Europa

La OTAN intenta calmar a Zelenski con una invitación de entrada ambigua y sin fecha

Por María Zornoza* –
«Valoramos a nuestros aliados. Valoramos nuestra seguridad compartida. Pero merecemos ser respetados», afeaba el presidente ucraniano poco antes de aterrizar en la cumbre de Vilna.

La cumbre de Vilna despeja el camino del asunto más espinoso: el ingreso de Ucrania en la Alianza Atlántica. Tras un ejercicio de diplomacia e ingeniería dialéctica, los 31 han acordado ofrecer en el futuro una invitación oficial de entrada al país de Volodimir Zelenski. Pero no a cualquier precio. «Cuando las condiciones se den y los aliados lo acuerden», ha detallado Jens Stoltenberg, secretario general de la Alianza. Es decir, sobre el papel, Kiev consigue que se haga referencia a la palabra invitación. Pero en términos prácticos, la OTAN continúa sin dar una garantía ni un calendario de adhesión claro.

Y todo ello amenaza ya con remover los ánimos ucranianos. Antes de partir hacia la capital lituana, el presidente Zelenski ha lanzado por Twitter un mensaje inusualmente duro, pero que no ha caído por sorpresa. «Valoramos a nuestros aliados. Valoramos nuestra seguridad compartida. Pero merecemos ser respetados«, ha asegurado, en uno de los choques públicos con sus aliados más visibles en estos más de 500 días de guerra.

El líder ucraniano había terminado asumiendo que la petición de una entrada exprés, como solicitó días después del inicio de la invasión, no iba a llegar. En la Alianza hay dos consignas que se han impuesto con el transcurso de la contienda: Ucrania no formará parte mientras esté bajo las bombas, pero sí lo hará en un futuro. Asumido este marco, Kiev sí quería arañar un compromiso firme de que lo aceptarían una vez termine el conflicto.

Sin embargo, de fondo colea la incertidumbre en torno bajo qué estatus y sobre qué condiciones llegará la paz. Desde 2014, el país cuenta con una parte oriental bajo control ruso. Y el análisis de riesgo con un país que estaría bajo el Artículo 5 es muy complicado. Un choque, un ataque o un malentendido contra un miembro de la Alianza obligaría al resto a reaccionar en tromba, en virtud de la cláusula de defensa colectiva que solo se aplicó tras el 11-S. Algunos países del Este han recordado que Alemania se unió al foro militar como un país dividido, pero el contexto es radicalmente diferente. Y también los riesgos.

¿Del encuentro al desencuentro?

Las expectativas sobre el calendario de Ucrania a la OTAN llevaban días muy bajas. Incluso el propio Zelenski había amagado en varias ocasiones con no acudir al encuentroque se celebra este martes y miércoles en la capital lituana. Finalmente participará el miércoles en una cena con los aliados y en el primer Consejo OTAN-Ucrania, un foro que permite dialogar, tomar decisiones y activar mecanismos de reacción y respuesta en tiempos de crisis. Pero el encuentro se anticipa angosto y camina más hacia un desencuentro.

Las referencias en torno a la ecuación de Ucrania y la OTAN han sido el gran quebradero de cabeza de la cita anual. El texto ha estado abierto hasta el último minuto y se ha negociado y modificado para encontrar un lenguaje que pudiese aunar las distintas posturas de los aliados.

El Este y los Bálticos empujaban por más concreción. Estados Unidos y Alemania pisaban el freno para concluir un compromiso abierto y sin ataduras. España quería un punto en medio que fuese más allá de la Declaración de Bucarest de 2008. Fue en esta ocasión cuando la Alianza militar abrió por primera vez la puerta a Ucrania. Lo que sale de Vilna quince años después es un paso cualitativo, pero en declaración de intenciones. Porque sobre el papel es una patada hacia adelante. No hay fecha, no se fija una garantía de que este vaya a ser el escenario sine qua non una vez concluida y la guerra, no se establece cuáles son esas «condiciones» y el hecho de que todos los aliados tengan que acordarlo no es una referencia banal.

Suecia se acerca; Ucrania, en stand by

Turquía ha mantenido en cauterio la entrada de Suecia durante un año. Y Hungría siempre ha mostrado poca ilusión al acercamiento con Ucrania. Así, la cumbre de Vilna ha logrado salvar la cara en el último minuto. Primero, con un acuerdo político mediante el que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha desbloqueado el acceso del país escandinavo. Pero mientras Suecia ya vislumbra su bandera ondear en los cuarteles generales, el camino de Kiev es mucho más incierto.

En este escenario, los aliados se encuentran en una suerte de encrucijada. Por un lado, quieren evitar una garantía explícita sobre la entrada de Kiev una vez se depositen las armas. Temen que dé a Vladimir Putin incentivos y pretexto para no terminar con la guerra. Pero por el otro, buscan allanar un camino de garantías de seguridad que permita evitar otro ataque o guerra en el futuro. La prioridad es el corto plazo continuar enviando material bélico a Kiev para que gane la guerra; en el medio, armarlo y prepararlo para disuadir a Moscú; y en el futuro, una incorporación al bloque militar.

En esta coyuntura, la OTAN ha dibujado un plan integral que pasa por acercar al país de forma gradual. Así, los 31 han acordado poner en marcha un plan multianual para regar con millones a las Fuerzas Armadas y el Ministerio de Defensa ucraniano con el objetivo de que transiten a los estándares euroatlánticos.

También han eliminado el Plan de Acción de Membresía (MAP), el marco que establece los objetivos a cumplir para unirse al foro militar. El objetivo es hacer el proceso más sencillo llegado el momento. Y, por último, los países que pertenecen al G7 y liderados por Estados Unidos preparan acuerdos bilaterales para comprometer en el medio y largo plazo el envío de armas a Ucrania.

*María Zornoza, periodista.

Artículo publicado originalmente en Público.es

Foto de portada: Imagen de archivo del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, en una conferencia de prensa conjunta, a 20 de abril de 2023. —Alina Yarysh/REUTERS

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