El presidente francés Macron planteó la posibilidad de enviar tropas a Ucrania para contrarrestar a Rusia, aumentando la preocupación por la expansión del conflicto en Europa. Esta medida refleja la creciente crisis del imperialismo francés, acentuada por la rivalidad con Rusia en la antigua África colonial y la inestabilidad económica interna.
Recientemente Macron, el presidente francés, declaró «No descarto enviar tropas a Ucrania, Rusia no puede ni debe ganar». Se trata de una afirmación muy grave que, de llevarse a la práctica, provocaría la ampliación de la guerra en Europa. Por este motivo, otros países de la UE, empezando por Alemania e Italia, se han apresurado a descartar la intervención de tropas europeas en el conflicto entre Ucrania y Rusia. La declaración de Macron puede parecer contradictoria, también porque en 2022 Francia había intentado atender las razones de Rusia, argumentando que no debía humillarla si se alcanzaba un tratado de paz. ¿Cuáles son las razones del cambio de actitud de Macron y de sus recientes declaraciones? La razón principal se encuentra probablemente en la crisis del imperialismo francés. En particular, la declaración de Macron es una respuesta a la creciente presencia de Rusia en la esfera de influencia francesa en sus antiguas colonias de África Occidental y Ecuatorial.
Para comprender lo que está ocurriendo, es útil referirse a una categoría económica y política, la del imperialismo. Francia, en efecto, puede definirse, como Estados Unidos y más que los demás grandes países avanzados de Europa Occidental, como un país imperialista. Francia es un país avanzado que forma parte del centro de la economía mundial y explota a los países periféricos, en particular a los africanos, de los que extrae riquezas para su propia economía. A diferencia de los demás países de la UE, Francia es una gran potencia que, además de poder drenar riqueza mediante la explotación de África, tiene dos ventajas: posee armas nucleares y tiene un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ejerce el poder de veto.
Sin embargo, Francia es una potencia y un imperialismo en crisis. Los factores que ponen de relieve esta crisis son, además de la pérdida de posiciones en África, el fuerte conflicto social que representan los movimientos de protesta surgidos en los últimos años en Francia, como los chalecos amarillos y las huelgas masivas contra la reforma de las pensiones. Además, Francia está minada por un fuerte crecimiento del déficit y de la deuda pública. En concreto, Francia se encuentra entre los países europeos con una elevada carga de deuda que se ven presionados por el Pacto de Estabilidad. No es casualidad que recientemente se haya puesto a la cabeza de los países europeos mediterráneos, que exigen que el gasto militar se separe del cálculo del déficit y se financie con deuda europea, es decir, emitiendo bonos europeos. Por último, pero no por ello menos importante, Francia se ha caracterizado en las últimas décadas por una fuerte desindustrialización, que ha debilitado su economía.
Pero volvamos a la categoría del imperialismo. El imperialismo es una fase histórica del capitalismo y se caracteriza por cinco condiciones: la fuerte concentración de la producción y del capital, la fusión del capital bancario con el capital industrial, la gran importancia que adquiere la exportación de capitales frente a la exportación de mercancías, la aparición de asociaciones internacionales de capitalistas que se reparten el mundo y, por último, el reparto consumado del territorio entre las mayores potencias imperialistas[i]. Francia presenta estas características en grado sumo. En particular, tiene sectores económicos muy concentrados en unas pocas empresas gigantes, que figuran entre las principales multinacionales europeas, como Total, LVMH, Sanofi, Airbus, etc.
Sobre todo, la economía francesa se caracteriza por el predominio de la exportación de capitales sobre la exportación de bienes. En los últimos años, el déficit comercial ha pasado de 83.000 millones de dólares en 2019 a 200.000 millones en 2022[ii]. Así, Francia importa mucho más de lo que exporta en términos de bienes, aunque puede contar con un superávit en el intercambio de servicios que, sin embargo, no puede compensar el déficit comercial de bienes. En cambio, en lo que respecta a la importación y exportación de capitales, la situación es completamente inversa. A este respecto, hay que referirse a un indicador estadístico específico: las inversiones extranjeras directas (Ide), que representan tanto las inversiones en forma de adquisiciones de empresas extranjeras como las inversiones greenfield, es decir, en forma de fábricas construidas ex novo en el extranjero. En 2022, el stock de Ide salientes de Francia fue de 1.525 millones, es decir, el 53,53% del PIB, mientras que el stock de Ide entrantes fue de 896.700 millones, es decir, el 32,22% del PIB[iii]. La proporción de Ide saliente en el PIB de Francia es la más alta entre las grandes economías de la UE.
Así pues, Francia es un exportador neto de capitales. Por el contrario, como hemos visto, tiene un déficit considerable en lo que se refiere al intercambio de bienes. Esto significa que Francia consume mucho más de lo que produce. La cuestión es que si puede hacer esto, sólo puede hacerlo gracias a la riqueza que drena de los países periféricos, en particular de sus antiguas colonias africanas. El principal instrumento que permite esta fuga de riqueza es el franco CFA.
El franco CFA se creó en 1945 a raíz de los acuerdos de Bretton Woods con la intención de vincular financieramente a las colonias africanas con Francia. Las siglas CFA significaban Colonias Francesas de África. Tras la descolonización y la independencia de las colonias francesas, se mantuvo el franco CFA, aunque el significado de las siglas cambió a Cooperación Financiera en África. En la actualidad, el franco CFA es adoptado por 14 países africanos divididos en dos entidades económicas distintas, la Uemoa (Unión Económica y Monetaria del África Occidental) y la Cemac (Comunidad Económica y Monetaria del África Central).
¿Cuáles son las características del franco CFA y cómo ayuda a subordinar los países africanos a Francia? En primer lugar, el franco CFA, inicialmente vinculado al franco, está ahora vinculado al euro por una paridad fijada por Francia, mientras que su convertibilidad la fijan las autoridades monetarias francesas. Además, los países que adoptan el franco CFA deben depositar la mitad de sus reservas de divisas en el Tesoro francés y Francia puede intervenir en la definición de la política monetaria de la zona monetaria africana. Entre las diversas consecuencias de la vinculación del franco CFA al euro está la obligación de los países miembros del franco CFA de adoptar las normas del Pacto Europeo de Estabilidad, en particular el límite del 3% de déficit público, lo que supone un impedimento para la aplicación de aquellas políticas expansivas de gasto público que podrían favorecer el desarrollo de los países atrasados.
El franco CFA impide el cambio estructural en las economías de los países que lo adoptan. Esto significa que no permite el movimiento de recursos de sectores de baja productividad (como la agricultura) a sectores de alta productividad (como la industria), manteniendo así estáticas y atrasadas las economías de los países adherentes. Por el contrario, el franco CFA permite a Francia perseguir sus propios intereses económicos, facilitando a las empresas francesas el acceso al mercado africano y a los enormes recursos naturales de esos países. En particular, las multinacionales mineras y petroleras francesas, como Total, se benefician de tipos de cambio ventajosos.
Sin embargo, el sistema basado en el franco CFA se está desmoronando, como escribe Alessandra Colarizi: «La Françafrique, el sistema de relaciones privilegiadas tejido por París en el continente a través del franco CFA, garantizado por el Tesoro francés, la firma de acuerdos militares y la francofonía, atraviesa una crisis existencial sin precedentes. El síntoma más evidente se encuentra en el acuerdo alcanzado por los países de África Occidental el 21 de diciembre de 2019 para dotarse de una moneda propia que les permita (aparentemente en 2027) abandonar el franco CFA. La nueva moneda, el ECO, podría estar vinculada al yuan chino para evitar fluctuaciones peligrosas para los mercados. Y algunos hablan ya de un cambio de la tutela francesa a la china»[iv].
Además del franco CFA, el dominio imperialista de Francia sobre África también ha hecho uso del instrumento militar. Las tropas francesas han intervenido recurrentemente desde 2002 en Costa de Marfil, donde dieron un verdadero golpe de Estado en 2011, deteniendo al presidente Laurent Gbagbo, culpable de no estar demasiado dispuesto a ceder el control de los campos petrolíferos a Total, y sustituyéndolo por Alassane Quattara, quien, como antiguo alto ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, goza de la confianza de Francia y de otras potencias occidentales, entre ellas Italia. El Presidente Mattarella se reunió recientemente con Quattara durante el viaje que le llevó a varios países de África Occidental para tratar el refuerzo de la presencia italiana en el país africano. Además, Eni ha descubierto y explota en Baleine el mayor yacimiento de gas y petróleo de Costa de Marfil. Francia también ha intervenido militarmente desde 2013 en Mali, Burkina Faso, Chad y Níger, primero con la operación Serval y después con la operación Barkhane. Francia ha impedido que las cuestiones internas malienses se resolvieran con la única ayuda de fuerzas militares africanas, como preveía la ONU.
Evidentemente, el Estado francés no podía permitir que los países ricos en recursos minerales escaparan al control de los políticos locales vinculados a Francia y sus multinacionales. Recientemente, sin embargo, el control a nivel militar también ha ido disminuyendo. Las tropas francesas fueron expulsadas primero de Burkina Faso y Mali y después, a finales de 2023, de Níger.
El sustituto económico y militar de Francia es Rusia, como ya se ha mencionado, que está reforzando su presencia en África Occidental y Central. Putin ha acordado recientemente con la República del Congo un refuerzo de la cooperación económica y política, y ha establecido acuerdos con Mali, con quien ha firmado una asociación sobre la industria del litio, y con Níger, con quien se han estrechado lazos en materia de lucha antiterrorista, agricultura, minería y energía.
El imperialismo francés, al igual que el estadounidense, se encuentra en claras dificultades porque, gracias al respaldo ofrecido por los países del Brics, en particular China y Rusia, los países periféricos han entrado en una nueva fase histórica, la de la descolonización real. Las economías periféricas, como las africanas, se habían liberado del colonialismo europeo después de mediados del siglo XX, pero sólo formalmente, permaneciendo ligadas a los países colonizadores, como Francia. Ahora nos encontramos en un punto de inflexión, representado por la descolonización real, es decir, la liberación de la dependencia económica y militar. Sin embargo, no parece que el imperialismo occidental quiera aceptar de buen grado esta nueva situación. Togliatti, a propósito del imperialismo fascista, sostenía que el imperialismo débil o en crisis es el más peligroso, porque en un intento de afirmarse o de invertir su declive puede recurrir a la guerra. Este fue el caso de la Primera y Segunda Guerras Mundiales. En aquella época, la guerra que estalló en Europa fue un enfrentamiento por el reparto de las colonias. Incluso hoy, la guerra en Europa representa no sólo el enfrentamiento entre los dos países, Rusia y Ucrania, sino también el terreno en el que el imperialismo occidental intenta frenar su declive y mantener su dominio sobre las zonas periféricas y dependientes de la economía mundial.
Notas
[i] Lenin, El imperialismo, fase suprema del capitalismo, en «Opere Scelte», Editori Riuniti, Roma 1965, pp. 638-639. [ii] Unctad, base de datos, Mercancías: balanza comercial, anual. [iii] OCDE, datos, Stock de IED. [iv] Alessandra Colarizi, África roja. El modelo chino y el continente del futuro, L’Asino d’oro edizioni, Roma 2022, p. 81.*Domenico Moro, sociólogo y economista
Artículo publicado originalmente en giuliochinappi.wordpress.com
Foto de portada: extraída de giuliochinappi.wordpress.com