Una actitud irracional y fundamentalista, como la de los antiguos fariseos, que no se basa en valores éticos y principios morales, sino en prejuicios fundamentalistas que, además, para colmo, son hasta mal aplicados.
Por increíble que pueda parecer, muchas personas no saben que la antigua nación de Israel, la de las escrituras bíblicas, desapareció hace dos mil años y que Palestina es el nombre histórico de la zona geográfica donde esa nación existió y donde, desde hace miles de años habita un pueblo que tiene más de mil años de creer, igual que los judíos, en un solo Dios, y que también desciende de Abraham, si nos atenemos a lo que dice La Biblia; más específicamente, de su hijo mayor, Ismael. Ese es el pueblo palestino, al que la ONU asignó entre otras, la zona de Galilea, cuando creó el actual Estado de Israel hace setenta y tres años, y dividió Palestina en un Estado judío y uno árabe palestino.
Allí en Galilea, nació Jesús de Nazareth, que hasta el día de hoy sigue sin ser reconocido por los judíos como Dios hecho hombre, lo cual también es ignorado por muchas personas que defienden al Israel de hoy como si fuera la antigua nación bíblica guerreando con los filisteos y no un Estado moderno, creado artificialmente y contra la voluntad de los pobladores del sitio donde fue instalado, que ha pasado décadas usurpando territorio, masacrando y privando de sus más elementales derechos al pueblo palestino. También muchos desconocen que durante siglos el pueblo judío, que realizó la proeza de seguir existiendo sin un territorio donde asentarse nuevamente como nación, fue discriminado, perseguido y reprimido en todos los países europeos, en nombre del mismo cristianismo desde el cual muchos hoy defienden al Estado de Israel, pero ya no contra los antiguos opresores del pueblo judío, sino contra el pueblo palestino, que es actualmente oprimido por Israel.
Defender desde posiciones fundamentalistas religiosas al Estado de Israel y por tanto sus crímenes, no es ser cristiano ni evangélico, pues las personas que hacen esto, en muchos casos desinformadas y de forma ingenua, son mal orientadas por ciertos religiosos que responden, en general inconscientemente, a intereses nada relacionados con la religión, y para los que La Biblia se reduce al Antiguo Testamento, en el que los judíos se autoconsideran el pueblo elegido de Dios, pero la doctrina cristiana se basa en los Evangelios, que están en el Nuevo Testamento del libro sagrado del cristianismo y en el que se narra cómo los judíos rechazaron al galileo Jesús de Nazareth como el Mesías, argumentando que “de Galilea nunca han salido profetas”, y actualmente lo siguen rechazando. Sin embargo, esta no sería razón válida para repudiar a quienes profesan la religión judía, porque ellos están en todo su derecho de tener la religión que quieran y de creer o no que Jesús es el Mesías; lo cuestionable es que sean defendidos por razones estrictamente religiosas en nombre del cristianismo que ellos mismos rechazan o incluso desconocen, y por supuesto no sólo es cuestionable, sino condenable que por esa razón y también en nombre del cristianismo se hayan cometido en Europa tantos atropellos contra los judíos en el pasado.
Es entendible que el primer pueblo creyente en un solo Dios se haya considerado a sí mismo en aquel momento, hace miles de años, el pueblo elegido de ese Dios Único en el que sólo ese pueblo creía. Pero luego otros pueblos también creyeron en un solo Dios, que es el mismo, porque si sólo hay un Dios, no pueden unos pueblos creer en uno y otros pueblos creer en otro, a no ser los que, también haciendo uso de todo su derecho, creen en varios Dioses. Nada de esto significa que Dios haya elegido a un solo pueblo, porque pueblos sí hay muchos, no sólo uno, y Dios no podría ser lo que se supone que es si para Él sólo existiera un pueblo, y menos aún si en consecuencia con eso aprobara todo lo que se hiciera en nombre de ese pueblo, aun en contra de lo que el propio Dios manda. Peor aún si ese mismo pueblo, según dice La Biblia en los Evangelios, rechazó a Dios mismo hecho hombre y lo ha seguido rechazando durante muchos siglos hasta el presente.
Repito, el pueblo judío está en todo su derecho de no creer que Jesús de Nazareth sea Dios hecho hombre, es decir el Mesías o el Cristo, pero no es coherente que en nombre de ese Cristo rechazado por los judíos, se defienda al actual Estado de Israel aunque mate niños en masa como auténtico sucesor del antiguo Rey Herodes, que según se dice dio orden de matar a todos los niños de Galilea porque le dijeron que uno de ellos lo destronaría; una razón entre muchas por las que ese Estado no es digno del noble pueblo judío, y por eso no son pocos los judíos que en el mundo entero y en el propio Israel lo condenan, afirman que no los representa y se avergüenzan de él.
Si los regímenes imperialistas de Europa y su heredero Estados Unidos querían expiar sus culpas por las barbaridades que cometieron en el pasado contra los judíos durante muchos siglos, deberían haberles otorgado una parte de su propio territorio para que establecieran ahí su Estado, en vez de entregarles un territorio ajeno, el de Palestina, donde vivía un pueblo con otra identidad nacional, cultural y religiosa, tan antiguas como las naciones europeas y mucho más que Estados Unidos. Y ese pueblo, que es el palestino, nunca había hecho nada contra los judíos ni tenía culpa alguna de lo que los europeos habían hecho contra ellos. Cuando me refiero a los regímenes y no a los pueblos de Estados Unidos y Europa es porque al menos en el caso del continente europeo, en este preciso instante los pueblos se están manifestando masivamente en las calles, en defensa del pueblo palestino y en contra de la defensa que hacen sus gobiernos del régimen sionista israelí.
Aunque el actual Estado de Israel nunca debió haber sido creado (al menos no en Palestina), después de setenta y cinco años su existencia es un hecho consumado y una realidad innegable, y el Estado Palestino, asentado en Cisjordania y controlado por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) así lo reconoce. Es Israel quien no reconoce al Estado Palestino y por el contrario, cada día ocupa mayores porciones del territorio asignado a la nación palestina por la ONU cuando en 1947 hizo la distribución geográfica entre palestinos y judíos, luego de lo cual fue instaurado, en 1948, el Estado de Israel. Las fronteras entre Israel y Palestina anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967 entre árabes e israelíes deben ser restauradas, e Israel debe reconocer al Estado Palestino para que la paz sea alcanzada y se ponga fin así a esa tragedia que parece eterna, pero no lo es, porque el pueblo palestino vencerá en su lucha de liberación, que es una lucha por la paz.
Los palestinos no luchan contra los judíos, sino contra la ocupación de su territorio por el Estado Sionista de Israel. No se enfrentan a los soldados israelíes porque éstos sean judíos, sino por ser los ocupantes ilegales de su territorio, que no respetan su soberanía y les niegan el derecho a vivir libremente y en pleno uso de su condición de ciudadanos en la nación que les ha pertenecido al menos durante mil quinientos años hasta 1948, cuando se les impuso sin siquiera consultárseles, por voluntad extranjera, un Estado ajeno a su identidad nacional en su propio territorio.
La OLP, el movimiento político que dirige el Estado Palestino y que desde hace aproximadamente treinta años gobierna en Cisjordania, aunque sin soberanía, fue fundada en los años sesenta y durante unas tres décadas combatió con las armas contra la ocupación israelí. Actualmente la OLP prioriza el diálogo para alcanzar la paz, mientras, por el contrario, Hamás, fundada a finales de los ochenta y que gobierna también sin soberanía en Gaza desde hace más o menos veinte años, apuesta solamente a la lucha armada y para nadie es un secreto que sus métodos provocan inevitablemente, víctimas entre la población civil. Pero lo mismo hace Israel, con la gran diferencia de que éste es el agresor, el ocupante ilegal, y los palestinos del grupo político que sea defienden sus derechos como nación enfrentándose al opresor sionista que les niega esos derechos.
La OLP, que dirige el Estado Palestino y gobierna en Cisjordania, es una organización política de izquierda, revolucionaria y de carácter laico, como la mayor parte del movimiento revolucionario árabe. Por su parte Hamás, que gobierna en Gaza, es un grupo islamista, y salvo excepciones como esta misma organización, estos grupos suelen ser de derecha, reaccionarios y por consiguiente, enemigos de los revolucionarios árabes; incluso la mayor parte de los islamistas se oponen a la Revolución Islámica de Irán (por eso no hay que confundir islámico con islamista, o el Islam con el islamismo, pero eso ya tendría que ser tema de otro análisis). Pero a diferencia de otros grupos islamistas, Hamás defiende junto a todos los patriotas palestinos una causa justa, y en defensa de esa causa ha tenido siempre el apoyo político y moral, como lo han tenido desde mucho antes la OLP y los palestinos en general, tanto del Estado revolucionario islámico de Irán como de Estados árabes laicos con tradición patriótica y revolucionaria, entre ellos Siria y Argelia, o Libia bajo el liderazgo de Muammar Gaddafi, gran amigo de la Revolución Sandinista y asesinado, precisamente, por grupos islamistas con apoyo de la OTAN, y que así como Al Qaeda o el Estado Islámico, son criaturas del imperialismo que en algún momento se salen de control, aunque tal vez no tanto como parece.
La defensa de la causa palestina es la defensa de lo que es justo, y esa es la más alta expresión de los valores auténticos del cristianismo, el Islam, el judaísmo, el budismo y todas las formas socioculturales de espiritualidad adoptadas por diferentes pueblos, que son los mismos valores éticos universales surgidos en el transcurso de la evolución de la conciencia humana a través de los siglos, y que no requieren de una religión en particular o de la creencia en alguna forma de divinidad para ser practicados, pero en cuya formación no se puede negar y por el contrario, se debe respetar profundamente e independientemente de las creencias o no creencias personales de cada quien, el papel que han jugado las diferentes manifestaciones religiosas en sus más puras, nobles y auténticas expresiones, incompatibles en el fondo con la intolerancia, los prejuicios e incluso, las supersticiones y la ignorancia, pero sobre todo con la defensa de la injusticia, la mentira y la práctica de la maldad, que caracterizan las acciones de lo que se ha dado en llamar Occidente, así como el contenido fundamental de su hipócrita discurso en defensa del sionismo genocida, que terminará siendo derrotado por la lucha del pueblo palestino y por qué no, por la dignidad y grandeza espiritual del propio pueblo judío, portador de tantas virtudes y que tanto ha aportado a la humanidad, precisamente en la formación de esos valores que nos hacen defender hasta las últimas consecuencias, como lo hemos hecho siempre los sandinistas, la lucha del pueblo palestino por su liberación.
Carlos Fonseca Terán* Militante sandinista, escritor y analista político
Foto de portada: EFE