Derechos Humanos Desplazados y refugiados Europa

Melilla: la tragedia y la muerte generadas por las políticas de control migratorio

Por Irene Graíño Calaza* –
Ha vuelto a suceder. Una vez más, las políticas migratorias encuadradas en el marco de las acciones de “cooperación” y externalización de fronteras entre España y Marruecos han generado violencia, muerte y vulneraciones de derechos.

Viernes 25 de junio, Melilla. Por el momento, 27 personas migrantes fallecidas y cientos de heridas como consecuencia del abuso de la fuerza por parte de las fuerzas de policía marroquíes en cooperación con las fuerzas españolas. Una tragedia que ha relatado en primera persona, entre otras organizaciones, la AMDH Nador, dando testimonio de los acontecimientos, grabando imágenes y vídeos que dan cuenta de la enorme brutalidad con la que actuó el dispositivo policial para intentar impedir la entrada de los migrantes. Como denuncian en un comunicado conjunto AMDH, Caminando Fronteras, el Colectivo de Comunidades Subsaharianas en Marruecos, la Asociación de Ayuda a los Migrantes en situación vulnerable y Attac Maroc, estas condiciones se vienen sucediendo desde hace semanas: “Las campañas de detenciones, las redadas en los campamentos y los desplazamientos forzados contra las comunidades migrantes en Nador y su región presagiaban este drama escrito de antemano”.

A tenor de lo que manifiestan las asociaciones en el comunicado, estas acciones están marcadas por las “violaciones de los derechos humanos de las personas migrantes en el norte (Nador, Tetuán y Tánger), así como en el sur de Marruecos (El Aaiún, Dajla)”. Desde hace más de un año y medio, los migrantes de Nador no tienen acceso a medicamentos ni a atención sanitaria, los campamentos han sido incendiados y sus bienes saqueados, sus escasos alimentos destruidos e incluso “se ha confiscado la poca agua potable de la que disponían en los campamentos”.

Lo sucedido en Melilla se enmarca en un contexto de reanudación de los acuerdos de “cooperación” entre España y Marruecos, un acercamiento del Ejecutivo de Pedro Sánchez al régimen de Mohammed VI, y del mismo modo, una perpetración de la falta de compromiso con el pueblo saharaui. No hay más que escuchar las palabras de Sánchez, que agradeció el viernes por la noche “la extraordinaria cooperación que estamos teniendo con el Reino de Marruecos” y agradeciendo a Marruecos el accionar de la policía en Melilla. Las imágenes de la AMDH Nador muestran la indiscriminada violencia policial en el marco de dicha cooperación entre los dos Estados, cientos de personas abandonadas, heridas, desprotegidas y sin nadie que les asista, ante la omisión y falta de humanidad de los cuerpos de “seguridad” de ambos Estados.

En este contexto, la Frontera Sur se convierte un día más en un lugar de horror, deshumanización y excepcionalidad, en el que las violaciones de derechos humanos de las personas migrantes se repiten constantemente. Un escenario de abuso de fuerza y autoridad, violencia, impunidad y criminalización, amparado y aplaudido por ambos gobiernos bajo el pretexto del esquema securitario de la “política inteligente de fronteras”.

La Frontera Sur como puerta de entrada y primer espejo de una Europa Fortaleza en la que unos migrantes sí, y otros no. Esta Europa, y esta España, en la que se ejecutan políticas de selección y exclusión de migrantes, en base a criterios jerárquicos de opresión como el origen, la nacionalidad, el género y la raza. Es a raíz de estos acontecimientos y del rechazo de las migrantes procedentes de los países del Sur global cuando esos ejes de opresión históricos se visualizan más claramente: el racismo y colonialismo exacerbado que explica las políticas migratorias nacionales y comunitarias.

España y Marruecos “cooperan”, y en este marco, la externalización se convierte en una herramienta indispensable para que Marruecos adopte el papel de guardián de la puerta de entrada y realice el primer control securitario mediante la brutalidad sistemática en la Frontera Sur. De tal modo, mediante los dispositivos de control y securitización fronterizos adoptados en los últimos años, las políticas de “seguridad” simbolizan la faceta más mortífera, egoísta e inhumana del Norte global, que frente a su “seguridad” genera la muerte, violencia y violación absoluta de las personas que proceden del Sur.

Las migrantes del Sur huyen de masacres, guerras, ocupación, crisis climática, agotamiento de recursos, pobreza extrema y hambre, de las que el Norte —que niega su acceso y condena a la muerte— es directamente responsable. Estos son los efectos de la historia, una historia en la que este Norte ha sido partícipe, a pesar de que no se quiera hablar sobre ello. Una historia del saqueo más extremo de recursos, violación, colonialismo, extractivismo, abuso, colaboración con dictaduras y élites de poder, venta de armas y un largo etcétera que, desde Occidente, se pretende esconder y “mitigar” con “acuerdos de colaboración y cooperación bilaterales”.

Es hora de asumir responsabilidades históricas y reparar a los pueblos que han sido sistemáticamente saqueados, reprimidos y violentados con la participación del Norte global. Ello debe partir por cesar, condenar y no dejar impunes las violaciones de derechos humanos a las migrantes e implementar políticas públicas migratorias y de asilo garantistas. Las consecuencias de la historia y los ejes sistémicos de opresión en base al racismo y el colonialismo perduran, como vemos, hoy día, esta historia en la que —conjugando con la política de la otredad—, las personas de unos países son acogidas dignamente, y otras son brutalmente violentadas. Las imágenes de Melilla revelan la discriminación y las diferencias de trato entre unas personas migrantes y otras.

Las políticas de acogida e integración en el Estado han de estar regidas en base a la igualdad y no discriminación, a las garantías y las obligaciones internacionales de los derechos humanos asumidas por España. Ha de quedar claro que el hecho de que España y la UE reciban dignamente a las personas que huyen de la violencia no es cuestión de elección y de solidaridad excluyente —que no es solidaridad, sino que es su deber en virtud de los pactos internacionales firmados en materia de derechos humanos—, e igualmente deriva de la legislación europea e interna. Esta Europa Fortaleza, bajo el pretexto de su “seguridad comunitaria”, vulnera los derechos de las personas migrantes, y al mismo tiempo incumple frontalmente sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos.

Lo sucedido en Melilla es gravísimo, y surge en relación con la deriva de securitización, criminalización de la migración y la externalización de fronteras de los últimos años. De este modo, las políticas migratorias se convierten en políticas de muerte, necropolíticas (término acuñado por Achille Mbembe). La Europa Fortaleza recibe a las personas que huyen de la masacre con más masacre, violencia y muerte.

Es urgente que esta deriva violenta y sistémica en las políticas frene, se asuman responsabilidades por lo sucedido, se generen políticas migratorias garantistas y se proporcione una acogida digna a las personas que huyen. Ante esta masacre, el silencio es intolerable y cómplice. Basta de políticas migratorias racistas y excluyentes que generan muerte e inseguridad. A raíz de las imágenes proporcionadas por la AMDH Nador, debemos sacar cada palabra, cada voz y grito de rabia e injusticia para denunciar, visibilizar y condenar estas violaciones de derechos humanos. Las víctimas merecen reconocimiento, reparación, memoria, verdad y justicia. Esta mortalidad y masacre fronteriza no pueden quedar impunes.

*Irene Graíño Calaza, jurista y politóloga galega con raíces argentinas. «Milito y escribo sobre derechos humanos, migraciones y género». Actualmente en CELS Argentina.

Artículo publicado en El Salto.

Foto de portada: La valla de Melilla esta mañana tras el salto. JAVIER BERNARDO

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