Algunos como el pueblo saharaui, llevan 47 años invadidos y más de tres décadas esperando la aplicación diligente de lo dispuesto en las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, así como los acuerdos contraídos voluntariamente con la fuerza ocupante, el Reino de Marruecos, bajo los auspicios de la ONU y la Unión Africana. Así, ante dos guerras de semejante naturaleza: una ocupación militar, Ucrania recibe asistencia y apoyo mientras la República Saharaui recibe el conocimiento de que la comunidad internacional seguirá saqueando sus recursos y perpetuando una brutal ocupación.
Desde el 1979 hasta el año 1991, las unidades del ejército guerrillero saharaui asestaron duros golpes a los invasores marroquíes en sus guardias en las profundidades del muro de la vergüenza, dichas derrotas militares obligaron al gobierno de Rabat a solicitar un plan de paz, que establecía un alto de fuego y la organización de un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui, lo cual era un engaño al pueblo saharaui y a la comunidad internacional, cuyo objetivo era alargar la ocupación marroquí del territorio saharaui. Han pasado 30 años de maniobras rebosantes de un sinfín de obstáculos que impedían la celebración de esta consulta popular.
Ante este cobarde comportamiento, la sociedad civil saharaui tomó la iniciativa de bloquear la brecha ilegal de El Gargarat en Noviembre de 2020, con el fin de cesar el expolio de los recursos naturales del Sáhara Occidental y llamar la atención de la comunidad internacional sobre la urgente necesidad de respetar las múltiples resoluciones de la ONU en este sentido. El reino marroquí, molesto por esta lucha pacífica y civilizada, decidió intervenir militarmente para desalojar a los manifestantes en una clara violación del acuerdo del cese del fuego firmado con el Frente Polisario bajo los auspicios de las Naciones Unidas, hecho que obligó al ejército saharaui a intervenir para proteger a sus ciudadanos y declarar el fin del acuerdo de paz y el reinicio de la lucha armada en todo el territorio nacional.
A esta noble tarea se incorporaron miles de jóvenes saharauis, alistándose voluntariamente a las filas de los guerrilleros. Desde aquel trágico momento han pasado ya un año y medio de intensos bombardeos del ejército saharaui a las posiciones enemigas a lo largo del muro militar marroquí.
La diplomacia y la presa del Reino Alauí negaron la existencia de dichas acciones bélicas y continuaron aclamando su intervención militar en El Gargarat, haciendo de esta acción ilegal, que viola el cese de las hostilidades, una gran victoria y fingiendo seguir cumpliendo los acuerdos de paz para hallar una solución al conflicto.
Argelia, miembro observador en el proceso de paz y país vecino del Sáhara Occidental, condenó enérgicamente las violaciones del alto de fuego por parte del ejército marroquí. Mauritania, el vecino sur del territorio saharaui, con su condición de país neutral en el conflicto, llamó también a la calma y a la reanudación de las conversaciones de paz sin ocultar su preocupación, tanto por el estado de guerra que afecta sus intereses, así como el gran acercamiento de las tropas marroquíes a sus fronteras septentrionales, donde está ubicada su capital económica Nuadibú. La UA por su parte, ni ninguno de sus órganos ha emitido una condena sobre el acto de agresión a un país miembro.
España, potencia administradora del Sáhara Occidental, según la legalidad internacional y que constituye junto a Francia los aliados principales de Marruecos en Europa, no le agrada la nueva situación, lo único que le importa es continuar expoliando las riquezas del Sáhara a través de convenios ilegales firmados con la fuerza ocupante y de paso, garantizar el silencio marroquí en el tema de Ceuta y Melilla. El gobierno español manifestó su deseo de que prevalezca la paz, pero sin señalar la parte causante de la inseguridad en la región. Víctima de su errónea interpretación de la política de vecindad »estamos condenados a entendernos», se sometió a las exigencias de su vecino marroquí rompiendo con 47 años de neutralidad, en lo que fue una grave pérdida de soberanía y autonomía decisoria, socavando así su propia capacidad de negociación en la relación bilateral.
La unidad y la disposición de los saharauis a defender sus derechos a la libertad en su tierra, así como el rechazo contundente a la decisión de Sánchez por todas las fuerzas políticas, instituciones, sindicatos y la sociedad civil española en su conjunto, causaron fisuras en el seno del gobierno de coalición de la Moncloa. Tanto la oposición como los socios de gobierno manifestaron su apoyo enérgico a la organización de un referéndum de autodeterminación para el pueblo saharaui, algunas comunidades, municipios y formaciones políticas expresaron también su apoyo a la causa justa de la nación saharaui. El País Vasco reconoció a la República Saharaui e instó al gobierno central a hacer lo mismo.
También la prensa española presentó profudos análisis de la cuestión saharaui destacando el papel negativo el gobierno español en este conflicto originado por la mala descolonización del territorio saharaui. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores presentó un análisis explicando que el respaldo de España al plan de autonomía marroquí para el Sáhara Occidental expresado por Pedro Sánchez en su carta a Mohamed VI hace a España más vulnerable a la presión marroquí y “no tiene nada que ver con la búsqueda de la paz en el Sáhara Occidental”. El informe calificó la medida como “estratégicamente miope”, ya que ha “recompensado la campaña de presión de Marruecos contra España, explotando su vulnerabilidad a la migración irregular e incentivando un comportamiento similar en el futuro”.
A la ola solidaria con el pueblo saharaui se incorporaron diversas personalidades políticas y numerosos artistas españoles exigiendo al gobierno de España que intervenga para detener la guerra y que deje de ser cómplice de la situación que padece el pueblo saharaui.
Francia, miembro permanente del Consejo de Seguridad y principal aliado de Marruecos, observa con mucho interés la cuestión saharaui y trabaja en secreto para hallar la manera de ayudar a Marruecos a superar el aprieto en el que se encuentra con la guerra en curso, a la vez que enfrenta voces dentro del parlamento galo que exigen más seriedad en el tratamiento del conflicto saharaui. Como recordatorio, el pasado Enero, el Parlamento francés acogió por primera vez en su historia un debate público con la participación el Frente Polisario.
Estados Unidos, país clave en el escenario político mundial, su posición varía en dependencia de los gobiernos que guían la política norteamericana, todos estos años es el encargado de preparar el borrador de las resoluciones sobre el Sáhara a través del llamado, contra toda lógica; “Grupo de Amigos del Sáhara” y que su última administración, encabezada por Donald Trump, mantuvo un apoyo a las pretensiones expansionistas marroquíes. La nueva administración todavía no ha recomendado a Marruecos a alejarse de la violencia y optar por la vía del diálogo. Mientras apoya la autonomía marroquí en territorio marroquí, se contradice en Washington, Madrid y Argel al reconocer su apoyo a las resoluciones de la ONU que piden la celebración de un referéndum de autodeterminación. Ahora, en un nuevo de alarde de preocupación, dice buscar una solución para proporcionar »una vida decente» al pueblo saharaui.
Rusia, el gigante armamentístico, socio estratégico de Argelia, siempre ha apoyado una solución justa y duradera que permita la autodeterminación del pueblo saharaui, ha llamado a las negociaciones de las partes en conflicto sin la imposición de condiciones previas, aunque el ministerio de exteriores marroquí trata sin éxitos en múltiples ocasiones variar la posición rusa, ofreciendo preferencias económicas. Recién relevado por el Reino Unido en la presidencia del Consejo de Seguridad, Moscú ha expresado su sorpresa por el cambio de posición de España sobre el tema del Sáhara Occidental, tras el paso dado por Pedro Sánchez posicionándose con la potencia ocupante y abandonando sus obligaciones jurídicas, indicando que España cedió a la presión marroquí.
Alemania, China, Italia, Sudáfrica, Namibia, Suecia y otros muchos países han solicitado el cese de las hostilidades y el reinicio de las conversaciones encaminadas a permitir al pueblo saharaui ejercer su legítimo derecho a la autodeterminación. Desde la llegada de Scholz a la cancillería alemana, Berlín titubea con la causa saharaui desplegando una diplomacia declaratoria confusa, pero que no augura nada bueno para el futuro. China se posicionó rápidamente con el pueblo saharaui tras la decisión de Sánchez, exigiendo el estricto respeto a la legalidad internacional y dándole un tirón de orejas a Pedro Sánchez al pedirle que deje de jugar con el Sáhara Occidental.
Las Naciones Unidas, que durante treinta años de proceso de paz, no ha prestado la atención requerida a la cuestión saharaui debido a la influencia de Francia; con su estrategia marcada por sus ambiciones colonialistas a favor de Marruecos, frustró todos los intentos de resolver esta cuestión. Antonio Gutérres, secretario general de este máximo organismo mundial, está totalmente alineado con Marruecos a lo largo de su mandato que, ni aún ha cambiado de posición en éstos tiempos cruciales. Está previsto que el máximo órgano de decisiones de la ONU, el consejo de Seguridad, celebre bajo la presidencia del Reino Unido, una sesión de consultas privadas el próximo miércoles 20 de abril de 2022, en la que escuchará, como es de costumbre, una sesión informativa por parte del enviado de la ONU al Sáhara Occidental, Staffan De Mistura, y del Representante Especial y Jefe de la MINURSO, el ruso Alexander Ivanko, quien inaugurará su primera exposición sobre la misión que dirige desde Agosto del año pasado.
El pueblo saharaui liderado por el Frente Polisario, su legítimo representante, luchará sin tregua, a pesar de los avatares del destino y de la superioridad militar de su adversario. Si bien es cierto que Marruecos, potencia ocupante del Sáhara Occidental, posee un importante arsenal militar, conviene diferenciar entre poder militar efectivo y capacidad demostrada. Esta simple diferencia muestra de forma fidedigna las lacras del ejército de ocupación marroquí y su verdadera situación sobre el terreno. Tras un año y medio de guerra, se han registrado más de 2.000 operaciones armadas saharauis dirigidas a posiciones marroquíes en el interior del muro militar, así lo denunció el régimen marroquí a la ONU. Dado el tiempo transcurrido, por lógica lineal, estos ataques se han traducido (y lo seguirán haciendo) en considerables pérdidas materiales y económicas que inevitablemente lastrarán a la enclenque economía marroquí, que navega a rumbo incierto tras ser barrida por la COVID-19. La guerra de costes no afecta en absoluto a las capacidades de los combatientes saharauis, que fueron capaces de resistir y doblegar al ejército de Hassán II en la primera guerra de liberación a través de tácticas de guerra no convencional, a pesar de que Marruecos contaba con fuertes apoyos como EE.UU, Francia y Arabia Saudí, lo que es también una muestra de su falta de preparación y experiencia de combate en el exigente teatro de operaciones del Sáhara Occidental, extremo confirmado por el propio Departamento de Estado de los EE.UU en una nota filtrada que señalaba la falta de formación y moral para el combate de los soldados alauitas.
A pesar de todo y todos, el imponente arsenal bélico extranjero-marroquí es insignificante para los guerrilleros saharauis armados con una fe inquebrantable y la moral tan alta como las montañas de Tiris. Con la voluntad del pueblo saharaui, el Sáhara pronto será libre: las zanjas del muro de la vergüenza se convertirán en ríos caudalosos, en lugar de cada mina brotará una flor, los llanos y montes se revestirán de hierba verde y se embellecerán con las jaimas de los refugiados. Volverán las manadas de camellos y rebaños de ovejas para pastar en un ambiente primaveral de infinito sosiego.
Artículo publicado en Ecsaharahui, editado por el equipo de PIA Global