Este tratado llegó en un momento de descontento de París y Atenas con la OTAN, los primeros por el AUKUS y los segundos por el laxo papel de la alianza atlántica ante una Turquía cada vez más asertiva. Ambos países se han mostrado favorables a la llamada autonomía estratégica europea y del refuerzo la Europa de la Defensa ¿podría ser este acuerdo un paso en dicha dirección?
Tensiones con Turquía en varios escenarios
En los últimos años, especialmente tras el intento de golpe de estado de 2016, Turquía ha modificado su política exterior, dándole un giro notablemente más agresivo llevando al gobierno de Recep Tayyip Erdogan a extender su influencia directa en Siria, el Mediterráneo Oriental o Libia. Esta expansión turca ha tenido como reacción una respuesta defensiva por parte de distintos países europeos, como es el caso de Grecia, Chipre y Francia, que evidentemente tienen intereses divergentes de los de Ankara.
Los puntos de fricción de varios estados miembros de la UE con Turquía en Europa son varios, está la cuestión de Chipre y las sucesivas crisis migratorias, sin embargo, lo que ha causado la última gran crisis es el conflicto por la Zona Económica Exclusiva (ZEE). Grecia y Turquía tienen una larga historia de disputas territoriales por el control de las aguas e islas del Mar Egeo y, en menor medida, del Mediterráneo Oriental. Una de las cuestiones que alimentan esta disputa es el hecho de que el gobierno griego tiene una considerable ventaja en su proyección territorial debido al gran número de islas que ostenta. Estas islas, según la Convención sobre el Derecho del Mar de Naciones Unidas (UNCLOS), permiten a los países establecer dichas Zonas Económicas Exclusivas. En este caso Grecia y Turquía no reconocen sus respectivas ZEE.
El conflicto por la ZEE tomaría relevancia tras el descubrimiento en la pasada década de importantes yacimientos de hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental. Esto precipitó una carrera regional por la explotación de estos, generando un incremento en las tensiones entre diversos países. Debido a la marginación que sufrió en los foros regionales, Turquía decidió mostrarse más asertiva en sus reclamaciones territoriales en la ZEE desplegando fragatas de guerra para detener las prospecciones y enviando sus propios buques para realizar perforaciones, escalando así el conflicto. De hecho, Turquía firmaría un acuerdo de delimitación de aguas territoriales con el gobierno GNA libio, por su parte Grecia firmaría lo mismo con Egipto (rival regional de Ankara en Libia). Esto tensaría más aún la situación lo que precipitaría los siguientes acontecimientos.
Sería en el verano de 2020 cuando se producirían las tensiones más importantes en el Mediterráneo Oriental. En junio tiene lugar un incidente entre un navío militar francés y otro turco, el conocido como el “incidente de la fragata Courbet”. París denuncia entonces que un barco de su armada, en plena misión de la OTAN, sufriría una “maniobra agresiva” por parte de fragatas turcas. Hay que destacar, que de fondo nos encontramos con la situación de guerra civil libia y el importante apoyo militar turco al bando del GNA. Dos meses más tarde, en agosto, tiene lugar el apogeo de la crisis, cuando Ankara decide retomar las labores de exploración en las aguas disputadas con Grecia, enviando una flotilla turca de navíos militares y civiles. Atenas respondería poniendo en alerta a sus fuerzas armadas y realizando una campaña para recabar apoyo diplomático. En un discurso a la nación, el Primer Ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, llegaría a plantear la posibilidad de un posible accidente militar con Ankara.
Finalmente, no tendría lugar tal accidente militar, aunque Francia respondería a la llamada de Grecia decidiendo desplegar temporalmente fuerzas militares adicionales en el Mediterráneo Oriental. La UE además decidiría renovar las sanciones económicas impuestas a Turquía en 2019 por sus actividades de perforación “ilegales”. Aun así dichas sanciones no serían considerables y vendrían aparejadas de críticas por parte de Chipre y Grecia por la pasividad de la respuesta europea a Ankara.
Contenido de los acuerdos entre París y Atenas
En septiembre de 2020, el Primer Ministro griego Mistsotakis anunciaba un “importante” programa gubernamental de compra de armas, así como “un reforzamiento y modernización” de las fuerzas armadas del país. Francia pasaría así a ser un socio vital en defensa para Atenas.
El gobierno griego anunciaría la compra de 18 aviones de combate Rafale, cuatro fragatas y cuatro helicópteros de la marina. Además, anunciaría el reclutamiento adicional de 15.000 militares. Hay que destacar que Grecia es uno de los países que dedica más PIB a Defensa en Europa, suponiendo más del 3%. A pesar de que este es un porcentaje alto, lo cierto es que aún está por debajo de las cifras anteriores a 2011. Grecia ha tenido serias dificultades para modernizar a sus fuerzas armadas, principalmente debido a sus problemas económicos.
Mientras tanto, Turquía se ha mostrado cada vez más asertiva además de estar invirtiendo un montante considerable para aumentar sus capacidades militares, sobre todo de su armada, que ha ido creciendo en importancia regional, superando numéricamente a la flota griega. Los propios militares franceses han admitido el aumento de las capacidades de la marina turca, destacando sus operaciones en Libia en 2020. Los turcos demostrarían “un alto grado de habilidad en mantenimiento, presupuesto y turnos de tripulación”, aseguraría un oficial de marina francés. Grecia por su parte, cuenta actualmente con una flotilla envejecida con modelos que datan aún de los 70 y los 80. De ahí que al acuerdo francés se centre en la marina, ya que Grecia busca dar un salto en este apartado y así intentar equilibrar la balanza. Aun así, Atenas cuenta con superioridad en la “guerra de submarinos”, tiene en su haber un arsenal más modernizado, sobre todo la clase “Papanikolis”, considerados uno de los submarinos no nucleares más potentes del mundo.
En septiembre de 2021, Francia y Grecia firmarían un acuerdo de defensa “histórico”. Ambos países acordarían brindarse mutua asistencia en caso de recibir un ataque de un tercer país, (ya sea de la OTAN o no). El artículo 2 de este acuerdo reza: “Las partes se prestarán asistencia mutua, con todos los medios apropiados a su disposición y, si es necesario, mediante el uso de la fuerza armada, si en conjunto descubren que se está produciendo un ataque armado contra el territorio de una de las dos, en conformidad con el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas ”. Aparte de ello, Grecia también sería suministrada con tres navíos de guerra y apoyaría a Francia en la región del Sahel.
El Primer Ministro, Kyriakos Mitsotakis, declararía ante el Parlamento que el acuerdo protegería a Grecia “dentro de un Mediterráneo inestable”. El mandatario griego subrayaría que Atenas buscaba este tipo de acuerdo desde la invasión turca a Chipre de 1974. “En caso de ataque, nuestro país beneficiará del apoyo del ejército más poderoso de nuestro continente” sentenciaría.
¿Autonomía estratégica?
Francia y Grecia han defendido este acuerdo de defensa, como un paso hacia la llamada autonomía estratégica europea, una cuestión que tiene como uno de sus grandes defensores a Emmanuel Macron. París busca dotar de una mayor soberanía a la UE, además de instar a aumentar sus capacidades militares. En esa lucha ha encontrado un gran aliado en Atenas quien ha mostrado una postura crítica hacia la OTAN, debido a lo que consideran como un comportamiento “laxo” de la alianza hacia Turquía. Cabe destacar que Ankara es una fuente de inestabilidad para Europa, y también de discordia. No todos los estados miembros buscan una confrontación con el país turco, de ahí la necesidad griega de buscar aliados y de apoyar una mayor unidad estratégica europea.
Es preciso también observar en qué momento se ha firmado este acuerdo franco-griego, justo después del AUKUS. El AUKUS es un tratado de defensa para el Pacífico firmado entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia, este acuerdo supuso además la compra por parte de Canberra de submarinos nucleares a Washington, cancelando un gran contrato francés. Esto causó una fuerte crisis diplomática entre París y Washington, el mismo Ministro de Exteriores francés llegaría a calificarlo de “puñalada trapera”.
En estos términos se expresaba el Presidente francés tras firmar el acuerdo con Grecia; “Los Estados Unidos de América son grandes amigos y aliados históricos en términos de valores, pero nos vemos obligados a señalar que durante más de diez años, Estados Unidos inicialmente se centró en sí mismo, y tiene intereses estratégicos que se están reorientando hacia China y el Pacífico. Es su derecho, es su propia soberanía. Pero aquí también seríamos ingenuos, o cometeríamos un terrible error, por no querer sacar todas las consecuencias por nosotros mismos. Es con el mismo pragmatismo y la misma lucidez que nosotros, como europeos, debemos hacer nuestra parte en nuestra propia protección. No es una alternativa a la alianza con Estados Unidos, no es una sustitución, es asumir este pilar europeo en el marco de la OTAN. Se nos pide que asumamos más responsabilidad por nuestra propia protección, creo que es legítimo; así que depende de nosotros hacerlo”.
Desde el 1 de enero de 2022, Francia ocupa la presidencia del Consejo de la Unión Europea, es decir, podrá tener mayor poder para decidir sobre qué temas deberán discutir los estados miembros de la Unión, y una de las claves de la presidencia francesa será evidentemente la autonomía estratégica. Sin embargo, habría que ser realistas, no todos los estados miembros comparten la misma visión o entusiasmo hacia la autonomía estratégica. Desde Francia es vista como un instrumento para aumentar las capacidades europeas, pero, por ejemplo, desde Países Bajos quieren poner el foco en el comercio. Por otra parte, países como Polonia no apoyan decididamente esta vía al creer que podría significar un alejamiento de Estados Unidos, y, en definitiva, de la OTAN.
Aun así ¿este acuerdo franco-griego puede significar un paso en la autonomía estratégica como afirman varios analistas? Lo cierto es que este acuerdo apunta una cuestión interesante e importante, la posibilidad que un país de la OTAN (se está pensando en Turquía) pueda atacar a un miembro de la alianza y que se produzca una reacción en su contra en un marco bilateral europeo. Esta cláusula podría marcar un punto de partida interesante para que los estados europeos puedan desarrollar un sistema de defensa mutua más allá de la alianza atlántica. Y es cierto que los estados miembros dan cada vez más pasos a la hora de ampliar sus capacidades militares, además de debatir sobre una Europa de la defensa, sin embargo, seguramente esto sea un proceso demasiado lento. El mundo va a otra velocidad, se ha vuelto más hostil y competitivo, puede que cuando Europa esté preparada para afrontarlo, ya sea demasiado tarde.
*Pablo del Amo, graduado en Historia y en el máster en Cooperación Internacional por la UCM.
Artículo publicado en Descifrando la Guerra.