¿Que vemos desde el Sur?
En primer lugar que el capitalismo como sistema mundo, el sistema mundial capitalista o la Civilización Capitalista, que se preparó en Europa durante algunos siglos para asaltar el mundo pero que finalmente lo hizo esclavizando América y África “el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza” tal como Carlos Marx lo describió en uno de sus textos más brillantes y completos: la acumulación originaria del Capital, capítulo XXI del famoso libro; ese capitalismo que pasó por una etapa de preparación y acumulación previa o proto capitalismo para luego acceder al poder político en los EEUU, GB y Francia y así, desde el centro de Occidente, conquistar militar y comercialmente el resto del mundo; ese mundo ha entrado irreversiblemente en su etapa de decadencia, y en su decadencia vuelve al origen, al carácter pirata del capital, a los negocios “ilegales” y también a las guerras (que no solo de Ucrania viven los mercaderes de la muerte). Sobre el tema de la decadencia del sistema capitalista y el fascismo trabajó hasta su último día Jorge Beinstein, uno de los pensadores críticos más importantes de fines del siglo XX…[i]
La decadencia del capitalismo como sistema se expresa en diversos fenómenos universales: el quiebre de la convivencia entra la civilización humana y la casa planeta (Covid19, incendios, cambio climático, sequias, inundaciones, agotamiento de hidrocarburos, etc etc); el fin del largo ciclo de cierta armonía entre el capitalismo y la forma democrática liberal, formal, patriarcal, racista y elitista, de aquí surgen dos fenómenos más: el declive de las democracias liberales en todo el mundo y el crecimiento acelerado de grupos de ultra derecha, fundamentalistas, de tolerancia cero hacia los débiles y diferentes que bien pueden llamarse como fascistas del siglo XXI.
No tengo dudas que es el fin de un largo ciclo iniciado en 1789, con la Revolución Francesa, potenciado con la formación de la ONU y la declaración de los derechos humanos en 1947 que hizo ilusionar a muchas y muchos con que era posible unir el agua y el aceite. El capitalismo y la democracia son incompatibles por naturaleza.
De este proceso de decadencia surge el agotamiento del ciclo de dominación unipolar ejercido por los EEUU desde la caída del Muro de Berlín hasta estos días. Algunos creen que la guerra de Ucrania o de Rusia contra la OTAN o como quieran llamarla, es el fin del principio de este proceso que podría llevar a algo así como un mundo multipolar donde la hegemonía esté en disputa y no haya un claro hegemón imperial como durante casi todo el siglo XX (acaso entre 1945 1990 hubo formas de paridad?). Los desafíos a la hegemonía imperial de EEUU vino de diversos espacios: los gobiernos progresista de América Latina de comienzos del siglo XXI, los movimientos árabes nacionalistas que se solidarizan con Palestina y han cuestionado su rol en Irán, Siria y otros lugares.
Pero sin lugar a dudas, el principal desafío es el crecimiento económico de China que paso a paso se acerca a superar a los EEUU en varios rubros y desde diversos parámetros.
Si miramos con una perspectiva histórica larga, los EEUU en un momento apostaron a que China tape a la URSS y la debilite. No pensaban que en un momento China recuperaría autonomía para el desarrollo económico y los amenazaría como ahora, sobre todo en lo tecnológico, lo central para que crezca la plusvalía extraordinaria que vulnera la tasa media de ganancia, que tiene una tendencia decreciente prevista ya por Marx y que está en el fondo de todas las crisis y todas las guerras.
Trump encarnaba un sector del Imperio que piensa que la globalización neoliberal está agotada y que se trata de volver al crecimiento propio y al saqueo abierto y brutal. Biden accedió al gobierno con la bandera de volver a ocupar el rol hegemónico global. Lejos de subestimar u olvidar su zona propia, el continente americano, los EEUU se lanzan a destruir los países que los desafían y muestran, al mundo, que la rebeldía y la autonomía es posible.
Por eso la GUERRA INFINITA CONTRA CUBA[ii] y la que ya lleva décadas contra Venezuela[iii] y Nicaragua. Esa guerra, invisible para Europa, consentida y apoyada por la mayoría de las fuerzas políticas por acción u omisión, ha llevado a estos países a vivir en condiciones de guerra.
Cuba no pudo comprar ni siquiera jeringuillas para las vacunas que ellos mismos produjeron. Venezuela recibe hoy 500 millones de dólares por exportaciones estatales cuando antes del bloque recibía 4500 millones de dólares.
Hay cálculos rigurosos sobre los efectos económicos, sociales y humanos de esta guerra de quinta dimensión. Aunque sea un ejército invisible, toda América sufre una invasión militar invisible que nadie registra ni siquiera muchos de sus víctimas. ¿Quiénes son? Los miles de trolls, los miles de comunicadores, jueces, fiscales, policías, académicos y sobre todo “políticos” y “funcionarios estatales”.
Entonces, desde el Sur, desde el continente que no renuncia a la esperanza revolucionaria, que mantiene la bandera del socialismo del siglo XXI, aunque sea deshilachada y hasta girones de aquellas banderas gloriosas de Fidel, Chávez, Evo y Daniel. Patria o Muerte.
La guerra de Ucrania, de Rusia contra la OTAN es uno de los resultados decisivos de estos momentos que he tratado de marcar: el proceso de decadencia del capitalismo global; el temor de los EEUU de perder su rol de súper potencia única hegemónica a manos de China; una consecuencia lejana en el tiempo de la gran derrota estratégica de los pueblos de todo el mundo que fue la caída de la Unión Soviética y el proceso de disgregaciones y derechizaciones diversas que sufrieron las repúblicas y/o regiones que abrevaban de la idea del socialismo estatalista, el Comecon y el Pacto de Varsovia.
En la primera etapa pos soviética, la dirigencia rusa creía y aspiraba a ser reconocida como pares por la de Occidente. Fue entonces que creyó en la promesa que si disolvía el Pacto de Varsovia, la OTAN no crecería, no la amenazaría y mucho menos sumaría los países que hasta entonces constituían la periferia soviética.
Por el contrario, la OTAN fue cercando a la Rusia de Putin, capitalista al modo oriental con gran peso del estado y con nulas tradiciones democráticas liberales.
Para la vieja Rusia, Putin encarnó el espíritu de Pedro el Grande o de José Stalin que llevaron a la gloria a los rusos. Por razones que son difíciles de comprender, Putin decidió una guerra preventiva que le asegure terrenos de tapón entre sus defensas y las fronteras de la OTAN, creyendo seguramente que haría algo así como una bliktzkrieg rusa contemporánea.
Los EEUU creyeron encontrar la oportunidad dorada de destruir totalmente al nunca olvidado enemigo ruso, aunque este hace más de treinta años que no entraña ningún desafío ideológico sino más bien geopolítico, importante pero distinto al Chino que de algún manera propone otro modo de organizar la vida de los pueblos, que ellos llaman socialismo mientras siguen exhibiendo banderas rojas y rostros de Mao.
¿Y los derechos humanos?
Los derechos humanos no existen en una actividad humana donde es legítimo y esperable que unos seres humanos quiten la vida a otros hombres y mujeres. Cualquier intento de “humanizar” el asesinato de seres humanos huele a hipocresía. A demagogia nacionalista que es la más ruinosa en épocas de guerra.
Ante esta guerra la única política humanista es pedir que cese la guerra. Que actúen los diplomáticos y que se deje de apostar al aniquilamiento del enemigo.
¿Será posible? Solo si los EEUU llegan a la conclusión que se equivocaron, que no pueden aniquilar a la Rusia y que los europeos recuperen un mínimo de dignidad y dejen de destruir Europa a favor de los negocios de los EEUU.
Los rusos saben que mucho más lejos no podrán ir, aspiran a quedarse con todo lo que conquistaron pero deberán conformarse con condiciones razonablemente firmes de que la OTAN no será su frontera.
La crisis del capitalismo se vuelve contra su originario.
La destrucción de la naturaleza, de la distancia entre el mundo animal y las plantaciones humanas ha traído la pandemia y promete nuevas. La pandemia liquidó fuerzas económicas casi como una guerra. Se jodieron los pobres del mundo.
Las provocaciones e invasiones entre Rusia y Ucrania, con el siguiente involucramiento de la OTAN y toda la Europa blanca y democrática, desataron una guerra económica contra Rusia primero pero luego una serie incontrolable de efectos sobre el precio de los alimentos y el comercio internacional. De nuevo se jodieron los pobres del mundo.
Hace ciento diez años, cuando nacía la Primera Guerra Mundial y los pueblos abrazaban y apoyaban cada cual a su gobierno y su burguesía, un exiliado ruso pensó distinto y propuso que de esa crisis surgiera un nuevo mundo, que fuera al fin el gobierno de los de abajo, de los que no habían gobernado nunca, de los que nunca ganan nada con ninguna guerra.
Ojalá que los rusos y los europeos recuperen la memoria de aquellos días, de aquel Lenin que no podrán destruir ni mil guerras frías, ni mil campañas de fake news, y ni siquiera la guerra de Rusia contra Ucrania.
*José Ernesto Schulman, militante por los derechos humanos, secretario de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, escritor, educador popular.
Artículo publicado originalmente en Crónicas del Nuevo Siglo.
Foto de portada: extraída de cronicasdelnuevosiglo.