Como siempre, la realidad es diferente. Ucrania sigue sin aplicar los acuerdos de Minsk, acuerdo que sin embargo firmó en 2014. En cuanto a Rusia, ese país no está concentrando tropas en la frontera con Ucrania sino que siempre tuvo grandes bases en Crimea y ahora está utilizando también sus bases de Ielnia y Boyevo, respectivamente a 750 kilómetros y a 830 kilómetros de Ucrania, o sea muy lejos de la frontera ucraniana. Pero no importa, Washington sigue haciendo resonar los tambores de guerra.
Roger Wicker, miembro de la Comisión de Servicios Armados del Senado estadounidense, declaró el 8 de diciembre a Fox News que no excluye una intervención militar directa de Estados Unidos contra Rusia para «defender Ucrania». Sin que el entrevistador se lo preguntara, el senador agregó :
En otras palabras, este senador estadounidense dijo que Estados Unidos podría decidir ser el primero en recurrir al arma nuclear. Esto es un mensaje a Moscú sobre la determinación de Estados Unidos en cuanto a respaldar un posible ataque de Kiev contra los rusos de la región de Donbass. En las mentes de quienes desde 2014 han venido utilizando contra Rusia la estrategia de la tensión, ese tipo de ataque sería siempre una opción ganadora.
Moscú tendría dos posibilidades: no intervenir militarmente en defensa de los rusos del Donbass, permitiendo que estos se viesen desbordados por el ataque ucraniano con apoyo de la OTAN y obligados a buscar refugio en Rusia –lo cual sería un trauma para Rusia, sobre todo en el plano interno– o intervenir militarmente para detener el ataque ucraniano, exponiéndose así a la condena internacional bajo la acusación de haber agredido e invadido un Estado soberano.
Los generales ucranianos han advertido que no estarían en condiciones de «repeler las tropas rusas sin una transfusión masiva de ayuda militar de Occidente». Esa «transfusión» ya ha comenzado. Estados Unidos, que ya ha entregado a Kiev una ayuda militar de 2 500 millones de dólares, le entregó además, en noviembre, otras 88 toneladas de municiones como parte de un «paquete» de 60 millones de dólares, que incluye también misiles Javelin, ya desplegados contra los rusos del Donbass. Simultáneamente, Estados Unidos ha enviado a Ucrania más de 150 consejeros militares que, junto a una docena de aliados de la OTAN, en realidad dirigen las operaciones ucranianas.
La situación es todavía más explosiva dado el hecho que Ucrania –aún técnicamente país socio pero de hecho ya miembro de la alianza atlántica– podría ser aceptada oficialmente como el miembro número 31 de la OTAN. Por consiguiente, a la luz del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, los otros 30 miembros de la OTAN deberían intervenir militarmente en el Donbass para apoyar a Ucrania contra Rusia.
El ministerio ruso de Exteriores ha solicitado a la OTAN no admitir a Ucrania, para no agravar la tensión militar y política en Europa, y recordó que desde el fin de la guerra fría Rusia ha recibido reiteradamente garantías de que el espacio de acción y las fuerzas militares de la alianza atlántica no avanzarían ni un paso hacia el este. También recordó que esas promesas no se han respetado.
El ministerio ruso de Exteriores propuso después a la OTAN abrir negociaciones para alcanzar acuerdos a largo plazo que impidan tanto la ulterior expansión de la alianza hacia el este como el despliegue de sistemas de armas en zonas de cercanía inmediata al territorio ruso. El 10 de diciembre, la OTAN rechazó esa proposición por boca de su secretario general, Jens Stoltenberg, quien declaró secamente que «la relación de la OTAN con Ucrania se decidirá entre los 30 miembros de la OTAN y Ucrania, y por nadie más.»
Inmediatamente después, el 13 de diciembre, los ministros de Exteriores del G7 (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón) y el Alto Representante de la Unión Europea, reunidos en Liverpool, declararon estar «unidos en la condena del fortalecimiento militar de Rusia y de su retórica agresiva hacia Ucrania» y agregaron que «Rusia no debe tener duda alguna sobre el hecho que una ulterior agresión militar contra Ucrania tendría como respuesta consecuencias masivas y graves costos.»
Mientras tanto, Finlandia, miembro de la Unión Europea y activo socio de la OTAN contra Rusia, anuncia la compra de 64 aviones de combate F-35A a Lockheed Martin a un costo de 8 400 millones de euros, suma que se eleva a 10 000 millones al agregar el costo de la infraestructura necesaria para esos aparatos. El gobierno finlandés tendrá que dedicar también otros 10 000 millones de euros al mantenimiento y la modernización de esos aviones de combate de fabricación estadounidense.
Esos 64 aviones de combate F-35A, con capacidades de ataque nuclear, serán desplegados cerca de la frontera de Rusia, a sólo 200 kilómetros de San Petersburgo, y estarán de hecho bajo las órdenes de Estados Unidos, que, como acaba de recordarlo el senador estadounidense, no excluye ser el primero en recurrir a las armas nucleares.
*Manlio Dinucci, geógrafo y politólogo.
Artículo publicado en Voltaire.
Foto de portada: AP Photo/Susan Walsh