África Subsahariana Análisis del equipo de PIA Global

Senegal va a las urnas, pero ¿hay algo para elegir?

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
Senegal se prepara para votar este domingo 24 de marzo para las elecciones presidenciales en un clima de fuerte incertidumbre y temor a más violencia, luego de la crisis política que el mes pasado provocó el aplazamiento de la votación, inicialmente prevista para el 25 de febrero.

África en general, más allá de que casi el total del conjunto de países que la componen ya festejan más de seis o siete décadas de independencia, muchos países aún siguen ligados a un sistema de colonización que los mantiene sumergidos en la pobreza a muchos, a otros en escenarios de violencia y guerra permanentes, y a otros les ha mostrado la posibilidad de vivir en Estados “democráticos”. Claro que esos Estados “democráticos” están profundamente influenciados por los modelos occidentales que poco tienen que ver con las realidades africanas.

Cuando hablamos de independencia africana, también es necesario decir que se trata de una independencia del orden del  neocolonialismo,  sostenida por acuerdos de dependencia. Acuerdos de cooperación que a veces es económica o monetaria, otras serán militar y en otros casos será sociocultural. Bien lo definió en su momento el líder y presidente ghanés Kwame Nkrumah, quién se refería a “Estados semiindependientes” o “aparentemente independientes”.

Otra verdad que debemos poner en contexto es que a pesar de los procesos de independencia de la mayoría de los Estados africanos, el continente sigue siendo parte fundamental del tablero de disputa colonial entre viejos y nuevos imperios. Un buen ejemplo de esta situación es Senegal. Este país del África Occidental, es vendido por los medios de comunicación, como uno de los más estables políticamente. Nada dicen estos medios de que Senegal parece estar entregado a los capitales extranjeros y que las decisiones se siguen tomando de forma consultiva con la antigua metrópoli.

Las inversiones extranjeras en el país, que nunca son gratuitas, marcan la realidad de los senegaleses. Sin ir muy lejos, el mismo aeropuerto internacional de Blaise Diagne, primer diputado negro africano en la Asamblea Nacional francesa, fue iniciado con capital saudí, construido por empresas turcas y hasta alberga en su interior un restaurante kebab. Las autopistas que rodean Dakar, la capital de Senegal es gestionada por una empresa vial francesa, las líneas férreas de alta velocidad que se están construyendo, también es con proyecto de los grupos franceses Engie y Thales. Supermercados, estadios, y empresas de salud también funcionan gracias a capitales extranjeros, que no hace falta ser analista político para deducir que las ganancias obtenidas descansan cómodamente en bancos occidentales.

Para encontrar el punto de inflexión en la venta de Senegal al capital extranjero, nos deberíamos remontar a principios de los años 90 del siglo pasado. Senegal, como otros países africanos, (y de otros puntos del globo) no pudo escapar a la trampa de la deuda con el FMI, que por supuesto occidente lo vende como “ayuda”. Esta “ayuda” del FMI, llega como contra partida a la adopción de severos planes de ajuste, con las clásicas medidas de privatización, liberalización, apertura de mercados y eliminación de aranceles. Los planes de ajuste no solo pusieron en venta los recursos naturales del país, sino que generaron una fuerte crisis en el sector agropecuario que se vio incapaz de competir con los productos europeos que inundaron Senegal. El resultado no solo fue un importante superávit de la balanza comercial a favor de la UE sino también el cierre de gran parte del andamiaje productor interno, sentando las bases de una profunda fractura social mediante el aumento del paro y la pobreza, junto al incremento de la dependencia alimentaria.

El impacto de las multinacionales sobre el modo de vida, trabajo, territorio y la soberanía alimentaria de los senegaleses ha transformado no solo el país, sino que ha abocado a miles de personas a desplazamientos en primer lugar internos, del campo a la ciudad fundamentalmente y posteriormente externos. Un auténtico éxodo como efecto boomerang de las políticas neocoloniales en África.  

En lo político, desde 1960 con la proclamación de su independencia, Senegal ha experimentado tres transiciones políticas pacíficas, es uno de los pocos países que nunca ha sufrido un golpe de Estado y en su historial no figuran guerras civiles ni gobiernos militares.

Senegal es una república que ha adoptado el régimen  presidencialista como forma de gobierno, donde el presidente, actualmente es elegido cada cinco años desde 2001. Antes de este periodo actual el presidente se elegía cada siete años mediante el por voto adulto. El actual presidente, Macky Sall, fue elegido en marzo de 2012. Lo que se traduce en una muy baja alternancia en el poder.

De esta estabilidad precisamente ha intentado aprovecharse el presidente Sall desde que subió al poder en 2012. La inversión extranjera directa se ha duplicado en los últimos 20 años, así como la procedencia de sus inversores. Junto a ello en 2021 el país experimentó un crecimiento económico del 6,5% anual, uno de los más avanzados de la región.

El presidente de Senegal, Macky Sall, durante una rueda de prensa.
 TOBIAS SCHWARZ / AFP

Elecciones vs. Democracia

En África, normalmente, cuando se accede al poder, se conserva. Se revisa la constitución para permanecer durante más mandatos de lo previsto; se deforma su interpretación con la ayuda de juristas amigos del poder de turno o de consejeros constitucionales a la orden. Se enfeuda a los contrapoderes. O se persigue y anula a los opositores. De la democracia, solo se retienen las formas institucionales y se apresuran a evacuar el sentido y la esencia. Se compran, cuando se puede, ciertos órganos de prensa para acallar la libre expresión; se obstaculiza el derecho de los ciudadanos a la manifestación que está, no obstante, garantizado por la constitución; se restringe el espacio público y las libertades individuales y se intimida a las voces disonantes.

Tras las elecciones formales, como decíamos cada cinco años y que son examinadas por observadores nacionales y sobre todo internacionales, se busca el visto bueno de la comunidad internacional sobre la validez y la transparencia del proceso y así convalidar el lo que viene, así sea saqueo y entrega a precio vil de los recursos del país. Por esta razón, una vez que se tiene el poder como un cheque en blanco en el bolsillo, se vuelve a hacer padecer hambre a la población, a mantener a sus simpatizantes políticos, a disfrutar del poder y sus desmesuras, a traicionar el contrato social del bienestar compartido, igualdad de oportunidades y justicia social en nombre del que ha sido elegido. Salvo algunas excepciones, solo se cae en el juego de la competición electoral cuando se ha garantizado la maquinaria electoral o que los adversarios más serios han sido eliminados del juego. El adagio es conocido: cuando se tiene el poder, no se organizan elecciones para perderlas, a menos que se haya asegurado una sucesión que absuelva de la rendición de cuentas necesaria de la acción pública cuando se vuelva a ser un ciudadano normal.

Un partidario del líder de la oposición senegalés encarcelado Ousmane Sonko reacciona durante una caravana de campaña electoral para apoyar al candidato Bassirou Diomaye Faye, a quien Sonko eligió para reemplazarlo en la carrera, en las afueras de Dakar, Senegal [Archivo: Zohra Bensemra/Reuters]

Senegal: candidatos prohibidos y una elección que no fue

El presidente Macky Sall, a horas de que comience una campaña electoral de cara a las elecciones que la Constitución y el Consejo Electoral senegalés habían dispuesto para el 25 de febrero, dirigió a la nación para anunciar la derogación del decreto de convocatoria de los comicios programados. En ese momento Sall, en el comunicado, no especificó ninguna fecha tentativa para la realización de las elecciones. El justificativo que esgrimió el presidente fue el de un “conflicto abierto” entre la Asamblea Nacional y el Consejo Constitucional como razón para el aplazamiento. Previamente, el Partido Democrático Senegalés había solicitado la formación de una comisión parlamentaria de investigación sobre el proceso electoral y había acusado de corrupción a dos miembros del Consejo Constitucional.

Uno de los problemas que también originaron el aplazamiento del proceso electoral fue la publicación definitiva de los 20 candidatos habilitados para los comicios por parte del Consejo Constitucional. Este organismo rechazó la participación de más de cuarenta candidatos, entre ellos algunos de gran peso político como Karim Wade, líder del PDS, u Ousmane Sonko, líder de PASTEF, “Patriotas de Senegal por la Ética, el Trabajo y la Fraternidad”, encarcelado desde el año pasado.

En el caso de Wade, nacido en París, la Constitución senegalesa no permite presentarse a las elecciones a aquellos candidatos con doble nacionalidad. Sin embargo, días antes, el recién nombrado primer ministro francés, Gabriel Attal, aprobaba por decreto su renuncia a la nacionalidad francesa, lo que llevó a pensar por un amplio sector del arco político senegalés que Francia estaba  interfiriendo (indirectamente)  en las elecciones presidenciales.

El papel de Wade resulta crucial para entender cómo se ha llegado a la situación actual. Hijo del expresidente  Abdoulaye Wade, fue ministro durante el gobierno de su padre y muchos lo consideraban como su sucesor. En 2012, su padre pierde las elecciones ante Macky Sall, quien había sido su primer ministro durante tres años. Poco después es encarcelado por diversos casos de corrupción, entre ellos la firma de contratos con la compañía emiratí DP World aparecidos en los “Panamá papers”. Muchos consideraron que su encarcelamiento respondía a motivaciones políticas, pero lo cierto es que Wade consiguió amasar una inmensa fortuna a partir de actos de corrupción y entrega de los bienes y recursos del país.

Desde  entonces Wade no ha ocultado nunca su intención de convertirse en presidente de la República y se ha ido posicionando como el candidato favorito de la élite política. En 2019, su candidatura se vio impedida por sus condenas judiciales, pero esto no debía ser un obstáculo para los comicios de 2024. En junio de 2023, un nuevo acuerdo entre el PDS y el gobierno conseguía que el parlamento aprobara una reforma de la ley electoral que permite a todas aquellas personas indultadas por un delito anterior presentarse a las elecciones.

En medio de violentas protestas en las calles de Dakar el presidente Sall anuncia que no se postularía a un tercer mandato, de hecho constitucionalmente no podría hacerlo, en su lugar unge a su Primer Ministro, Amadou Ba, como candidato oficialista. Por entonces, la nacionalidad francesa de Wade le impedía presentarse, pero ya se rumoreaba que era Wade, y no Ba, el verdadero candidato de las élites y de algunos sectores del gobierno para impedir una posible victoria electoral de Sonko o de alguien de su partido.

Sonko, líder del PASTEF, estaba inhabilitado para candidatearse ya que está purgando una condena. Un tema privado entre el líder político (de la oposición) puesto entre paréntesis, pero sin restarle importancia la dato y una ciudadana senegalesa en la intimidad de un salón de masaje, su convirtió en un asunto de Estado. Se acusa a Ousmane Sonko, de violación. Este asunto hubiera podido (debido) dirimirse en los tribunales competentes y en el tiempo normal de la justicia senegalesa, respetando los derechos de ambas partes, esto hubiera alejado la sospecha de maquinación y de falta de parcialidad. En lugar de eso, el domicilio de Sonko fue asediado desde los primeros días del caso por fuerzas policiales. Un juicio o proceso judicial presuroso, inmunidad parlamentaria levantada y la condena a la cárcel para Sonko, pese a que las actas de las audiencias de los agentes de policía, que se han filtrado, generan una seria duda sobre la calificación de los hechos, el fiscal de la república, responsable de las actuaciones judiciales, decidió poner en marcha la maza judicial, ya que de eso se trata en lo que respecta a opositores al régimen vigente que se toman en serio las pretensiones al trono.

Recordemos que desde 2016, Sonko, con un discurso panafricanista muy crítico contra el neocolonialismo francés, ha abogado por la denuncia sobre las prácticas corruptas de la élite senegalesa en paraísos fiscales extraterritoriales como las Islas Mauricio. Esto lo llevo a obtener una buena performance en su primera participación en las elecciones presidenciales de 2019 más del 15 % de los votos de los senegaleses, así se convertía, en ausencia de una izquierda senegalesa y de una verdadera alternativa política, en un candidato serio para los próximos comicios electorales. Entre sus medidas que propone destaca la sustitución del franco francés, moneda nacional que se utiliza junto con otros siete países francófonos en África occidental, por el franco.

Ante la imposibilidad de participar, Sonko designa a Dioumaye Faye, número dos del PASTEF, como candidato y Sonko llama a votar por él. Faye lleva en prisión desde abril de 2023 por desacato y difamación tras haber criticado a algunos jueces en las redes sociales. Sin embargo, el Consejo Constitucional validó su candidatura al no existir una condena firme.

De izquierda a derecha, Mame Boye Diao, Amadou Ba, Ousmane Sonko y Bassirou Diomaye Faye [AFP]

La importancia de Senegal para la comunidad internacional

Para la comunidad internacional, la inestabilidad que atraviesa Senegal es vista con mucha preocupación. Es un país clave en la política europea de externalización de fronteras que busca impedir la salida de personas migrantes, además de mantener importantes vínculos económicos y comerciales con la Unión Europea y Estados Unidos. Para Francia, Senegal es, junto a Costa de Marfil, el bastión que le queda de la Françafrique en el África Occidental tras la sucesión de golpes de Estado en la región durante los últimos años.

Desde estos países veían con preocupación el crecimiento de movimientos antisistema  y con rasgos anticoloniales como el de Sonko, cuya victoria podría haber acercado el país a la órbita de la Alianza de Estados del Sahel formada por Mali, Burkina Faso y Níger, que ya están en este camino de la segunda independencia. Sin embargo, también les preocupa la deriva autoritaria de Macky Sall, quien en algún momento, al aplazar las elecciones soñó con continuar al frente del país, las manifestaciones callejeras lo obligaron a hacer marcha atrás con ese proyecto autocratico. Estados Unidos, por ejemplo, se ha mostrado crítico con el aplazamiento, señalando que las actuales circunstancias “son contrarias a la sólida tradición democrática del país”. Por otro lado, Francia, que recientemente anunciaba una disminución de sus efectivos militares en el país y a la que muchos acusan de estar jugando un papel relevante detrás del golpe, se ha limitado a declarar que espera que las elecciones se celebren en paz.

Senegal se encuentra en una crisis política sin precedentes en la historia reciente del país y cuyas consecuencias parecen hoy imprevisibles. Sin embargo con la decisión de que las elecciones se lleven a cabo finalmente este domingo 24 de marzo, las turbulencias se han calmado. Veremos que sucede una vez conocido el resultado de los comicios y como toma el pueblo senegalés estos resultados. También como lo toman las elites que se quieren perpetrar en el poder para continuar con los negocios y el saqueo de Senegal.

*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS UNLP.

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp