La importancia geoestratégica de Turquía se ha vuelto vergonzosamente familiar para los políticos finlandeses que pensaban que entrar en la OTAN era algo fácil. Ahora esperan agónicamente que el presidente Erdoğan tenga la bondad de ratificar la adhesión de Finlandia y Suecia a la alianza militar.
En términos más generales, la importancia de Turquía está quedando clara para otros políticos europeos, ya que Europa lucha contra una crisis energética que se agrava. Cortar los lazos con Rusia sólo ha tenido consecuencias más desafortunadas.
“Tanto si se trata de la exportación de grano de la región del Mar Negro como del suministro de energía de los países productores del Este, el Bósforo y los enlaces con Eurasia volverán a desempeñar un papel geopolítico crucial, como tantas veces en la historia. El hecho es que Turquía es ahora esencial para la seguridad europea”, escribe Karin Kneissl, ex ministra de Asuntos Exteriores de Austria.
La cuota de gas ruso en las importaciones europeas de gas ha caído a menos del 10% desde que se interrumpió el suministro a través del gasoducto Yamal-Europa por motivos políticos y se sabotearon los gasoductos Nord Stream.
Mientras que la cooperación energética entre Rusia y Europa ha sido deliberadamente impulsada por Estados Unidos, la asociación entre Rusia y Turquía no ha hecho más que intensificarse. Ya a principios de 2020 se puso en marcha el proyecto TurkStream, y más recientemente, el 19 de octubre, Erdoğan anunció que había acordado con Putin establecer un centro de suministro de gas natural en Turquía.
Según Putin, Rusia puede hacer de Turquía una nueva ruta principal para sus suministros de gas. Con la construcción de un segundo gasoducto y el establecimiento de un centro de suministro, el gas ruso seguiría suministrándose desde Turquía a terceros países, especialmente a Europa. Además, podría crearse una bolsa de gas en Turquía para determinar los precios.
Aunque la UE quiere prescindir de las fuentes de energía rusas por razones políticas, esto ya es un proyecto difícil desde el punto de vista geográfico. Mientras Bruselas agoniza bajo la presión de Estados Unidos, Turquía es uno de los países encantados de llenar el vacío de consumo.
Turquía ya se benefició del proyecto SouthStream en 2014, que luego se convirtió en TurkStream. La UE acabó perdiendo, mientras que Ankara ganó, ya que ahora la UE compra gas natural ruso también a través de Turquía.
Esta ruta energética se ampliará aún más cuando se ponga en marcha el proyecto de gas natural ruso en Turquía. Mientras Rusia adapta su papel, Turquía podría convertirse en el socio de la UE en materia de seguridad energética. Al abandonar la cooperación directa con Rusia, la UE podría tener que negociar las cuestiones energéticas con Turquía en el futuro.
Como centro de varios proyectos energéticos, Ankara ha intentado en el pasado convertirse en miembro de la Unión Europea, pero Bruselas se ha negado. Ahora parece que Turquía está dirigiendo su atención a Eurasia y pronto se convertirá en miembro de la Organización de Cooperación de Shanghai. A pesar de su pertenencia a la OTAN, la cooperación de Ankara con Moscú y Pekín no hace más que reforzarse.
La UE ha estado jugando al póquer energético con los estadounidenses y se ha quedado con las cartas débiles. Cuando huyes del oso ruso, te encuentras con el lobo gris turco. ¿Dependerá pronto Europa de la buena voluntad de Turquía?
Otra cuestión es si EE.UU. -que es sospechoso de volar los gasoductos Nord Stream- permitirá a la Turquía de la OTAN entrar en una asociación energética de este tipo con Rusia. Al fin y al cabo, el objetivo ha sido hacer que Europa también dependa de Estados Unidos en materia de energía. Según fuentes rusas, ya ha habido intentos de sabotaje del oleoducto TurkStream.
Como sugiere Kneissl, “los próximos meses mostrarán con toda claridad la irresponsabilidad con que los gobiernos de la UE han manejado las necesidades de seguridad energética del continente”.
*Markku Siira, analista geopolítico.
Artículo publicado en markkusiira.com.
Foto de portada: Gazprom.