Europa

Johnson, del Reino Unido, alaba la diplomacia mientras aviva la guerra contra Rusia

Por Finian Cunningham* –
La duplicidad británica no es mucho más espesa que la del primer ministro Boris Johnson, que ensalza las virtudes de la diplomacia mientras acumula tensiones militares con Rusia.

Johnson escribió un artículo de opinión para el periódico Times esta semana en el que decía que creía que «la diplomacia puede prevalecer» para evitar que las crecientes tensiones sobre Ucrania se conviertan en una guerra total entre el bloque militar de Estados Unidos y la OTAN y Rusia.

Esto fue mientras Johnson anunció que Gran Bretaña estaba planeando desplegar más marines, aviones de combate y buques de guerra en Europa del Este. Gran Bretaña ya ha tomado la delantera entre los miembros europeos de la OTAN en el envío de armas y fuerzas especiales a Ucrania en lo que se afirma que es una defensa contra la «agresión rusa».

Lo que Johnson propone esta semana es el despliegue de más fuerzas británicas en Polonia y los países bálticos, en lo que él llama una muestra de apoyo «inamovible» de Gran Bretaña a Europa. Se trata de un cínico alarde para pulir la imagen de Gran Bretaña como una especie de potencia noble.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, estuvo en Moscú esta semana para mantener conversaciones sustanciales con el líder ruso, Vladimir Putin, sobre los esfuerzos para rebajar las tensiones en torno a Ucrania. La próxima semana, el canciller alemán Olaf Scholz también visitará Moscú para mantener conversaciones con Putin.

Luego vemos que Londres parece hacer todo lo posible para que la diplomacia fracase, elevando gratuitamente las tensiones militares con Rusia.

Johnson y su ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, han estado ocupados lanzando funestas advertencias a Rusia de que se enfrenta a una sangrienta carnicería si se atreve a invadir Ucrania. Moscú ha negado repetidamente que esté planeando una invasión. Sin embargo, Truss ha sido fotografiada en los medios de comunicación británicos con una armadura militar mientras montaba un tanque. Está previsto que visite Moscú en los próximos días para mantener conversaciones con su homólogo ruso, Sergei Lavrov. La reunión promete ser muy fría. Uno se pregunta por qué el Kremlin recibe a una enviada británica tan incompetente y falsa.

Londres, como de costumbre, está cumpliendo las órdenes de Washington. Desde que Estados Unidos lanzó la campaña de propaganda acusando a Rusia de agresión contra Ucrania, hace casi tres meses, Gran Bretaña se ha encargado de amplificar el mensaje de Washington sobre la supuesta agresión rusa.

La propaganda y las operaciones psicológicas de los medios de comunicación son un ámbito en el que el decrépito imperio británico conserva algunas dudosas habilidades. Presumiblemente, la prevalencia de los medios de comunicación anglófonos da a los británicos una ventaja innata.

Lo que Londres parece saber aprovechar es animar la rusofobia inherente a Polonia y a los países bálticos. Los recientes despliegues militares británicos se han concentrado en estos estados de Europa del Este, así como en Ucrania. Esta medida ha servido para avivar la histeria de la agresión rusa.

Es significativo que la semana pasada Johnson estuviera en Kiev reuniéndose con el presidente ucraniano Vladimir Zelensky el mismo día que el primer ministro polaco Mateusz Morawiecki. Morawiecki ha sido una de las voces más vehementemente rusófobas de Europa del Este que ha exigido sanciones más drásticas contra Moscú.

Johnson refuerza estos llamamientos a una posición unificada de la OTAN y de Europa sobre sanciones preventivas contra Rusia «si invade Ucrania». Johnson dijo que las sanciones deben estar «listas para ser aplicadas» y deben incluir la terminación del gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y la Unión Europea.

En particular, Alemania y Francia -las dos mayores economías de la Unión Europea- se muestran reticentes a hablar de la terminación del Nord Stream 2 en caso de que se produzca una escalada de las tensiones. Berlín y París se muestran más dispuestos a encontrar una salida diplomática al impasse entre el bloque de la OTAN liderado por Estados Unidos y Rusia.

He aquí una amarga ironía: Gran Bretaña abandonó la Unión Europea tras su referéndum del Brexit en 2016. Boris Johnson fue una de las principales figuras públicas que impulsó el Brexit con el mantra de «recuperar el control» de la Unión Europea.

Sin embargo, aunque Gran Bretaña está ahora formalmente fuera del bloque europeo, sigue siendo capaz de ejercer una enorme influencia sobre la UE en sus relaciones con Rusia. Londres está movilizando un eje de hostilidad hacia Moscú mediante la militarización de los Estados rusófobos de Europa del Este, así como de Ucrania, e impulsando sanciones para destruir el comercio energético estratégico con Rusia.

De hecho, podría decirse que Gran Bretaña está inflando deliberadamente su importancia internacional avivando las peligrosas tensiones con Rusia.

La crisis de Ucrania ha sido artificialmente alimentada por Washington con la ayuda y la complicidad de Londres. Dictar los asuntos energéticos y exteriores de Europa con respecto a Rusia, y también a China, es el objetivo tácito de Washington y de su fiel adlátere británico. Y para lograr ese objetivo, Gran Bretaña ha explotado cínicamente la rusofobia de Europa del Este para conseguir un papel destacado en la injerencia en los asuntos de la Unión Europea, un bloque que abandonó oficialmente tras el Brexit.

Las preocupaciones de Rusia en materia de seguridad deben negociarse de forma racional y tranquila por medios diplomáticos. Las objeciones de Moscú sobre el ingreso de Ucrania en la OTAN son totalmente razonables.

Pero hay pocas posibilidades de que la diplomacia prevalezca cuando personas como Boris Johnson y otros Cold Warriors en Londres están alimentando las tensiones bélicas con suministros provocativos de armas a Europa del Este en medio de fantásticas distorsiones sobre la «agresión rusa».

Otra amarga ironía es el nefasto papel histórico de Gran Bretaña en la incitación de guerras en Europa. En contra de la versión propagandística convencional de la Segunda Guerra Mundial, fue Londres quien movilizó encubiertamente a la Alemania nazi para que atacara a la Unión Soviética, sacrificando así a su «aliado» nominal, Polonia, y a otros en el proceso. Hoy, Londres proclama que defiende a Europa contra la «agresión rusa» mientras prepara el camino para la guerra contra Rusia.

*Finian Cunningham,

Artículo publicado en Strategic Culture.

Foto de portada: El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky (Foto:Servicio de Prensa Presidencial de Ucrania/Handout via REUTERS)

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