Análisis del equipo de PIA Global Imperialismo Norte América

La contraofensiva imperialista: un nuevo consenso de Washington

Escrito Por Ana Dagorret

Por Ana Laura Dagorret*-
Según una reciente declaración del Consejero de Seguridad de EEUU Jake Sullivan, es necesario un nuevo consenso económico global para reinventar el protagonismo occidental.

Las declaraciones del Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos Jake Sullivan en la conferencia sobre Renovación del liderazgo económico estadounidense en la Brookings Institution (think tank de primer orden) exponen una lectura de situación mundial interesante. En línea con un reciente artículo publicado por el Financial Times, el funcionario norteamericano admite que las ideas del consenso de Washington (aquellas que impulsaron el neoliberalismo como política económica de Occidente, las privatizaciones y, con ello, la neocolonización de los países del tercer mundo) están obsoletas y que es necesario elaborar un nuevo consenso a la medida del mundo actual y de los desafíos estratégicos que enfrenta Estados Unidos en su búsqueda por mantener su hegemonía. Lo que anteriormente se creía como potestad del mercado, hoy queda en evidencia que sin la actuación del Estado puede atentar contra los propios intereses.

Con esta idea Sullivan también puso en debate la posibilidad de una refundación de los organismos de crédito emblema del globalismo financiero, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, debido a que estos «han demostrado estar lejos de la realidad de los países». Esta lectura apunta tanto a la situación de los países cuyas políticas económicas estan determinadas por estos organismos (el caso argentino es el más elocuente) como a la imposibilidad de asegurar las cadenas de suministros para el desarrollo económico del propio imperialismo.

Sullivan reconoce que es necesario llegar a un nuevo consenso, pues las ideas el consenso de Washington “tuvieron efectos no pensados ni deseados”, engendrando fenómenos que hoy atentan contra la seguridad nacional de los Estados Unidos. El consejero llega a la conclusión de que estas ideas impulsaron «un liberalismo económico que derribó fronteras financializando a la economía real, tanto doméstica como global, y que derivó en el vaciamiento de la industria norteamericana, la exportación de fuentes de trabajo y la pérdida de control sobre cadenas de abastecimiento de importancia estratégica para la acumulación del capital y la reproducción del propio capitalismo global monopólico».

Estas políticas no lograron preveer la fragilidad de la dependencia energética de Europa respecto de Rusia, lo cual quedó demostrado tras el comienzo de la guerra de la OTAN contra Rusia en Ucrania y de las sanciones económicas de occidente contra Rusia. Al mismo tiempo, esta política de liberalización a nivel global no lograron fortalecer ni asegurar la cadena de suministros, para lo cual ante la situación actual se vuelve urgente la acción del Estado como parte fundamental de este nuevo consenso.

Esto se ve claramente con el crecimiento de China, cuya economía dominada por el Estado rompió las reglas de juego de los mercados y logró enorme dominio sobre la industria y la economía global a partir de su control sobre cadenas de abastecimiento de importancia estratégica. Hoy China se presenta como principal rival estratégico de Estados Unidos, cuya competencia económica y geopolítica pone en riesgo la seguridad nacional y el dominio global norteamericano según la lectura de varios intelectuales estadounidenses.

Sullivan hace referencia también a otros fenómenos que contribuyeron con el actual estado de situación: el cambio climático, la desigualdad creciente y la crisis de valores democráticos debido al desigual crecimiento económico que no supo desparramarse a toda la sociedad. Para hacerle frente a dicha situación, el consejero de seguridad nacional apuesta por acuerdos de cooperación económica y militar que se complementarán con con la movilización de recursos de capital en las economías emergentes y de ingresos bajos para posibilitar “un nuevo tipo de diplomacia norteamericana”, dando nuevas atribuciones a los organismos internacionales con el fin de integrar más rápidamente a estas regiones al nuevo Consenso impulsado por los Estados Unidos.

Si bien parece una reflexión hecha a destiempo, la lectura de Sullivan da cuenta del momento actual. En pleno auge de la multipolaridad, las posibilidades de acuerdos económicos, formas de finaciamiento y utilización de otras divisas para intercambios comerciales se presentan como una opción más que tentadora para los países del mundo. Al fracaso (o éxito) de las políticas económicas impulsadas por el FMI y el BM en los países con economías dolarizadas se le suma el fracaso de Estados Unidos ante el intento de forzar una nueva guerra fría que volviera a los países de occidente más dependientes. Con ello se buscó inutilmente recuperar algo de influencia ante el avance chino, cuya estrategia consiste en la inversión en infraestructura para la obtención de recursos y resulta mucho más seductora para las economías emergentes, necesitadas de dichas inversiones para la apuesta por su propio crecimiento.

El reacomodamiento de las alianzas tras las sanciones económicas contra la Federación Rusa luego del inicio de la guerra de la OTAN en Ucrania propició las condiciones de integración de mercados emergentes. El crecimiento del Banco de Desarrollo de los BRICS como organismo de crédito opcional al FMI y el BM, así como los acuerdos comerciales con la utilización de otras monedas excluyendo al dolar, han despertado la urgencia de un sector de la elite económica norteamericana por reformular el consenso vigente.

No se trata de un debate inocente ni de un nuevo momento en la política exterior norteamericana. La lectura de Sullivan, así como la de gran parte de los neoconservadores que conforman el establishment dentro de los partidos Demócrata y Republicano, es que es necesario acomodar las fichas para recuperar la influencia perdida tras la consolidación de la multipolaridad a través del fortalecimiento de la industria nacional norteamericana y de un nuevo consenso. En palabras del propio consejero: «Estados Unidos debe estar en el centro de un sistema financiero internacional dinámico que permita a los socios de todo el mundo reducir la pobreza y aumentar la prosperidad compartida». Como sabemos, no se trata de una lucha por la igualdad sino de un proyecto de poder que busca sobrevivir. Este nuevo paradigma persigue la construcción de un pseudoliberalismo cuya centralidad estará no en las empresas privadas sino en el estado norteamericano, que actuará como regulador en el proceso de acumulación del capital.

Si bien resulta llamativo que desde Estados Unidos se impulse este debate, el objetivo se vislumbra claro. No se trata de forjar un nuevo consenso a la medida de este nuevo momento sino de elaborar formas para sostener la influencia estadounidense a pesar del nuevo momento histórico. La próxima reunión del G7 prevista para el próximo 17 de mayo en Hiroshima tendrá como foco este debate. Lo que de allí surja será en beneficio del imperialismo norteamericano y, consecuentemente, en prejuicio de la soberanía de los pueblos.

*Ana Laura Dagorret es analista de política internacional, coautora del Manual breve de geopolítica y parte del equipo de PIA Global.

FOTO DE PORTADA: Mark Markela.

Acerca del autor

Ana Dagorret

Periodista, colaboradora de medios populares de Argentina y Brasil y ayudante diplomada de la Cátedra de RRII de la Fac. De Periodismo y Com. Soc. De la UNLP. Desde 2018 trabaja como corresponsal en Río de Janeiro.

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