En la previa a la Cumbre Amazónica que se desarrolla en Belém, capital del estado brasileño de Pará, el presidente brasileño Lula Da Silva se reunió con la mandataria de Perú Dina Boluarte para atender asuntos en común. El presidente brasileño posó para la foto con su par peruana y la publicó en Twitter:
«Me reuní hoy por primera vez con la presidenta de Perú, Dina Boluarte, que vino al encuentro de los países amazónicos y conversamos sobre la cooperación entre nuestros países».
En lo que fue su primer viaje al exterior en calidad de gobernante, Boluarte llegó a Brasil luego de que el Congreso de Perú aprobara el pasado jueves con 62 votos a favor, 32 en contra y 7 abstenciones el permiso solicitado para poder acudir a la Cuarta Reunión de Presidentes de los Estados Partes del Tratado de Cooperación Amazónica.
Lejos de salir a criticar la foto con la mandataria acusada de genocidio, los sectores más vinculados al progresismo brasileño que apoyan a Lula omitieron cualquier referencia al encuentro. Sucede que para la izquierda brasileña, las posturas que asume Lula en relación a ciertas cuestiones externas no merece ningún tipo de cuestionamiento.
Ya lo vimos en relación a la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania. Con la condena del gobierno brasileño a «la invasión rusa» hubo quienes cuestionaron las acusaciones de alineamiento de Lula con la postura de Estados Unidos, argumentando que pese a esta declaración el gobierno se negó a enviar armas a Ucrania. El ofrecimiento del propio Lula como mediador del conflicto, así como sus aproximaciones con China y Rusia son también argumentos usados para cuestionar este aparente alineamiento con Occidente.
Si bien es cierto que Lula ha sido crítico en relación a la política de financiamiento de los organismos de crédito de Occidente -tanto en referencia a Argentina tras reunirse con Alberto Fernandez como en la última reunión del G7-, lo cierto es que la línea no es la misma en determinados asuntos algo más comprometedores, donde la influencia de Estados Unidos en los procesos políticos y sociales internos de los países se presenta como factor determinante en el devenir de dichos procesos.
El reconocimiento de Dina Boluarte como presidenta de Perú primero y el recibimiento de Boluarte por parte de Lula después dan cuenta de la decisión política del gobierno brasileño de omitirse en relación a la situación social y política crítica que vive el país vecino. El encarcelamiento de Pedro Castillo tras el intento de disolución del Congreso seguido de la represión brutal a las movilizaciones y las declaraciones de Boluarte acerca de su continuidad en el poder pese al pedido popular para la convocatoria a elecciones, da cuenta de una postura como mínimo cómplice del gobierno brasileño para con el gobierno peruano.
Decepciona ver a Lula, que tanta campaña ha hecho para defender los derechos de los más desposeídos en su país y en el mundo, cerrar filas con una figura que representa la continuidad de un proyecto político que ha sumido al Perú en una crisis estructural bajo una lógica neoliberal y antidemocrática. No se trata de tomar partido ni de inmiscuirse en los asuntos internos de los países vecinos, sino de no hacer gestos que tiendan a desconocer los procesos históricos y sociales de los pueblos hermanos.
Si algo queda claro y por lo tanto no sorprende en relación a Lula es que existe una línea de continuidad en las posturas de Brasil en relación al mundo actual. Así como condena lo que llama de invasión rusa a Ucrania, se niega a enviar armar para la continuidad del conflicto y se ofrece como mediador. Así como comenzó a referirse recientemente a Venezuela como víctima de una narrativa que busca deslegitimar a su gobierno, calla en relación a la crisis política y social peruana. Así como se desmarca de Occidente y estrecha filas con China y Rusia ante la consolidación del mundo multipolar, se alínea al imperialismo norteamericano en relación a los procesos que cuestionan la lógica política y económica instalada en el propio territorio.
Es cierto que es necesario un equilibrio que le permita a Lula cierto nivel de autonomía para gobernar. Es por eso que no sorprende verlo posando para la foto con Dina Boluarte, pero si decepciona dado su perfil progresista y su historial de condena a los procesos autoritarios. Poco se puede esperar de quien negocia con los agentes del poder en beneficio de un proyecto político que ya se mostró frágil y obsoleto no sólo para Brasil sino para toda Nuestra América.
*Ana Laura Dagorret es analista internacional, coautora del Manual breve de geopolítica y parte del equipo de PIA Global. Tiene un newsletter semanal de geopolítica que se puede leer acá.
FOTO DE PORTADA: Twitter.