En este apartado se tratarán los principales acontecimientos y crisis que han ocurrido en el Viejo Continente, no solo por su importancia, sino por la trascendencia que puedan tener en futuros años. Debido a esto se han dejado de lado hechos como la crisis política de Suecia o la caída del canciller austríaco Sebastian Kurz para dejar espacio a un análisis más completo de las elecciones alemanas o la crisis en Irlanda del Norte.
Un nuevo líder en Alemania…y en Europa
El 26 de septiembre tuvieron lugar las elecciones federales alemanas, tras 16 años de gobierno de Angela Merkel, Alemania buscaba a su nuevo líder. Alemania con sus 80 millones de habitantes es posiblemente el país más importante de la Unión Europea, además de ser la principal potencia económica europea. Por tanto, estas elecciones marcaban un punto de inflexión en Europa.
Estas elecciones fueron ya interesantes más si cabe tras la salida de la política de Angela Merkel, canciller alemana desde hace 16 años. Merkel ha sido la figura europea más importante de la última década, con claro protagonismo en la crisis económica, la crisis de refugiados y la crisis del coronavirus. La canciller alemana fue la principal valedora de las políticas de austeridad y recortes para intentar atajar la crisis de la deuda, pero también en su haber está la defensa del Fondo de Recuperación Europeo.
¿Quiénes fueron los principales protagonistas de estas elecciones? En primer lugar, Armin Laschet, quien fue elegido candidato de la CDU, los conservadores y partido de Merkel. Segundo, Olaf Scholz, exvicecanciller y Ministro de Finanzas de los socialdemócratas del SPD. Y tercera, Anna Baerbock, del partido de los Verdes.
Durante los últimos meses, el socialdemócrata Scholz, a la postre el ganador, fue quien lideró las encuestas. Esto fue cuando menos sorprendente, ya que los socialdemócratas alemanes estaban de capa caída desde el gobierno de Schroeder, debido a sus reformas económicas de carácter neoliberal, por ejemplo, en esa época se crearon los minijobs. Los socialdemócratas desde 2013 participarían en dos gobiernos de coalición consecutivos, a la sombra del socio mayoritario, la CDU. Sin embargo, parece que la elección de Olaf Scholz como candidato fue todo un acierto, ya que el público alemán le percibió como el más competente de los candidatos. Scholz pertenece al ala conservadora del partido, eso ha hecho que muchos votantes de centroderecha apostaran por él, en detrimento de Laschet.
La CDU confió su futuro a Armin Laschet, veterano parlamentario y presidente de la región de Renania del Norte-Westfalia. Fue elegido principalmente para ser el puente de unión entre la corriente más derechista del partido y la más liberal, de carácter ecologista. Además, la idea que representaba Laschet era la del continuismo de Merkel. Laschet, sin embargo, adolecía de una falta de carisma, tampoco tenía las mejores de las relaciones con el partido hermano de la CDU en Bavaria, la CSU (de vital importancia). Ante el fracaso electoral, Laschet dejaría su puesto al frente del partido, dejándole el testigo a Friedrich Merz, representante del ala más derechista del partido.
La tercera en discordia fue Annalena Baerbock, de los Verdes alemanes. A pesar de que en las elecciones el partido ecologista consiguió el mejor resultado de su historia, lo cierto es que se fueron desinflando a lo largo de la campaña electoral. Pasaron de liderar las encuestas a ir terceros, rondando el 16% de intención de voto. Baerbock sufrió un cierto desgaste durante meses, además, según muchas encuestas los Verdes solo parecían competentes, a ojos de los alemanes, en política medioambiental.
También cabría mencionar a los restantes partidos, los liberales del FDP, conocido partido bisagra alemán, y que formaría parte de la futura coalición. La extrema derecha de AfD, fuerte en el este alemán, pero sin posibilidad de gobernar por el cordón sanitario en su contra. Y la Izquierda (Die Linke), partido que lucharía para llegar a la barrera del 5% de los votos.
Los resultados no supusieron una sorpresa, como se pronosticaba, el SPD, con su candidato Olaf Scholz (26%), quedaron en primera posición seguidos por la CDU (24%) y los Verdes (15%). Tal y como pronosticaban los sondeos, la coalición más probable sería la semáforo (SPD, Verdes y liberales). Tras semanas de negociaciones entre los tres partidos, finalmente el gobierno de coalición alemán sería anunciado el 24 de noviembre. El reparto de ministerios quedaría así;
- El SPD obtendría seis, incluidos Interior y Defensa.
- Los Verdes cinco ministerios donde destacaría el de Economía y Clima (vicecanciller) y Exteriores.
- El FDP tendría cuatro consiguiendo lo que quería, el Ministerio de Finanzas.
El nuevo gobierno alemán anunciaría una serie de medidas que prometerán poner en marcha durante la legislatura, las más destacadas serían; Salario mínimo a 12 euros la hora, construcción de 400.000 pisos al año, un 80% de energía renovable para 2030, neutralidad climática en 2045, elevar la edad de votación a los 16 años y rechazar un recorte de las pensiones ni subir la edad de jubilación. Cabe destacar que el nuevo gobierno alemán apuesta por reformar las reglas fiscales europeas, dejando atrás la ortodoxia. En política exterior mientras tanto, parece que han apostado por la línea dura de los Verdes, una posición hostil a Rusia por la crisis en el Este y declaraciones grandilocuentes acerca del gaseoducto Nord Stream 2.
Movimiento en el balance de poder de la UE
El eje franco-alemán ha vivido un cambio importante en este 2021, debido a la salida de la política de Angela Merkel, la líder europea más importante de la última década. Debido a esto, París decidió estrechar más sus vínculos con Roma, donde ha encontrado un gran aliado en su Primer Ministro, Mario Draghi. El ex Presidente del Banco Central Europeo es una figura muy respetada en Europa, algo que quiso aprovechar Macron para crear un nuevo liderazgo europeo a la espera de los primeros pasos del nuevo canciller alemán. Como prueba de esta nueva alianza, ambas capitales firmaron un acuerdo bilateral, “el Tratado de Quirinale”, muy en la línea del Tratado del Elíseo de 1963, del eje franco-alemán. Los objetivos de la entente Roma-París serían por una parte reformar las reglas de gasto del bloque, para que sean menos conservadoras, además de una serie de proyectos industriales conjuntos y reforzar la cooperación industrial. El Quirinale supone un refuerzo de la cooperación entre ambas capitales europeas en sectores como el comercio, economía, turismo y cultura. Pero lo más importante quizás, es que podría suponer un cambio en el balance de poder dentro de la UE.
Por el otro lado también tenemos movimiento entre los distintos partidos de derecha radical europeos. A principios de julio de 2021, estos partidos, los autodenominados “patriotas europeos”, compartieron una declaración conjunta. Entre los principales firmantes se encontraban, Marine Lepen (Reagrupación Nacional, Francia), Viktor Orbán (Fidesz, Hungría), Jaroslaw Kaczynski (Ley y Justicia, Polonia), Santiago Abascal (Vox, España), Giorgia Meloni (Fratelli d’Italia) y Matteo Salvini (Lega, Italia). El objetivo de esta unión no sería ya la disolución de la UE (Le Pen y Salvini defendían hace años la salida del proyecto europeo), sino cambiar desde dentro a la Unión, cambiar su concepción, sus valores a la imagen y semejanza de los que defienden estos mismos partidos. Es destacable su ataque a la vía federalista, ya que desde su punto de vista “desangraría” la soberanía nacional de los estados miembros.
A principios de diciembre se produciría una reunión en Varsovia entre varios líderes de la derecha radical; Viktor Orbán, Mateusz Morawiecki, Marine Le Pen y Santiago Abascal. Notable sería la ausencia de Matteo Salvini que declararía que” el momento no era el adecuado”. El objetivo de la reunión sería sentar las bases de una nueva alianza europea, pudiendo convertirse en uno de los grupos más fuertes dentro del Parlamento. Aún así, los líderes derechistas declararían que, hasta después de las elecciones húngaras de abril, no se realizarían nuevos pasos.
Polonia y Hungría han sido los líderes de esta nueva alianza de las derechas radicales europeas, y es que ambos países de Visegrado podrían ser el contrapeso dentro de Europa. La tensión entre las dos capitales y Bruselas ha ido aumentando en este 2021, Viktor Orbán sobre todo por su polémica ley LGTB que también ha cosechado fuertes críticas en numerosos estados miembros. Por su parte, Polonia ha confrontado sobre todo en el asunto del Estado de derecho. El punto más álgido de esta crisis llegaría cuando el Tribunal Constitucional polaco declararía que el derecho europeo no tenía primacía sobre el nacional, rompiendo así uno de los principios rectores del derecho europeo. Todo apunta a que en el 2022 seguiremos observando una lucha entre estos estados de Visegrado y las instituciones europeas, a no ser que haya un cambio en el gobierno, como se podría ver en Hungría.
Crisis con Reino Unido, Brexit, Irlanda del Norte
Justo antes de terminar el 2021, la Unión Europea y Reino Unido firmarían por fin el acuerdo de Brexit tras años de negociaciones infructuosas. El Brexit no ha supuesto una mejora en las relaciones entre Bruselas y Londres, más bien al contrario, ya que han exacerbado los conflictos que mantienen ambos entes. Como ejemplo tenemos la “guerra de las vacunas”, pero también podríamos hablar del conflicto entre Francia y Gran Bretaña por la pesca en Jersey. A principios de mayo de 2021, Reino Unido anunció el envío de dos buques de la Marina Real a la isla de Jersey después de que Francia amenazara con cortar su suministro de electricidad como respuesta a las restricciones de pesca impuestas contra barcos franceses. Estos amenazarían con bloquear todos los puertos de las Islas del Canal de la Mancha como represalia, mientras que París acusaría a Londres de incumplir los Acuerdos de Brexit. La crisis quedaría relativamente resuelta en el mismo día gracias a la mediación de Bruselas, a finales de junio se anunciaría además la prolongación por 3 meses de las licencias que permiten pescar a los barcos franceses en las aguas británicas del Canal de la Mancha. Aún así las tensiones seguirían en otoño de 2021, no llegando eso así a los niveles de tensión vistos en mayo.
Sin embargo, el asunto más tensionado tras el Brexit en 2021 fue Irlanda del Norte. En el Acuerdo de Brexit se estableció lo que se conoce como el Protocolo de Irlanda del Norte, por el cual Irlanda del Norte se mantiene en el Mercado Único mientras que se implementa una frontera comercial en el Mar de Irlanda con Gran Bretaña, un el punto que indigna a los unionistas británicos ya que de igual manera rompe el Acuerdo de Viernes Santo.
El conflicto entre los partidarios de una Irlanda unida (republicanos o nacionalistas) y los leales a la corona británica (unionistas o lealistas) parecía llegar a su final por los Acuerdos de Viernes Santo en 1998. Sin embargo, el Brexit ha supuesto un punto de inflexión que ha llevado a un aumento de la tensión entre las comunidades. A pesar de la firma de los acuerdos de paz, los grupos paramilitares han seguido activos, de hecho, en 2012 se creó el Nuevo IRA, siendo el grupo paramilitar más importante, que rechaza completamente los Acuerdo de Viernes Santo. Han sido responsables de asesinatos y atentados en el Ulster, especialmente, en Derry, el este de Belfast y zonas rurales. Pero no solo está el Nuevo IRA, el IRA de Continuidad (CIRA), el IRA Provisional (PIRA) y el Ejército Irlandés de Liberación Nacional (INLA) son tres grupos nacionalistas que siguen en activo. Por otra parte, en el bando unionista siguen activos la Ulster Volunteers Force (UVF), Ulster Defence Association (UDA) y Loyalist Volunteer Force (LVF), con pocos miembros, pero realizan actos criminales como contrabando y desórdenes públicos.
Con este contexto explosivo, Boris Johnson decide llegar a un acuerdo de Brexit por el cual se establece una frontera comercial en el Mar de Irlanda entre Reino Unido e Irlanda del Norte. Esta opción es rechazada por los unionistas del DUP ya que ha supuesto una interrupción en el comercio con Gran Bretaña, al requerirse mucho más papeleo para el transporte de algunas mercancías. Las trabas burocráticas han hecho temer a los empresarios norirlandeses por la posición de Irlanda del Norte en el mercado británico. Todo este descontento se tradujo en fuertes disturbios en el Ulster durante varios días de abril de 2021, encendiendo las alarmas en Londres. La estrategia del gobierno de Boris Johnson para intentar calmar las cosas se ha basado en prolongar unilateralmente la extensión del período de gracia, algo que evidentemente ha sido recibido en Bruselas con fuertes protestas. Mientras que Gran Bretaña ha acusado a Bruselas de ser “poco flexible”, la Unión denuncia el incumplimiento de lo pactado. El mismo Presidente de Estados Unidos, Joe Biden (de ascendencia católica-irlandesa), instó en junio a Reino Unido a que cumpliese el Protocolo de Irlanda del Norte para no “inflamar” aún más la situación.
Lo cierto es que la situación es complicada, Londres sabe que los unionistas están enfadados, de fondo el partido del DUP ha vivido una crisis política interna debido al avance de los republicanos en la región, así como por su incapacidad de presionar al gobierno de Johnson para que elimine la frontera en el Mar de Irlanda. Lo que queda claro es que el conflicto seguirá presente mientras exista la frontera en el Mar de Irlanda. Si no se encuentra una solución a largo plazo, no es extraño que la situación vaya escalando, con los grupos paramilitares cada vez más activos. De hecho, en marzo de 2021, el Consejo de Comunidades Leales, organización que representa las opiniones de los grupos paramilitares lealistas del Ulster, ya amenazó con retirarse de los Acuerdos de Viernes Santo sino se eliminaba la frontera en el Mar de Irlanda.
La tensión entre Bruselas y Londres no dejará de aumentar debido a este asunto, Reino Unido, en julio de 2021, ya ha amenazado con retirarse unilateralmente del Protocolo de Irlanda del Norte, violando así el Acuerdo de Brexit. Las consecuencias a ese respecto son imprevistas, quizás veríamos a la Comisión Europea iniciando un proceso judicial contra Reino Unido por violar un acuerdo internacional, lo que degradaría las ya maltrechas relaciones bilaterales.
Los Balcanes se revuelven a la espera de Europa
Como ya viene siendo habitual, el gran problema irresoluto de los Balcanes es Kosovo. Tras la crisis política que siguió a la moción de no confianza contra el Primer Ministro Albin Kurti en 2020, hubo que repetir las elecciones parlamentarias en febrero de 2021 debido a una irregularidad en la conformación del gobierno que sucedió a Kurti. Los partidos tradicionales habían recuperado el poder con dicha moción de no confianza, pero la imputación por crímenes de guerra en La Haya del Presidente Hashim Thaçi propició su caída también. Tras las elecciones de febrero, todo cambió: Albin Kurti retomaba el poder en marzo con su partido al borde de la mayoría absoluta y Vjosa Osmani, la Presidenta interina, se alió con él logrando hacerse en abril con el puesto en plenitud y alcanzando la alianza las dos posiciones del poder.
En cuanto a su relación exterior, el nuevo gobierno sería más nacionalista aún que los anteriores, alejándose de los postulados estadounidenses para alcanzar acuerdos negociados con Serbia. Uno de los pasos dados en 2021 según lo firmado durante la Administración Trump fue el establecimiento de relaciones con Israel, con la inauguración de una Embajada en Jerusalén –movimiento que soliviantó a Bruselas ante la ruptura de acción exterior europea con respecto a la capitalidad de Israel-. La falta de negociación con Serbia de cualquier aspecto político llevó a Kosovo a instaurar una política de reciprocidad en las restricciones que Serbia aplicaba. Este nuevo escenario se manifestó en conflictos como el de finales de septiembre cuando hubo cortes en los accesos a Kosovo del Norte –mayoría serbia- por la no renovación del acuerdo sobre las matrículas de los vehículos. Las protestas se extendieron hasta bien entrado octubre.
El conflicto de Kosovo siempre ha servido como precedente peligroso por haber aceptado desde Occidente una independencia autoproclamada, por lo que la asertividad entre otros grupos, como los serbobosnios y los bosnio-croatas, creció también. La República Srpska, entidad serbia de Bosnia y Herzegovina llevaba tiempo hablando de que su causa podría tornarse hacia la independencia si se aceptaba el estatus de Kosovo.
En diciembre de 2021, tras unos meses de declaraciones sobre tal posibilidad, la Asamblea de la República Srpska rechazaba la legislación previa y aprobaba nuevas directrices para que el gobierno regional asumiera en el plazo de 6 meses –el cual afectará directamente a la estabilidad política de los Balcanes en 2022- algunas competencias judiciales, en Hacienda y de seguridad. Poco después se unirían algunas competencias sanitarias. El conflicto fue tal que desde sectores federales bosniacos y bosnio-croatas se mostraron a favor de sanciones o intervenciones judiciales. El choque abarca más que a los políticos serbobosnios con intención de recuperar competencias centralizadas con posterioridad al Acuerdo de Dayton (1995). Sino que también se criticó enormemente a los bosnio-croatas favorables a la reforma electoral o a la creación de una nueva entidad croata, es decir, a los partidarios del partido HDZ del PM croata Andrej Plenković, que buscarían aumentar la influencia de Zagreb.
Ambos conflictos complicaban notablemente los accesos tanto de Serbia y Kosovo como de Bosnia y Herzegovina a la Unión Europea después del desbloqueo de la ampliación tras años de reticencias en Francia y Países Bajos. Los otros candidatos tampoco se encontraban en una situación de mayor estabilidad. Albania renovó en abril de 2021 el poder del Primer Ministro Edi Rama, entre el conflicto incendiario con el Presidente Ilir Meta, acusaciones de “compra de votos” y conformación de “bandas criminales”. En junio terminó de calentarse la situación con la destitución de Ilir Meta por violar “16 artículos de la Constitución”, mientras Meta calificaba al gobierno de Rama de “fea copia de la dictadura comunista” y al parlamento de “títere de la cleptocracia”. El problema de la inmadurez democrática en Albania es señalado persistentemente desde Bruselas.
La situación no sería mejor en Montenegro, donde en septiembre de 2021 se vivieron enfrentamientos en las calles a cuenta del nombramiento del nuevo metropolitano de la Iglesia ortodoxa serbia en Montenegro y Litoral. El gobierno, que suponía el primer acercamiento a Serbia y Rusia, acusó a la oposición del Presidente Milo Đukanović de alentar un “golpe de Estado”, que ellos consideraban era simple derecho de manifestación. En Macedonia del Norte la falta de acuerdo con Bulgaria seguirá impidiendo su camino hacia la Unión Europea. Además, tras la derrota en las elecciones municipales, intentaba dimitir el Primer Ministro, Zoran Zaev. El líder socialdemócrata trató de posponer su dimisión para mantener la mayoría parlamentaria con sus socios albaneses, se enfrentó a una moción de no confianza y terminó dando el relevo a Dimitar Kovacevski en diciembre.
El año se cerraba con acuerdos largamente postergados en Rumanía y Bulgaria –tras tres elecciones- para llevar al ejecutivo a Nicolae Ciucă y Kiril Petkov, respectivamente, con regreso al poder de perfiles socio-liberales en ambos casos. Moldavia también siguió una estela pro-europea en 2021 tras unas elecciones parlamentarias adelantadas y orquestadas por la Presidenta Maia Sandu para controlar la institución que se encontraba en manos de la oposición.
Tensión en Ucrania y crisis con Bielorrusia
El conflicto entre Kiev y las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk se intensificó durante los primeros meses de 2021. Los informes de Misión de Observación de la OSCE alertaban de un incremento de los combates entre ambos bandos. Durante el mes de febrero comenzaron a circular imágenes en las que se veía el transporte de armamento pesado ucraniano hacia la región de Donbás. En las reuniones diplomáticas también se reflejaba el deterioro de la situación; Boris Gryzlov, representante ruso en el Grupo de Contacto Trilateral, advertía que “Ucrania estaba provocando una escalada militar del conflicto”. Gryzlov precisaba, además, que los propios observadores internacionales confirmaban el despliegue de armamento adicional ucraniano en la línea de frente. Desde la parte de ucraniana se señalaba el incremento de tropas y equipos rusos en la zona fronteriza ruso-ucraniana.
El mes de abril fue el punto álgido de las tensiones en el que se involucraron Francia, Alemania y Estados Unidos. Rusia defendía que el movimiento de tropas en su territorio no era una amenaza para nadie e insistía en la falta de cumplimiento de los Acuerdos de Minsk por parte de Ucrania y en el acercamiento militar de la OTAN hacia sus fronteras. El presidente Putin enfatizó que Rusia no era parte del conflicto y recomendaba a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, que entablase contacto directo con los líderes de Donetsk y Lugansk. Una cuestión que el presidente ucraniano rechazó, manifestando que no podría hablar directamente con “terroristas”. Zelenski insistía en un encuentro con Putin, aunque el mandatario ruso afirmaba que dicha reunión sería solo para discutir cuestiones bilaterales.
Lo más resaltable de las propuestas de Ucrania fue el intento de cambiar el marco de negociación tratando de involucrar también a Estados Unidos y Reino Unido. Los países occidentales mostraron su apoyo político a Ucrania y se firmaron varios proyectos para suministrar armamento al ejército ucraniano.
EL 23 de abril el ministro de Defensa de Rusia, Sergei Shoigu, anunciaba la retirada, parcial, de las tropas desplegadas en las inmediaciones de la frontera ucraniana, pero está crisis no terminaba aquí. Fue en el mes de noviembre cuando la prensa de EE.UU. comenzaba a señalar un nuevo despliegue de tropas rusas cerca de Ucrania. Al contrario de lo que sucedió en abril, el traslado de armamento y tropas hacia estas zonas limítrofes no fue tan publicitado por parte de Rusia. Los tambores de guerra se trasladaron a los titulares de los medios y pronto se comenzó a hablar de una posible invasión rusa de Ucrania. El Kremlin niega este escenario, pero en abril advirtió a Kiev que si trataban de solucionar la situación en Donbás mediante el uso de la fuerza: las fronteras de Ucrania cambiarían.
Por segunda vez en el mismo año la guerra de Donbás volvía a ser un punto clave para los principales actores del panorama internacional. Pero en esta ocasión la disputa se amplía a la estructura de seguridad de todo el continente europeo: Rusia quiere garantías de seguridad vinculantes y a largo plazo e insisten en la no expansión de la OTAN. Unas propuestas además respaldadas por China. Enero de 2022 comienza con una serie de reuniones para discutir los borradores del acuerdo presentado por Moscú. Si bien las perspectivas de estas reuniones no son halagüeñas, eventualmente podría darse la posibilidad de que se llegase a algún acuerdo.
Las protestas de 2020 tras las elecciones presidenciales en Bielorrusia fueron el punto de ruptura de las relaciones entre Bruselas y Minsk. La Unión Europea, EE. UU, Reino Unido y otros países occidentales no reconocieron a Alexander Lukashenko como presidente legítimo llegando a imponer varios paquetes de sanciones al país. Sin embargo, hubo dos episodios que deterioraron todavía más la situación: el incidente con el avión de Ryanair y la detención del opositor Roman Protasevich en el mes de mayo y la crisis fronteriza polaco-bielorrusa.
Las pésimas relaciones de Occidente con Bielorrusia favorecieron a la aprobación de acuerdos, postergados durante años, entre Minsk y Moscú en base al Tratado del Estado de la Unión. Actualmente se han firmado los 28 programas de integración económica. Lukashenko, a pesar de tomar decisiones de forma autónoma, depende en gran medida del favor de Rusia para poder mantenerse en el poder. En febrero de 2022 se votarán las enmiendas a la constitución de Bielorrusia en las que se prevé que Alexander Lukashenko siga teniendo la potestad de controlar la política en el país.
*Pablo del Amo, graduado en Historia y en el máster en Cooperación Internacional por la UCM. Interesado en geopolítica y en relaciones internacionales.
*Alejandro López Canorea, antropólogo, profesor y biólogo especializado en gestión de socioecosistemas.
*Miriam Gonzalez Francisco, periodista.
Artículo publicado en Descifrando la Guerra.
Foto de portada: Financial Times.