De quienes buscan dar continuidad al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México con licencia, es quien más insiste sobre la importancia de mantener la unidad.
A finales de enero de este año, durante la plenaria del grupo parlamentario de Morena (Movimiento Regeneración Nacional), declaró que la falta de unidad era un factor que podría llegar a «afectar» al partido político en el poder.
Desde entonces reproduce esa narrativa. En casi todos sus recorridos por el país, de cara a la encuesta que terminará por definir quién será el candidato presidencial del oficialismo, insiste que una de las claves para mantenerse en el Gobierno más allá de 2024 es la unidad.
Recelo hacia la puntera
Ante la propuesta de realizar debates entre aspirantes antes de llevar a cabo la encuesta, Sheinbaum se negó.
Para ella el «verdadero adversario» se localiza afuera, en los partidos políticos de oposición, no dentro de Morena. En definitiva, se resiste ante cualquier riesgo que pudiera descarrilar su candidatura.
Y no es para menos. Por un lado, es la aspirante que ha recibido un mayor respaldo, tanto del presidente como de la mayoría de los gobernadores surgidos de Morena y, paradójicamente, es también quien mayor recelo ha generado.
Entre los cinco aspirantes de Morena y partidos aliados, tres de ellos han expresado de manera abierta, o velada, su inconformidad ante lo que consideran una «cargada» a favor de la exalcaldesa de Tlalpan: Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y Gerardo Fernández Noroña.
En julio del año pasado, Ebrard declaró que esperaba que hubiera «piso parejo» (condiciones de equidad en la competencia), justo en un momento en el que el presidente no dejaba de hacer patente su preferencia hacia la gobernante capitalina en actos públicos.
En el caso de Monreal, el desencuentro con Sheinbaum data de largo tiempo atrás y ha sido, de lejos, el de mayor envergadura.
La rispidez en la relación se originó desde antes de la elección de 2018, cuando ambos compitieron por la candidatura a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Y es que luego de que se dio a conocer que los resultados de aquella encuesta favorecieron a Sheinbaum y dejaron muy mal posicionado a Monreal —fue quien registró el mayor número de opiniones negativas—, este último se inconformó y cuestionó el sondeo.
Fueron semanas de gran tensión. Monreal incluso amagó con romper con Morena hasta que, en ese entonces ya perfilado como candidato presidencial, López Obrador lo convenció de permanecer en las filas del partido. Entonces, el exgobernador de Zacatecas terminó postulándose como senador.
Aunque con mucho menos visibilidad que Ebrard y Monreal, Fernández Noroña, diputado federal por el Partido del Trabajo (PT), también ha puesto de manifiesto su rechazo hacia lo que considera una campaña que se ha construido a partir de un claro favoritismo desde el aparato del Estado.
Y es que, de acuerdo con Noroña, no es solo el apoyo abrumador del presidente, sino de la mayoría de los gobernadores, quienes recibieron a Sheinbaum y participaron en mítines convocados por ella, incluso antes de que la contienda diera inicio de manera formal.
Hay que recordar que, todavía en su calidad de jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Sheinbaum se dedicó a hacer recorridos los fines de semana en varios estados de la República durante varios meses bajo el argumento de que había que dar a conocer los resultados de su gestión.
A lo largo de esos meses, cientos de espectaculares fueron desplegados a lo largo y ancho de territorio nacional.
Y lo mismo fueron pintados muros de viviendas, todas ellas con la leyenda #EsClaudia, mensaje que aludía a la pertinencia de que fuera ella la responsable de dar continuidad al Gobierno de López Obrador en 2024.
El factor AMLO: fortaleza y debilidad
La primera semana de junio, ante los riesgos de una fractura interna y, a punto de iniciar la competencia entre aspirantes de manera formal, el presidente López Obrador convocó a sus ‘corcholatas’ (sobrenombre asignado a quienes pretenden relevarlo en el cargo) a una cena que lo mismo sorprendió a propios que extraños.
Al restaurante ubicado muy cerca del Palacio Nacional acudieron Sheinbaum, Ebrard, Augusto López y Monreal. Fernández Noroña y Manuel Velasco, aspirantes por el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), no fueron invitados.
Ante medios de comunicación, altos funcionarios del Gobierno se limitaron a señalar que se trató de un festejo por el triunfo de Delfina Gómez en los comicios en el Estado de México, la entidad federativa con el mayor padrón electoral.
Sin embargo, trascendió que, en realidad, se trató de una convocatoria del presidente para mantener la unidad, discutir sobre las reglas del juego de la competencia interna y, en última instancia, construir un pacto entre aspirantes que despejara cualquier riesgo de ruptura.
Para varios analistas políticos, la intervención de López Obrador tras bambalinas, llamando a mantener la unidad, revela la incapacidad de la dirigencia nacional del partido para llevar a buen puerto la elección de su candidato presidencial.
Resta por ver si los llamados a la unidad desde el Palacio Nacional lograrán traducirse en una cohesión auténtica dentro de Morena, o si, por el contrario, se termina imponiendo el golpeteo entre aspirantes.
No hay duda de que la principal fortaleza de Morena es AMLO, quien, más allá de su cargo, se ha convertido, de facto, en el ‘líder moral’ de la autodenominada ‘Cuarta Transformación’. No hay nadie, sino él, con semejante poder de convocatoria.
Resta por ver, sin embargo, si los llamados a la unidad desde el Palacio Nacional lograrán traducirse en una cohesión auténtica dentro de Morena, o si, por el contrario, a medida que se recrudece la competencia por la candidatura presidencial, se termina imponiendo el golpeteo entre aspirantes.
Y es que, sea quien sea el candidato del oficialismo, al final, una condición decisiva para dar continuidad al Gobierno de la 4T será convertirse, igual que AMLO, en un factor de unidad dentro del movimiento progresista.
Ausencia de crítica: un ‘efecto búmeran’
La unidad es tan frágil al interior del partido oficial que, a la hora de establecer las reglas de la contienda interna, se canceló cualquier posibilidad de organizar un debate entre quienes pretender relevar a López Obrador.
Fue una decisión tomada por el Consejo Nacional del partido en junio pasado. Sin embargo, desde antes de que este sesionara para fijar las reglas de la carrera por la candidatura presidencial, la aspirante con mayores preferencias según varias casas encuestadoras, Sheinbaum, se declaró en contra de llevar a cabo un debate.
En contraste, los otros aspirantes morenistas, Ebrard, Augusto López y Monreal se pronunciaron a favor de realizar debates, claramente con la mira puesta en incrementar su nivel de aprobación en los sondeos.
Sin la posibilidad de poder contrastar ideas entre aspirantes, la competencia por hacerse de la candidatura de Morena se ha limitado, hasta el momento, a una carrera de popularidad, que lo mismo se alimenta de propaganda masiva en las calles, que de contenidos frívolos en redes sociales.
Durante los recorridos, desde las plazas públicas se alcanzan a escuchar algunas propuestas al aire. Sheinbaum insiste que «es tiempo de que gobiernen las mujeres«, dejando entrever que impulsará políticas públicas de enfoque de género.
Ebrard, por su parte, llama a resolver el problema de la inseguridad y la violencia a través de una estrategia que haga uso de tecnología de punta.
Hacerse de cámaras y sistemas de detección son, en opinión del excanciller, los insumos necesarios para hacer de México un país seguro, una asignatura pendiente de la denominada ‘Cuarta Transformación’.
Monreal, por su parte, asegura que el eje de su Gobierno sería la «reconciliación«. Esto es, dejar a un lado el encono entre fuerzas políticas.
Su objetivo, dice, es hacer un gobierno de unidad nacional. En la plaza pública resalta su vasta experiencia política y su largo caminar al lado de AMLO.
Augusto López no deja de insistir que, su estrecha relación con el presidente durante más de tres décadas lo convierten, de facto, en la persona idónea para dar continuidad a un proceso de cambio que, asegura, es histórico.
Entre aspirantes se ha evitado polemizar a través de un debate bajo la lógica de que, al hacerlo, se dota de armas al enemigo.
Y bajo este mismo argumento, dentro de Morena se ha rechazado hacer críticas a la gestión del Gobierno federal.
Cualquier atisbo de cuestionamiento a menudo se interpreta como un acto de traición al presidente, como un intento de sabotear el proceso de cambio, como una acción que no favorece sino a la derecha.
La ausencia de debate y autocrítica ha terminado por dotar, a una figura de la oposición que busca convertirse en la sucesora de AMLO, de los elementos para articular una campaña que, reconociendo los aciertos del Gobierno, al mismo tiempo destaca los errores.
Xóchitl Gálvez es la aspirante que asegura compartir los ideales del presidente López Obrador y que, a pesar rodearse de los políticos del viejo régimen, ha terminado por darle aire a una oposición que, hasta hace poco, estaba carente de la posibilidad real de competir.
*Ariel Noyola Rodriguez es periodista de Actualidad RT, donde fue publicado originalmente este artículo.
FOTO DE PORTADA: Facebook/Mario Delgado.