Desde el fin de la Guerra Fría, la Conferencia de Seguridad de Múnich se convirtió en la gala de los Oscar de la «seguridad mundial», la gran alfombra roja del mundo unipolar. Por allí, pasaron múltiples celebridades, que ayudaban a proyectar la imagen de éxito del «fin de la historia».
Este foro nació en 1963 con el nombre en alemán Internationale Wehrkunde-Begegnung, traducido como «Encuentro internacional de Ciencias Militares», y se integró dentro de las actividades de la República Federal de Alemania en contacto con sus aliados de EE.UU. y otros países miembros de la OTAN durante la Guerra Fría.
Wolfgang Ischinger, presidente de la Conferencia desde 2008 hasta 2022, publicó en 2014 un ensayo titulado «Hacia la seguridad mutua: De la Wehrkunde a la Conferencia de seguridad de Múnich», en el queabordaba las transformaciones que este espacio había experimentado acompañando los cambios geopolíticos globales.
Lo cierto es que tanto líderes como invitados solo tienen una norma: ante el foco nadie debe señalar que el rey está desnudo o quedarán fuera de lugar. El espectáculo debe continuar.
En ese sentido, señalaba que al principio los encuentros eran más opacos y que con el tiempo se habían convertido en eventos públicos, donde los líderes cuidaban más sus palabras a la hora de expresarse y los invitados eran más amplios y variados. Lo cierto es que tanto líderes como invitados solo tienen una norma: ante el foco nadie debe señalar que el rey está desnudo o quedarán fuera de lugar. El espectáculo debe continuar.
Con los años, podemos advertir que lo que fue una herramienta al servicio del bloque capitalista durante la Guerra Fría, pasó a transformarse en una herramienta al servicio del mundo unipolar, tras la desintegración de la Unión Soviética. Incluso el cambio en el nombre –destacado por Ischinger en su ensayo– nos da una pista al respecto. Del «Werkunde», que significa en alemán «ciencias militares», a la «seguridad mutua». Además, del título germánico pasó al inglés.
Sin embargo, ese supuesto aperturismo del foro, fruto de la dominación hegemónica en solitario de EE.UU. tras el fin de la Guerra Fría, se ha ido limitando con las transformaciones y la pugna geopolítica mundial. En esa dirección, de nuevo, Wolfgang Ischinger lamentó que no fuesen invitados países como Rusia o Irán: «Siempre he pensado que la conferencia era una plataforma importante para hablar informalmente con adversarios difíciles, países con los que nuestros contactos oficiales eran escasos o no existían en absoluto», señaló.
Antes de la celebración del encuentro, se hizo público el informe de seguridad de Múnich 2024, cuyo subtítulo formulaba la siguiente cuestión: «¿Perder-perder?». En el desarrollo del documento se muestra una preocupación ante la incomprensión del rechazo al orden internacional impuesto tras el Fin de la Guerra Fría en determinadas regiones del planeta.
Las causas profundas de la desigualdad entre los Estados no son solo políticas, sino fundamentalmente económicas. El desarrollo del modelo capitalista que reivindicaban en Múnich es el responsable de un sistema desigual de dependencia económica, que condena al subdesarrollo a regiones enteras y que afecta a su vez a su soberanía política.
El informe de Múnich aseguraba que la pobreza en el mundo había disminuido como nunca antes en esta última etapa. Sin embargo, olvidaba algo fundamental. Según datos del Banco Mundial, China ha sacado de la pobreza extrema a más de 770 millones de personas en estos 40 años, lo que supone un 70 % de la reducción mundial de pobreza.
Las cifras cuestionan que el liderazgo de los países occidentales sea responsable de esta transformación. Más aún, atendiendo a estos datos, ¿por qué la respuesta de estos países no ha sido aprender de los éxitos chinos sino situar a Pekín como principal adversario?
No hay que ser muy hábil para ver cómo el propio subtítulo de «¿Perder-perder?» es una forma de responder a la narrativa china, que ha defendido una lógica de las relaciones comerciales a nivel internacional basadas en el principio del «win-win» (ganar-ganar). Sin embargo, China sigue siendo invitada, es un adversario –continuando con el lenguaje empleado por el expresidente de la Conferencia– que, de momento, aún tienen interés en invitar.
«En un mundo que habla de guerra, Colombia está hablando de paz», iniciaba Gustavo Petro su participación en esta Conferencia. Sin embargo, cualquiera que conozca la trayectoria del presidente colombiano sabe que para él la paz es mucho más que el silencio de las armas, la paz conlleva obligatoriamente una reflexión sobre la justicia social.
La crisis es de paradigma, afirmaba Petro durante el encuentro. Para el presidente colombiano, la principal contradicción es que, si bien se dijo que el mercado conduciría al máximo bienestar, la realidad es que el mundo está al borde de la extinción.
Tras 75 años de conflicto armado en Colombia, Petro afirmó que era necesario hacerse una pregunta clave: «¿por qué?». En esa línea, él mismo respondió: «Porque somos uno de los países más desiguales socialmente del mundo». Y continuó su reflexión recordando que la nación suramericana heredó un régimen de esclavitud y que eso quedó en la estructura económica y de la sociedad misma.
No es difícil advertir que la pugna geopolítica actual se puede sintetizar, desde una perspectiva estrictamente político-económica, en esta misma reflexión a nivel global. ¿Qué tipo de mundo hemos heredado y cómo podemos plantear alternativas al mismo? Esta sería la pregunta urgente que debería marcar la agenda de un foro genuinamente preocupado por la paz y seguridad.
Las causas profundas de la desigualdad entre los Estados no son solo políticas, sino fundamentalmente económicas. El desarrollo del modelo capitalista que reivindicaban en Múnich es el responsable de un sistema desigual de dependencia económica, que condena al subdesarrollo a regiones enteras y que afecta a su vez a su soberanía política.
No hubo ningún fin de la historia.
La historia siguió y la diversificación de los socios comerciales, facilitado por el ascenso de otras potencias como China, Rusia, India, Turquía e Irán, están consolidando un escenario que favorece una alternativa realista a 40 años de sometimiento económico para gran parte del planeta, un escenario que también abre unas nuevas posibilidades de reivindicación política.
En el informe de Seguridad querían conocer por qué gran parte del mundo no se siente satisfecha con su liderazgo. Así, el desfile del emperador estos días en Múnich se vio interrumpido por reflexiones como la de Gustavo Petro que, como el niño del cuento de Andersen, señaló que simplemente el rey iba desnudo.
Y así llegamos al final de este cuento que, como todo cuento, sobre todo destaca por su moraleja. «¡Pero si no lleva nada!», gritó el pueblo entero al ver al emperador sin ropa.
Las voces inquietaron al Emperador por la posibilidad de que el pueblo tuviera razón, pero él decidió mantenerse caminando: «Hay que seguir hasta el fin», se dijo. Y siguió más altivo que antes. Los ayudas de cámara, además, continuaron sosteniendo la inexistente cola de aquel traje.
Carmen Parejo Rendón* Escritora y analista en distintos medios audiovisuales y escritos. Directora del medio digital Revista La Comuna. Colaboradora en Hispan TV y Telesur. Enfocada en el estudio y análisis de la realidad latinoamericana y de Asia Occidental.
Este artículo fue publicado en el portal RT
Foto de portada: Thomas Kienzle / AFP