¿En qué cree la gente?
Hace pocos días se conoció la IV Encuesta de Humor Social y Político del Centro de Estudios Ciudadanos, de la Universidad Francisco Gavidia (UFG) de El Salvador, en la que se miden patrones axiológicos (creencias, cosmovisiones, ideologías y sistemas culturales), es decir la forma en que la gente se percibe y en lo que cree (y que, por creerlo, conforma su realidad subjetiva).
El estudio representa un aporte científico para ayudarnos a comprender una sociedad compleja, diversa y en permanente cambio, que no solo ha llevado a un régimen autoritario y autocrático al poder, sino que lo ha mantenido y lo sigue manteniendo en la cúspide.
No solo en El Salvador, estudiosos de múltiples ramas de las ciencias sociales observan con curiosidad el comportamiento social mayoritario salvadoreño, que justifica en actuales gobernantes aquello que, desde el advenimiento de la democracia, a partir de la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, jamás esa sociedad toleró o aceptó.
Se preguntan, naturalmente, ¿por qué? ¿Cómo ha llegado esta sociedad a ofrecer una suerte de carta blanca a un régimen que limita derechos y que, de manera arbitraria, puede decidir a través de sus aparatos coercitivos (policías, militares, fiscales y jueces) la vida o la muerte, la libertad o el encarcelamiento, la culpabilidad o inocencia, de seres humanos sobre la lógica de una lucha sin cuartel contra el crimen organizado en pandillas?
Sabemos, por diversos y constantes estudios estadísticos, de la evolución (o involución) del comportamiento social latinoamericano en relación a algunas formas tradicionales de democracia liberal burguesa y al autoritarismo.
Ya hemos señalado en otras ocasiones los hallazgos de Latinobarómetro y del Barómetro de las Américas, que establecen un patrón de creciente desapego a estas formas de democracia, mientras avanza la aceptación de formas autoritarias, si estas -de acuerdo a la percepción ciudadana- garantizan aspectos de seguridad u otras preocupaciones mayoritarias para una sociedad dada.
Latinobarómetro acaba de publicar la actualización de sus estudios (2023) en relación a la satisfacción de la ciudadanía latinoamericana respecto a la democracia, su apoyo o indiferencia, así como sus inclinaciones a aceptar regímenes autoritarios.
Al analizar algunos aspectos de los hallazgos de ambos estudios mencionados (UFG y Latinobarómetro), El Salvador representa una curiosa paradoja, con una sociedad que se autopercibe como altamente conservadora, regida por creencias y valores asentados en la religión, la fe, la familia y los habituales conceptos conservadores que giran en torno a ella; con una amplia mayoría -que ronda el 56%- que se percibe a sí misma como de derecha, y un relativo desprecio hacia el sistema de partidos, a los políticos y funcionarios públicos pero que, al mismo tiempo, constituye una sociedad que se muestra muy satisfecha con su democracia, mientras avala por abrumadora mayoría un régimen que el propio estudio de Latinobarómetro califica como una “democracia en peligro”:
“La democracia está en alto peligro en El Salvador no solo por la re-postulacíón sino porque el personalismo no constituye institucionalización de la democracia, sino por el contrario, es el caudillo que se lleva todo el poder para sí y corre el riesgo de transformarse en una electo-autocracia/ dictadura/ régimen autoritario/ populismo autoritario.”
Afirmaba Karl Marx en sus tesis sobre Feuerbach (1845), que “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. De la misma manera, si se pretende comprender una sociedad dada, pongamos por caso la sociedad salvadoreña o la latinoamericana, no puede ser simplemente con un fin exclusivo (e inútilmente) escolástico, sino para intentar, en alguna medida modificarla, transformarla en un sentido claramente superador.
Para intentar entender, entonces, una sociedad con este tipo de comportamientos resulta útil sin duda recurrir a las consultas de opinión periódicas, que a su vez se puedan sistematizar y que, a lo largo del tiempo, permitan obtener conclusiones en base a respuestas que estarán pautadas por rasgos educativos, culturales, propagandísticos, percepciones, etc.
Será importante considerar que estas opiniones también son modificables y volátiles. Comprender las razones de las respuestas nos permitirá interpretar aspectos de la sociedad actual, percepciones, sueños, aspiraciones, dudas, miedos y certezas. Entenderla mejor nos ayudará a intentar encontrar formas para incidir en ella, a partir de herramientas que permitan la superación de la actual situación; herramientas como, por ejemplo, y, en primer lugar, la educación en cada una de sus formas.
La educación, un arma cargada de futuro
Si intentamos hacer algunas reflexiones críticas a partir de los hallazgos de estudios como los ya mencionados, podemos encontrar que la potencial solución ante la alarmante situación que nos plantean los resultados (en El Salvador y en la mayoría de países de América Latina), podemos fácilmente concluir que la superación de los problemas descriptos podrían recaer en gran parte en la educación, educación popular entendida en su sentido más amplio y complejo, que no solo se refiere a la escolaridad formal, sino a la educación social más abarcadora, desde el hogar, el barrio, los centros de trabajo y estudio, en fin en la sociedad en su conjunto.
Parafraseando al poeta español Gabriel Celaya (La poesía es un arma cargada de futuro), nos referimos a una educación transformadora y superadora, generadora de conciencia, convertida en la más peligrosa herramienta de lucha contra un sistema-régimen-modelo de dominación, que deshumaniza, manipula, desinforma y aliena; educación popular transformadora y transformada en arma cargada de futuro. Esa educación-arma no puede alejarse de otra herramienta esencial, la organización popular, local, territorial, generada a partir de aquel crecimiento en el conocimiento e interpretación de la realidad social concreta.
Algunos hallazgos destacados
Entre los hallazgos que podemos destacar en los estudios de la UFG subrayamos la importancia que las personas encuestadas dieron a la familia como principal responsable de configuración de la identidad o mentalidad. El sistema educativo incide en las ideologías, mientras que la religión en las creencias.
- El 56.4% cree que la familia ha definido la personalidad y forma de pensar; en segundo lugar, la educación 16.0%
- Ser feliz (39.1%) y lograr el bienestar (20.7%) son las principales misiones humanas. La principal dificultad de la vida son los problemas económicos (56.6%)
- El salvadoreño promedio es creyente 53.3% y religioso 32.1%, frente a valores muy bajos de ateísmo, agnosticismo, pensamiento emocional o racional. Es notable el porcentaje de respuesta de quienes creen que todo depende de Dios (90.7%)
- Los salvadoreños(as) se definen ideológicamente como: Liberales 23.4%; Conservadores 19%; Indefinido 14.6%; de Derecha 14.3%; de Centro 14.1%; No sabe 12.6%; de Izquierda 2.1%. (Nota: podemos deducir que el conjunto de autodefiniciones de derecha rondaría el 56.7% del total de respuestas)
- El político es definido como un servidor público por un 45.6% y como un corrupto por el 46.4%. El empresario es definido como un generador de empleo por el 66.7% y como un explotador por el 26%
- ¿Sigue a cuentas, canales, influencers o youtubers vinculados al Presidente Bukele o Nuevas Ideas? 21.4% sí siempre; 20.7% a veces; 45.2% nunca.
- ¿Se considera seguidor, admirador o fan del Presidente Bukele? 51.3% Sí; 15.7% más o menos; 29.2% No. Si su respuesta anterior fue Sí o Más o menos, ¿qué le atrae o le gusta del presidente Bukele? Las respuestas fueron: Guerra contra las pandillas 21%; Cuida y protege a los ciudadanos 16.8%; Como habla 7.7%; sus políticas 7.6%; Su relación con Dios 6.8%.
El sentido de la democracia
Mientras tanto, el más reciente estudio de Latinobarómetro nos muestra una sociedad salvadoreña con rasgos contradictorios; mientras representa el país de América Latina con mayor grado de satisfacción hacia su democracia (64%), solo un 46% manifiesta apoyar la democracia, no habiendo diferencia con el estudio del año 2020; aumenta de 24% a 26% el porcentaje de indiferentes a un tipo de régimen, y mantiene su preferencia por el autoritarismo, que varía de 14% a 15% en el mismo período. El estudio concluye que, en El Salvador, la satisfacción con la democracia es superior a su apoyo; en otras palabras, El Salvador tiene una democracia débil, con menos del 50% de su población que apoya a la democracia y con un contingente no menor de cerca de un tercio de indiferentes.
El crecimiento de la aceptación de formas autoritarias de gobierno en América Latina mantiene su tendencia desde 2020, con algunos datos curiosos: cuanto más joven más proclive a apoyar formas autoritarias de gobierno.
La edad influye en el apoyo a la democracia mientras los más jóvenes (16-25 años) solo el 43% apoya a la democracia, entre los de más edad (61 y más años) es el 55%. Hay doce puntos porcentuales de diferencia en el apoyo a la democracia entre los más jóvenes y los de más edad en promedio en América Latina. A mayor edad más apoyo a la democracia.
En la actitud hacia el autoritarismo la relación es inversa: hay más apoyo al autoritarismo mientras más joven es la persona (20% entre los que tienen 16-25 años y 13% entre los que tienen 61 años y más).
Lo mismo sucede con la indiferencia al tipo de régimen: crece a medida que disminuye la edad (30% entre los que tienen 16-25 años y 23% entre los que tienen 61 años y más).
En relación al control de medios, a la pregunta: ¿En caso de dificultades está bien que el presidente controle los medios de comunicación”?
La opinión favorable al control de los medios de comunicación ha aumentado en las últimas dos décadas en la región, desde un 30% en 2002 a un 36% en 2023.
El 61% de los ciudadanos está de acuerdo con esta afirmación en El Salvador, seguido por México (48%), Honduras y Paraguay (44%) y Brasil, Guatemala y República Dominicana (43%). El país donde menos apoyo recibe esta opción es Panamá (19%).
Respecto del respaldo o aceptación a formas autoritarias de gobierno, ante la formulación: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”
En los últimos veinte años, entre 2002 y 2023, este indicador aumentó en la región del 44% al 54%, con un ritmo pausado pero consistente, que consolidó esta opinión como mayoritaria en varios países. El primero de estos es Honduras, donde el 70% dice que no importa un gobierno no democrático. Eso deja a Honduras en una situación propicia para un populismo abierto.
La respuesta es el primer indicio de que los ciudadanos buscan crecientemente, en cualquier parte, una solución a sus problemas, en una demanda de autoritarismo y de populismo a la vez. Le siguen a Honduras, Paraguay (68%), Guatemala (66%), República Dominicana (63%) y El Salvador (63%), todos países donde una gran mayoría apoya esta opción.
Del mismo modo los factores educativos tienen un claro papel en el tema:
A mayor educación, más apoyo a la democracia: un 40% entre los entrevistados con educación básica y un 60% entre quienes tienen educación universitaria.
Entre quienes son indiferentes al tipo de régimen es a la inversa: a menor educación más indiferencia hacia el tipo de régimen, un 32% entre los que tienen educación básica y un 19% entre aquellos con educación superior.
En el caso de otro estudio específico de la UFG respecto a El Salvador, (No se aceptan devoluciones, junio 7 de 2023), en cuanto al masivo apoyo hacia el actual presidente, encontramos que es entre los sectores con niveles educativos universitarios donde se registra mayor criticismo. Los universitarios -uno de cada diez ciudadanos- se distancian de ese 70 % u 80 % de personas que evalúan positivamente al presidente y a su equipo y no admiten la reelección presidencial.
A la luz de diversos estudios es evidente que resulta cada vez más necesario re-enfocar nuestras visiones acerca de las sociedades tal como son (y no como quisiéramos verlas), precisamente porque conocerlas como realmente son, será el único punto de partida válido para intentar seriamente transformarlas. Nos referimos sobre todo a El Salvador, pero parece que la misma premisa debería servirnos para comprender y transformar el resto de sociedades en América Latina.
En el caso de El Salvador, la economía sigue siendo el talón de Aquiles de un gobierno que, a fuerza de manipulación y autoritarismo, pretende eternizarse. Sin negar sus niveles de popularidad, es necesario observar que el tiempo, en cualquier caso, sigue jugando en su contra, como lo demuestran los casos de corrupción descubiertos y denunciados cada vez con más frecuencia, la reprobación internacional a sus métodos dictatoriales, la crisis económica y su aislamiento del sistema financiero internacional, que lo mantiene arrinconado y recurriendo a los fondos del BCIE y de la banca local. El régimen construye narrativas y acciones distractoras, mientras responde con amenazas (y despidos, como en el caso de los hospitales Rosales y Nacional de la Mujer) contra quienes denuncian violaciones a derechos laborales, humanos, cívicos o de cualquier naturaleza.
Por ahora, mientras desde el Ministerio de Salud reprimen a casi medio centenar de médicos internos aplicándoles destituciones ilegales por participar en paros de labores en solidaridad con otras colegas sancionadas previamente, desde el Ejecutivo demuestran su vena más autoritaria y su intención de romper cualquier lazo de solidaridad entre trabajadores. El régimen sigue invirtiendo en publicidad para la desinformación, pero no puede con ello ocultar, por ejemplo, otra de las tragedias que viven las familias salvadoreñas, que el precio de la canasta básica acaba de superar por primera vez en la historia los U$S 250, mientras los salarios y la generación de empleos siguen estancados.
Finalmente, el último informe de Latinobarómetro representa una alerta más del hartazgo de los pueblos ante modos de dominación claramente en crisis, pero que, aunque agotados, no enfrentan aún fuerzas con el acumulado suficiente para derribarlos; esto también es parte de la actual tragedia de nuestros pueblos. Esa realidad, de sociedades que normalizan el autoritarismo a cambio de una falsa sensación de seguridad, se va extendiendo a medida que exponentes autoritarios adquieren popularidad.
Depende de nuestros pueblos frenar esos avances, que pueden desembocar en formas neofascistas de control social. Incrementar la participación y organización popular en las luchas, en la defensa de derechos, en el rechazo al papel pasivo que los autócratas imponen a los actores sociales, y reconquistar el papel protagónico de los pueblos en la toma de decisión de sus rumbos y destinos, incluyendo el carácter de su democracia, resulta imprescindible, como lo es también la defensa de las condiciones materiales de vida del pueblo, que serán las afectadas para garantizar, como siempre, las mayores tasas de ganancia a las clases dominantes a costa de masas trabajadoras sumisas, controladas y mediáticamente manipuladas.
Raúl Llarull* Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
Foto de portada: Marvin Recinos / AFP