Colaboraciones Europa

La bandera blanca del Papa Francisco, la ofensa de Kíev

Por Piotr Akópov*. – Esto es sólo una parte de la reacción de los políticos alemanes a la entrevista del Papa Francisco concedida a la RSI suiza.

“Aquél que exige que Ucrania simplemente se rinda, le reconoce al agresor aquello de lo que se apoderó ilegalmente y, por lo tanto, acepta la destrucción de Ucrania”. “Es inaudito que el jefe de la Iglesia católica se ponga del lado del agresor”. “El Papa debe llamar en voz alta y de manera inequívoca a los brutales criminales rusos a que retiren su bandera pirata, símbolo de la muerte y de Satán”: esto es sólo una parte de la reacción de los políticos alemanes a la entrevista del Papa Francisco concedida a la RSI suiza.

No, por supuesto, hay críticas positivas, pero la mayoría de los políticos alemanes están indignados.

En Kiev en general compararon la declaración del pontífice con la política conciliadora del Vaticano hacia Hitler. Así, el ministro de Asuntos Exteriores Dmitró Kuleba afirmó: «En cuanto a la bandera blanca, conocemos esta estrategia del Vaticano por la historia de la primera mitad del siglo XX. Les insto a no repetir errores históricos y a apoyar consistentemente a Ucrania y a su pueblo en una lucha justa por sus propias vidas”.

¿Qué dijo el Papa? Un entrevistador suizo le preguntó qué pensaba sobre el hecho de que “en Ucrania hay quienes reclaman coraje para rendirse, para mostrar la bandera blanca, pero otros aducen que esto dará legitimidad al que tiene más poder”. El Pontífice no estuvo de acuerdo con la última frase:

«Ésta es una de las interpretaciones. Pero yo creo: más fuerte es el que ve la situación, el que piensa en la gente, el que tiene el coraje de izar la bandera blanca y negociar. Hoy se puede negociar con la ayuda de la comunidad internacional. La palabra ‘negociación’ es una palabra audaz. Cuando ves que estás perdiendo, que las cosas no van bien, necesitas tener el coraje de negociar. Te da vergüenza, pero ¿con cuántas muertes terminará esto? Acuerden a tiempo, busquen un país que actúe como mediador. Hoy, por ejemplo, en la guerra en Ucrania hay mucha gente que quiere actuar como mediador. Turquía se ha ofrecido para esto. Y otros. No se avergüencen de mantener negociaciones antes de que la situación empeore».

Terrible, ¿no? Francisco pidió a Kiev que piense en cuántas vidas más se perderán; bueno, esto es definitivamente fascismo. El hecho de que el Papa esté pidiendo el fin de la guerra no se escucha en Kiev ni en Occidente: creen que se refiere específicamente a la rendición. Aunque en la misma entrevista, hablando de la guerra entre Israel y Hamás, Francisco enfatizó que “las negociaciones no son capitulación”, “esto es el coraje de no llevar al país al suicidio”. Y aunque en este caso estas palabras se referían a Israel (los palestinos prácticamente no tienen nada que perder), no hay duda de que el Papa piensa lo mismo sobre Ucrania, es decir, llama a las autoridades de Kiev a detenerse y no llevar al país al suicidio. En respuesta escucha insultos. Recibe una negativa de Zelensky, quien escribió que alguien, “estando a dos mil quinientos kilómetros de distancia”, “está mediando virtualmente entre aquellos que quieren vivir y aquellos que quieren destruirte”.

Está claro que en Occidente y en Kiev prohíben cualquier discusión sobre negociaciones, con la esperanza de infligir una derrota a Rusia en el campo de batalla y luego nos dan un ultimátum en nombre de la “comunidad mundial”: retirada de tropas, reparaciones, etc. La creencia en esto todavía está viva entre algunas élites atlánticas y las autoridades de Kiev, o al menos pretenden creer en tal resultado. Sin embargo, en Occidente se escuchan con más fuerza las voces de que todo terminará de manera completamente diferente. El Pontífice pertenece sólo a una de ellas, aunque hoy sea la más notoria.

El Papa Francisco no quiere que Ucrania fracase; simplemente lo ve. Y aconseja, antes de que sea demasiado tarde, intentar reducir la magnitud de la derrota, es decir, preservar al menos algo de la independencia en la órbita de Occidente. El jefe de la Iglesia católica sabe de lo que habla: Roma se expande hacia el este desde hace casi mil años. Hubo un príncipe polaco que recibió de Roma el título de “Rey de Rusia”, así como hubo la iglesia unionista, los intervencionistas polacos en el Kremlin y la Iglesia greco-católica en la misma Ucrania. La expansión de Occidente hacia el Este, el enfrentamiento entre Europa y Rusia siempre se ha producido en la parte occidental del territorio ruso, lo que ahora se llama Ucrania. A diferencia de la mayoría de la elite occidental, Francisco conoce muy bien esta historia y comprende que Rusia no cederá simplemente sus territorios. Y si los pierde, eventualmente regresará a buscarlos.

El Vaticano no fue el iniciador de otro intento de trasladar la frontera euro-rusa de la civilización hacia el este: el lío fue provocado por los atlantistas anglosajones, con quienes las élites católicas tienen una relación muy difícil. El Vaticano siente el viento de la historia mucho mejor que los atlantistas europeos y, por lo tanto, el Papa Francisco simplemente advierte a los europeos de manera amistosa: antes de que sea demasiado tarde, salven lo que queda de Ucrania, traten de mantener el control sobre una parte, entreguen el resto al cuitado Putin y a los rusos, que de todas formas no se calmarán. Negocien, cedan, dejen de apostar por prolongar la guerra y agotar a los rusos: todavía tendrá que negociar con ellos. Sólo que en condiciones peores que las actuales.

Éste es, a grandes rasgos, el mensaje del Papa a Kiev y Occidente. ¿Oirán, prestarán atención y seguirán su consejo? Por supuesto que no. Y ni siquiera porque no quieran desprenderse de Ucrania, que ya ha sido registrada como su activo. Sino porque no conocen la historia, ni la rusa, ni siquiera la suya propia. No sólo no lo saben, sino que ni siquiera pueden oír una de sus propias advertencias. Y no se puede decir después, “pero no fuimos avisados”– ¡Vaya si les avisaron! Por boca del propio Sumo Pontífice romano. Pero no hay profetas no sólo en su propio país, sino también en el Occidente moderno.

Piotr Akópov* Columnista de RIA Nóvosti

Este artículo fue publicado en el portal RIA Nóvosti/ traducción y adaptación Hernando Kleimans

Foto de portada: vaticannews.va/

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