La salida de Malí, Burkina Faso y Níger le asestó un duro golpe al proyecto de integración regional y un rechazo a los esfuerzos de Emmanuel Macron por interferir en las antiguas colonias de Francia. Esta es quizás una de las razones de mayor peso para delinear un análisis, si se quiere geopolítico, sobre la decisión de estos tres países, tomada de forma conjunta y que incluso, con la formación de la Alianza de los Estrados del Sahel, han subido la apuesta anticolonial.
Hoy la realidad indica que la unidad que plantea la CEDEAO es más que imposible, sobre todo teniendo en cuenta que aún se la plantea según los términos de las antiguas metrópolis.
Durante casi medio siglo, la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) ha prometido unir a quince países de la región. Ocho de estos países son antiguas colonias francesas lo que le da un peso específico al bloque, más allá de que también, la CEDEAO, esté integrada por importantes países de habla inglesa como Nigeria y Ghana, así como Cabo Verde y Guinea-Bissau, antiguas colonias portuguesas.
Malí, Burkina Faso y Níger, a partir de lo que los medios de comunicación occidentales siguen tildando como “golpes de Estado” (a la usanza occidental) y que en este caso más allá de que estos gobiernos sí hayan llegado al poder derrocando a quienes fueron elegidos de forma “democrática” (también en términos occidentales), han demostrado a través de las medidas que fueron tomando de manera individual y otras de manera conjunta que se proyectan como bloque que busca de liberarse del “neocolonialismo” y de las estructuras económicas impuestas por la antigua potencia imperial Francia.
Una muestra de esto que señalamos se vio a partir del cambio de gobierno en Níger, cuando otros estados de la CEDEAO amenazaron con invadir Níger y derrocar al gobierno militar. Ante esto, los tres estados formaron un pacto de seguridad llamado Alianza de los Estados del Sahel, un acuerdo o pacto de defensa mutua, pero también un marco para la integración económica y monetaria con un profundo sentimiento anti francés. En el caso de Níger, y a partir de los últimos acontecimientos, lo podemos tildar, incluso, de antiimperialista.
Las sanciones económicas impuestas y la falta de apoyo en la lucha contra el terrorismo terminaron influyendo a estos países para tomar la decisión conjunta de abandonar el bloque. Pero también debemos señalar que otros actores influyen en esta decisión, por ejemplo las influencias de la Federación Rusa o China también han inclinado la balanza ya que estos países no solo garantizan colaboración en áreas sensibles como seguridad, salud y provisión de alimentos, sino que además no influyen en la política doméstica. Es justamente la cara contraria al neocolonialismo propuesto por la Francia de Macron.
2020 el año del quiebre anticolonial
Si hacemos un recorrido por la historia reciente en la región y que ha derivado en esta realidad que nos permite hacer este análisis, podemos señalar que el año 2020 fue el año donde comenzaron los cambios, ya que desde allí, se han producido seis “golpes militares” en África Occidental: dos en Mali y Burkina Faso, uno en Guinea y uno en Níger. El de Níger, fue el más reciente y si se quiere fue el disparador de los acontecimientos que nos abocan en este artículo. La particularidad de Níger, también nos permite hacer un señalamiento, no menor para el análisis, ya que el derrocado fue Mohamed Bazoum, presidente “elegido democráticamente”, según lo señalado por los medios occidentales, lo que estos mismos medios omiten decir es que Bazoum sólo fue nombrado tras un proceso electoral poco creíble y fraudulento, también olvidan mencionar los lazos “fraternales” del presidente con Francia, a través de negociados estatales y personales.
Siguiendo con las causas que influyeron para el derrocamiento de Bazoum, podemos decir que, el presidente nigerino se había asociado con la Unión Europea en la implementación de sus draconianas políticas migratorias. Durante su reinado, según el propio Departamento de Estado de Estados Unidos, se produjeron una continuación de “asesinatos ilegales o arbitrarios, incluidos asesinatos extrajudiciales cometidos por el gobierno o en nombre de él” y “condiciones carcelarias duras y potencialmente mortales”. No obstante, durante su visita a Níger en marzo pasado, Antony Blinken describió el país como un “modelo de democracia”.
Bazoum también fue un celoso aliado francés y de todas las políticas emanadas desde la antigua metrópoli para con el continente africano. De hecho respaldó públicamente el golpe militar de 2021 en Chad. En una conferencia de prensa, conjunta con Macron, dijo que el contexto de seguridad justificaba la suspensión y la violación de la constitución chadiana. Añadiendo además que la razón dictaba, por aquel entonces, “arriesgarse” a trabajar con los militares chadianos.
La devolución de favores franceses no tardó en llegar. Macron, a partir del golpe, criticó a los servicios de inteligencia nigerinos calificándolo de “un golpe de más”. Francia inmediatamente trabajó en el frente diplomático para lograr que la CEDEAO lanzara una operación militar para reinstaurar a Bazoum. Senegal, Benin y Costa de Marfil estaban dispuestos a enviar tropas. El presidente nigeriano Bola Tinubu, que también ocupaba el cargo rotatorio de presidente de la CEDEAO, incluso ofreció a su ejército para encabezar la incursión.
Cuando la CEDEAO anunció su intención de “restaurar la democracia” en Níger por la fuerza de las armas, los regímenes militares de Malí, Burkina Faso y Guinea declararon que cualquier ataque a Níger sería un ataque contra ellos.
Al final la intervención no se produjo. Los pueblos africanos se manifestaron masivamente en las calles en contra de la medida. Nigeria, la principal potencia regional, no obtuvo luz verde de su parlamento.
Estados Unidos prefirió negociar con las nuevas autoridades nigerinas, dejando a Macron aislado. Hoy quizás se estén arrepintiendo de esto ya que la el gobierno nigerino acaba de expulsar y cerrar las bases norteamericanas de su territorio.
Francia y su influencia en la CEDEAO
Francia siempre intentó sabotear la CEDEAO desde mediados de los años 1970 mediante la creación de organizaciones regionales rivales. Su influencia en la CEDEAO se puede ver en la naturaleza de las sanciones financieras impuestas a Malí en 2022 y a Níger desde el golpe de estado de 2023. Ningún país extranjero podría ordenar al banco central de un emisor de moneda soberano que impida al gobierno acceder a sus cuentas bancarias y al sistema financiero interno. Pero esto es posible si se utiliza el franco CFA, es decir, si se pertenece a una unión monetaria nominalmente “dirigida por africanos” cuyo banco central está de hecho bajo la tutela legal del tesoro francés. Escudándose en la CEDEAO, Francia pudo imponer este tipo de sanciones a Mali y Níger. Aunque no tenga bases militares en estos países la dura mano del colonialismo también se puede ejercer desde lo económico y financiero.
Aquí debemos mencionar que, muy por el contrario o al menos lo esperado por Francia, estas medidas y sanciones, destinadas a colapsar la economía de estos países, solo han fortalecido a Malí y a su pueblo. Los países de la AES ahora se dan cuenta de que no tienen nada que perder si salen de una comunidad bajo dirección imperialista. A pesar de preocupaciones legítimas sobre sus relaciones futuras con sus vecinos, sectores importantes de la población de estos países expresaron un sentimiento de liberación. El sentimiento anti francés se puede palpar en las calles de estos países.
La CEDEAO comenzó como una comunidad económica. Pero a medida que pasó el tiempo, amplió su mandato para incluir cuestiones de defensa y seguridad, así como “democracia y buen gobierno”.
Ahí está el problema. Como comunidad económica, en particular una unión aduanera regional, la CEDEAO ha quedado algo obsoleta por la implementación de la zona de libre comercio continental africana (AfCFTA). Los países de África occidental ya no necesitan necesariamente a la CEDEAO para el libre movimiento de personas y bienes a través de las fronteras. Como bloque, la CEDEAO mostró poca unidad al negociar Acuerdos de Asociación Económica (AAE) con la Unión Europea. Si bien Nigeria se opuso con razón a la firma de estos acuerdos de “libre comercio”, países como Ghana y Costa de Marfil prefirieron firmar acuerdos provisionales con la UE, lo que socavó el impulso de la integración comercial regional y continental. Esta falta de voluntad común y de unidad también se hace evidente en los repetidos aplazamientos del proyecto de introducción de una moneda única para los quince Estados miembros. El Franco CFA aún tiene un peso específico muy importante para muchos de los países del bloque.
La idea de una moneda única para la CEDEAO se remonta a 1983. Su lanzamiento se ha pospuesto varias veces: 2015, luego 2020 y luego 2027. Se podrían señalar algunos motivos por los que aún no se ha logrado implementar, en principio su metodología es inapropiada ya que tras el lanzamiento del euro en 1999, la CEDEAO “importó” los criterios de “convergencia nominal” de Maastricht (relacionados con los déficits y deudas públicas, la tasa de inflación, etc.). Estos criterios deben cumplirse para ser miembro de la futura zona monetaria de la CEDEAO. Pero desde hace algunos años los países no logran cumplirlos, por diversas razones. A esto hay que añadir el llamado enfoque “gradualista”: los países que cumplan los criterios tomarán la iniciativa y luego se les unirán los demás. Un enfoque que no tiene sentido: por ejemplo, ¿cómo pueden uno o dos países pequeños ser las locomotoras de la integración monetaria regional?
Otro tema que resulta relevante en la no implementación de una política monetaria conjunta para el bloque CEDEA es en relación a la política. Los ocho países que utilizan el Franco CFA han preferido hasta ahora permanecer bajo la tutela del Tesoro francés, mientras que Nigeria no parece muy interesada en ejercer un liderazgo monetario regional. Esto le ha dado a Macron la oportunidad de intentar torpedear el proyecto de integración monetaria de la CEDEAO. Habrá que analizar el futuro de esta moneda en común a partir también de la posibilidad, que ya expreso la tríada del AES de emitir una moneda conjunta.
Por otro lado, en este “sueño” de una moneda común para la CEDEAO deberíamos tener en cuenta un tema que, como hemos dejado en claro a lo largo de este artículo es divisor, nos referimos a las sanciones, a menudo ilegales, de la CEDEAO que difícilmente crean un impulso político para la unificación monetaria entre quince países. ¿Quién quiere ser parte de una unión monetaria no democrática donde los países más poderosos puedan hacer lo que quieran?
Gobiernos militares vs. Golpes de Estado
África se ha caracterizado por su larga historia en relación a los golpes de Estado y a los horrores cometidos por estos regímenes militares, especialmente durante la Guerra Fría, pero en este punto deberíamos hacer una serie de advertencias al lector, sobre todo a quien lea esto con ojos occidentales, ya que es común escuchar (leer) a muchos analistas que especulan sobre un “regreso” de los golpes de estado en África. Generalmente explican esta situación en términos de ausencia de “buena gobernanza”, pobreza y cualquier otro supuesto factor que pueda parecer plausible. Nosotros, desde PIA Global, no compartimos este enfoque, por simplista, reduccionista y por estar muy alejado de la realidad africana.
Entonces podemos decir que no hay tal “regreso” de los golpes. Sí que existe un problema de “golpe de Estado” en el África francófona que viene de larga data. Las explicaciones en términos de “mala gobernanza”, pobreza, desplazamientos internos, etc., carecen de especificidad. Estas características se pueden encontrar en muchos países de África donde el derrocamiento del gobierno es cosa del pasado (lo que no implica que sean “democráticos”). Nueve golpes de Estado se han producido en África desde 2020: ocho en países francófonos y/o en un contexto geopolítico militarizado por Occidente.
Una de las “especificidades” de los golpes militares en el África francófona es que, desde una perspectiva histórica, han sido el único medio para deshacerse de facetas del imperialismo francés. Esto no quiere decir que los golpes militares sean inherentemente progresistas. La mayoría de ellos han sido reaccionarios y han trabajado para consolidar aún más el orden neocolonial. Pero, dado el control francés sobre la “elección” de los líderes africanos y su éxito a largo plazo en aplastar a la izquierda civil, los pocos líderes que tenían un proyecto para romper con el neocolonialismo francés procedían del ejército. Podríamos pensar, por ejemplo, en líderes carismáticos como Thomas Sankara en Burkina Faso. El pueblo burkinés hoy ve en el Capitán Ibrahim Traoré, al frente del gobierno, muchos aspectos nacionalistas que también estaban en Sankara. Occidente también lo ve.
El período reciente en el África francófona está marcado por el “regreso” de prácticas de la era del gobierno de partido único. Los gobernantes en el poder se permiten cada vez más amañar elecciones eligiendo a sus propios oponentes, manipulando normas y leyes constitucionales, presionando al poder judicial y desplegando un nivel de violencia sin precedentes contra sus propias poblaciones; todo esto con la complicidad de la “comunidad internacional”, que equipara “democracia” con servidumbre neocolonial y la implementación de la agenda neoliberal.
Las circunstancias que llevaron a los recientes golpes de estado son diferentes de un país a otro. También lo es su “perfil” político. Mientras que algunos golpes permiten al neocolonialismo francés reorganizarse e impedir un cambio de régimen indeseable (como en Gabón y Chad), los golpes incruentos en Mali, Burkina Faso y Níger se oponen claramente a la llamada Françafrique.
En Níger específicamente, que inicialmente fue un golpe palaciego, pero rápidamente tomó un giro antiimperialista ante el amplio apoyo popular impulsado por la inmediatez y dureza de las sanciones impuestas por la CEDEAO y la “comunidad internacional”. Los golpistas de Níger ciertamente no podrían haber imaginado la enorme popularidad de su golpe. Esto es muy revelador de la desconexión que suele existir entre la clase política y la gente corriente sedienta de un cambio radical. En un contexto de tensiones diplomáticas, las tropas francesas fueron expulsadas de estos tres países. Por el contrario, en Gabón y Chad, dos bastiones de la influencia francesa, los golpistas contaron con el respaldo de París y la “comunidad internacional”. En su caso, no hubo sanciones económicas o financieras reales. Las tropas francesas están presentes y los intereses económicos franceses no están amenazados.
Malí, Níger y Burkina Faso son países empobrecidos y sin litoral con una gran superficie. El servicio de la deuda no es tan alto como en otros países africanos. Pero las transferencias de ganancias y dividendos son sustanciales, una realidad que suele ir acompañada del robo y transferencia de recursos al exterior. Parece inevitable una estrategia económica más “egocéntrica” en un marco de integración económica, que ayudaría a aliviar sus balanzas de pagos de los altos costos de transporte. Ante los desafíos climáticos y de seguridad, las transferencias de recursos serán esenciales además de los esfuerzos internos.
Rusia, la AES y el aniimperialismo
Ante la declinación de occidente y sus fuerzas en torno a la influencia que tienen sobre algunos países africanos y el resurgir (o surgir) de nuevos actores, la pregunta es, ¿Qué tienen de nuevo para ofrecer estos nuevos actores? ¿Son la Federación Rusa o China la llave que destrabe los conflictos en África?
Las respuestas a estos interrogantes están en pleno desarrollo, por lo pronto podemos señalar que en temas de seguridad, un problema que aqueja de forma común a los países del AES, en su lucha contra el terrorismo, la prestación de servicios de seguridad ha sido la ventaja comparativa de Rusia en África, particularmente en su parte francófona. La influencia rusa en el continente suele destacarse en Occidente. Pero la narrativa dominante occidental generalmente omite decir que Rusia, incluido el Grupo Wagner, ha ayudado y está ayudando a países como la República Centroafricana y Malí a restablecer su unidad territorial, donde Francia (incluidos los grupos de seguridad privados franceses) ha fracasado. En Malí, Francia está presente desde 2013. Sus resultados en el frente de la lucha contra el yihadismo han sido más que desiguales. La población ha ido percibiendo gradualmente a las tropas francesas como fuerzas de ocupación.
Antes de la llegada de los militares al poder, el gobierno “democráticamente elegido” de Malí rara vez podía desplegar sus tropas en su propio espacio aéreo, por falta de autorización de Francia. Tras la salida de las tropas francesas y de la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Mali), el régimen militar logró retomar Kidal, localidad que Francia había dejado en manos de grupos separatistas. Incluso si persisten los desafíos de seguridad, todos estos países, gracias a la cooperación militar con países del Sur Global y Rusia, están mejor equipados y sus ejércitos mejor entrenados. Como señala el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, ante las reticencias de Francia y Estados Unidos a vender armas a Mali, Rusia se ha convertido en su principal proveedor.
Occidente puede estar en desacuerdo con Rusia, la guerra en Ucrania así lo demuestra. Las sanciones impuestas por la comunidad internacional que está afrontando el gobierno de Vladimir Putin lo confirman y ponen de manifiesto la intencionalidad occidental de eliminar a la Federación Rusa y sus influencias. Pero, más allá de esto no podrían, también, condenar a los países africanos, a los que han decepcionado, por buscar socios que les ayuden a afrontar los problemas de seguridad que las propias intervenciones militares occidentales han contribuido a crear.
Es por estas situaciones aquí enumeradas y por muchas más a las que también podríamos delinear en otro artículo, que sostenemos que la CEDEAO, está cada día más lejos de ser ese bloque que aglutine los sueños de la antigua colonia, hoy los del neocolonialismo financiero y económico, que no escatima esfuerzos ni disimula su influencia en los gobiernos “democráticos” del bloque, como así tampoco en el combate a todos aquellos gobiernos que deciden romper el corral y salir del yugo colonial francés.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.