Colaboraciones Europa

Ucrania; primero fue la propaganda, ahora es el miedo

Por Duarte Correa*. –
Acaban de cumplirse dos años de la actual fase de la guerra en Ucrania, y escribo actual fase porque considero un grave error asumir el relato que se impone; relato que falsea la realidad para hacernos creer que lo que ocurre en Ucrania se debe exclusivamente a la actuación de Vladimir Putin; haciendo desaparecer los acontecimientos previos al 24 de febrero de 2022, que vienen cuando menos desde noviembre de 2013, y que habían provocado más de 14.000 muertes en el Donbass.

La propaganda

Durante 2022 y casi todo 2023 aguantamos una intensa campaña de propaganda sobre la inminente derrota del ejército ruso, frente al pueblo ucraniano dirigido por un Volodímir Zelenski presentado como héroe y magnífico estratega. Propaganda sobre una frente de guerra con un ejército ruso empantanado, debido a su incapacidad, a miles de deserciones y a la negativa de algunos oficiales a seguir las órdenes del sátrapa Putin; todo esto con el trágico decorado de actuaciones rusas presentadas como crímenes de guerra, algunas aún sin aclarar y otras ya demostradas falsas.

Las noticias sobre lo bien que iban las cosas en la guerra se complementaban con otras, sobre la situación en una Rusia a punto de quebrar y en la que no se descartaba una crisis humanitaria, debido a las privaciones que aguantaba la población.  Se habló también repetidas veces de la posibilidad de un golpe de mano contra el «Zar del Kremlin», ejecutado por oligarcas que verían perjudicados sus intereses por las sanciones económicas impuestas a Rusia.

Pasaba el tiempo, y la propaganda empezó a anunciar un Hecho que iba a marcar definitivamente el curso de la guerra, era la contraofensiva ucraniana. La contraofensiva se produjo, pero pasados siete meses podemos comprobar que el resultado no fue el anunciado. Tampoco hubo golpe en la corte del zar, y no hay síntomas de que la economía rusa esté a punto de quebrar.

Pero sí que ha empeorado mucho la situación en la Unión Europea, demostrando definitivamente en este conflicto que no tiene política propia, al actuar como instrumento de unos EE.UU. que son quienes están consiguiendo importantes beneficios económicos y políticos de la situación.

El grave empeoramiento en las condiciones de vida de las clases populares, por el aumento descomunal en los precios de la energía y de los alimentos, es solo la punta del iceberg de recortes de derechos sociales, que no tardarán en ponerse encima de la mesa, con el argumento de que es necesario mantener un gasto militar que ha aumentado exponencialmente, para defender una Ucrania que es el muro defensivo de la Europa democrática y civilizada.

El miedo

En los últimos tres meses la línea discursiva ha cambiado totalmente, casi nadie habla ya de la victoria de Ucrania, y cada vez más voces advierten de que la situación puede agravarse y traspasar las fronteras de Rusia y Ucrania, hacia estados de la Unión Europea; destacando las declaraciones de políticos que están gobernando, como la ministra española de defensa que advirtió hace unos días de un posible ataque ruso a corto o medio plazo. Y a la misma posibilidad apuntan documentos presentados oficialmente o filtrados de manera interesada; en el mes de enero un documento del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, tink tank con sede en Londres, hablaba de la posibilidad de que Rusia emplee  armas nucleares tácticas en Ucrania; y en las mismas fechas la prensa alemana publicó la noticia de la existencia de un plan del gobierno alemán que contempla la posibilidad del ataque ruso, poniendo cómo fecha del mismo el año 2025. 

Muy posiblemente el cambio de discurso, que busca claramente extender el miedo, tenga que ver con que quienes dirigen la Unión Europea tienen datos sobre el ánimo de una población que ha visto empeorar sus condiciones de vida, y observan con preocupación las diversas movilizaciones sociales, que son síntomas de un malestar latente.

No es la primera vez que se fabrican monstruos a los que echar la culpa con el fin de impedir que quienes protestan dirijan sus ojos hacia los verdaderos responsables. Hoy alimentar la rusofobia permite que pasen desapercibidos los ingentes beneficios de la industria de armamento, de las mayores empresas petrolíferas del planeta y de la industria gasística de los EE.UU.; y permite que pasen también desapercibidas las repetidas «correcciones», siempre a la baja, en los objetivos de evolución económica de la UE.

Debemos seguir condenando la guerra, pero sin caer en maniqueísmos de buenos y malos, que solo sirven para ocultar intereses.

Duarte Correa* Profesor de historia y analista internacional.

Este artículo ha sido publicado originalmente en Galicia, en el portal nosdiario.gal/

Foto de portada: Internet

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