La “inteligencia” militar, la avaricia empresarial, el militarismo gubernamental y la desidia ciudadana van a lograr que del 17 al 19 de mayo se celebre en IFEMA una Feria de Armas en Madrid. No es una feria normal como puede ser la inminente Feria del Libro, o la del Mueble o la de la Gastronomía, acontecimientos a los que se invita a toda la ciudadanía, que dan algún servicio, cubren alguna necesidad o aportan bienestar y placer. Una feria de armas no es una feria normal porque, aunque parezca obvio, hay que recordar que las armas matan, destrozan, destruyen, someten a personas y a pueblos. Las armas que se venden en ferias como esta acabarán matando a miles de inocentes, como sucede con las armas que España exporta a Arabia Saudí para dominar destruir y matar inocentes en Yemen. España es el 8º exportador mundial de armas, por lo que tenemos el más que dudoso honor de ser contribuyentes brutos en alimentar conflictos, añadir inseguridad global y ser corresponsables de la muerte de miles de personas.
Cien delegaciones internacionales
Según los organizadores, esta feria es un éxito sin precedentes, con 40.000 metros cuadrados de espacio reservado por 400 empresas expositoras de 25 países, y con más de cien delegaciones internacionales. Reunirá a empresarios, comerciantes de armas, militares de alta graduación, representantes de gobiernos y otros Señores de la Guerra que no dudarán en mostrar las bondades de sus productos al mundo entero, mejorados con los aprendizajes de las últimas guerras y probados en combate en Ucrania o Palestina. También se añadirán las mejoras logradas con las últimas investigaciones en universidades colaboradoras. Eso sí, se promocionarán con estilo, con educación (para no herir sensibilidades), sin rastro de las consecuencias que producen, que los Señores de la Guerra son gente de orden y de bien que prefieren que las masacres pasen desapercibidas y no dejen rastros que pueda manchar su buen nombre. Nadie dirá “mata más y mejor” ni “es la hostia, destruye todo lo que encuentra”. Hablarán de eficacia probada, innovaciones técnicas, un gran aporte a la seguridad, contribución a la defensa, importante avance para la paz, un orgullo para la patria…
Para que la ciudadanía no se pregunte el por qué, el para qué o dónde acabarán las armas con las que aquí se comercia, el Ministerio de Defensa y los organizadores, expertos en camuflaje, han preferido llamar a la Feria de Armas FEINDEF, Feria Internacional de Defensa y Seguridad de España. Nada de “armas” ni de palabras que la puedan delatar. En la misma línea Franco cambió también el nombre de Ministerio de la Guerra por el Ministerio de Defensa. Aunque en los últimos 40 años no ha tenido que defendernos de ningún ataque en la frontera, ha intervenido en el exterior en más de cien “misiones” por todo el mundo, por lo que cualquier día el ejército se registrará como una nueva ONG: “Misioneros sin Fronteras, ¡Todo por la Patria!”. Por nuestra seguridad y nuestra defensa el Ejército español participó en “misiones” como la guerra de Irak, inevitablemente unida a los atentados del 11-S; no parece que aportaran mucha seguridad. Tampoco la participación en la guerra de Libia que expandió el terrorismo por todo el África subsahariana. Parece que por nuestra defensa y seguridad tuvieron que hacer el sacrificio de irse a miles de kilómetros a ayudar a destruir Afganistán. ¡No, gracias! No hacía falta tanto sacrificio, tanto dinero invertido, tanta destrucción y vidas sacrificadas para dejar el país desolado en las mismas manos talibanes. Por lo que se ve, los ejércitos no son buenos instrumentos para llevar la libertad, la democracia, defender los derechos humanos, la seguridad o la paz, por más que insista Margarita Robles. En honor a la verdad debería volver a llamarse Ministerio de la Guerra y, si quiere apellido, Ministerio de la Guerra y la Dominación.
El negocio
Volviendo a la feria, sus organizadores se jactan de ser una feria internacional que se abre al mundo ofreciendo nuevas oportunidades de negocio. Ya sabíamos que la venta de armas es un negocio pero, dicho tan abiertamente, sorprende. Además es un negocio con la garantía del Estado, que apoya institucionalmente. En esta tercera edición de FEINDEF no puede pasarnos desapercibido el asesoramiento técnico que los organizadores prestarán a las startups, empresas de nueva creación, desde Innova for Def & Sec., embrión del ecosistema emprendedor de defensa y seguridad, donde se expondrá el máximo nivel de la innovación, la tecnología y el talento, según sus organizadores. De nuevo, ciencia, tecnología y talento para la muerte.
Como en la discusión bizantina de qué fue primero, si el huevo o la gallina, podemos debatir si son las armas las que promueven las guerras o son las guerras las que evidencian la necesidad de las armas. Lo indudable es que a más gallinas, más huevos y, cuantos más huevos… más gallinas habrá, habiendo al menos un gallo de por medio, que no suelen faltar en la preparación de las guerras. Las declaraciones de Eisenhower en su discurso de despedida como presidente de EE.UU. sobre el complejo militar-industrial y su creciente injerencia en el manejo de las políticas públicas debería ponernos en alerta a la hora de admitir acríticamente políticas que nos militarizan, nos llevan a la dependencia armamentista y a participar en conflictos armados para beneficio de los Señores de la Guerra. Desgraciadamente, en España las políticas tanto de PP como de PSOE apenas difieren en cuanto a la militarización. Se ha escatimado el debate parlamentario y la rendición de cuentas en todo lo relacionado con el Ejército y en temas como la exportación de armas, sujetas a oscuras comisiones obligadas a mantener el secreto. Es indudable que una potente industria militar nos empuja como país a ser intervencionistas y tener intereses en los conflictos, a vender armas a sabiendas de que no aportarán seguridad ni defensa ni bienestar a los países, que las acabarán pagando endeudándose de por vida, en beneficio de las élites gobernantes.
Tampoco para la población española la fabricación y venta de armas tiene importantes beneficios. Buena parte de las empresas pertenecen a multinacionales que llevarán a paraísos fiscales o a sus países de origen los beneficios. En otros casos se trata de empresas con importante participación pública como Indra o Navantia con un largo historial de pérdidas que hemos subsanado de nuestros bolsillos. Una parte del armamento lo promueve y compra el propio Estado, como el ruinoso proyecto de los submarinos S-80 que nos costarán un ojo de la cara, financiando su construcción, pagando sobrecostes y comprándolos finalmente. Sin la complicidad y participación activa de los gobiernos la inmensa mayoría de las empresas de armas serían ruinosas. Tampoco podrían fabricarse sin la complicidad de los grandes bancos que las financian con nuestros ahorros. El argumento de la riqueza y los puestos de trabajo que da la industria militar, además de falso es indecente. Falso porque hay estudios que muestran que invertida la misma cantidad en otros sectores, Educación o Sanidad por ejemplo, crearía el doble de puestos de trabajo con una utilidad social evidente. Es indecente porque toma a los trabajadores como rehenes, haciendo que el fruto de su trabajo sirva para la muerte de otros trabajadores y sus familias. Tener que elegir entre el pan o la paz es un dilema perverso al que deberían enfrentarse los sindicatos para exigir a empresarios y gobiernos procesos serios de reconversión de la industria militar.
Repetir la historia en sus variantes más trágicas
Desgraciadamente, de la guerra en Ucrania no hemos aprendido ninguna de las muchas lecciones que podríamos sacar. Nos hemos quedado con la peor, la más primaria, la más mortífera y destructiva, la más equivocada: que se necesitan más armas y más gasto militar. Los gobiernos, atrapados en sus lógicas geoestratégicas, políticas militaristas e intereses creados con la guerra de Ucrania, no nos contarán que es una guerra que se pudo evitar, que durante ocho años no hicieron nada por llevar a buen término los acuerdos de Minsk para que el diálogo, la negociación, las soluciones democráticas, el respeto a las minorías y a los derechos humanos fueran posibles. No nos contarán que esos ocho años, claves para entender esta guerra, se aprovecharon deliberadamente para armar y entrenar al ejército ucraniano para la guerra. Tenemos las guerras que de mil maneras alimentamos. Trabajar por la paz exige necesariamente oponerse a los intereses de los señores de la guerra, de los políticos y las políticas que nos arruinan, nos someten y nos acaban llevando al matadero de la guerra.
A poca capacidad crítica que tengamos nos damos cuenta de que las armas no nos dan más seguridad ni sirven para defender la libertad ni los servicios públicos ni la democracia. La seguridad humana, los derechos, la defensa del planeta, las libertades, las conquistas sociales las estamos defendiendo los colectivos y las personas frente a las políticas autoritarias y expoliadoras de los gobiernos, frente a sus políticas militaristas que nos obligan a emplear para la guerra inmensos recursos que necesitamos para cuidar del planeta y vivir una vida digna. Los ejércitos forman parte del problema y no de las soluciones, tanto desde la seguridad humana como desde la salud del planeta. Superar el militarismo y avanzar en la desmilitarización es tarea imprescindible para afrontar con éxito los grandes retos: prevenir las consecuencias de la crisis climática; evitar una confrontación nuclear; promover una justicia social a nivel mundial que elimine el hambre, las desigualdades y la criminalización de las migraciones. Una feria de armas como FEINDEF va en la dirección opuesta a lo que necesitamos. Es fundamental que reaccionemos ante políticas militarizadoras y nos rebelemos frente a quienes dicen defendernos mientras nos conducen hacia el abismo.
En relación con la Feria de Armas y su negocio, podemos comenzar por:
- Reclamar el fin del apoyo institucional de los gobiernos central, autonómicos y municipales a las ferias de armas.
- Poner fin a todas las ayudas públicas y subvenciones a la industria militar.
- Reconvertir la industria militar en industria de utilidad civil.
- Impedir la introducción del militarismo en universidades, espacios para la cultura y la ciencia al servicio de la vida y no de investigación para el negocio criminal de la guerra.
- Exigir que la banca deje de financiar la industria de la guerra con nuestros ahorros.
- Suspender las exportaciones de armas y crear comisiones de seguimiento y control de las exportaciones realizadas, para indemnizar a las posibles víctimas.
- Promover una verdadera cultura de paz para que nunca más veamos como normal el espectáculo indecente de una feria de armas.
¡Para la guerra, NADA. Para la vida TODO!
*Ovidio Bustillo García, Desarma Madrid.
Artículo publicado originalmente en El Salto.
Foto de portada: Fotografía de Hunters Race (Licencia Unsplash).