudi Arabian Joint Commission on Economic Cooperation” (La Comisión Conjunta entre Estados Unidos y Arabia Saudita para la Cooperación Económica), creada en 1974.
Desde 1975, Estados Unidos y Arabia Saudita – bajo la nueva relación estratégica acordada – lograron convencer a todos los países de la OPEP que tomen el mismo camino de la monarquía wahabita, al cotizar y vender sus barriles de petróleo solamente en dólares estadounidenses, regenerando de esta manera la misma demanda global por el dólar estadounidense que existía antes de 1971. Con la ayuda de los sauditas y los demás países de la OPEP, Estados Unidos logró reconfigurar el sistema financiero internacional, incluso hasta con mejores ventajas para sus clases dominantes, que las que poseían bajo el sistema de Bretton-Woods. Era como si Estados Unidos hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial una vez más, y ahora disfrutará por segunda vez del privilegio de dictar las reglas del sistema financiero global.
Los acuerdos entre Estados Unidos y Arabia Saudita de 1974 no se limitaron a la reinserción del dólar en la economía global como moneda de reserva. Al igual, estaba el tema de financiar el déficit estadounidense. Este último punto no implica simplemente “depositar” los petrodólares sauditas y de la OPEP en la banca estadounidense, sino la compra de la propia deuda estadounidense. Cuando los petrodólares regresan a Estados Unidos después de “pasar” por las manos de los productores de la OPEP, el Federal Reserve utiliza toda esta riqueza para emitir letras o valores del Tesoro Federal (Treasury Securities, en inglés), creando de esta manera una gran liquidez en los mercados financieros (expandiendo perpetuamente la oferta de dinero del dólar), manteniendo bajas las tasas de interés y promoviendo un crecimiento no inflacionario.
Fue un sistema de beneficio mutuo, aunque mucho más para los gringos que para los sauditas: los árabes usaban sus dólares adquiridos en la venta del crudo para comprar bonos del Tesoro estadounidense, y así ayudaban a financiar los déficits presupuestarios norteamericanos, mientras que los sauditas recibían protección de sus enemigos geopolíticos, reales o ficticios (como lo fue Saddam Hussein en 1990). En este arreglo, Estados Unidos obtuvo un nuevo lugar para descargar grandes cantidades de sus deudas gubernamentales, asunto que se fue acumulando peligrosamente con las décadas, como ya sabemos en la actualidad. Como ya habíamos señalado, esto se conoció como el “reciclaje de los petrodólares”.
El acuerdo creó una constante demanda tanto por el dólar como por los bonos del Tesoro estadounidense. Esto ayudó a fortalecer la posición del dólar como principal moneda de reserva, financiación y transacción en el mundo entero. Sin duda alguna, entre la decisión de Nixon de 1971 y los acuerdos de petrodólares de 1974, se escribió una gran parte de la historia del sistema financiero internacional.
Interesantemente, los acuerdos entre Arabia Saudita y Estados Unidos fueron clasificados como secretos de Estado, por ambas partes. El componente más secreto, obviamente, fue la cantidad de Treasury Securities y de otros instrumentos financieros que fueron comprados por la monarquía saudita, a lo largo de los años. En marzo del 2016, Estados Unidos – rompiendo uno de los elementos establecidos en el acuerdo oficioso de 1974 – publicó por primera vez la cantidad de sus Securities que posee Arabia Saudita (la cantidad de la deuda estadounidense que posee la monarquía árabe): $117 mil millones, aunque muchos analistas insisten en que la cifra es mucho más grande.
Como podemos ver, acuerdos secretos para controlar el sistema financiero internacional no son tratados internacionales, ni mucho menos textos fundamentales del derecho internacional, sino simplemente decisiones tomadas en secreto para un beneficio mutuo y para ejercer el dominio sobre los pueblos, o en este caso, sobre un sistema que se impone sobre todos los pueblos del mundo. Por lo cual, no es necesaria una decisión de “no renovar” un acuerdo secreto y que nunca llegó a ser un tratado de derecho internacional, en cualquier modo o forma. Efectivamente, el “acuerdo” cesó de tomarse en serio en el propio 2016, cuando Estados Unidos expuso ciertos detalles del arreglo al público, como parte del giro anti-saudita estadounidense, desde la primera década del Siglo XXI. Poco después, Arabia Saudita igualmente rompió el acuerdo al empezar a aceptar otras monedas por su petróleo.
Es importante analizar esta supuesta “no-renovación” del acuerdo saudita/gringo, en el contexto de otras noticias recientes. Por ejemplo, en el 2022, Arabia Saudita anunció conversaciones activas con Beijing para fijar el precio de sus ventas de petróleo a China en yuanes. Estas conversaciones han sido intermitentes durante seis años, pero se fueron acelerando desde ese año. Seguidamente, el 17 de enero de 2023, el ministro de Finanzas saudita, Mohammed Al-Jadaan, anunció que el Estado saudita está abierto a vender petróleo en monedas distintas al dólar. «No hay problemas en discutir cómo arreglamos nuestros arreglos comerciales, ya sea en dólares estadounidenses, en euros o en riales sauditas».
A mediados de 2023, los sauditas comenzaron a importar niveles récord de fuelóleo (fuel oil) de Rusia, solidificando aún más las relaciones comerciales entre estos dos países del OPEP +, una figura institucional que era imposible imaginarse que se dé, solo diez años atrás. Dado que Washington ha intentado sacar a Rusia de la economía del dólar, el crecimiento comercial entre los rusos y los sauditas está impulsando aún más la necesidad de comerciar en monedas distintas al dólar. Luego, en noviembre de 2023, Arabia Saudita y Beijing firmaron un acuerdo de intercambio de divisas diseñado para “ampliar el uso de monedas locales”, es decir, monedas distintas al dólar.
El Centro Stimson – un “think tank” gringo que suele demostrar posiciones diferentes a las del “establishment” – indicó en septiembre de 2023 que los últimos movimientos (para entonces) de los saudíes para alejarse del dólar, no son meras “tácticas de negociaciones”, por parte de Al Riad. Más bien, forman parte de un esfuerzo diplomático más amplio que busca más flexibilidad para Al Riad en su política exterior y comercio internacional. Como indica textualmente el Centro Stimson, “los sauditas están demostrando que tienen otras opciones en el nuevo orden mundial multipolar”.
Muchos analistas indican que, con estas decisiones, Arabia Saudita le está “pasando factura” a Estados Unidos por sus críticas en relación al asesinato de Gamal Khashoggi, y por revivir el tema de los ataques de septiembre del 2001, esto último con el propósito de cobrarle a los sauditas más “compensaciones” para las víctimas de los ataques. En realidad, Arabia Saudita está ejerciendo sus propios “músculos” geopolíticos en un mundo en donde Al Riad no tiene que ser “satélite” de nadie, contemplando así un rol fundamental y estratégico para Arabia Saudita en un nuevo sistema internacional que solamente el gobierno estadounidense insiste en que no es irreversiblemente multipolar. Si fuera meramente por “pasar facturas”, Arabia Saudita le estaría pasando factura a Washington principalmente por el uso del esquisto y el “fracking” del petróleo como arma geopolítica contra todos los productores de petróleos del mundo, pero específicamente contra Arabia Saudita y Rusia, desde el año 2014.
Ahora bien, y aquí es importante empezar a contemplar nuestro tema de interés desde la perspectiva del análisis geopolítico e internacional, lejos del reduccionismo de los periodistas y los comentaristas tradicionales. El incuestionable distanciamiento de Al Riad del dólar estadounidense no decreta, por sí mismo, la irrelevancia de la moneda estadounidense. En vez, este distanciamiento solo es un elemento agregado en una tendencia general y estructural que se evidencia en el ámbito internacional, y que indica una irreversible diversificación monetaria e institucional del propio sistema financiero internacional, una diversificación que llevaría la moneda estadounidense a ocupar un nuevo rol como una “moneda estratégica” entre otras del sistema internacional, pero ya no la “moneda hegemónica”, lo que a su vez implica un declive – pero no de la moneda misma – sino de su rol como arma geopolítica para la dominación y el “castigo” de los adversarios. De nuevo, todas estas son tendencias, es decir, procesos de mediano y largo plazo, en los cuales nada se da de un día a otro.
Ahora bien, los expertos pro-gringos y defensores de la hegemonía estadounidense, siempre insisten – al ver las noticias bombásticas que ya decretan el fin del petrodólar – que lo importante no es la moneda en la cual se vende el petróleo, sino cómo se mantiene el ingreso de la venta misma, es decir, en qué moneda se mantienen los depósitos (reservas). Entonces, para contemplar esta afirmación, quizás sea importante indicar que, en 1960, Estados Unidos representaba el 40% del PIB global. Para el año 1980, representaba el 21.31%, para el año 2019, antes de la pandemia del Covid-19, descendió al 16%, y en la actualidad se encuentra en 15%. En el mismo sentido, el tamaño relativo del mercado de eurodólares (ya abordaremos estos en los próximos párrafos) ha disminuido desde 2008, pasando de un máximo de 87% del tamaño del sistema bancario estadounidense, a menos del 60%. Mientras tanto, la proporción de dólares estadounidenses en las reservas de los bancos centrales extranjeros ha caído, pasando del 71% hace veinte años, al 60% en la actualidad. Este es el nivel más bajo en los últimos 20 años.
Tomemos, por ejemplo, el llamado “eurodólar”. ¿Qué es el eurodólar”? No se trata del “euro”. El “Eurodollar”, como se denomina en inglés, es cualquier depósito denominado en dólares que se encuentra presente en una institución financiera fuera del control del gobierno de Estados Unidos y su Federal Reserve. Por tanto, son depósitos en dólares que no están sujetos a las mismas regulaciones que los dólares estadounidenses en poder de la banca estadounidense y bajo la jurisdicción del gobierno federal estadounidense, ni están garantizados por la protección de la FDIC (Corporación Federal de Seguro de Depósitos, los cuales tienden a obtener una tasa de rendimiento más alta).
El comercio de eurodólares es enorme. Se estima que para el 2016, los activos en eurodólares ascendían a 13 billones (millones de millones) de dólares. A modo de contexto, podemos considerar que todos los activos de los bancos estadounidenses suman alrededor de 22 billones de dólares. Básicamente, la banca extraterritorial en dólares representaba para entonces aproximadamente la mitad del total de la de Estados Unidos. La economía del eurodólar es muy grande, y es esta la base fundamental del poder económico y la proyección de poder de Estados Unidos. Una parte de los eurodólares, efectivamente, son petrodólares, por lo cual una “rearticulación” del sistema de petrodólares tendrá marcadas consecuencias para el volumen global de los eurodólares. No obstante, la presencia hegemónica del dólar seguirá marcando el sistema financiero internacional, a pesar de las perturbaciones en el sistema de petrodólares. Lo que sí es imposible de negar, es la fuerte y marcada tendencia internacional de alejarse de esta impuesta realidad, y que entre los actores que se alejan de este sistema, está la misma potencia económica global que ayudó a crearlo, en primer lugar: el Reino de Arabia Saudita.
Según la encuesta sobre Reservas de Oro de los Bancos Centrales (CBGR) de 2024, que se realizó entre el 19 de febrero y el 30 de abril de 2024 y con un total de 70 respuestas, el 29% de los bancos centrales encuestados tienen la intención de aumentar sus reservas de oro en los próximos doce meses, el más alto nivel observado desde el inicio de esta encuesta, en el año 2018. En este sentido, más de 13% de las economías avanzadas planean aumentar sus tenencias de oro el próximo año, frente al 8% del año pasado y el nivel más alto desde que comenzó la encuesta. Esta nueva tendencia entre los países “avanzados” sigue la tendencia de los países emergentes, quienes han sido los principales compradores de oro desde la crisis financiera mundial de 2008 (despues de China). Una proporción cada vez mayor de economías avanzadas (56%, frente al 46% del año pasado) cree que la participación del dólar en las reservas globales caerá en los próximos 5 años. Entre los bancos centrales de los mercados emergentes, el 64% de estos comparten esta opinión. Ahí es donde más podemos visualizar con bastante claridad, el lento pero seguro proceso de desdolarización en el sistema internacional.
El incremento de la demanda de oro, que se produce a pesar de un fuerte aumento en el precio del metal amarillo en el 2024, pone de relieve cómo las asignaciones al dólar han ido disminuyendo a medida que los bancos centrales han tratado de diversificar sus tenencias a través de monedas y activos alternativos, especialmente después de que Estados Unidos empezó a emplear su moneda como un arma geopolítica, a través del uso indiscriminado de las mal llamadas “sanciones”. De acuerdo con el World Gold Council (Consejo Mundial del Oro), la participación del dólar en las reservas mundiales de divisas se ha desplomado, pasando de ser más del 70% en el año 2000, a alrededor del 55% en el 2023. Interesantemente, de acuerdo con el mismo Consejo Mundial, el precio del oro subió en más de 42%, desde el inicio del genocidio sionista en Gaza, indicando el temor de los bancos centrales y los especuladores de monedas internacionales por las consecuencias para la moneda estadounidense de una derrota del aliado principal de Estados Unidos en el Medio Oriente, y el hecho de que Estados Unidos ha sido exitosamente desafiado, a través de lo que Hamas, El Yihad el Islami, Hezbolá y los Hutíes le están haciendo a la Entidad Sionista.
El hecho es que China está comprando enormes cantidades de oro. Rusia también está comprando oro y gran parte del mundo está ahora en el proceso de volver informalmente al estándar de intercambio de oro. Esto implica que el oro regresa paulatinamente a ser utilizado para resolver los desequilibrios de los pagos internacionales, aunque no sea utilizado para la creación de monedas nacionales, como lo fue en Estados Unidos, antes de 1971. Cada vez más, los países del mundo fuera del ámbito occidental se dan cuenta de que existe una gran ventaja en el uso del estándar de intercambio de oro, ya que existe una cantidad limitada y determinada del metal en todos los bancos centrales del mundo. Así, cualquier país que libere una guerra, va a tener un déficit tan grande en la balanza de pagos, que perdería sus reservas de oro. Por lo tanto, y como nos indica el estadounidense Michael Hudson, revivir el papel del oro puede evitar que cualquier país, incluido Estados Unidos, vaya a la guerra y sufra un déficit militar.
Como sitodo esto no fuera suficiente, como métrica para medir el grado de debilitamiento de Estados Unidos, tenemos los avances que se materializan en el ámbito de los BRICS + y otras organizaciones no-occidentales. Unos son eventos importantes, y otros, aunque no sean tan significativos, son bastante simbólicos. Pero todos indican que Arabia Saudita se está estableciendo como un verdadero polo en un sistema internacional multipolar. Tenemos, por ejemplo, los acuerdos sauditas con la República Popular China, y el rol de la potencia asiática en reducir las tensiones entre Teherán y Al Riad, como también la presencia de Arabia Saudita en la reunión de cancilleres de los BRICS + en junio de 2024, celebrada en Rusia, adonde los sauditas sostuvieron bilaterales con países como Venezuela, otro gobierno de tantos en el mundo odiado por las elites estadounidense.
Pero también existen actos simbólicos de menor grado de impacto mediático, pero con la misma relevancia geopolítica para nuestro tema de interés. Tenemos, por ejemplo, el entierro del difunto Presidente iraní, Ibrahim Raisi (23 de mayo de 2024). Para este evento, llegaron representantes de más de 68 países para ofrecer sus condolencias al gobierno iraní, demostrando el peso geopolítico de uno de los grandes rivales de Estados Unidos. Entre los presentes, se encontraba el Canciller de Arabia Saudita, y no fue solo, sino con una comitiva de 10 personas, dudosamente para solo expresar sus condolencias por el fallecimiento del Presidente, sino para sostener conversaciones políticas, lejos de las expectativas que suelen generar las cumbres oficiales. Estos encuentros diplomáticos de bajo nivel suelen ser mucho más productivos que las cumbres oficiales, en varios círculos de la diplomacia internacional.
Otro ejemplo, bastante interesante, es el de la cumbre de los G-7 en Italia (del 13 al 15 de junio de 2024). Después de recibir una invitación por parte del gobierno italiano a la cumbre del G-7 por primera vez en la historia de estas cumbres, el gobierno saudí rechazó la invitación, afirmando que el príncipe heredero Mohammad bin Salman tenía que supervisar personalmente las actividades de peregrinación en La Meca (del 8 al 12 de junio de 2024). Pocos días antes (10 a 11 de junio de 2024), el Príncipe Heredero estaba seguro de enviar a su ministro de Asuntos Exteriores a Nizhny Novgorod, Rusia, para la cumbre de los cancilleres de los BRICS +. Interesantemente, el personal de alto nivel en Al Riad puede hacer tiempo para los BRICS + – en pleno peregrinaje – pero no para la reunión del G-7. Hace solamente cinco años, esto sería imposible de contemplar.
La decisión de Arabia Saudita de alejarse del sistema de petrodólares y diversificar las monedas utilizadas para vender su petróleo, se alinea perfectamente con una estrategia más amplia para ir más allá de sus relaciones con Estados Unidos y Europa. Los sauditas indican que pronto se incorporarán completamente al BRICS +, y se han asociado con China y otros países en el proyecto “mBridge” para explorar el uso de sus respectivas monedas digitales de bancos centrales (CBDC) para pagos transfronterizos, otra gran señal que se alejan no solamente de la moneda estadounidense, sino del propio sistema financiero internacional, este último transformado en un arma de guerra, por parte de Estados Unidos.
Ahora bien, la plataforma “mBridge” (también conocido como Puente Múltiple de Monedas Digitales de Bancos Centrales) es una plataforma desarrollada para admitir pagos transfronterizos, de igual a igual (peer-to-peer), en tiempo real y transacciones de divisas utilizando CBDC. Basada en una cadena de bloques llamada mBridge Ledger, la plataforma está diseñada para garantizar el cumplimiento de políticas y requisitos legales, regulaciones y necesidades de gobernanza específicos de cada jurisdicción. El proyecto mBridge es el resultado de una amplia colaboración que comenzó en 2021 entre el “BIS Innovation Hub” (empresa que desarrolla tecnologías para los bancos centrales), el Banco de Tailandia, el Banco Central de los Emiratos Árabes Unidos, el Instituto de Moneda Digital del Banco Popular de China y la Autoridad Monetaria de Hong Kong. El Banco Central Saudita se unirá a mBridge como participante de pleno derecho, una noticia quizás tan impactante como la del ingreso del Reino a los BRICS +. Hasta los momentos, el sistema posee 26 miembros observadores, casi todos bancos centrales.
Cada vez más, los países utilizan sus propias monedas en transacciones comerciales y de inversiones transfronterizas. Los acuerdos necesarios para hacerlo existen enteramente fuera de la influencia política de cualquier potencia global. Entre los mecanismos para el uso de monedas propias, existe el de las líneas de “swap” (intercambio) de divisas, acordadas entre los bancos centrales participantes y la vinculación de los sistemas nacionales de pago y liquidación. Claro, se sabe y no se niega que el uso de monedas locales/nacionales para pagos transfronterizos, lamentablemente implica un costo de eficiencia que terminan pagando los participantes de estos sistemas, ya que depende de mercados locales de divisas con menos liquidez para realizar un intercambio directo de monedas, sin el uso del dólar como vehículo. No obstante, ya varios países han señalado su disposición a asumir estos costos adicionales de “eficiencia” – por los momentos, mientras se desarrollan nuevos sistemas paralelos al existente – para así poder reducir su dependencia del dólar, pero también del propio sistema financiero controlado por Estados Unidos (la banca occidental, SWIFT, etc.).
En este sentido, los recientes avances en la tecnología de pagos digitales, como la llamada “tokenización”, deberían reducir en gran medida esos costos. El proceso de “tokenización” consiste en transformar un activo en un “token”. El “token” permite representar digitalmente cualquier activo tangible o intangible (acciones o bonos, efectivo o criptomonedas, conjuntos de datos o puntos de fidelidad) en una cadena de bloques (los denominados “Blockchain”). Una vez que el activo esté representado por un token, este último puede ser transferido o intercambiado de manera rápida y rentable, o emplearlo como garantía para otras transacciones. Por tanto, la tokenización es el procedimiento de representación digital de un activo. Esta “tokenización” ayuda inmensamente a evitar pasar transacciones financieras internacionales a través de los bancos intermediarios, los cuales siempre suelen ser occidentales y siempre son los que aplican las mal llamadas “sanciones”, es decir, las medidas coercitivas unilaterales que dicta Estados Unidos y su socio minoritario (la Unión Europea).
En fin, podemos ahora regresar brevemente a la famosa “fake news” del supuesto “cese de renovación” del acuerdo de los petrodólares. Técnicamente, no hay “cese” del acuerdo porque ese acuerdo parcialmente secreto nunca requirió de renovaciones. En realidad, entre la “cachetada” de divulgar públicamente el tamaño de la deuda estadounidense en manos de Arabia Saudita y el severo golpe del fracking y cómo este último alteró la dinámica global petrolera en contra de Arabia Saudita – a la vez de permitir que las familias de las víctimas de los ataques del 2001 puedan demandar al gobierno saudita en cortes gringas para pedir compensaciones monetarias – es un milagro que Arabia Saudita dejó de creer en Washington y su “relación especial”, ahora, y no mucho antes.
Aunque la noticia misma posee ciertas exageraciones e imprecisiones que no reflejan la realidad estricta y técnica de estos acuerdos, sí refleja una realidad mucho más importante que los meros detalles de la noticia misma. La noticia pudiera verse como una versión simplificada de una innegable realidad, en la cual Arabia Saudita ya no quiere seguir operando como un simple agente “facilitador” de la hegemonía estadounidense, sino como uno entre múltiples polos que existen en el sistema internacional. Es verdad, nunca existió un acuerdo que requiere de renovaciones, pero la noticia misma carga un mensaje geopolítico profundamente importante y estratégico que señala un cambio tectónico en las “capas geológicas” del sistema internacional.
La sagacidad y astucia estratégica de Rusia y China se puede observar en la decisión de estos dos de no “vender” la idea de los “BRICS” como una bloque antagónico o hasta alternativo a Estados Unidos, sino como un foro de multipolaridad en el cual se pueden refugiar todas las potencias del mundo – todos por igual, y sin la ilusión de “equidad” entre sus miembros que ofrece la OTAN en su seno – pero no para hacer guerra fría como los anticuados bloques geopolíticos europeos y luego mundiales de los Siglos XVII a XX, sino con la especifica tarea de garantizar que el sistema financiero mundial sea solamente para las finanzas, y no para el dominio; para que el derecho internacional sea para las disputas entre iguales, y no para subyugar a los otros o para emprender campañas de “regime change”; es para que el comercio favorezca a quienes sean más competitivos, innovadores y productivos, y no como instrumento para destruir economías que ya no puedes competir contra estas. Estas últimas ideas apelan a una potencia global no-militar como Arabia Saudita, mientras que la estrangulación de Estados Unidos a Al Riad, solo aleja al país árabe de la decaída órbita disfuncional del anciano astro que hoy en día es Estados Unidos.
Arabia Saudita nunca hubiera participado en un proyecto tipo “Pacto Varsovia”, y la OTAN del momento no le llama la atención a cualquier líder cuerdo – por lo cual siempre será interés de “líderes” como Javier Milei en Argentina. Pero los BRICS + no es ni alianza para derrocar al capitalismo, ni proyecto ideológico. Es simplemente un foro que busca quitarse de encima la soga del sistema financiero internacional centrado en el dólar estadounidense y las instituciones financieras internacionales dominadas por Estados Unidos.
Lo que si hay que advertirle al lector de la geopolítica global es que debe entender que no existen “actos”, “dictados”, declaraciones o posturas que pondrán “fin” al dólar estadounidense. En realidad, a nadie le conviene un fin abrupto del dólar, ya que el vacío generaría más tragedia y problemas que los que existen en la actualidad. La idea nunca sería “acabar” con el dólar, sino otorgarle un rol proporcional a la economía de su país, para que así se ajuste al verdadero tamaño de la economía gringa en el año 2024. Tendrá su importancia, naturalmente, pero sin que sea empleado como un arma geopolítica, y en vez sería igual que otras monedas como el euro, el yuan o el yen, en vez de ser una sustitución barata de los portaviones y las flotas aéreas con armas nucleares diseñadas para el dominio y el control.
Pero lograr esto no es posible de un día a otro, ni de un año a otro. Antes, se trató de lograr a través de acciones aisladas como los “Petroeuros” de Jaques Chirac, Gerhard Schröder y Saddam Hussein, o los “derechos especiales de giro” (Special Drawing Rights: SDRs) del francés Dominique Strauss Khan, o el proyecto de Dinar de oro de Muammar el Gadafi. Todas estas iniciativas terminaron en tragedia, y todas terminaron en mano de Estados Unidos, para que no quede duda alguna. Pero en la actualidad se trata de un complejo proceso impulsado por una multiplicidad de actores internacionales. Es un largo y doloroso proceso de resistencia del Sur Global, y de una contra-resistencia por parte de Estados Unidos y sus aliados, algo que tiene que darse de manera lenta y dolorosa, para así poder persuadir a Estados Unidos que abandone sus ilusiones de unipolaridad. Por eso es que el geopolítico serio no busca “eventos” que transformarán todo – eso no puede darse en nuestra realidad actual – sino tendencias y procesos, los cuales se miden con acciones coyunturales, unas claras y contundentes, como el ingreso de Arabia Saudita a los BRICS +, otras muchas más sutiles y ocultas, como la ausencia del alto gobierno saudita en la cumbre del G7, y su presencia en la cumbre de los BRICS + y el entierro de Raisi en Teherán.
El alejamiento saudita del petrodólar magnificará todos los elementos de una tendencia que ya tiene más de una década en formación. Eso será suficiente para amenazar aún más el “estilo” de vida estadounidense, pero no suficiente para acabar con el dólar. No obstante, sí podrá reducir la capacidad de su uso como arma para acabar con las soberanías de los países del Sur Global. Debemos recordarnos que la libra esterlina no dejó de ocupar una función importante en el sistema financiero internacional después que cesó de ser la moneda de reserva global. Por eso, siempre estaremos hablando de procesos altamente complejos de política, economía, finanzas, de luchas y de genocidios, los cuales no operan en base a “cambios inmediatos”, sino acumulativos, lentos y multifacéticos.
Omar José Hassaan Fariñas* Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Colaborador de PIA Global
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