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El gambito coreano: la búsqueda de Seúl de un lugar en el nuevo orden mundial

Por Andrei Gubin*- La escalada de la lucha geopolítica entre las potencias del mundo actual ha afectado inevitablemente también al espacio del Pacífico.

La República de Corea celebrará en 2023 70 años de alianza con Estados Unidos, pero el refuerzo de esta alianza por parte de la administración del Presidente Yoon Seol no ofrece a Seúl ninguna garantía de seguridad. El ejército de Corea del Sur pretende aumentar considerablemente sus capacidades, no sólo de defensa, sino también de contraataque con misiles de largo alcance. Los dirigentes del país vuelven a hablar de desarrollar sus propias armas nucleares, como ya hicieron en la década de 1970.

No obstante, la República de Corea se ha mostrado reacia a unirse a formatos de seguridad a pequeña escala, como QUAD y AUKUS, ya que tal paso quemaría todos los puentes en sus relaciones con China y Rusia. A pesar de apoyar la línea general del Occidente colectivo a la hora de señalar a los responsables de la catástrofe mundial que se avecina, Seúl sigue esperando preservar la autonomía en sus relaciones con Beijing y Moscú. Hay razones económicas para ello, así como esperanzas de normalización de las relaciones intercoreanas en caso de apaciguamiento de Pyongyang.

La ola coreana

En diciembre de 2021, el entonces presidente de la República de Corea, Moon Jae-in, y el primer ministro australiano, Scott Morrison, anunciaron la conversión de la relación bilateral en una asociación estratégica integral. Uno de los ámbitos fue la renovación de la cooperación técnico-militar. Así, Seúl y Canberra firmaron un contrato de 1.000 millones de dólares en 2022 para suministrarles 30 obuses autopropulsados K9 y 15 vehículos de transporte y carga fabricados por Hanwha. Curiosamente, fue el rechazo australiano a los SAU coreanos en 2013 lo que congeló los lazos en materia de defensa durante casi 10 años.

Un acuerdo más amplio para vender 450 vehículos de combate de infantería K21 por valor de unos 27.000 millones de dólares al Ejército australiano podría ser la mayor adquisición de material militar en el extranjero. Sin embargo, el anuncio oficial del adjudicatario no se producirá hasta después de que se apruebe el presupuesto militar tras la revisión por parte del gobierno de la Revisión de la Estrategia de Defensa elaborada por expertos independientes. Al parecer, el ejército australiano se centrará en disuadir a las fuerzas navales del EPL en el Indo-Pacífico, principalmente adquiriendo la capacidad de atacar objetivos de superficie y terrestres a distancias significativas. En este sentido, el medio millar de BMP coreanos podrían quedar inutilizados, ya que sería problemático encontrarles un uso en el «continente verde». Por otra parte, la Armada australiana está vinculada a los ejércitos estadounidense y británico desde hace muchos años y por muchos miles de millones de dólares en el futuro.

El potencial de cooperación técnico-militar surcoreano-australiano aún no se ha explotado plenamente, según diversas evaluaciones, y ambas partes están deseosas de desarrollar los contactos. A principios de 2023, Seúl y Canberra acordaron mejorar la interoperabilidad y la cohesión militar, realizar ejercicios bilaterales regulares y, posiblemente, poner en marcha proyectos de desarrollo y producción de sistemas de combate. Sin embargo, existen muchas ambigüedades en la asociación estratégica, ya que las prioridades de ambos países difieren significativamente. Así, para Australia, la amenaza de la RPDC es más bien efímera, razón por la cual Canberra apoya la línea general de Washington en lugar de promover sus propios puntos de vista. Por otro lado, Seúl se abstiene de valorar públicamente la fuerza global de China en el contexto de la seguridad regional de la RPA e intenta distanciarse de la disputa multilateral en el Mar de China Meridional y de la «cuestión de Taiwán».

En mayo de 2023, el primer ministro indio, Narendra Modi, se reunió con el presidente de la República de Corea, Yun Sogyol, al margen del G7 en Hiroshima. También se mencionó la defensa entre los asuntos en los que se acordó desarrollar la interacción. Nueva Delhi aprecia la iniciativa Indo-Pacífica de Seúl para alcanzar el estatus de «potencia media» reforzando la alianza con Washington y desarrollando lazos de seguridad con los Estados ITR. En el documento aprobado, es India quien figura como socio estratégico especial. En el campo de la STP, ya está en marcha un programa para producir el Vajra SAU basado en el K9 coreano. Se está estudiando el desarrollo conjunto de helicópteros polivalentes, tanques ligeros, submarinos, dragaminas, porta suministros y lanchas de desembarco, misiles de varias clases, vehículos aéreos no tripulados, armas ligeras y pequeñas avanzadas y baterías de litio de alta capacidad para equipos terrestres y navales. También cabe destacar que Nueva Delhi ha condenado repetidamente el programa de misiles nucleares de Corea del Norte y ha apoyado las sanciones del CSNU contra la RPDC. Es cierto que el ejemplo de India y Pakistán, que poseen armas nucleares al margen del Tratado de No Proliferación, entre otros, fue una fuente de inspiración para Pyongyang.

Una esfera en lugar de una rueda

Estados Unidos parece haber comprendido la necesidad de abandonar el modelo de centro y radios en la APAC para pasar a una asociación en la que los participantes estarían vinculados directamente, en lugar de a través de Washington. Un esquema así, según los analistas de los principales think tanks, reforzaría la arquitectura de seguridad regional y preservaría el liderazgo estadounidense.

El rápido e inesperado desarrollo de los lazos entre Japón y Corea del Sur se ha convertido en uno de los símbolos de la formación de tal «maraña». Japón, por ejemplo, considera crucial invitar a la República de Corea al informal Diálogo Cuadrilateral de Seguridad para el Indo-Pacífico (QUAD), que promovería una eventual reconciliación y la formación de una red de asociación de seguridad estable capaz de contener eficazmente a China. Sin embargo, precisamente por no querer estropear irrevocablemente las relaciones con Pekín, Seúl ha tardado en sumarse a este formato, aunque informal, pero claramente antichino.

Según informan los medios surcoreanos, la administración del presidente Yun Sogyol planea activamente acelerar la cooperación en grupos de trabajo especializados ad hoc sin unirse a la QUAD. Sobre todo, los coreanos están interesados en participar en iniciativas de alta tecnología y energía verde, donde tienen una gran experiencia. Pero es poco probable que puedan sacar provecho de la cooperación económica y técnica sin asumir compromisos políticos, y Corea del Sur se convertirá gradualmente en la «quinta esquina» del actual «cuadrilátero».

Ya ha habido periodos de calentamiento en las relaciones entre Seúl y Tokio, y siguen acabando en un inevitable enfriamiento. En 1998 y 2015, por ejemplo, ambas partes reclamaron una resolución definitiva del difícil legado histórico, pero acabaron volviendo a las reclamaciones mutuas. La reacción de la opinión pública japonesa y surcoreana y de algunas fuerzas políticas ante otra ronda de «amistad a discreción» es muy variada. Esta vez, sin embargo, los éxitos claros incluyen la renovación del acuerdo bilateral sobre intercambio de inteligencia, así como el levantamiento de las restricciones en el ámbito de las tecnologías de la información, especialmente la adquisición y producción conjunta de semiconductores. La combinación de los esfuerzos tecnológicos y defensivos de la República de Corea y Japón tiene el potencial de cambiar significativamente el equilibrio de poder en el noreste asiático.

Por supuesto, fuera del actual contexto geopolítico, la cooperación económica, tecnológica y de seguridad entre Japón y Corea del Sur podría contribuir a evitar la formación de cualquier hegemonía en Asia y a mantener un equilibrio de poder duradero en la región. Sin embargo, Washington se ha dado cuenta de que el éxito y la independencia de las negociaciones bilaterales de los principales aliados asiáticos conllevan el riesgo de perder sus propias posiciones; por lo tanto, Tokio y Seúl estarían mejor servidos si mantuvieran el control dentro de un formato único «contra viento y marea», sin tener en cuenta los verdaderos intereses nacionales de esos países.

La negativa de las garantías positivas

En abril de 2023, los líderes estadounidense y coreano, Joe Biden y Yun Sogyol, firmaron la «Declaración de Washington» sobre la profundización de la cooperación en materia de seguridad, incluida la creación de un grupo de asesoramiento nuclear. Como medida disuasoria adicional para Pyongyang, EEUU pretende enviar regularmente SSBN y bombarderos estratégicos con armas nucleares a bordo a las bases del país. Según el líder surcoreano, Seúl no tiene intención de apartarse de sus obligaciones en virtud del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, aunque es plenamente capaz de hacerlo. Esto contrasta con anteriores referencias a la necesidad de adquirir el estatus nuclear, probablemente fruto de las negociaciones con los dirigentes estadounidenses.

Sin embargo, el principal argumento de Washington es que un ataque contra objetivos estadounidenses sería inaceptable y llevaría al fin de cualquier régimen que decidiera emprender una acción de este tipo. La respuesta en caso de ataque a la República de Corea no se menciona explícitamente. Los acuerdos bilaterales de seguridad de Estados Unidos con sus aliados asiáticos se enmarcan totalmente dentro de la lógica de la Carta de la OTAN. Según D. Trenin, el artículo 5 del documento no implica el uso automático de armas nucleares por parte de EEUU en caso de ataque armado contra uno o varios aliados. Es decir, el uso de la fuerza militar (y no necesariamente de armas nucleares) está permitido, pero se deja exclusivamente a discreción de Washington.

La Resolución 255 de 1968 del Consejo de Seguridad de la ONU, sobre garantías positivas de seguridad a los Estados no poseedores de armas nucleares, tampoco está clara. El texto implica que cualquier ayuda a la víctima de un ataque nuclear sólo puede prestarse por decisión de todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, lo que reduce a cero tal posibilidad en el contexto actual.

Según los expertos del Middlebury Institute of International Studies, la aparición de portaaviones nucleares estadounidenses en la República de Corea es más bien un gesto simbólico, sin significado militar y destinado a convencer a la opinión pública surcoreana del firme apoyo estadounidense. Se menciona que los SSBN en un puerto surcoreano son más un objetivo que un arma debido a la naturaleza del uso de los misiles que portan. Pero de lo que se trata es de la presencia de «activos estratégicos» estadounidenses en el sur de la península, ya que cualquier acción estatal que pudiera perjudicar potencialmente a un barco o a un bombardero podría convertirse en un pretexto para que los estadounidenses utilizaran la fuerza militar. Dada la densidad de población de Corea del Sur, esta lógica de disuasión resulta bastante cínica.

Según investigadores australianos, la península coreana es la «cabina de mando de un bólido asiático», por lo que la naturaleza de toda la contienda depende de la dirección de su movimiento. Según el conocido académico surcoreano Ohm Guho, Washington intentará causar daños irreparables a las relaciones de la República de Corea con China y Rusia para atraer a Seúl a su lado en el nuevo orden mundial e impedir la creación de un esquema de cooperación a pequeña escala Seúl-Pekín-Moscú.

El deseo de Occidente global de despojar a Seúl de su autonomía en los asuntos regionales y convertirla en un valioso aliado de seguridad en la región Indo-Pacífica es ahora evidente. Las principales amenazas para Estados Unidos en esta zona proceden de la creciente fuerza integral de China, el programa de misiles nucleares de Corea del Norte y las crecientes capacidades defensivas de Rusia en Extremo Oriente. Al igual que en Europa, Washington espera trasladar sus esfuerzos en materia de seguridad a sus socios de la región. Sin embargo, los países de la RPA han reaccionado tradicionalmente con extrema dureza a los intentos de limitar su soberanía e interferir en los asuntos internos, por lo que la resistencia a los esfuerzos estadounidenses no tardará en aparecer incluso entre los aliados.

*Andrei Gubin es Doctor en Ciencias Políticas, Profesor Asociado de Relaciones Internacionales en la FEFU, Profesor Adjunto en el Centro de Investigación del Noreste Asiático de la Universidad de Jilin (RPC), experto del RIAC.

Artículo publicado originalmente en el Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia.

Foto de portada: retirada de CNN

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