Han pasado más de dos años desde la invasión rusa y el inicio de la guerra ruso-ucraniana, que extendió a todo el país un conflicto que durante ocho años se había mantenido concentrado únicamente en la región de Donbass. Pese a los daños, el cansancio y las elevadas bajas en ambos ejércitos y la dificultad de mantener el suministro para una lucha de tan alta intensidad, no hay signos a la vista de un cambio que pueda encaminar el conflicto a la vía diplomática. La temporada de mal tiempo termina, los frentes se reactivan y la lucha aumenta tanto en la línea de contacto como en la retaguardia. Y lo hace en paralelo a la constante escalada verbal que ha marcado el avance de esta guerra en la que, poco a poco, van cruzándose fronteras que meses atrás hubieran parecido líneas rojas. Instalado en una dinámica cada vez más belicista y beligerante, los límites entre la guerra y la paz desaparecen y la aprobación de un masivo paquete de financiación militar para Ucrania, Israel y Taiwán por valor de más de 95.000 millones de dólares es, según Joe Biden, “un buen día para la paz mundial”. The New York Times califica esa legislación como “el centro de la política exterior del presidente Biden”.
Con la guerra y el rearme como principal aspecto de la política exterior de la primera potencia mundial, no puede esperarse sino una mayor escalada militar, política y mediática, que es aún más clara en el caso ucraniano. Satisfecha por los más de 60.000 millones de dólares que Estados Unidos ha aprobado esta semana, Kiev busca solucionar también los problemas que no pueden resolverse solo con más armas. Por ejemplo, la disponibilidad de más equipamiento y munición puede equilibrar la contienda en ciertos aspectos, pero no va a conseguir por sí misma que la Federación Rusa deje de contar con un enorme potencial artillero, capacidad de producir misiles y drones o una aviación muy superior a la que Ucrania vaya a obtener con el limitado número de F-16 que sus socios se disponen a entregar. De ahí que representantes ucranianos como Mijailo Podoliak insistan a diario en la necesidad de dar más pasos hacia la ruptura completa de Occidente y la Federación Rusa, con un aumento sustancial del nivel de sanciones. “Rusia es más débil que la alianza del mundo libre”, escribía ayer en su habitual lenguaje de la Guerra Fría, “y el resultado de la guerra en Ucrania ya está programado: el agresor será derrotado antes o después. Para acelerar la victoria, todo lo que necesitamos es la voluntad política de nuestros aliados: existe la necesidad de cortar los vínculos comerciales de Rusia, que aún le permiten financiar el asesinato de ucranianos”. Olvidando que el mundo libre, es decir, Estados Unidos y sus aliados, no ha conseguido que el Sur Global se sume a las sanciones contra Rusia, Podoliak ve simple la solución de hacer que Rusia no pueda luchar. En esta guerra, no solo aumenta el nivel de beligerancia, sino también el del pensamiento mágico.
En el terreno de lo real y no en el imaginario, Ucrania se enfrenta a problemas más graves que comienzan por resolver la cuestión del personal, uno de los temas en el que más ha cambiado el discurso occidental. Durante más de un año, la prensa y los representantes políticos han repetido hasta la saciedad que Rusia se disponía a realizar una nueva movilización. Sin embargo, con un mayor potencial demográfico, reclutamiento en cárceles y en el extranjero e incentivos económicos que hacen de alistarse en las fuerzas armadas una opción aceptable para grupos de población de menor poder adquisitivo, Rusia ha invertido el desequilibrio de efectivos con el que inició la guerra. Occidente, que en 2022 se mostró confiado de que Moscú no sería capaz de movilizar a los 300.000 solados que se propuso reclutar, no ha sido capaz de explicar cómo Ucrania ha perdido la superioridad numérica. Y no lo ha hecho fundamentalmente porque, en ese caso, habría tenido que admitir tres verdades incómodas: el fervor nacionalista ya no aporta los voluntarios necesarios, hombres en edad militar siguen intentando abandonar el país y las bajas de las Fuerzas Armadas de Ucrania son mucho más elevadas de lo que admite Volodymyr Zelensky.
La pérdida de población del país es el tema de un artículo publicado esta semana por The Kyiv Independent, que sin entrar en las causas, admite que es probable que la población ucraniana actual se sitúe alrededor de los 37,9 millones de personas, una enorme caída desde los 48,5 millones que determinó el último censo realizado, el de 2001, ya entonces con una fuerte bajada de población respecto al censo soviético de 1989, según el cual la Ucrania socialista contaba con 51.7 millones de habitantes. El medio no incide en la caída de población que provocó la miseria económica de la primera década de la independencia, la emigración a este y oeste, la caída de la natalidad producto de la mala situación económica, ni tampoco que Ucrania no ha conseguido nunca reponerse de la catástrofe demográfica que supuso la caída de la Unión Soviética. Tan incómodo como admitir esa realidad es ver que, incluso en la optimista estimación de población actual, se incluye a varios millones de personas que no se encuentran en territorios bajo control de Kiev y donde Ucrania no puede, por lo tanto, reclutar soldados. Es más, esos territorios son una de las fuentes de reclutamiento para Rusia, ya que es ahí donde la población es más consciente de la importancia que para su presente y futuro tiene el desarrollo de la guerra.
Las crecientes necesidades y la normalización absoluta de la cronificación de la guerra hacen que no sorprendan noticias que pudieron haberlo hecho hace meses. Es el caso del anuncio ucraniano de la eliminación de los servicios consulares para los hombres en edad militar -18 a 60 años-, por lo que esa población no podrá, por ejemplo, renovar sus pasaportes y quedará en situación irregular en los países en los que reside en el momento en el que esos documentos expiren. El objetivo de Ucrania es claro, que regresen al país para luchar por la patria, como ya quedó claro a finales del año pasado, cuando varios representantes ucranianos plantearon la posibilidad de que los países que han acogido a refugiados los envíen de vuelta.
La sugerencia causó el enfado de Alemania, que en este tiempo no parece haber cambiado de parecer. Sí lo han hecho, en cambio, otros países más radicales, dispuestos a colaborar para que las autoridades ucranianas dispongan de más población que reclutar para la batalla. Ya son dos los países que, apenas unas horas después del anuncio de Kuleba, han mostrado su disponibilidad para ayudar a Ucrania a recuperar una parte de la población masculina en edad militar que se encuentra en el extranjero. “Lituania propone limitar ciertos derechos de los ucranianos en el país para forzarles a ir a la guerra”, titulaba ayer Europa Press recogiendo la voluntad de Vilna de apoyar a Ucrania también de esta manera. “Por supuesto, nadie les va a detener y enviarles a Ucrania. Esto no va a pasar”, tendría que matizar el ministro de Defensa tras afirmar que, pese a que aún es difícil “decir qué medidas tomar, habrá que discutirlo”. Laurynas Kasciunas admitió la posibilidad de limitar derechos a la población ucraniana residente en el país como incentivo a su retorno a Ucrania. “Se les podría cortar la recepción de ayudas sociales, permisos de trabajo u otros documentos, esas son opciones que estoy escuchando de Polonia”, afirmó el ministro. “Cualquier apoyo es posible”, habría afirmado horas antes Władysław Kosiniak-Kamysz, ministro de Defensa de Polonia en referencia a la posible respuesta del Gobierno en caso de que Kiev pidiera ayuda para recuperar a los hombres que pierdan el derecho a continuar en el país al expirar sus pasaportes.
Aunque varios países habían planteado ya incentivos económicos para que la población refugiada ucraniana regresase voluntariamente a casa, la predisposición de países como Polonia o Lituania de facilitar a Ucrania la recuperación de los hombres que enviar al frente a base de formas de coacción supone una escalada más en la actual guerra proxy. Kiev ha recibido ya la promesa de que contará con las armas necesarias para seguir luchando y busca la forma de reclutar a centenares de miles de hombres más para mantener el frente. Para ello necesita a todos los hombres que pueda reclutar, ya sea voluntariamente o por la fuerza. También en eso, Ucrania depende de sus colaboradores extranjeros.
*Nahia Sanzo Ruiz de Azua, periodista, especialista en Ucrania/Donbass.
Artículo publicado originalmente en Slavyangrad.
Foto de portada: extraída de Slavyangrad.