Cuando estalla algún tipo de conflicto armado, todos los países que de alguna manera intervienen en él necesitan hacer ajustes a sus presupuestos y procesos productivos, desde la producción de equipamiento militar hasta el suministro y el pago por concepto de indemnizaciones a las familias de los caídos. La lista de partidas, que inciden en la vitalidad del Estado, cambia. Tanto las pequeñas empresas como las grandes corporaciones, dependiendo de la intensidad del conflicto, se ven obligadas a adaptarse a las nuevas condiciones.
En ese escenario, los actores externos se enfocan en el objetivo de usar la guerra para ganar dinero y los grupos delincuenciales y criminales, así como los funcionarios corruptos, tratan de sacar provecho a esta situación, siempre que sea posible, desde el suministro de bienes hasta del contrabando de armas y personas.
Aunque resulta asaz evidente de que el principal beneficiario del actual conflicto en Ucrania son los Estados Unidos, hay que señalar que esto lo consigue a partir el incremento de las ventas que impone a los miembros de la OTAN de las producciones militares de su “Complejo Militar Industrial” (CMI), del gas licuado de petróleo más caro que obliga a comprarle a los países de la UE, por el total apoderamiento del mercado de Ucrania y el control de las transacciones bancarias internacionales, siempre bajo el pretexto de garantizar la seguridad. Todo lo anterior encaja perfectamente en la lista de intereses geoeconómicos generales que ha proclamado Washington.
Como ha señalado acertadamente John Morrisey: “…tanto dentro como fuera de los Estados Unidos, la lógica económica y la militar del país, a lo largo de los siglos, han estado estrechamente entrelazadas y no solo en la conducción de la guerra, sino también en el apoyo, aseguramiento y enseñanza doctrinal de una amplia gama de capacidades militares. En 1906, Halford Mackinder, impartió conferencias a oficiales del ejército británico en la London School of Economics sobre temas como: “El impacto de las condiciones geográficas en el desarrollo comercial y las rutas comerciales” y “El efecto de la emisión de papel moneda en un país sometido por un ejército de ocupación”. Las ambiciones imperiales de Mackinder y sus ideas sobre una coalición productiva de geografía e imperio fueron apoyadas por su contemporáneo al otro lado del Atlántico, su colega geógrafo Isaiah Bowman. Bowman, el protagonista de American Empire de Neil Smith, que se convirtió en una figura prominente en el Departamento de Estado de los Estados Unidos a principios del siglo XX, sirviendo como asesor para los asuntos territoriales de Woodrow Wilson en la Conferencia de Paz de París en 1919, convirtiéndose en el primer director del Consejo de Relaciones Exteriores en 1921, también fue asesor territorial en el Departamento de Estado durante la Segunda Guerra Mundial (…) La influyente visión geográfica sobre el espacio vital estadounidense, enunciada por Bowman, reflejó dos puntos claves de las ambiciones globales de los Estados Unidos en el siglo XX. Estas incluyen a la vez las aspiraciones militares y económicas del país después de concluidas ambas guerras mundiales. El tercer momento de esa política incluye nuevamente los planes militares y económicos de hegemonía absoluta, que se produjo con el inicio de la llamada guerra global contra el terrorismo en 2001…” (1).
Si tomamos esta hipótesis como válida, podemos prever que ahora los Estados Unidos han llegado a un cuarto momento de la ambición global, que tiene dos rangos geográficos claves: Ucrania y China (Taiwán).
Y en el marco de la economía mundial y la acumulación de cuotas de poder, se puede recurrir a varios modelos teóricos. Por ejemplo, a la cuestión de los ciclos de las grandes guerras y la hegemonía. Uno de los teóricos de este enfoque, J. Modelski afirma que la próxima guerra mundial comenzará en 2030 (2) y ahora, en los Estados Unidos, dicen abiertamente que no están listos para librar una guerra en dos frentes (contra Rusia y contra China). Así que esto está implícito y tal escenario puede suceder en un futuro próximo.
Sin embargo, si nos fijamos en temas más concretos y terrenales se hace evidente, por supuesto, que los problemas del suministro de armas (tanto para las necesidades del ejército ruso como de las de nuestros enemigos) y la situación en Ucrania han pasado a un primer plano.
Fabricación y venta de armas
Si hablamos de los indicadores generales del gasto en defensa, vemos que en Rusia como en los países de Eurasia, estos aumentaron significativamente (3). El presupuesto base inicial de defensa ruso para 2022 era de 3,5 trillones de rublos (unos 50 billones de dólares) después se revisó al alza hasta los 4,68 trillones de rublos (66,9 billones de dólares), mientras que el gasto militar total correspondiente aumentó de 4,98 trillones de rublos (71,1 billones de dólares) a 6,15 trillones de rublos (87,9 billones de dólares).
El presupuesto de defensa de los Estados Unidos, a su vez, se incrementó desde los 760 mil millones de dólares en 2021 a 766 mil millones en 2022 (incluidos los ajustes de la Oficina de administración y presupuesto), lo que corresponde a una reducción del 5,8 por ciento en términos reales. El presupuesto de los Estados Unidos para 2023 previó un aumento más significativo en el gasto en defensa, entre otras cosas, a través de varios ajustes y recargos realizados durante todo el proceso de aprobación del presupuesto ajustado a la inflación.
Sin embargo, la guerra en Ucrania reveló un problema con las existencias de armas, así como con la reparación de los vehículos blindados. La escasez de municiones para los diferentes sistemas ha obligado a sacar algunas conclusiones de esta situación y adaptarse a ellas. Como se señaló, “…Ucrania ha demostrado la necesidad de tener en cuenta la enajenación, la profundidad del almacenamiento y la capacidad de autosuficiencia. También reveló la amenaza que representan las tácticas no convencionales y las nuevas tecnologías, así como la vulnerabilidad crítica de la infraestructura submarina…” (4).
El Complejo Militar Industrial, en sentido lato, no solo está integrado por fábricas y astilleros. También incluye máquinas herramientas, sistemas y software, una extensa red de instalaciones de producción ubicadas en la cadena de suministro, trabajadores que a menudo tienen habilidades altamente especializadas y el acceso a materiales y componentes especializados. Todos estos elementos deben estar activos y no estar sujetos a ninguna coyuntura. En pocas palabras, este complejo e interconectado sistema de sistemas debe estar en proceso continuo de evolución y tener una gama de mecanismos alternativos de operación para momentos de contingencia. Las estadísticas muestran que en los países de la OTAN no existen tales mecanismos.
De acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (5), en Europa y en los Estados Unidos hay serias dificultades con el CMI para asumir un rápido incremento de la producción bélica o el lanzamiento de nuevos modelos de armamento. Actualmente, la industria bélica occidental no garantiza el suministro a las tropas de sistemas más complejos desde las instalaciones de producción existentes, tampoco está en condiciones de asumir el reinicio de las líneas que estaban inactivas, consideran la necesidad de plazos de dos a tres años. Es decir, las armas pueden entregarse a la línea de frente no antes de 2025.
BAE Systems dijo recientemente al Departamento de Defensa de los Estados Unidos que tomaría entre 30 y 36 meses reanudar la producción de obuses M777. El director general de Rheinmetall, Armin Papperger, dijo a fines de 2022, que la entrega de acero especializado para corazas de tanques tomaría de 8 a 12 meses, y el tiempo de fabricación de algunos componentes electrónicos para la producción de tanques podría demorar otros 24 meses. Estos plazos de entrega, cada vez más largos, se deben principalmente a problemas en la cadena de suministro y situaciones que, a su vez, son el resultado de la existencia de un número limitado de proveedores especializados en Europa.
Esto se verificó luego de que los países de la UE transfirieron a Ucrania modelos obsoletos o de baja calidad de equipos bélicos que eran completamente inadecuados para el combate. Incluso, aumentar la producción de artículos relativamente simples como proyectiles de artillería, por ejemplo, también resulta ser todo un desafío, ya que los productos químicos para explosivos y cargas, así como los metales y plásticos para fusibles y casquillos, se han vuelto escasos.
Según los datos generales, de vez en cuando, Rusia y Ucrania se lanzaron conjuntamente alrededor de 200 mil proyectiles de artillería por semana. Ahora, la producción total de proyectiles de 155 mm en los Estados Unidos es de aproximadamente 20mil por mes y alcanzará los 90 mil solo en 2024, después de una reciente inversión de dos mil millones de dólares del ejército de los Estados Unidos.
Según informes de los medios, los juegos de guerra han demostrado que, en caso de un conflicto de alta intensidad, el Reino Unido agotaría sus existencias de municiones en solo ocho días. En 2022, los medios alemanes sugirieron que las reservas de la Bundeswehr en tal conflicto serían suficientes solo para unas pocas horas o varios días y las perspectivas no son mucho mejores cuando se trata de misiles.
El Ministerio de las fuerzas armadas de Francia solicitó a MBDA Missile Systems que aumente la producción de sistemas de misiles antiaéreos de corto alcance Mistral de 20 unidades por año a 40, una perspectiva que ni así resulta alentadora y solo se verificará para el año 2025. La producción de armas antitanque Javelin de Lockheed Martin está programada para aumentar casi un ciento por ciento de los dos mil 100 misiles actuales por año a cuatro mil, pero las fuerzas armadas de Ucrania dijeron que necesitaban alrededor de 500 misiles Javelin por día en las primeras etapas de la guerra. Por lo tanto, con la plena carga de producción, el stock anual de estos sistemas será suficiente para solo ocho días.
Por supuesto, que todas estas cifras son generales, aproximadas y su consumo depende de la intensidad de las acciones combativas.
En general, el mapa de proveedores occidentales para Ucrania es bastante amplio: Nammo, BAE Systems Bofors (Suecia), Nammo (Noruega), Rheinmetall Waffe Munition (Alemania y sucursales en Hungría e Italia), STV Group (República Checa), Mesko, Dezamet (Polonia), zvs/MSM Group (Eslovaquia), Nexter (Francia), UMZ (Rumania), Arsenal (Bulgaria), SMMT, Simmel Difesa/ Nexter (Italia), Hellenic Defence Systems (Grecia), expal, FM Granda (España), BAE Systems (EEUU.) Todas estas compañías producen proyectiles de 152 y 155 mm. (Bulgaria y Rumania sólo 152 mm).
Pero incluso, con un arsenal tan uniforme, los analistas occidentales expresan escepticismo sobre las capacidades operativas e incluso a mediano plazo de los suministros.
El régimen de distribución y el problema del mercado negro
Ucrania también se ha convertido en una prueba asaz evidente e irrefutable del doble rasero de los Estados Unidos. Mientras que anteriormente Washington siguió una política de no proliferación, es decir, un control estricto sobre la transferencia de armas y tecnología, en estos momentos esta estrategia ya no funciona.
Cabe señalar que el consenso actual a favor de la venta de armas en los Estados Unidos se basa en tres principios: Primero, los defensores de este enfoque argumentan que la venta de armas fortalece la seguridad de los Estados Unidos al fortalecer la capacidad militar de los aliados, permitirles disuadir a sus oponentes y promover la estabilidad en regiones críticas como el medio Oriente y el sudeste asiático. En segundo lugar, argumentan que la venta de armas ayuda a los Estados Unidos a influir en el comportamiento y la política exterior de los países clientes y finalmente, se argumenta que la venta de armas es una bendición para los beneficios económicos y fiscales de los Estados Unidos en forma de una reducción en los costos unitarios del Pentágono, al tiempo que ayuda a garantizar que la base industrial de defensa de los Estados Unidos funcione.
Sin embargo, el Instituto Cato (6) afirma que la creencia de Washington en la conveniencia de vender armas en el extranjero ahora está seriamente socavada. Los beneficios tienden a sobreestimarse y las desventajas a menudo simplemente se ignoran. La industria de defensa y sus grupos de presión han exagerado durante mucho tiempo el beneficio económico de la venta de armas.
El problema fundamental para Washington también es que la venta de armas a menudo inicia una larga cadena de represalias que los Estados Unidos, generalmente, no pueden controlar. Estados Unidos tampoco es el único país interesado en el equilibrio regional, ni es la única fuente de armas y otras formas de ayuda.
Según un estudio sobre las ventas de armas de 1950 a 1995 por las grandes potencias a sus aliados no tuvo ningún efecto en la probabilidad de que el destinatario fuera objeto de un ataque militar. Tampoco hay mucha evidencia de que la venta de armas pueda ayudar a los Estados Unidos a promover la paz y la estabilidad regional ajustando el equilibrio de poder regional.
Por supuesto, parte de las armas estadounidenses siempre han ido a parar al mercado negro y ahora no es diferente. En octubre de 2022, el Departamento de Estado de EEUU., señaló que “…hasta ahora, se estima que la intensa demanda interna para el uso de las fuerzas armadas y de seguridad ucranianas en el campo de batalla dentro del país, impide la proliferación en el mercado negro de armas pequeñas y de infantería guiadas, tales como sistemas portátiles de defensa antiaérea y misiles guiados antitanque desde Ucrania…” (7). Pero en 2023, Blinken y sus colaboradores prefieren guardar silencio sobre en qué cuantía y cómo las armas estadounidenses han caído en manos de aquellos a quienes no estaban destinadas.
Aunque siempre se ha considerado que la venta de armas a los gobiernos que violan los derechos humanos, a los países en guerra y a los llamados Estados frágiles o corruptos tiene consecuencias negativas muy previsibles, para Estados Unidos, estas consecuencias ya están incluidas de antemano en la estrategia de su política exterior en Europa del Este.
Aunque este enfoque general, como todo lo demás en Washington, se sustenta sobre la base de los dobles estándares. Por un lado, se dice regularmente que el primer paso sería detener las ventas a los países más riesgosos, pero seguidamente se hace una advertencia de que hay ciertos casos en los que las consideraciones de seguridad superan los riesgos, y las ventas pueden considerarse beneficios estratégicos. La administración Biden visiblemente cree que este es el caso cuando se trata de Ucrania. (sigue)
Leonid Savin* Director de la Fundación Fidel Castro para el desarrollo de las relaciones ruso-cubanas, con sede en Moscú; investigador científico asociado de la Universidad de Rusia de la Amistad con los Pueblos (RUDN); miembro de la sociedad científica militar del Ministerio de Defensa de Rusia; autor de numerosos libros sobre temas vinculados con conflictos, la geopolítica y las relaciones internacionales, publicados en inglés, español, italiano, portugués y persa.
Este artículo fue publicado originalmente en el portal Prensa Latina
Foto de portada: Prensa Latina
Referencias:
(1) https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/anti.12183
(2) https://www.fondsk.ru/newa/2011/08/08/cicly-gegemonii-i-buduschaja-mirobaja-bojna.html
3) https://www.iiss.org/online-analysis/military-balance/2023/02/global-defence-spending-strategic-vs-economic-drivers/
4) https://www.iiss.org/online-analysis/online-analysis/2023/02/chapter-1-the-shadow-of-war/
5) https://www.iiss.org/online-analysis/online-analysis/2023/06/the-guns-of-europe-defence-industrial-challenges-in-a-time-of-war/
6) https://www.cato.org/policy-analysis/risky-business-role-arms-sales-us-foreing-policy
7) https://www.state.gov/u-s-plan-to-counter-illicit-diversion-of-certain-advanced-conventional-weapons-in-eastern-europe