África Subsahariana Análisis del equipo de PIA Global

Terrorismo en el Sahel: financiamiento externo al drama interno

Escrito Por Beto Cremonte

Por Beto Cremonte*-
Mucho se lee y habla del terrorismo en África, pero poco se dice de los orígenes financieros y el apoyo externo que reciben estos grupos, muchas veces vinculados al llamado yihadismo islámico, donde, justamente el Islam como religión poco tiene que ver con el accionar de estos grupos.

La naturaleza ilícita, las diversas fuentes de financiación utilizadas por los grupos terroristas en el Sahel, evidencia cómo las organizaciones terroristas han desarrollado una rápida capacidad para adaptarse a un entorno local de economías informales y, al mismo tiempo, evolucionar y aprovechar las oportunidades que el sistema financiero global les ofrece. Es en este punto en el que el terrorismo adquiere una dimensión transaccional siendo necesaria la adopción de medidas sancionatorias y restrictivas a nivel internacional en materia de prevención de blanqueo de capitales y financiación terrorista.

Sahel epicentro del terrorismo en África

Conocido como el Cinturón de África, el Sahel es un territorio semiárido de 5 000 km desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo. Si bien abarca una extensión geográfica de una docena de países, hablar del Sahel en un marco institucional agrupa únicamente los cinco países subsaharianos y antiguas colonias francesas constituidos en 2014 como la Organización G5 Sahel: Mauritania, Mali, Níger, Burkina Faso y Chad.

El Sahel es un territorio complejo, un combo de factores que propician la formación de grupos armados y actividades terroristas. Los cinco Estados presentan una crisis socioeconómica ante la inestabilidad política y democrática, la corrupción arraigada en gobiernos e instituciones, diferencias étnicas regionales y una bajísima renta per cápita ocupando los primeros puestos en el ranking de pobreza extrema a nivel mundial.

El colonialismo francés se ocupó de mantener bajo su yugo a estos países, aún después de que estos lograran la independencia. De hecho, una de las herramientas que se mantiene desde la colonia y se sigue utilizando como método de sobrecoloización es el Franco CFA, moneda oficial en esta región, pero es impreso en París.

Otro de los medios que sigue utilizando occidente para mantener bajo su control a los países de esta región, es el terrorismo instaurado y financiado desde arcas muy lejanas al continente africano. Este terrorismo o estos grupos terroristas no dejan de ser empresas, y como tales, funcionan a través de manejos y recursos económicos que a todas luces se sabe que no provienen de los Estados africanos en cuestión.

Encontramos también, como uno de los motivos principales en el reclutamiento de la mano de obra necesaria y de la cual se nutren estos grupos, la crisis permanente en la que estan sumergidos estos países. Claro que aquí podemos señalar que, también como el terrorismo, estas crisis son provocadas y sustentadas por las potencias como otra herramienta de pos colonización o sobre colonización. Crisis económicas y pobreza extrema en una región rica en recursos naturales. Además de  una crisis demográfica y medioambiental, que según Naciones Unidas, el Sahel presenta tasas de fecundidad elevadísimas estimando un aumento de su población de los 75 millones de personas a los casi 200 millones en 2050. Este crecimiento exponencial combinado con la escasez de lluvias en la región agrava las capacidades de abastecimiento alimenticio. Como consecuencia, obtenemos una crisis migratoria por los flujos migratorios huyendo de las zonas golpeadas por el terrorismo o tratando de alcanzar Europa en búsqueda de «una vida mejor».

La escasez de recursos económicos y gobiernos incapaces de garantizar seguridad provoca una simbiosis entre extremistas y la joven población, quienes encuentran en el terrorismo una solución a su precaria situación. Mientras, los terroristas aprovechan para ganar adeptos y reforzar su capacidad de control.

Miembros de la provincia de África Occidental del autodenominado Estado Islámico.

El Sahel, escenario de diversidad para la financiación terrorista

En el Sahel operan diferentes organizaciones terroristas, las cuales evolucionan constantemente al confluir o integrarse unas con otras. Sin embargo, la consecución de atentados terroristas y el control económico de sus actividades viene atribuido principalmente a Al Qaeda Magreb Islámico (AQMI), Dáesh (autodenominado Estado Islámico) y Boko Haram (o ISWAP, Islamic State’s West Africa Province desde 2015). Como mencionábamos anteriormente, estos grupos funcionan con lógicas empresariales y como cualquier empresa, un grupo terrorista necesita ingresos económicos para el costoso mantenimiento de su propaganda y cumplimiento de sus objetivos. Pero hablar de financiación terrorista abarca tanto medios económicos como logísticos, pues estos requieren de armamento, munición, vehículos y combatientes dispuestos a luchar “por la causa”.

Para ello, Al Qaeda, Dáesh y Boko Haram, por ejemplo establecen puntos fronterizos para el intercambio de armas, personas, efectivo e información. Se trata de un triángulo de colaboración Magreb-Sahel para brindarse apoyo entre los tres, más allá de las diferencias que los alejan en los métodos de su accionar, en la radicalización de sus actos y en el apoyo que reciben desde occidente. A nivel local, los terroristas utilizan métodos de muy diversa naturaleza para financiarse. Un informe elaborado por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) estima que en África Occidental se pierden más de 40 mil millones de euros anuales en flujos ilícitos para financiación del terrorismo.

El desarrollo económico del Sahel se ha basado históricamente en el comercio transahariano a través de rutas para el tráfico de mercancías y esclavos, rutas que hoy en día se mantienen y cuyo control juega un papel fundamental como soporte económico de grupos terroristas. Para el paso de la mercancía, estos imponen un impuesto al transporte o “tasa de tránsito”, las mafias garantizan la protección y el avance y los terroristas se benefician económicamente. Desde este análisis podemos observar como la conexión entre recursos naturales (empresas locales o extrajeras que se dedican al expolio de los mismas) y el terrorismo se cruzan para garantizar los intereses de quienes manejan los hilos desde cómodos sillones europeos o norteamericanos.

El tráfico de personas es también una de las principales fuentes de ingreso de los grupos terroristas que opera en el Sahel. Este flujo migratorio ilegal aumenta entre fronteras con un nivel de desarrollo diferente como entre Europa y África Occidental, los terroristas lo saben y se aprovechan de quienes deciden cruzar. Diferentes estudios informan sobre la colaboración directa o indirecta de AI Qaeda y ISWAP para facilitar el avance de los migrantes a cambio de una “compensación”. Además, los deficientes controles fronterizos complican identificar cuándo un individuo se desplaza voluntariamente o está siendo objeto de trata.

Finalmente, es el propio terrorismo el causante de miles de migraciones forzosas en toda la región, ya que, como causa directa o indirecta, muchos sahelianos deciden escapar de su tierra de origen en busca de una nueva y mejor realidad, lanzándose a las bravas aguas atlánticas o se sumergen en las peligrosas arenas del Sáhara para intentar, el también, peligroso cruce el Mediterráneo.

Los secuestros son una importante fuente de ingresos para los terroristas. El secuestro de alguien de origen europeo u occidental se cotiza en millones de euros, por lo que, durante los últimos años numerosos países europeos han pagado cuantías millonarias por la liberación de sus rehenes. Algunos estudios habla de que Al Qaeda ha podido recaudar, al menos 100 millones de euros por secuestros.

Otra fuente de financiamiento que han encontrado estos grupos y que les ha resultado en la región, son las extorsiones a civiles y funcionarios. En este caso tanto Al Qaeda, ISWAP o Boko Haram lo toman como una práctica habitual para su funcionamiento de recaudación de activos. Mediante un impuesto o «tasa de protección», los terroristas reciben un porcentaje y los comerciantes pueden seguir operando, aunque en otras ocasiones, estos proceden a la intimidación de funcionaros o políticos a cambio de dinero e información. De hecho, existen pruebas que confirman que miembros de los gobierno realizaban de la región realizan “donaciones personales” a estos grupos terroristas para recibir protección o no ser el blanco de los ataques de estos. Adicionalmente, las donaciones y el “zakat” son una forma de explotación muy rentable, ya que, por decreto islámico, los musulmanes deben donar el 2,5 % de sus ingresos anuales a la caridad, pero gran parte de estas (recogidas en mezquitas o por representantes recaudadores) son utilizadas para la financiación terrorista. En Níger concretamente, es sabido sobre la recaudación de fondos gracias a comerciantes y simpatizantes y, en Mali, Chad o Burkina Faso ocurre algo similar. Claramente se trata de una fuente de financiamiento “limpio”.   

Fuentes de financiación por recursos naturales: práctica en auge

El continente africano sufre la conocida «maldición de los recursos naturales». La CEDEAO o ECOWAS es la Comunidad Económica de África Occidental, en ella se nuclean varios de los países más ricos en recursos naturales entre los que figuran, como ya hemos mencionado, Mali, Níger, Burkina Faso y Nigeria, sin embargo, es en la propia riqueza de sus recursos naturales que se esconde gran parte de la razón de su pobreza, debido al expolio permanente del que es sujeto. Estos recursos naturales son causa y efecto de la problemática en la región, no por decisión de los pueblos, sino por el manejo de sus gobiernos, que se subyugan a los interese occidentales y entregan las riquezas por un puñado de dólares (o euros) que solo enriquecen las cuentas bancarias propias y sumergen en una pobreza extrema al resto de la población.

El Sahel es también de gran interés geoestratégico en materia energética. Muchas multinacionales del sector extractivo operan en la región compitiendo por el control de sus recursos energéticos. Sirvan de ejemplo Semafo y Barrick Gold para la explotación en las ricas minas de oro en Burkina Faso y Mali, Orano para la extracción de uranio en Níger o las petroleras CNPC y ExxonMobil en Chad.

El extractivismo se ve afectado por una débil regulación y supervisión de la minería artesanal ilícita. Además, el auge de los últimos años contribuye al aumento del tráfico, también ilícito, de minerales y combustibles fósiles en cualquier parte de la cadena: extracción, venta y exportación. Es, en cualquiera de estas fases, cuando bandas armadas y grupos terroristas encuentran una oportunidad para lucrarse económicamente. El oro es el metal con mayor potencial actualmente, solo entre Malí y Burkina Faso se exportan más de 30 toneladas ilícitas por 832 millones de euros anuales. Los gobiernos regionales emplean sus capacidades en controlar a los propios terroristas delegando la seguridad de los yacimientos en actores regionales (por ejemplo, en Mali los dozos y en Burkina los kowlweogo), favoreciendo que los mineros locales terminen pagando a los terroristas a cambio de seguridad. Además, el oro puede ser fácilmente utilizado como moneda de cambio o intercambiado por otros bienes.

Los yihadistas aprovechan para difundir el islam y reclutar simpatizantes de las comunidades próximas a las minas, y los explosivos que se utilizan para la extracción en el terreno son utilizados con el doble propósito por estos grupos. En las minas y en atentados.

Entre Níger y Nigeria, se concentran las principales plantas extractivas de petróleo, sin embargo, se estima que el robo de este asciende a 150.000 barriles/día ocasionando pérdidas anuales sobre 4.600 millones de euros. Las infraestructuras petrolíferas del delta del Níger sufren robos y sobornos y los petroleros del golfo de Guinea se exponen a la piratería y el sabotaje. También los propios empleados de las refinerías intercambian el crudo por dinero y los buques son atacados durante el trayecto o el repostaje (bunkering).

Es difícil cuantificar el total de crudo robado por grupos terroristas, pero sí es sabido que gran parte termina en manos de estos. Las fuerzas de seguridad nigerianas han descubierto grandes reservas de petróleo refinado utilizadas por Boko Haram para el repostaje de vehículos, maquinaria o posterior tráfico ilegal. También Al Qaeda y el Estado Islámico recurren a la explotación de recursos estratégicos como el petróleo, el azufre, el fósforo y el fosfato para financiar sus actividades, en ocasiones gracias a la propia colaboración de los servicios policiales corrompidos.

Fuentes de financiación por el sistema financiero: blanqueo de capitales

El blanqueo de capitales es el encubrimiento de la naturaleza de unos fondos obtenidos mediante actividades ilícitas. A nivel técnico, consiste en introducir una cantidad de efectivo principalmente fraccionado a los circuitos financieros y que, posteriormente, será dispersado mediante operaciones financieras. El fin es alejar el dinero de su verdadero origen ilegal y dificultar su detección por parte de las instituciones financieras. Finalmente, el dinero se incorpora a los flujos económicos con apariencia legítima. Actualmente, el blanqueo de dinero está íntimamente ligado a la financiación terrorista.

A consecuencia de la globalización financiera, una organización terrorista o «lobo solitario» podría enviar u obtener financiación desde cualquier parte del mundo como cualquier usuario del sistema bancario, gracias a la rapidez transaccional del sistema financiero, los avances tecnológicos y la liberalización de los movimientos de capital. Todo ello implica que, al no existir barrenas fronterizas, el terrorismo adquiera una dimensión trasnacional y, por tanto, un problema que se debe combatir necesariamente de manera conjunta a nivel internacional.

La principal problemática con la que cuentan los países del Sahel es la existencia de economías informales, pues estos realizan sus transacciones comerciales principalmente con dinero en efectivo, e interfiriendo mínimamente en el sistema financiero. Ello implica que, junto con la corrupción de autoridades, las Unidades de Inteligencia Financiera (UIF) tengan dificultad para seguir el rastro del capital al no contar con un registro de la operación ni en papel ni en sistema informático. Adicionalmente, la precaria situación socioeconómica de la población fomenta la existencia de economías sumergidas, ya que para la gran mayoría de personas acceder al sistema bancario es caro y complejo al mismo tiempo. Además, sumado al débil control fronterizo, en el territorio no existe una legislación que obligue a la declaración por importe transportado o bien a su paso por una frontera, dificultando que los gobiernos controlen el dinero en circulación o destinado a la financiación terrorista.

Dicha situación beneficia directamente a los grupos terroristas como Al Qaeda o ISWAP, que cuentan con una gran organización internacional, pudiendo obtener la mayoría de sus ingresos en efectivo y de manera anónima.

Golpes de Estado, Grupo Wagner y Multipolaridad como respuesta al terrorismo

Después de Malí y Burkina Faso, Níger está bajo el control de una junta militar que tomó el poder a través de un golpe de Estado, al igual que sus vecinos. Para los medios occidentales y las potencias coloniales esto podría aumentar los escollos en la lucha contra los grupos armados yihadistas en África subsahariana. Incluso, para estos medios, también es la puerta entrada de Rusia, a través del Grupo Wager, a los intereses africanos.

El general Abdourahamane Thiani, jefe de la guardia presidencial de Níger, y el nuevo líder del país ha señalado que el fracaso en cuestiones de seguridad y en la lucha contra el terrorismo es una de las principales causas que llevaron a la junta a tomar el poder en Níger.  Frente al avance de los yihadistas, las juntas militares se están imponiendo a las democracias, a las que una parte de la población local considerada ineficaces y corruptas. «El enfoque de seguridad actual no trajo seguridad al país, pese a los sacrificios realizados por los nigerinos», declaró el general Thiani en su primer discurso.

Níger y su presidente electo, principal aliado de los países occidentales en el Sahel, eran hasta entonces una excepción en una región víctima de violencias de los grupos armados.

En este sentido, sabemos que, por ejemplo la junta militar que gobierna de Malí desde 2022 recurrió a la empresa militar privada rusa Wagner para luchar contra los grupos yihadistas -provocando la salida de las tropas francesas en 2022-, y las autoridades de Uagadugú optaron por la movilización de ciudadanos armados pidiendo la retirada de las fuerzas especiales extranjeras.

Estas juntas de África subsahariana «responsabilizan a los aliados de regímenes que derrocan de la degradación de la seguridad. Los golpes de Estado son apoyados por un sector de la población que ya manifestó hostilidad hacia la presencia occidental». Desde su primer discurso, el general Thiani prefirió tender la mano a sus homólogos sahelianos, cuestionando «el sentido y el alcance de una lucha contra el terrorismo que excluye toda colaboración con Burkina Faso y Malí» en la llamada zona de las tres fronteras. Debido a las tensiones diplomáticas, los militares nigerinos y franceses no pueden operar libremente contra las bases del Estado Islámico del otro lado de la frontera maliense, donde la organización lleva a cabo ataques en territorio nigerino.

Para los socios occidentales las perspectivas son sombrías. La Unión Europea ya amenazó con suspender «todo apoyo presupuestario». La manera es harto conocida. Las sanciones internacionales, el golpe a la economía (ya golpeada)  podrían afectar al régimen nigerino como ocurrió en Malí o Burkina Faso. Está más que claro que esto agrava aún más una situación por demás grave.

La posible salida de las fuerzas francesas o estadounidenses dejaría un vacío en una región particularmente problemática, según los analistas, pero para estas jutas militares les garantizaría la baja en la influencia que pesa sobre sus pueblos, por parte de las potencias coloniales. Níger es el país más pobre del continente africano, aunque rico en uranio, cobalto y litio. En el país se encuentran bases militares de Francia (1.500 soldados) y de EEUU (1.000 soldados), con el pretexto de la lucha contra las milicias de Al Qaeda. De acuerdo a muchos observadores, el llamado terrorismo islámico es fomentado por las fuerzas franco-norteamericanas para justificar su presencia militar. Entre otras razones, se alega la necesidad de contener la emigración de los países subsaharianos hacia el norte de África y hacia Europa meridional. Las compañías occidentales disfrutan del monopolio de la explotación de la riqueza mineral del Níger, al punto que el país es la fuente, vía la provisión de uranio, de la mitad del servicio eléctrico de Francia.

A poco de instalada la Junta Militar en Níger quedó en evidencia el tinte anticolonial del golpe, dirigido en especial contra el imperialismo francés, aunque es notoria, además de la norteamericana, la penetración del capital alemán, italiano y español. En las manifestaciones promovidas por el gobierno, se profirieron denuncias contra el imperialismo y slogans favorables a Rusia, Putin y la compañía de mercenarios Wagner. Cabe mencionar que desde Rusia, el golpe fue caracterizado por los comentaristas del gobierno como “multipolar”, la expresión en boga para definir a quienes atacan la supremacía del dólar y de Estados Unidos. En los años recientes, Malí y Burkina Faso se pasaron a este bloque “multipolar”, la República Centroafricana se encuentra en una situación similar.

Estos últimos acontecimientos hacen pensar en la debilidad, complicidad y apoyo que reciben estos grupos terrorista por parte de los gobiernos occidentales. Sin este apoyo sería muy difícil de que puedan operar de la manera que lo hacen, incluso manteniéndose a lo largo del tiempo y ejerciendo su poder a través del terror. Los golpes de Estado en Sahel, en principio, se plantan ante esta situación denunciando la colaboración occidental con estos grupos. Escucharlos o no es una elección. Pesar en golpes antidemocráticos cuando la democracia es fallida y colaboracionista con las potencias colonizadoras, también es una elección. Desde PIA Global, elegimos otro camino.

*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación Social y Periodismo, egresado de la UNLP, Licenciado en Comunicación Social, UNLP, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política, FPyCS UNLP.

Acerca del autor

Beto Cremonte

Docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp