Con el caía una dictadura que había durado 49 años sin elecciones de ningún tipo, y se abría un expedito camino para que las “provincias portuguesas” en África se convirtieran en Estado independientes, como sucedió con Guinea Bisáu, Cabo Verde, Angola y Mozambique.
Lo insólito e inédito de ese movimiento anticolonial y antidictatorial, era el estar -al menos inicialmente- conducido por la oficialidad de un ejército formado para la guerra externa e interna y el sostenimiento represivo de la casta dirigente. Conspiraban para lograr el regreso a la democracia y el fin del imperio portugués, lo que aparecía como un contra sentido para quienes habían recibido una educación prusiana jerárquica, dirigida a aislarlos de una sociedad sumida en la pobreza, las desigualdades y la corrupción propia del colonizador.
En la madrugada de ese día, se escuchó por una radio la bella canción prohibida “Grándola Vila Morena”. Era la señal acordada para que salieran a la calle y se tomaran los puntos estratégicos del Estado, lo cual hicieron sin encontrar casi resistencia. La orden era que los civiles se quedaran en su casa para evitar muertes, y lo que sucedió fue todo lo contrario. Las calles se llenaron de ciudadanos, en particular jóvenes y mujeres que los saludaban y festejaban. Según se dijo, un soldado recibió de una joven mujer un clavel y para expresar su intención pacífica, lo puso en el cañón de su fusil. De inmediato se extendió el fenómeno y hasta los tanques, cargados de civiles, llevaban claveles rojos en sus cañones, en una marcha militar que se convirtió en un carnaval de la vida.
En el interior del Movimiento de las Fuerzas Armadas, MFA, confluían todas las corrientes políticas de la época, lo cual hizo del respeto a las libertades en el debate de los renacientes partidos, un principio democrático que hasta hoy marca el ejercicio de la política en Portugal. Efecto que también se extendió a todo el continente africano, donde los movimientos de liberación nacional pasaron a gobernar en la mayoría de los países del continente, generándose una ola emancipadora inesperada, aún para ellos mismos.
El resto de la historia y de la música que la acompañó, es un valioso material de sensibilización humana, así como un ejemplo de las capacidades de los pueblos para recuperar las confianzas solidarias y explorar vías para construir Estados democráticos, participativos, respetuosos de los derechos humanos y promotores de la justicia social.
No conocemos si esta historia se estudia en las academias militares de nuestra América, pero sería importante hacerlo. Pues, así como ante la crisis de la política se replantea la necesidad de refundar sus espacios y los partidos, también está planteada la refundación conceptual y concreta de las fuerzas armadas; sobre todo en un mundo global donde la inmensa mayoría de quienes lo habitan rechazan las guerras, pero éstas se siguen utilizando para generar nuevos ordenamientos nacionales y mundiales del poder, y no justamente para beneficio de los más necesitados.
Si hay un general en Colombia que no haciendo honor a su apellido de origen portugués, se permite entrar al debate político, muy bueno sería que ese debate, siguiendo el aroma democrático de los claveles, se extienda al conjunto de oficiales, suboficiales y soldados para conocer si su apuesta mayoritaria es por la guerra, o por la paz con nuevas oportunidades de trabajo y educación y salud garantizados. Pero como esto hoy es un imposible constitucional, se puede aprovechar la revolución de los claves y el debate generado, para pensar como sociedad alternativas que lleven a refundar el Estado social y democrático de derechos que nos anunció la Constitución Nacional del 91, sin gobiernos autoritarios ni neocolonialismos reciclados.
Nota:
*Investigador social colombo-argentino.
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